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Chapter 16 - cap 16

La luz del aula parpadeaba de manera inquietante, como si también estuviera consciente del tumulto en mi interior. Echidna estaba frente a mí, vestida con un uniforme de colegiala que, sin duda, era un intento de darle un aire de normalidad a una situación que no podía ser más surrealista.

"Te ves bien, Echidna", le dije, mi voz temblando ligeramente. Era un comentario trivial, pero en medio de este caos, me sentía obligado a encontrar alguna forma de conexión, algo que pudiera aliviar la tensión del momento.

Ella sonrió, un destello de satisfacción cruzando su rostro. "Gracias, Naegi. Pero este mundo, lo creamos a partir de nuestros recuerdos. Y tú, ya sabes, pasaste la primera prueba. Has confrontado tu pasado". Sus palabras resonaron en mi mente como un eco distante, recordándome lo difícil que había sido enfrentar mis propios demonios.

"Sí, lo hice", respondí, recordando la visión de mis padres, la mezcla de alegría y dolor que había sentido al hablar con ellos. Pero no podía dejar que eso me consumiera. "Sin embargo, no creo que eso signifique que todo esté bien. Mis padres... hay tantas cosas que no comprendí".

Echidna inclinó la cabeza, observando mis reacciones con un interés casi clínico. "Veo que aún hay resentimiento. Es natural, después de todo lo que has pasado". Su tono se tornó más serio, y su mirada penetrante parecía querer leer cada pensamiento que cruzaba mi mente.

"¿Qué te importa?", le respondí, sintiendo una chispa de contencioso en mi interior. "No entiendo por qué deberías estar tan interesada en mí y mis problemas familiares".

"Porque eres una persona curiosa", replicó, su voz suave pero firme. "Y esa curiosidad puede ser tanto una bendición como una maldición. Pero no perderemos más tiempo. La próxima prueba comenzará pronto".

En ese instante, el aula comenzó a desvanecerse, como si el mundo mismo estuviera perdiendo color y definición. La borrosidad se apoderó de mi visión, y un impulso repentino me llevó a querer decir algo antes de que todo desapareciera. Sin embargo, antes de que pudiera articular mis pensamientos, Echidna parecía haber interpretado mi intención de otra manera.

"¿Vas a golpearme?" preguntó, claramente sorprendida por mi repentino mutismo. Pero, en lugar de eso, lo único que logré fue agradecerle por haberme permitido volver a hablar con mis padres.

"Gracias por eso, Echidna", murmuré, sintiendo una extraña paz al poder expresar mi gratitud.

"Curioso", respondió, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y comprensión. "Pero recuerda, no serás tú quien pase las pruebas esta vez. Es Emilia".

La oscuridad me envolvió por completo, y cuando desperté, me encontré de nuevo en el templo, el sonido de mi propio corazón resonando en mis oídos. Miré a mi alrededor y vi a Emilia inconsciente a mi lado. Mi corazón se detuvo por un instante, y mi impulso de protegerla me llevó a moverme rápidamente hacia ella.

"Emilia, despierta", le susurré, y después de unos segundos que parecieron una eternidad, sus ojos se abrieron. Pero, en lugar de la calidez que esperaba, me encontré con un horror absoluto en su rostro.

"No era ella", exclamó, su voz temblando de shock y confusión. Sin pensarlo dos veces, la abracé, tratando de consolarla mientras su cuerpo se sacudía con el miedo. "¡Estoy aquí, Emilia! Estoy aquí", repetí, aunque no estaba del todo seguro de que eso pudiera calmar sus temores.

Más tarde, en la casa donde solíamos vivir con Ram y Roswaal, Emilia fue sedada mediante hipnosis aromática. Mientras tanto, yo estaba sentado en la mesa con Otto y Garfiel. La conversación giraba en torno a la seguridad del Santuario y cómo podríamos ayudar a aquellos atrapados dentro de su barrera.

"Tal vez podamos sacar a los residentes del Santuario", sugirió Otto, su voz llena de esperanza. "Si los que no son mestizos sacan a todos..."

"No funcionará", interrumpió una voz femenina desde la entrada. Una chica de cabello rosado se presentó como Ryuzu Bilma, la guardiana del Santuario. "La barrera repelerá las almas de las personas con sangre mixta. Si intentan salir, morirán".

Su afirmación me dejó paralizado. "¿Y tú? ¿Puedes hacer la prueba tú misma?" pregunté, impulsado por la curiosidad.

"Sí, puedo, pero no puedo liberar a Santuario", respondió Ryuzu con un suspiro resignado. "El contrato ha sido transmitido por generaciones. Es un ciclo del que no podemos escapar".

Al regresar a nuestra habitación, Emilia despertó y me sonrió débilmente. Me senté junto a su cama y le dije que podría intentar el juicio más tarde esa noche. Sin embargo, su expresión se tornó sombría.

"No estoy lista", murmuró, y su voz se quebró mientras hablaba de su inseguridad.

Mientras ayudaba a Ram a tender la ropa afuera, ella me advirtió sobre la facción conservadora que existía en el Santuario. "No todos quieren eliminar la barrera, Naegi. Algunos creen que debemos mantener una distancia del mundo exterior. Garfiel y Ryuzu son los más extremistas, pero ten cuidado con Frederica. Ella podría estar en la facción conservadora, y podría ser peligrosa".

Ram me miró con seriedad, y mis instintos de protección se activaron. "¿Qué planean hacer?".

No pasó mucho tiempo antes de que nos encontráramos afuera del templo, esperando que Emilia regresara para enfrentar la Prueba de la Tumba. La tensión era palpable y Garfiel y yo discutimos sobre Frederica, mientras el brillo del templo comenzaba a desvanecerse, dejando solo el eco del llanto de Emilia.

Cuando finalmente salió, su rostro reflejaba la derrota. "Fallé de nuevo", dijo, y el dolor en su voz me atravesó como un cuchillo.

Más tarde, cuando le informé a Roswaal sobre lo sucedido, la ira burbujeó en mi interior. "Sabías que el Culto de la Bruja iría tras Emilia después de la Selección Real. Si hubieras intervenido, podríamos haber evitado esto".

Roswaal, con una calma inquietante, respondió: "Pero hiciste todo el trabajo. Y lo hiciste de manera espectacular".

"¡Eso no es suficiente!" grité, sintiendo la rabia consumir cada palabra. "No apruebo lo que hiciste, Roswaal. ¿Por qué no nos dijiste la verdad?"

La conversación se tornó tensa, y cuando finalmente salí de la iglesia, Emilia y yo nos encontramos. Hablamos sobre el juicio y sus tribulaciones, pero el peso de la incertidumbre seguía presente entre nosotros.

Dos días después, Garfiel me dio su aprobación para sacar a los aldeanos de Irlam, y mientras preparábamos nuestra salida, el amuleto de la buena suerte de Petra resbaló de mi bolsillo.

"Es un bonito amuleto", comentó Ram. "¿De dónde lo has sacado?"

"Petra me lo dio", respondí, recordando el tiempo que pasé con ella. Aquel momento fue interrumpido por un mensaje de Roswaal, advirtiéndome que si tenía problemas con Frederica, debía buscar a Beatrice y decirle: "Roswaal dijo que hiciera la pregunta".

Mientras nos acercábamos a la barrera, Garfiel me entregó su cristal de piroxeno azul, insistiendo en que se lo mostrara a Frederica.

Al regresar a la Mansión de Roswaal, el aire se sentía extraño, como si la casa misma estuviera en suspenso. Las puertas estaban abiertas, y una sensación de inquietud me invadió. Me apresuré hacia la habitación de Rem, pero antes de llegar, tropecé, cayendo al suelo. Un dolor agudo se extendió por mi abdomen, y la horrenda revelación de que mi estómago había sido cortado me golpeó con una oleada de terror.

Me di cuenta, en ese instante, de que mi verdugo era Elsa Granhiert, quien había venido a cobrar su deuda. En un mundo donde la suerte rara vez estaba de mi lado, el terror y la desesperación se apoderaron de mí mientras la oscuridad comenzaba a cerrarse nuevamente.

Desperté de un sueño inquietante, el corazón aún acelerado por la reciente experiencia. A mi lado, Emilia me miraba con preocupación, sus ojos reflejando un torrente de emociones que apenas podía comprender. Había superado la primera prueba de la tumba de Echidna, pero el alivio que debí sentir estaba opacado por la sombra de un recuerdo doloroso: la traición y la muerte que había enfrentado en la mansión de Roswaal a manos de Elsa. La confusión se apoderaba de mí mientras intentaba procesar lo sucedido.

"Naegi, ¿estás bien?" Su voz suave rompió el silencio, y por un momento, todo lo demás se desvaneció. Asentí, aunque sentía que mi suerte no era más que un juego cruel del destino. La mala suerte parecía seguirme como un perro fiel, pero en ese momento, decidí que no dejaría que me detuviera.

Después de un breve intercambio, nos encontramos en la casa donde descansaba Roswaal. La atmósfera era tensa; Otto, Garfiel, Ram y Ryuzu Bilma estaban reunidos, discutiendo los intrincados detalles del juicio del cementerio. La conversación oscilaba entre la desesperación y la esperanza, cada uno intentando encontrar la mejor manera de avanzar.

Tomé una respiración profunda, sintiendo el peso de las miradas sobre mí. "Creo que estoy cualificado para tomar las pruebas en lugar de Emilia", dije, mi voz resonando en la habitación. La reacción fue inmediata y explosiva. Garfiel se puso de pie, su expresión una mezcla de incredulidad y enfado.

"¡No puedes hacer eso! ¡No confías en ella!" bramó, su tono lleno de furia. Emilia se encogió, y un nudo se formó en mi estómago. La última cosa que quería era que ella pensara que no tenía fe en sus capacidades.

A medida que la discusión se intensificaba, Ryuzu y Garfiel se acercaron a mí, revelando que Roswaal había decidido que era Emilia la que debía pasar el juicio. Me sentí frustrado, como si una sombra se cerniera sobre mí, y la desesperación comenzara a calar hondo. "¿Por qué siguen sus órdenes?", pregunté, incapaz de ocultar mi incredulidad. Su respuesta fue simple: eran leales a Roswaal, su superior.

Con un suspiro resignado, me concentré en los asuntos de la Mansión Roswaal. Sabía que debía hablar con Roswaal sobre mis sospechas sobre Frederica, pero antes, le pedí que permitiera a los aldeanos de Irlam regresar a casa. Era un pequeño paso, pero uno necesario. Sin embargo, la mirada de Roswaal era fría y calculadora. "Si Frederica está tramando algo, tú no podrías derrotarla", me dijo, y en un giro inesperado, me cedió a Ram para que me protegiera.

El siguiente día, Ram y yo montamos a Patrasche, un viaje que prometía ser complicado y lleno de incertidumbre. Antes de partir, le pedí a Garfiel su collar. Era un collar parecido al de Frederica, y aunque no sabía por qué lo necesitaba, había una intuición que me decía que era importante. Ram, con una expresión de curiosidad, me preguntó sobre su significado.

"Es solo un collar", respondí, aunque en el fondo sabía que las cosas eran más complicadas. Ram parecía afectada por mis palabras, como si algo en su memoria estuviese a punto de despertar, pero no sabía cómo ayudarla. En ese momento, decidí hablarle de Rem, la chica que era crucial para ella, y lo hice mientras cruzábamos el Bosque Kremaldy del Santuario. Sus ojos se iluminaron al escuchar su nombre, y aunque había una tristeza palpable en su mirada, sentí que estábamos un paso más cerca de desentrañar los misterios que nos rodeaban.

Al llegar a la mansión, el ambiente cambió. Petra me recibió con una sonrisa, y no pude evitar abrazarla con fuerza. "¡He vuelto!", exclamé, dándome cuenta de que ella llevaba una tela blanca que le había dado en la mano. Ram, por otro lado, se mostró desdeñosa, desaprobando mi efusividad. Cuando pregunté por Frederica, Petra me informó que estaba patrullando la barrera del bosque.

Una vez dentro de la mansión, Ram pidió estar a solas con Rem, y accedí sin dudarlo. Salí de la habitación con la esperanza de que pudieran tener una conversación sincera. Sin embargo, al salir, me encontré con Frederica, quien me saludó con un aire de sorpresa.

En la sala de estar, Frederica me sirvió un té y, tras intercambiar algunas palabras sobre el juicio, decidí plantearle el tema del collar. Su reacción fue inmediata; la sorpresa en su rostro era evidente cuando se dio cuenta de que pertenecía a Garfiel. "Sí, soy su hermana mayor", confirmó, y mi mente se llenó de preguntas.

Sin embargo, el tiempo apremiaba y no podía permitirme perder la oportunidad. "¿Qué sabes sobre la teletransportación?", le pregunté, acusándola de estar asociada con la facción conservadora del Santuario. Frederica se mostró confundida, y justo en ese momento, Ram entró, reprendiendo a Frederica por su falta de habilidad en la preparación del té. La tensión aumentó cuando Ram sacó a colación la trampa de la teletransportación, acusando a Frederica de estar involucrada. Ella, visiblemente incómoda, admitió que había hecho un juramento que no podía romper.

La conversación se tornó peligrosa, y justo cuando estábamos a punto de profundizar más, la atmósfera en la habitación cambió drásticamente. Elsa apareció, utilizando a Petra como rehén. La situación se tornó caótica; Ram, Frederica y yo reaccionamos rápidamente y comenzamos a escapar de la mansión. Sin embargo, el destino no me dio tregua. Un dardo afilado se hundió en mi hombro, el dolor era agudo y punzante. Frederica también fue alcanzada, y el horror se apoderó de mí cuando Ram sugirió que abandonáramos a Rem y Beatrice.

"No, no podemos hacer eso", grité, mi voz llena de determinación. Pero Frederica y Petra, llenas de valor, insistieron en que debíamos intentar salvarlas. Frederica, en un acto de heroísmo, se ofreció como distracción, transformándose en su forma bestial y regresando a la mansión.

La escena se oscureció rápidamente. Ram y yo nos encontramos con una mabestia llamada "guiltylowe" y varias mabestias menores. Ram, con una astucia admirable, se convirtió en señuelo, atrayendo a las criaturas fuera de la mansión. Pero en mi estado de aturdimiento, el dardo seguía afectándome, y Petra, en un acto desesperado, me ayudó a sacar el dardo de mi hombro. Sin embargo, justo cuando pensábamos que podíamos salir, el techo se derrumbó sobre nosotros.

Desperté en un estado de confusión, los ecos del colapso resonando en mi mente. Ram, con ojos decididos, me subió a un carro tirado por Patrasche en un intento de escapar, pero el destino, cruel y despiadado, se cernía sobre nosotros. Las mabestias nos rodearon, y en un instante, la vida de Ram y Patrasche se desvaneció frente a mí, dejando un vacío imposible de llenar. Me lanzaron hacia atrás, rompiendo una ventana y regresando a la mansión.

Aturdido, me di cuenta de que la mano de Petra había sido cortada en la caída, y el horror se apoderó de mí. Mientras caminaba tambaleándome por los pasillos, mi mente se centró en la habitación de Rem. Pero antes de llegar, una figura familiar apareció ante mí: Elsa. Su sonrisa era escalofriante, y me confesó que había matado a Frederica. Intentó acabar conmigo, pero en ese último instante, abrí la puerta de la habitación de Rem, y Beatrice, con su aire de misterio, me rescató mediante su cruce de puertas.

El furor se apoderó de mí. La confusión y la desesperación se entrelazaban mientras me preguntaba: ¿Cuántas veces tendría que enfrentar la muerte y la traición antes de encontrar una respuesta? Era un ciclo interminable, y la mala suerte seguía acechando mis pasos. Pero en ese momento, supe que no podía rendirme. Tenía que luchar, no solo por mí, sino por todos los que dependían de mí.

El eco del silencio en la biblioteca era ensordecedor tras la última tragedia. La noticia de la muerte de Rem había atravesado mi mente como un rayo, y el peso de la realidad se sentía como una losa sobre mis hombros. Intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada; mis manos temblaban al tocar el pomo, pero no cedía. La desesperación me invadió.

"Naegi", dijo Beatrice, su voz suave pero firme. "El motivo por el que deseas ir a esa habitación ha desaparecido". Era una confirmación devastadora, y el mundo a mi alrededor se desvaneció en un mar de gris. Elsa había asesinado a Rem. Ni siquiera podía procesar la ira, únicamente el frío vacío que dejó en mi corazón.

Beatrice, en un intento por ayudarme, extendió su mano hacia mí. "Permíteme curarte", ofreció, su magia brillando tenuemente en su palma. Pero yo sabía que no merecía tal cosa. ¿Por qué debería ser salvado cuando había fracasado en proteger a los que me importaban?

"No", contesté, la voz rasposa por la angustia. "Podría haber salvado a los demás. ¿Por qué debería ser yo quien sobreviva?" Mis palabras resonaron en la habitación, llenas de dolor y reproche.

Beatrice frunció el ceño, su expresión oscureciéndose por la frustración. "No tienes razón para pensar así. No puedo salvar a aquellos que no quieren ser salvados. Tu vida es tan importante como la de ellos", refutó, pero eso solo encendió mi furia.

"No entiendes nada", grité, la rabia burbujeando en mi interior. "El punto de guardado podría haber cambiado. Todo podría haber sido diferente, y no lo fue". En un momento de desesperación, tomé un fragmento de porcelana rota que yacía en el suelo. La idea de acabar con mi sufrimiento era una tentación abrumadora.

"¡No!" Beatrice exclamó, su voz llena de horror mientras me detenía. "No puedes hacer esto. No es la solución". Pero en mi mente, todo lo que podía ver eran las sonrisas de los que había perdido, y la culpa me aplastaba.

Fue entonces cuando mis ojos se posaron en el Evangelio de Beatrice, aquel libro que parecía contener los secretos de su existencia. Sin pensarlo, lo tomé en mis manos. "¿Por qué estás aquí, Beatrice? ¿Es este el mismo Evangelio que utilizan los miembros del Culto de la Bruja?" La confusión y la ira luchaban por dominarme.

"No puedo responder a tus preguntas", respondió, abrazando el libro contra su pecho. "Todo lo que hago está dentro de su guía". Su evasión solo intensificó mi frustración.

"¿Acaso cada una de tus acciones hacia mí está inscrita en ese libro?" exigí con vehemencia. "¿Eres solo un títere de lo que dicta ese Evangelio?" Ella me miró con desdén, su mirada como un hielo cortante.

"Todo lo que hago es por mi madre. Mi existencia entera gira en torno a esto. No puedes entenderlo. Eres solo un humano", dijo, sus palabras golpeando como un martillo. Me acerqué, pero en un arrebato, me golpeó con el Evangelio en la cara, haciéndome caer hacia atrás.

Estaba aturdido cuando la puerta de la biblioteca se abrió de golpe. Elsa, con su sonrisa maniaca, estaba lista para atacar. Pero Subaru, en un acto heroico, le agarró la pierna. En ese momento de distracción, sin embargo, Elsa se volvió hacia mí, y sentí el frío metal del cuchillo atravesar mi pecho.

El mundo se desvaneció en un instante de dolor, y una oscuridad envolvente me tragó. Luego, desperté nuevamente, esta vez en un templo. Emilia estaba a mi lado, murmurando palabras que apenas podía entender. Miré alrededor, dándome cuenta de que el punto de reinicio no había cambiado; era la tercera vez que moría.

"Naegi…" murmuró Emilia, su voz un susurro quebrado. La abracé, y juntos nos levantamos para salir del templo. No podía dejar que la desesperación la consumiera. Tenía que ser fuerte. Fuera, Ram y Garfiel nos esperaban, y la tensión en el aire era palpable.

Mientras reflexionaba sobre los eventos que habían llevado a esta situación, Otto se acercó. Notó mi calma, a pesar del caos que me rodeaba. "No es lo mismo parecer calmado que pensar racionalmente", me corrigió, su mirada perspicaz penetrando mi fachada.

"Es cierto", respondí, tratando de mantener una sonrisa, aunque sabía que la desesperación latía en mi interior. La conversación giró en torno a Garfiel y Frederica, y la complejidad de las relaciones se hizo evidente mientras caminábamos.

Al llegar a un vasto campo de hierba, una figura familiar apareció: Ryuzu, vestida de blanco. La discusión sobre la barrera y las peculiaridades de Frederica se desarrolló, revelando secretos del pasado que resonaban con la historia de Garfiel. Al final, decidí que tomaría las pruebas en lugar de Emilia, un secreto que debía guardar.

Sin embargo, todo se volvió confuso de nuevo cuando, al recuperar la conciencia, me encontré atado y en la oscuridad. Garfiel estaba allí, despojándome de mis vendas y amenazándome con el mismo odio que había sentido antes. "Tu miasma…", murmuró, y un escalofrío recorrió mi espalda.

Pero la oscuridad no me tenía atrapado por mucho tiempo. Otto llegó, y tras una breve conversación, me rescató. La preocupación en su rostro era palpable, y sus palabras me hicieron sentir un rayo de esperanza en medio de la tormenta. "Han pasado tres días", me dijo, y la angustia que había sentido por la preocupación de Emilia me atravesó nuevamente.

Al salir, la tensión se palpaba en el aire. Garfiel había descubierto mi escapatoria y su furia se desató, su brazo transformándose en el de un tigre. Sabía que el caos estaba lejos de terminar, pero por primera vez, sentí que no estaba solo. La lucha continuaba, y esta vez estaba decidido a enfrentarla con todos los que se unieran a mi lado.