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Chapter 22 - cap 22

La luz del día apenas iluminaba el espacio del Santuario, un lugar donde las sombras y los ecos del pasado parecían danzar al compás de un viento suave. La atmósfera era tensa, y la incertidumbre se cernía sobre nosotros como un manto pesado. Me encontraba rodeado de personajes cuyas historias se entrelazaban con la mía de maneras que apenas comenzaba a comprender. En medio de todo esto, Shima, una de las Ryuzu, estaba a punto de compartir sus visiones, y no podía evitar sentirme un poco ansioso.

"Naegi", comenzó Shima, su voz suave contrastando con la gravedad del momento. "Las Ryuzu son formas de vida espirituales que, debido a su cuerpo físico, consumen constantemente energía. Por eso, estoy debilitada, incapaz de cambiar a otra Ryuzu". Sus palabras resonaron en mi mente, recordándome que incluso las entidades más poderosas podían ser vulnerables. Me pregunté si esa fragilidad era algo que compartíamos todos en este lugar.

"Lo que vi en la prueba del Santuario", continuó, "me mostró el pasado de Ryuzu Meyer. Era un lugar pacífico, donde ella forjó una relación de amistad con Beatrice". Sus ojos se perdieron en recuerdos lejanos, y pude ver la tristeza en su rostro. Shima relató cómo Beatrice, al principio, miraba a Ryuzu Meyer con desprecio, pero todo cambió cuando Echidna, la Bruja de la Codicia, la regañó. "Fue un momento de transformación", dijo, "una chispa que encendió una conexión que nunca hubiera imaginado".

La tensión palpable en el aire se tornó aún más intensa cuando mencionó a Roswaal A. Mathers. "Él estaba allí, preguntando por Echidna", añadió. Mis pensamientos se apagaron por un instante, y me vi envuelto en la confusión del pasado. Garfiel, que había estado escuchando en silencio, se giró hacia mí con una mezcla de sorpresa y desconfianza. "¿Cómo sabes sobre la Bruja del Santuario?", preguntó. Nunca había pensado que mi curiosidad podría resultar en una revelación tan impactante.

Shima prosiguió, su tono se tornó sombrío al describir el momento en que todo se desmoronó. "El Santuario, una vez un refugio de paz, se convirtió en un símbolo de desesperación". Habló del verdadero motivo detrás de su creación, un secreto que había sido enterrado bajo las ruinas del tiempo. Su relato me dejó sin aliento; la historia del Santuario era una mezcla de esperanza y traición.

Mientras tanto, en otro rincón del bosque, la tensión se palpaba como un hilo tenso. Geuse estaba en medio de una confrontación con Regulus. "Teníamos un pacto, solo yo debía venir al bosque", le recriminó Geuse, su voz llena de indignación. Regulus, sin embargo, desestimó la queja con desdén, afirmando que había tomado la decisión por sí mismo. En ese momento, una figura apareció entre las sombras: Pandora. Con su presencia, el aire se volvió aún más denso.

"Regulus, viniste por indicación mía", dijo Pandora, su voz suave pero autoritaria. La tensión se intensificó, y Fortuna, que había estado observando, reaccionó con furia. "¡No dejaré que hagas daño a nadie más!", exclamó, lanzando estacas de hielo hacia Pandora. La escena se tornó caótica cuando Regulus rompió el hielo, revelando que Pandora había salido ilesa.

Geuse, en un acto de desesperación, decidió quedarse atrás para ganar tiempo mientras Fortuna se llevaba a Emilia. "Volveré para ayudarte", prometió, y el eco de sus palabras resonó en mi mente. La lealtad y el sacrificio eran temas recurrentes en esta historia, y en ese momento, sentí una extraña conexión con todos ellos.

En otro lugar, Geuse comenzó a asimilar el factor de la bruja que había guardado, pero el proceso fue doloroso. Su cuerpo se deformaba y sangraba, y aún así, su determinación era palpable. "Soy quien soy gracias a la gente de este bosque", proclamó, y la lucha por proteger a sus seres queridos lo impulsó a seguir adelante. En ese instante, sentí que su sacrificio resonaba con el mío, la lucha por aquellos a quienes amamos.

Mientras tanto, la batalla continuaba. Fortuna se enfrentó a Regulus, quien había cortado el brazo de Geuse con desprecio. "Eres débil", le dijo Regulus, pero Fortuna, con su determinación renovada, defendió la fuerza de su amor por Geuse y Emilia. La escena se tornó aún más caótica cuando Pandora interrumpió, manipulando la realidad a su antojo.

"¡Detente!", gritó Geuse, y en ese momento, la esperanza brilló en sus ojos. La resistencia contra Pandora se convirtió en un faro de luz en medio de la oscuridad. En el fondo del bosque, Emilia corría, recordando las palabras de Pandora. La incertidumbre la envolvía, pero su determinación era inquebrantable. "Sigo el camino de flores blancas", se decía a sí misma, mientras el eco de las promesas resonaba en su corazón.

Finalmente, Emilia llegó al lugar del sello, donde Pandora la esperaba. Era un momento decisivo, y en ese instante, comprendí que el sacrificio y la esperanza estaban entrelazados en esta historia. Cada personaje, cada decisión, se unía en una danza de luz y sombra. Mientras el destino se tejía, sabía que la historia del Santuario y de todos nosotros estaba lejos de haber terminado.

La lucha apenas comenzaba.

El aire en el Bosque de Elior estaba cargado de tensión, un hilo invisible que unía a Emilia y Pandora en un tira y afloja de promesas y decisiones. Todo había comenzado por un simple encuentro, pero las palabras de Pandora resonaban en la mente de Emilia, como ecos de un pasado que se negaba a desvanecerse. La bruja de la Vanidad había llegado, y con ella, una sombra que amenazaba con devorarlo todo.

Pandora sonrió, una sonrisa que no prometía nada bueno. "Si no me das la llave, escarbaré hasta el último rincón de este bosque", dijo, su voz suave como la brisa que mecía las hojas, pero con un filo de amenaza. A medida que las palabras salían de su boca, Emilia sintió un escalofrío recorrer su espalda. "No sé cuál es la llave ni dónde está", respondió, su voz temblando ligeramente. La desesperación atravesaba su ser, como un frío invernal que se adentraba en su alma.

"Entonces, imagina que eres la llave", respondió Pandora, como si esa fuera la solución a todo. Emilia cerró los ojos, sintiendo una extraña energía fluir a través de ella. Al abrirlos, vio una llave brillante entre sus manos, una visión que solo ella podía percibir. "¡No! No puedo abrir el Sello", pensó, recordando su promesa a Fortuna. Pero Pandora no se detuvo ahí.

"Si no abres la puerta, tendré que hacerlo por la fuerza", advirtió, y con cada palabra, Emilia se sentía más atrapada entre la espada y la pared. Se enfrentaba a una elección que podría cambiarlo todo: cumplir su promesa y enfrentar a Pandora, o abrir el Sello y permitir que todo siguiera su curso. Sin embargo, su corazón le decía que debía ceñirse a su promesa, y con un profundo suspiro, decidió que no podría traicionar a Fortuna.

Pandora, con un brillo en sus ojos, pareció respetar la decisión de Emilia, aunque dejó claro que eso no detendría sus planes. "Es una pena, porque yo también respeto tu decisión de abrir el Sello, sin importar los medios", dijo, su tono lleno de desafío.

En ese instante, un destello de luz azul cortó el aire. Fortuna irrumpió desde el bosque, su magia de hielo en plena acción. "¡Aléjate de ella!" grito, empalando a Pandora con un ataque helado que debería haber sido mortal. Sin embargo, para sorpresa de todos, Pandora reapareció, ilesa y sonriente. "¡Qué maravilloso! Eres tan hermosa como tu madre, Fortuna", dijo, como si la muerte no fuera más que un juego.

Fortuna, furiosa y decidida, lanzó su magia una y otra vez. Cada ataque debería haber sido la estocada final, pero Pandora se mantenía en pie, burlándose de la valentía de Fortuna. "Si solo fueras más amable…", susurró Pandora, mientras Fortuna, abrumada por la ira, se preparaba para usar todo su poder.

El caos reinó en el bosque mientras Fortuna abrazaba a Emilia, agradeciéndole por mantener su promesa. Pandora, viendo el amor que compartían, no pudo evitar comentar lo hermoso que era. Fue en ese momento de vulnerabilidad, mientras Fortuna se centraba en Emilia, que Pandora decidió jugar con la mente de todos.

Geuse apareció, sus ojos rojos brillando con una intensidad aterradora. Al ver a Fortuna y Emilia, su mente se confundió, y su mano atravesó lo que pensaba era a Pandora, pero que era en realidad Fortuna. El horror se apoderó de Emilia al darse cuenta de lo que había sucedido. "¡No!" gritó, pero ya era demasiado tarde. Fortuna cayó, la vida desvaneciéndose de sus ojos mientras Geuse se desmoronaba, llorando sangre por el horror de su error.

"Lo siento, lo siento, lo siento…" repetía Fortuna, su voz apenas un susurro. Emilia, con el corazón roto, se acercó a ella, intentando consolarla. "No, no te disculpes. Eres tan importante para mí, como lo fueron mis verdaderos padres", dijo, las lágrimas fluyendo como ríos de dolor. Fortuna sonrió débilmente, "Te quiero tanto…" y antes de que pudiera terminar, la vida se le escapó.

Pandora, con su habitual desdén, se acercó a Emilia. "Ahora que Fortuna ha muerto, ya no tienes que cumplir tu promesa. Abre el Sello", dijo, su voz un susurro tentador. Pero Emilia, con el broche de Fortuna en la mano, miró a Pandora con una resolución renovada. "¡Cállate! ¡Muere!" gritó, desatando su magia de hielo.

Las múltiples muertes de Pandora fueron un espectáculo, pero en su mente, ella parecía disfrutar del juego. "¿De verdad crees que puedes acabar conmigo tan fácilmente?", se burló. Una vez más, la desesperación llenó el aire, y Emilia perdió el control. La magia de hielo se desató, congelando el bosque, y a sí misma, mientras Pandora observaba con una calma inquietante.

"Solo hay una forma de descongelar este lugar: que yo me quede sin mana o que alguien igual de poderoso aparezca", dijo Pandora, como si todo fuera un simple juego. "Pero no te preocupes, sellaré tus recuerdos, excepto por tu promesa a Fortuna. No quiero que cambies", añadió, su voz llena de una burla cruel.

Emilia, atrapada en su propio tormento, solo pudo mirar mientras su mundo se desmoronaba. "¡Madre!" gritó, al ver la imagen de Fortuna desvanecerse ante sus ojos.

En el fondo de su mente, Echidna observaba. "Te has enfrentado a la Bruja de la Vanidad, y la prueba consiste en confrontar tus mayores arrepentimientos", dijo con un tono de desaprobación. "¿Qué deseas, Emilia?"

"Solo quiero que Fortuna me abrace", respondió Emilia, recordando el calor de su amor. Pero cuando pensó en Naegi, su corazón se llenó de determinación. "No me arrepiento de cumplir mi promesa. ¡Salvaré a los elfos congelados!" Y aunque Echidna la llamaba arrogante y egoísta, Emilia se mantuvo firme.

Finalmente, aceptó su pasado. Echidna, con un gesto de desdén, le permitió pasar la prueba. "Hay dos más, pero dudo que sean un problema para una inconsciente como tú", dijo antes de desaparecer.

Despertando, Emilia sintió una oleada de gratitud hacia los garabatos de ánimo de Naegi y Puck. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras se disculpaba con Fortuna, prometiendo que la salvaría a ella y a todos los elfos.

Mientras tanto, Naegi y sus amigos se dirigían a Roswaal, el eco de sus pasos resonando en el bosque vacío. Shima había sido convencida de que el mundo fuera el nuevo Santuario, pero la incertidumbre aún flotaba en el aire. Cuando llegaron, Roswaal los recibió con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

"¿Has venido a rendirte, Naegi?", preguntó Roswaal, sus palabras cargadas de un significado oculto. "Shima te ha contado el verdadero motivo de la creación del Santuario, ¿no es así?"

"Sí", respondió Naegi, su voz firme, "hemos venido a declarar nuestra rendición y a construir un nuevo futuro, juntos".

El camino se desplegaba ante ellos, lleno de incertidumbres, pero también de nuevas promesas. En el corazón de Emilia, el amor de Fortuna ardía como un faro, guiándola a través de la oscuridad, mientras el eco de sus palabras resonaba en su alma: "Siempre estaré contigo".