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Chapter 53 - El Consejo de Guerra

La sala del consejo de guerra en Heven era una obra de arte de opulencia y poder. Columnas de oro puro sostenían un techo tallado con las conquistas de los ángeles, mientras una luz celestial bañaba la estancia, reflejándose en las armaduras relucientes de los arcontes. El aire estaba cargado de arrogancia y certeza de superioridad, una característica innata de los habitantes de Heven.

En el centro, la Reina Seraphiel permanecía en su trono, rodeada de un aura intimidante. Su vestido de luz parecía vibrar con su propia vida, y su rostro, de una perfección sobrehumana, mostraba solo desdén por los problemas expuestos. Ante ella, los arcontes discutían con voces cargadas de indignación, pero no de miedo.

"Mi reina," comenzó un comandante de alas doradas mientras se inclinaba de forma apenas respetuosa, "los ataques han continuado. Hemos perdido tres destacamentos completos en los últimos días. Estas criaturas oscuras, estas... sombras, están fuera de nuestro entendimiento. Y lo peor, no muestran señales de detenerse."

La Reina Seraphiel no respondió de inmediato. Su mirada fría y calculadora se dirigió al mapa tridimensional que flotaba frente a la mesa. Las zonas afectadas por los ataques aparecían como manchas negras que se extendían lentamente sobre el brillante territorio de Heven.

"Sombras," murmuró uno de los arcontes, un ángel de aspecto fiero con una lanza que irradiaba luz. "¿Qué clase de truco mezquino han traído a nuestro dominio? Esto no puede ser obra de fuerzas superiores, sino de alguna basura inferior que ha encontrado la manera de perturbar nuestro orden."

"¿Basura inferior?" replicó una arconte de cabello plateado, su tono cargado de escepticismo. "Estas 'sombras' han demostrado ser más eficaces que cualquiera de tus tropas. Tal vez lo que enfrentamos no sea tan inferior como tú sugieres."

El comentario provocó un estallido de risas burlonas.

"¿Inferior? Todo lo que no es de Heven es inferior," proclamó un arconte corpulento, golpeando la mesa con su puño. "Si estas criaturas son una amenaza, es solo porque no hemos dirigido todo nuestro poder hacia ellas. Dejemos de perder el tiempo y arrasemos con estas sombras."

La sala estaba llena de ego y desprecio. No había un solo rastro de moral en los rostros de los asistentes, solo la preocupación de que esta nueva amenaza pudiera perturbar su cómodo dominio. Seraphiel alzó una mano, y el murmullo cesó al instante.

"Hablen con claridad," ordenó con voz gélida. "¿Qué sabemos exactamente de estas sombras? ¿Y qué es esa criatura que llaman 'La Noche'?"

El comandante titubeó antes de responder. "Es un ser... diferente, mi reina. Los sobrevivientes lo describen como una figura oscura, casi intangible, que arrasa con nuestros soldados sin esfuerzo. Es imposible de rastrear, y su mera presencia desestabiliza a nuestras tropas."

"¿Una figura oscura?" preguntó un arconte con tono burlón. "¿Y nuestras tropas, esas que han sido creadas con las esencias más puras de nuestros enemigos derrotados, no pueden hacerle frente?"

"No, mi señor," respondió el comandante, tragando saliva. "De hecho, esas tropas parecen ser su objetivo principal. Las consume de alguna manera... corrompiéndolas. Hemos visto ángeles de alas negras atacando a sus antiguos camaradas. Es como si este 'Portador de la Noche' se apropiara de nuestras creaciones."

La declaración dejó un breve silencio, roto por las risas sardónicas de algunos arcontes.

"Patético," dijo una arconte de rostro afilado. "Si nuestras tropas no son suficientes, simplemente hagamos más. ¿Acaso no tenemos un suministro interminable de esencias gracias a nuestras máquinas? Los muertos no nos faltan."

"Sí, pero," insistió el comandante, "cada pérdida nos debilita más, y cada batalla parece fortalecer a este enemigo. Sus ataques son precisos, calculados. No es una simple amenaza externa. Esto es una estrategia, un juego de desgaste."

"¿Estrategia?" dijo Seraphiel finalmente, su tono cortante y despectivo. "Lo único que veo aquí es incompetencia. Si una sombra nos desafía, aplástenla. Si consume nuestras creaciones, construyan más. No toleraré que estas criaturas mancillen la gloria de Heven."

"Y sobre el responsable," continuó, ignorando las miradas preocupadas de los arcontes, "¿hay alguna señal de quién está detrás de esto?"

El comandante negó con la cabeza. "No, mi reina. Solo sabemos que estos ataques parecen estar dirigidos a desmantelar nuestras defensas más importantes, pero el enemigo se mueve como un fantasma. No deja rastro."

"Entonces busquen más," ordenó Seraphiel. "No importa cuántos recursos debamos emplear. Si hay algo en el cosmos que amenaza a Heven, lo destruiremos, como hemos hecho con todo lo demás."

Mientras los arcontes discutían planes de acción, el aura de la reina parecía intensificarse. En su mente, solo había desprecio por aquellos que osaban desafiar su reino perfecto. Pero detrás de esa fachada de confianza, un destello de duda cruzó su mirada.

"Sombras...," pensó, "y un Portador que las guía. ¿Quién eres tú? ¿Qué buscas en mi dominio? Sea lo que sea, pronto te destruiré."

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