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Chapter 58 - El Dominio de las Sombras

Angela seguía desmayada, su cuerpo inmóvil en el cráter mientras la guerra alcanzaba su clímax. La batalla había terminado para ella, pero para Sholan, la victoria aún no estaba completa. Desde lo alto, observaba el campo de batalla teñido de caos, donde su ejército de sombras, ahora reforzado por los guerreros caídos de Heven, arrasaba con los ángeles restantes.

Las sombras se movían como una marea oscura, imparables e implacables. Cada ángel que caía era consumido, su esencia transformada en un nuevo soldado sombrío. Las pocas tropas restantes luchaban con desesperación, pero el ejército celestial, alguna vez brillante e imponente, había sido reducido a cenizas.

Sholan flotó lentamente hacia el cráter donde yacía Angela, su mirada fría pero calculadora. A su alrededor, el aire vibraba con una energía oscura y densa, una manifestación del control absoluto que tenía sobre el campo de batalla. Con un gesto de su mano, las sombras que quedaban en la zona se dispersaron, dirigiéndose hacia los rincones más lejanos de Heven, siguiendo su orden de erradicar a todos los ángeles que permanecieran.

La reina de Heven, que había permanecido oculta hasta ahora, fue finalmente descubierta por las sombras. Sholan había previsto su ubicación, y las tropas sombrías avanzaron como un enjambre imparable, destruyendo las defensas restantes de su escondite.

—Es solo cuestión de tiempo —murmuró Sholan, su voz apenas un susurro.

Mientras tanto, Angela comenzó a moverse ligeramente, sus párpados temblando mientras intentaba regresar a la conciencia. La energía oscura que la rodeaba parecía mantenerla en un estado de vulnerabilidad. Sholan la miró con desdén, pero también con una pizca de respeto.

—Has sido una digna oponente, pero la guerra no se gana con fuerza sola.

Un estruendo resonó a la distancia, señalando que las sombras habían alcanzado su objetivo. En cuestión de minutos, la reina de Heven fue llevada ante Sholan, escoltada por un grupo de guerreros sombra que habían sido, hasta hacía poco, los guardianes más leales de su reino.

La reina, una figura majestuosa incluso en la derrota, miró a Sholan con furia y dignidad.

—Crees que esto es el final, pero solo has desatado un mal mayor al tomar el control de Heven.

Sholan la observó en silencio, dejando que sus palabras se disiparan en el aire. Finalmente, habló, su tono carente de emoción.

—El final no es algo que tú o yo decidamos. Solo sigo el curso que el destino me ha trazado.

La reina intentó replicar, pero Sholan alzó una mano, silenciándola. Se giró hacia Angela, que ahora empezaba a recobrar el sentido. Ella se sentó con dificultad, parpadeando mientras intentaba comprender lo que había ocurrido. Al ver el estado de su reino, su rostro se llenó de horror.

—¿Qué has hecho...? —murmuró Angela, su voz rota por la incredulidad.

Sholan la miró con una calma helada.

—Lo necesario.

Angela intentó ponerse de pie, pero su cuerpo aún estaba débil por el impacto del bucle de recuerdos. Mientras luchaba por levantarse, la reina gritó:

—¡Angela, detén esto! ¡Tú eres la única que puede salvarnos!

Sholan dejó escapar un suspiro.

—Esto no es algo que puedas salvar. Heven ha caído, y lo ha hecho porque se aferró al pasado en lugar de mirar hacia adelante.

Con un movimiento de su mano, ordenó a las sombras que se llevaran a la reina. Angela intentó avanzar, pero Sholan extendió un brazo, bloqueando su camino.

—No hagas esto más difícil para ti. Ya no hay guerra que luchar.

Angela lo miró, con el peso de la derrota reflejado en sus ojos. Sholan, sin embargo, no mostró ningún signo de arrogancia o burla. Para él, esto no era una victoria celebrada, sino un paso necesario hacia un objetivo más grande.

—Recuerda esto, Angela —dijo mientras sus ojos brillaban intensamente con un resplandor ominoso—. El equilibrio no se logra sin sacrificios.

Con esas palabras, giró y comenzó a alejarse, dejando a Angela sola en el cráter mientras el reino de Heven se desmoronaba a su alrededor.