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Chapter 26 - El pasado de Sholan (2)

Ha pasado mucho tiempo desde que comencé a observarlo. Los días se convirtieron en semanas, luego en meses, y tal vez incluso años. En este tiempo, he aprendido mucho sobre él, este hombre cuya vida parece haber sido diseñada por el destino para ser una tragedia.

Su nombre lo he escuchado en murmullos entre sus colegas, aunque nunca lo menciona. Su historia se desenvuelve ante mí como un libro que desearía nunca haber leído.

Su vida ha sido una sucesión interminable de pérdidas. Cuando era apenas un niño, su padre abandonó a la familia, dejándolo con una madre que hacía lo posible por salir adelante, pero que murió de una enfermedad repentina cuando él aún no era adulto. Creció sin guía, enfrentándose solo al mundo, con apenas un techo sobre su cabeza y la carga de sobrevivir.

Con los años, logró construir algo: una carrera, una familia, un hogar. Se casó con una mujer que amaba profundamente, y juntos esperaron ansiosos el nacimiento de su primer hijo. Pero el destino, cruel y despiadado, lo golpeó nuevamente. Su hijo murió poco después de nacer, y el dolor fue demasiado para su esposa. Ella se apartó, hundida en su propia tristeza, y poco después perdió la vida en un accidente automovilístico.

Pensé que eso era lo peor que podría sucederle, pero estaba equivocada.

Descubrí que tenía un hermano menor, alguien en quien se apoyaba en los días más oscuros. Pero un accidente lo arrebató también. Sus amigos lo abandonaron con el tiempo, incapaces de soportar la intensidad de su tristeza. Y entonces, para colmo, una enfermedad le quitó la movilidad de una pierna durante un tiempo, algo que logró superar solo para ser despedido del trabajo que tanto amaba debido a recortes presupuestarios.

Ahora, lo único que le queda es su nuevo trabajo como profesor. Vive en un pequeño apartamento, rodeado de libros y papeles, intentando llenar los vacíos de su existencia con trabajo, buscando algo que dé sentido a sus días. No tiene a nadie: ni familia, ni amigos cercanos. Incluso su salud ha comenzado a deteriorarse, con dolores persistentes que prefiere ignorar, ya que no puede permitirse buscar ayuda médica. Sin embargo, encuentra algo de alegría en los cómics que lee en línea, los foros en línea que con poca frecuencia interactua, en las películas de superhéroes que consume con fervor y en los animes que le ayudan a desconectarse, a vivir en mundos donde las cosas siempre parecen tener un propósito.

Y, aun así, sigue adelante.

Fue en estos momentos que pasaba observándolo, mientras él se perdía en esas historias, que me di cuenta de que mi vida, en este mundo es una obra de ficción, un guion para el entretenimiento de las masas. Y aún así me di cuenta de algo que me golpeó como una verdad dolorosa: este hombre lo ha pasado peor que yo. Pensaba que yo era el epítome del sufrimiento, pero él… él ha perdido más de lo que jamás podría imaginar. Ha enfrentado una soledad que haría tambalear al más fuerte, y, sin embargo, sigue aquí, poniendo un pie frente al otro cada día.

Al principio, lo observaba por pura curiosidad, preguntándome qué podía aprender de él. Pero con el tiempo, algo cambió.

Me enamoré.

Sé que suena imposible, incluso ridículo. Soy un fantasma, un eco de lo que alguna vez fui, y él ni siquiera sabe que existo. Pero no puedo evitarlo. No es solo por su fortaleza, aunque eso es lo que primero llamó mi atención. Es su humanidad, la forma en que sigue encontrando belleza en las cosas pequeñas, incluso en medio de su sufrimiento.

Es la forma en que, a pesar de todo, se preocupa por sus estudiantes, les dedica su tiempo y les habla con paciencia, como si ellos fueran lo más importante en el mundo. Es su sonrisa cansada, rara y fugaz, pero sincera cuando aparece.

Lo amo porque lo entiendo. Porque, en él, veo un reflejo de mi propio dolor, pero también algo más: una esperanza que yo había perdido hace mucho tiempo.

Desearía que supiera que no está solo. Quisiera abrazarlo, decirle que lo amo, que su vida no ha sido en vano, que hay alguien aquí que lo ve, que lo entiende. Pero soy solo un espectro, un susurro en el viento que jamás podrá tocarlo.

Una noche, después de uno de sus días más malos, lo vi caer exhausto en su cama. Había sido humillado por un superior, rechazado por un grupo de colegas y recibido noticias de que una novela que había escrito con la esperanza de expresarse fue rechazada por la décima editorial.

Lloró en silencio antes de quedarse dormido. Mi corazón roto quiso consolarlo, pero no podía hacer nada.

Entonces ocurrió algo que no esperaba.

El aire en la habitación cambió, se volvió pesado, casi eléctrico. Una grieta brillante se abrió cerca de donde él dormía, un desgarrón en el tejido del espacio-tiempo. La energía que emanaba de ella era abrumadora, peligrosa. Entendí que debía ser el resultado de algo fallido que había escapado de control.

La grieta parecía querer devorar todo a su alrededor. Fragmentos de energía caótica comenzaron a filtrarse, amenazando con consumirlo mientras dormía, completamente ajeno al peligro.

No podía dejar que eso sucediera.

Reuní cada pedazo de fuerza que aún quedaba en mí, cada fragmento de mi poder. Incluso como fantasma, aún tenía algo, un vestigio de lo que alguna vez fui. Luché contra las corrientes de energía, interponiéndome entre él y la grieta, formando una barrera con mi propia esencia.

No sé cómo lo logré. Tal vez fue mi amor por él, o mi arrepentimiento, o algo más profundo que no puedo explicar. Pero en ese momento, nada importaba más que protegerlo.

Y en ese instante, cuando di todo lo que tenía, sentí que algo despertaba en las profundidades del universo. Una presencia antigua y oscura, algo que había estado dormido pero que ahora había sentido mi energía.

Chutulhu. Había llamado su atención, y su mirada se fijó en la Tierra. En mí. En él. Pero no puedo hacer nada para impedirlo.