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Chapter 23 - El Precio de un Plan

Sholan estaba sentado en posición de meditación en uno de los jardines internos de Kamar-Taj, rodeado de una calma aparente. Sin embargo, su mente estaba inquieta: había erradicado a tres amenazas, pero temiendo que las consecuencias de sus actos estuvieran más allá de su alcance.

La presencia de la Ancestro lo sacó de sus pensamientos. Vestida con su habitual túnica, su expresión era tranquila, pero sus ojos parecían leerlo más allá de lo evidente.

—¿Cómo te fue en tu cacería? —preguntó con un tono neutral.

Sholan se levantó lentamente, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

—Acabé con una amenaza para Wanda, y con ello, para el futuro de los mutantes. Sublime, Arkea y el Señor Siniestro ya no existen.

La Ancestro asintió, pero su mirada se endureció.

—Proteger a aquellos que amas es noble, Sholan. Sin embargo, si realmente deseas que Wanda crezca, debes permitirle enfrentar sus propias dificultades. Si sigues eliminando cada obstáculo de su camino, nunca madurará.

Sholan suspiró.

—Lo sé, Ancestro, pero... es difícil. Cuando la veo, no puedo evitar recordar todo lo que ella ha pasado.

La Ancestro dio unos pasos hacia él y colocó una mano en su hombro.

—El amor no es proteger a alguien de todo daño; es prepararlo para enfrentarlo. Ayúdala, pero déjala caer cuando sea necesario. Solo entonces encontrará su verdadero potencial.

Sholan asintió lentamente, procesando sus palabras. La Ancestro continuó, su voz más grave esta vez.

—Lo que hiciste al eliminar a Sublime, Arkea y Siniestro no solo protegió a Wanda, sino que tuvo un alcance multiversal. Esas amenazas no solo dejaron de existir en esta Tierra, sino en todas las dimensiones. Este acto, aunque valiente, puede atraer la atención de seres cuya fuerza está más allá de tu comprensión actual.

Sholan frunció el ceño, sintiendo el peso de sus acciones.

—Entendido. Seré más cuidadoso en el futuro.

La Ancestro asintió, satisfecha con su respuesta. Luego lo miró con curiosidad.

—¿Cuál es tu siguiente paso, entonces?

Sholan miró hacia el horizonte, su mirada determinada.

—Vamos a Asgard.

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La Ancestro condujo a Sholan a las afueras de Kamar-Taj. El cielo comenzaba a oscurecerse, pero en el horizonte, un destello iridiscente iluminaba el paisaje. Sholan alzó la mirada y exhaló lentamente.

—Heimdall —llamó la Ancestro con voz firme—, necesitamos una audiencia con Odín, el Padre de Todo.

Un instante después, el aire se llenó de un zumbido profundo. Un círculo de luz apareció frente a ellos, y los dos ingresaron al bifrost.

Al llegar a la entrada del bifrost pudieron ver a Heimdall, alto y majestuoso, con su espada Hofund en mano.

—Ancestro. Sholan —los saludó con solemnidad—. El Padre de Todo los espera.

El Bifrost se activó nuevamente, y la energía los envolvió en un torbellino de colores. En cuestión de segundos, ambos se encontraron en el brillante puente dorado de Asgard, con la ciudad resplandeciendo frente a ellos.

Heimdall los condujo hasta el palacio. La grandeza del lugar era abrumadora, incluso para alguien como Sholan. La sala del trono era inmensa, con columnas talladas en oro y un techo decorado con representaciones de las conquistas de Odín.

El Padre de Todo los esperaba, sentado en su trono con su lanza Gungnir en mano. Su ojo restante brillaba con sabiduría y autoridad.

—Ancestro, Sholan, bienvenidos a Asgard —dijo con voz profunda.

Ambos hicieron una reverencia respetuosa.

—Padre de Todo —saludó Sholan, alzando la mirada—, vengo a pedir tu ayuda.

Odín lo observó por un momento, como si estuviera leyendo su alma. Finalmente, sonrió con un gesto cansado.

—Sé lo que deseas, joven, pero como todo en la vida, debes pagar un precio por ello. ¿Qué estás dispuesto a ofrecer?

Sholan esbozó una sonrisa confiada y levantó la cabeza.

—Un trato de beneficio mutuo.

Odín arqueó una ceja, interesado.

—Habla. ¿Qué trato propones?

Sholan respiró hondo, reuniendo sus pensamientos.

—Aldríf Odinsdottir.

El silencio llenó la sala, y la mirada de Odín se tornó más seria. Las palabras de Sholan resonaron como un eco sordo en las paredes de la sala del trono.