El viaje continuaba, y aunque el grupo seguía avanzando, la tensión entre ellos era palpable. Las palabras de Lyara habían dejado una marca indeleble en sus corazones, y cada uno cargaba con sus propias dudas.
El cielo sobre las Tierras Devastadas era más oscuro que nunca, y el aire estaba cargado de un frío antinatural que parecía calar hasta los huesos.
—Necesitamos descansar pronto —dijo Kael, su voz más cansada de lo habitual. —No podemos permitirnos otro enfrentamiento sin reponer fuerzas.
Ren bufó, manteniendo su lanza cerca.
—¿Y arriesgarnos a que el supuesto traidor nos ataque mientras dormimos? Prefiero seguir adelante.
Selene lo fulminó con la mirada.
—Ya basta, Ren. Si no confiamos en los demás, este viaje está condenado.
—¿Y cómo sugieres que confiemos? —respondió Ren, su voz llena de sarcasmo. —¿Confiamos ciegamente hasta que uno de nosotros nos apuñale por la espalda?
—¡Suficiente! —gritó Kazuki, deteniéndose en seco. —Estamos todos en el mismo barco, ¿no? Entonces dejemos de actuar como enemigos.
El grupo guardó silencio, pero las miradas de desconfianza persistieron.
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Los Susurros del Abismo
Esa noche, mientras descansaban en un claro relativamente seguro, Kazuki comenzó a escuchar un murmullo familiar. Esta vez era más fuerte, más insistente. La reliquia en su mano vibraba como si intentara sincronizarse con el extraño sonido.
—Kazuki...
La voz era dulce pero inquietante, como un eco lejano que se colaba en su mente. Miró a su alrededor, pero todos los demás parecían profundamente dormidos, salvo Lyara, que montaba guardia cerca.
—Kazuki... ven a mí.
Sin darse cuenta, comenzó a caminar hacia las sombras, siguiendo el llamado. La oscuridad lo envolvió, y de repente, se encontró en un lugar completamente diferente: un paisaje blanco y vacío, donde el tiempo y el espacio parecían no existir.
—¿Quién eres? —preguntó, su voz resonando en el vacío.
Frente a él apareció una figura envuelta en un manto negro, su rostro oculto.
—Soy quien ha estado observándote, quien comprende tu verdadero potencial.
La figura extendió una mano, y Kazuki sintió una fuerza poderosa tirando de él.
—La reliquia te eligió por una razón, Kazuki. Pero para desbloquear su verdadero poder, debes aceptar tu destino.
—¿Y cuál es ese destino?
—Dominar o ser dominado.
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El despertar
Kazuki abrió los ojos de golpe, empapado en sudor. Había regresado al campamento, pero la reliquia brillaba con una intensidad inusual. Lyara estaba a su lado, observándolo con seriedad.
—¿Qué viste? —preguntó ella, como si supiera exactamente lo que había sucedido.
—Algo... o alguien me habló. Dijo que... debo aceptar mi destino.
Lyara frunció el ceño.
—Estás siendo puesto a prueba. Las Tierras Devastadas no solo atacan el cuerpo, sino también la mente. Si cedes, te consumirán.
Selene, que se había despertado por el ruido, se acercó.
—¿Qué está pasando aquí?
Kazuki se frotó las sienes, sintiendo un dolor punzante en su cabeza.
—Nada. Solo una pesadilla.
Selene no parecía convencida, pero decidió no insistir.
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La decisión de Lyara
A la mañana siguiente, Lyara reunió al grupo antes de partir.
—Hay algo que debo decirles antes de continuar.
Todos la miraron con expectación, aunque la desconfianza aún estaba presente.
—He estado aquí antes, y sé lo que nos espera. Las pruebas que enfrentamos hasta ahora son solo el comienzo. Si no trabajan juntos, ninguno de ustedes sobrevivirá.
Ren se cruzó de brazos.
—¿Y cómo sabemos que no estás mintiendo?
Lyara lo ignoró, dirigiéndose a Kazuki.
—La reliquia te eligió, pero su poder tiene un precio. Cada vez que la usas, te acercas más a la corrupción. Si no encuentras una forma de controlarla, ella te controlará a ti.
Kazuki apretó los puños, mirando la reliquia con una mezcla de temor y determinación.
—Entonces encontraré la manera de dominarla. No voy a fallar.
Lyara asintió, aunque sus ojos mostraban una sombra de preocupación.
—Espero que tengas razón.
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Una nueva amenaza
El grupo continuó su camino, pero pronto se encontraron con un nuevo obstáculo: un río de lava que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
—¿Y ahora qué? —preguntó Ren, lanzando una piedra al río ardiente, que se evaporó al instante.
Kael examinó el área con detenimiento.
—Debe haber un puente natural en alguna parte. Este lugar no dejaría un obstáculo imposible de superar.
Selene señaló algo a lo lejos: un estrecho arco de piedra que conectaba ambos lados del río.
—Allí. Pero parece inestable.
Sin otra opción, comenzaron a cruzar uno por uno. Sin embargo, a mitad de camino, un estruendo los hizo detenerse. Desde el río emergieron criaturas de fuego, sus cuerpos formados por magma viviente.
—¡Nos están atacando! —gritó Elara, conjurando un escudo de agua para proteger al grupo.
Ren y Selene se lanzaron al combate, mientras Kazuki intentaba usar la reliquia. Sin embargo, esta vez, la reliquia no respondía.
—¡Vamos, maldita sea! —gritó, tratando de canalizar su energía.
Kael, que había quedado al final del grupo, comenzó a conjurar un hechizo masivo para repeler a las criaturas, pero algo salió mal: la energía mágica se descontroló, y una explosión los lanzó a todos fuera del puente.
Kazuki apenas logró sujetarse del borde, mientras el resto del grupo caía en diferentes direcciones.
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Separados y en peligro
Cuando la explosión se disipó, Kazuki se encontró solo en un terreno desconocido, rodeado de un silencio inquietante.
—¿Selene? ¿Kael? ¿Ren?
No hubo respuesta.
Miró la reliquia, que ahora brillaba débilmente, como si estuviera agotada.
—No podemos detenernos ahora —murmuró, avanzando hacia lo desconocido.
El grupo estaba separado, y las Tierras Devastadas no les darían tregua. Cada uno debía enfrentar sus propios demonios si querían volver a reunirse y sobrevivir.
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Fin del Capítulo 21.