El grupo avanzó con cautela, el peso de la batalla reciente aún latente en sus cuerpos y mentes. Las Tierras Devastadas no solo eran hostiles por su naturaleza, sino también por el constante sentimiento de vigilancia. Algo, o alguien, los estaba observando.
—¿Cuánto más falta para llegar al Santuario del Alba? —preguntó Ren, rompiendo el silencio.
Kael consultó un antiguo mapa que había sacado de su bolsa.
—Si mis cálculos son correctos, estamos a tres días de camino. Pero estas tierras no son lineales. Los senderos cambian, y el tiempo no fluye como debería.
—Genial —murmuró Ren, lanzando una piedra al suelo. —Un viaje interminable en el infierno.
Kazuki, que caminaba en silencio, sintió una vez más el zumbido en su mente, como si algo estuviera intentando comunicarse con él. La reliquia brillaba débilmente, como si respondiera a un estímulo externo.
—¿Kazuki? —preguntó Selene, notando su distracción.
—Estoy bien —mintió él, aunque sabía que algo estaba mal.
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Un encuentro inesperado
Cuando la noche cayó, el grupo decidió acampar junto a unas rocas que ofrecían cierta protección. Mientras Kael preparaba un pequeño fuego mágico, Selene se ofreció a montar guardia.
Sin embargo, poco después de que todos se acomodaran, un sonido extraño rompió la calma: pasos ligeros, casi imperceptibles, pero claramente cercanos.
Selene desenfundó sus dagas y se acercó al origen del ruido.
—¿Quién está ahí?
De las sombras emergió una figura envuelta en una capa oscura, con el rostro cubierto por una máscara de metal.
—No quiero hacerles daño —dijo con una voz suave pero firme. —Solo busco a Kazuki.
El grupo se puso en alerta inmediata, con Ren y Kael listos para atacar.
—¿Quién eres? —preguntó Kazuki, levantándose lentamente.
La figura se quitó la máscara, revelando el rostro de una joven de cabello plateado y ojos violetas.
—Mi nombre es Lyara. Y tengo información que podría salvar sus vidas.
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El dilema de la confianza
Lyara explicó que era una exiliada de las Tierras Devastadas, alguien que había escapado de las garras de los Guardianes y había sobrevivido escondiéndose entre las sombras. Según ella, los Guardianes no actuaban solos; respondían a una fuerza mucho mayor, una entidad que protegía el verdadero poder del Santuario del Alba.
—¿Por qué deberíamos creerte? —preguntó Selene, sin bajar sus armas.
—Porque si no lo hacen, morirán antes de llegar al Santuario —respondió Lyara con frialdad. —Hay un traidor entre ustedes.
El grupo quedó en silencio absoluto.
—¿Qué dijiste? —preguntó Kael, incrédulo.
—Uno de ustedes está siendo manipulado por la fuerza que gobierna estas tierras. No lo saben, pero están destinados a sabotear la misión.
Las palabras de Lyara cayeron como una bomba, sembrando la duda y el miedo entre los miembros del grupo.
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Las sospechas crecen
Elara fue la primera en romper el silencio.
—Esto no tiene sentido. Hemos estado juntos desde el principio. Ninguno de nosotros haría algo así.
—Eso crees —respondió Lyara, mirando a Kazuki directamente. —Pero el poder de la reliquia es más complejo de lo que imaginas.
Ren cruzó los brazos, mirando con desconfianza a Kael.
—¿Y si es el viejo? Siempre parece saber demasiado sobre todo esto.
Kael lo fulminó con la mirada.
—¿Y si eres tú? Eres impulsivo y constantemente pones a todos en peligro.
Selene intervino antes de que la discusión escalara.
—¡Basta! No vamos a resolver esto peleando entre nosotros.
Kazuki miró a Lyara, sus ojos llenos de determinación.
—¿Cómo podemos saber quién es el traidor?
Lyara suspiró.
—No lo sabrán hasta que sea demasiado tarde. Pero hay una forma de reducir el riesgo: deben llegar al Santuario lo antes posible y evitar cualquier enfrentamiento innecesario.
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Una decisión peligrosa
Aunque las palabras de Lyara dejaron al grupo inquieto, no tenían más opción que continuar. Antes de partir, Selene tomó a Kazuki aparte.
—¿Qué piensas de ella?
Kazuki miró a Lyara desde la distancia, quien hablaba en voz baja con Kael.
—No confío en ella, pero no podemos ignorar lo que dijo. Si hay un traidor entre nosotros...
Selene colocó una mano en su hombro.
—No permitas que las dudas te consuman. Estamos en esto juntos.
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La emboscada
Esa misma noche, mientras cruzaban un estrecho desfiladero, el grupo fue atacado por una manada de criaturas grotescas que surgieron de las sombras. Eran enormes, con piel grisácea y ojos brillantes, similares al Guardián que habían enfrentado antes, pero más salvajes y menos conscientes.
—¡Cuidado! —gritó Kael, conjurando una barrera para protegerlos de las garras de las criaturas.
Ren y Selene se lanzaron al combate, mientras Elara recitaba hechizos de curación y apoyo. Kazuki, sintiendo cómo la reliquia se activaba, canalizó su energía para repeler a las criaturas.
En medio del caos, Lyara luchaba con una destreza sorprendente, usando dagas gemelas que parecían hechas de la misma oscuridad que las Tierras Devastadas.
Cuando finalmente lograron derrotar a las criaturas, Kazuki notó algo extraño: una de las bestias llevaba un símbolo en su pecho, idéntico al grabado en la reliquia.
—Esto no puede ser una coincidencia —murmuró, mostrando el símbolo al resto.
Kael lo examinó detenidamente.
—Es una advertencia. Este lugar está ligado a la reliquia más de lo que pensamos.
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El peso de la duda
Mientras el grupo se alejaba del campo de batalla, el silencio entre ellos se volvió insoportable. Las palabras de Lyara resonaban en sus mentes, y cada uno comenzó a cuestionar a los demás, aunque nadie lo dijera en voz alta.
Kazuki, con la reliquia en mano, se sintió más aislado que nunca.
—¿Y si soy yo? —pensó, aunque no se atrevió a decirlo en voz alta.
El camino hacia el Santuario del Alba se volvía cada vez más oscuro, y las grietas en la confianza del grupo comenzaban a hacerse visibles.
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Fin del Capítulo 20.