El aire era pesado y denso, impregnado de un olor metálico que irritaba la garganta. Las Tierras Devastadas se extendían ante el grupo, un lugar donde el tiempo y el espacio parecían carecer de sentido. El cielo estaba cubierto por nubes rojizas que no permitían distinguir el día de la noche, y el suelo era irregular, lleno de grietas que emanaban un tenue brillo púrpura.
—Es peor de lo que imaginaba —dijo Kael, deteniéndose para observar el entorno. —Debemos tener cuidado. Aquí, hasta el paisaje puede volverse en nuestra contra.
Ren, siempre optimista, alzó la vista hacia un árbol retorcido cuya corteza parecía latir como si tuviera un corazón.
—¿Y cómo exactamente peleamos contra un maldito paisaje?
Selene ignoró el comentario, avanzando con cautela mientras mantenía sus armas listas.
—No te relajes, Ren. Este lugar no es solo peligroso; es un depredador que espera el momento oportuno para atacar.
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La primera trampa
El grupo avanzó durante horas, aunque el concepto de tiempo era difícil de medir en un lugar como ese. Kazuki, que caminaba detrás de Kael, comenzó a sentir un extraño zumbido en su cabeza, como si algo estuviera susurrándole al oído.
—¿Alguien más oye eso? —preguntó, deteniéndose.
Kael lo miró con preocupación.
—¿Qué oyes, Kazuki?
Antes de que pudiera responder, el suelo bajo ellos comenzó a temblar. De las grietas emergieron raíces negras y afiladas que se movían como serpientes, intentando atraparlos.
—¡Cuidado! —gritó Selene, cortando una de las raíces con sus dagas.
Ren reaccionó rápidamente, usando su lanza para mantener las raíces a raya, mientras Elara recitaba un hechizo de protección.
Kazuki, por su parte, sintió cómo la reliquia en su mano comenzaba a vibrar, como si intentara guiarlo. Cerró los ojos y dejó que el poder fluyera, generando una onda de energía que empujó a las raíces de vuelta a las grietas.
—Bien hecho, Kazuki —dijo Kael, aunque su tono era serio. —Pero esto fue solo un aviso.
Selene limpió sus dagas y se giró hacia Kael.
—¿Aviso de qué?
Kael señaló hacia el horizonte, donde una figura oscura se movía lentamente entre la niebla.
—De que no estamos solos.
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El encuentro con el perseguidor
La figura se acercó lo suficiente para revelar su forma: un ser alto y delgado, con extremidades desproporcionadas y una piel grisácea que parecía quemada. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, y en su mano sostenía una espada negra como el ébano.
—Ese no es un simple enemigo —dijo Elara, con la voz temblorosa. —Es un Guardián de las Tierras Devastadas.
Kazuki dio un paso adelante, sintiendo cómo la reliquia reaccionaba a la presencia del Guardián.
—¿Qué quiere de nosotros?
El Guardián habló con una voz profunda y gutural que resonó en sus mentes más que en sus oídos.
—Este lugar no es para los vivos. Regresen de donde vinieron, o enfrenten la condena eterna.
Ren sonrió con arrogancia, apuntando su lanza hacia el Guardián.
—Si quieres detenernos, tendrás que intentarlo.
Kael levantó una mano para detenerlo.
—Ren, no seas imprudente. Este no es un enemigo común.
El Guardián levantó su espada y, sin más advertencias, avanzó hacia ellos con una velocidad sorprendente.
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La batalla en el caos
Kazuki se adelantó, desenvainando su espada mientras canalizaba el poder de la reliquia. La energía dorada chocó contra la espada oscura del Guardián, creando una explosión que hizo temblar el suelo.
—¡No puedo hacerlo solo! —gritó Kazuki, sintiendo cómo la fuerza del Guardián lo superaba.
Selene se movió rápidamente, lanzando sus dagas hacia los puntos vulnerables del Guardián, mientras Ren lo atacaba por el otro lado con su lanza. Sin embargo, sus ataques parecían tener poco efecto.
Kael levantó su báculo, conjurando un hechizo que creó una barrera alrededor del grupo.
—¡Elara, necesitamos que lo debilites!
Elara cerró los ojos, recitando un complejo hechizo que invocó cadenas de luz para inmovilizar al Guardián. Por un momento, pareció que tenían la ventaja, pero el Guardián rompió las cadenas con un grito que resonó por toda la zona.
Kazuki, agotado pero determinado, concentró todo el poder de la reliquia en un último ataque. La energía dorada se intensificó, envolviendo su espada mientras cargaba hacia el Guardián.
—¡Esto termina aquí!
Con un grito, atravesó la espada del Guardián, y la energía de la reliquia lo desintegró en una explosión de luz.
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La advertencia
El silencio volvió al lugar mientras las cenizas del Guardián se disipaban en el aire. Kazuki cayó de rodillas, respirando con dificultad.
Kael se acercó para ayudarlo a levantarse.
—Bien hecho, pero no podemos seguir enfrentando desafíos así. Necesitamos avanzar rápidamente.
Selene miró hacia la dirección de donde había venido el Guardián, con el ceño fruncido.
—Esto no fue un ataque al azar. Están protegiendo algo... o alguien.
Kazuki se levantó lentamente, sosteniendo la reliquia con firmeza.
—Sea lo que sea, tenemos que seguir adelante. El Santuario del Alba es nuestra única esperanza.
El grupo continuó su camino, adentrándose aún más en las Tierras Devastadas, sin saber que las verdaderas pruebas apenas comenzaban.
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Fin del Capítulo 19.