El amanecer bañaba la aldea con una tenue luz, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Aunque el líder de la Élite había sido repelido, el ataque dejó claro que el refugio ya no era seguro.
Kazuki, aún adaptándose al vínculo con la reliquia, observaba los restos de la batalla desde una colina cercana. Su mente estaba llena de preguntas y dudas sobre el poder que ahora habitaba dentro de él. Selene se acercó silenciosamente, cruzándose de brazos mientras lo observaba.
—No tienes tiempo para dudar, Kazuki. La Élite no nos dará un respiro.
Él asintió, pero no apartó la vista del horizonte.
—Lo sé. Pero cada vez que uso este poder, siento que algo dentro de mí cambia. ¿Qué pasará si ya no puedo controlarlo?
Selene lo golpeó suavemente en el hombro.
—Entonces estaremos aquí para detenerte, antes de que te pierdas. Pero no vamos a dejarte cargar con esto solo.
Kazuki la miró, agradecido, aunque la preocupación seguía en su rostro.
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Preparativos para el viaje
Mientras tanto, Kael y Elara discutían los próximos pasos en el templo. La anciana agitaba su bastón mientras hablaba con voz firme.
—Debes llevarlos al Santuario del Alba. Es el único lugar donde podrán encontrar las respuestas que necesitan.
Kael asintió.
—El problema es que llegar hasta allí significa atravesar las Tierras Devastadas. No sobreviviremos sin prepararnos adecuadamente.
Elara señaló un mapa antiguo grabado en la pared del templo.
—El Santuario es donde los Ancestros sellaron los secretos del equilibrio. La Élite no se detendrá hasta alcanzarlo, así que ustedes deben llegar primero.
Ren, que había estado escuchando desde la puerta, entró con una sonrisa confiada.
—Si eso significa más oportunidades de patear traseros de la Élite, estoy dentro.
Kael rodó los ojos.
—Esto no es un juego, Ren. Las Tierras Devastadas no son solo un campo de batalla; son un lugar donde las reglas de la realidad se distorsionan.
Ren encogió los hombros.
—Suena divertido.
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El primer paso hacia lo desconocido
El grupo partió al atardecer, dejando atrás la aldea que había sido su refugio temporal. Los aldeanos los despidieron con miradas de esperanza mezcladas con temor, conscientes de que el futuro de su mundo dependía del éxito de estos jóvenes guerreros.
Kael lideraba el camino, con Kazuki a su lado, mientras Selene y Ren vigilaban desde la retaguardia. Aunque estaban juntos, el silencio entre ellos era pesado. Todos sabían que lo que venía sería aún más peligroso.
—¿Qué podemos esperar en las Tierras Devastadas? —preguntó Selene, rompiendo el silencio.
Kael suspiró.
—Criaturas que no pertenecen a este mundo, paisajes que cambian con cada paso y, lo más peligroso, ecos de la magia perdida. Solo los más fuertes pueden atravesarlas.
Ren sonrió, ajustando su lanza.
—Perfecto. Suena como un lugar donde podemos probar qué tan fuertes somos.
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Un encuentro inesperado
Cuando el sol desapareció por completo, el grupo se encontró frente a un río oscuro que bloqueaba su camino. Las aguas eran tranquilas, pero había algo inquietante en su superficie. Kael se detuvo y levantó su báculo, murmurando un hechizo para inspeccionar el lugar.
—Esto no es un río normal —dijo, su tono grave. —Es un Limbo. Si cruzamos sin cuidado, podríamos quedar atrapados en sus corrientes eternas.
Selene frunció el ceño.
—¿Y cómo lo cruzamos entonces?
Antes de que Kael pudiera responder, una figura emergió de las sombras cercanas. Era un hombre encapuchado, con una túnica desgastada y ojos que brillaban como dos lunas plateadas.
—Tal vez pueda ayudarles... por un precio, claro.
Ren alzó su lanza, apuntándola al desconocido.
—¿Quién eres y qué quieres?
El hombre levantó las manos en señal de paz, una sonrisa astuta en su rostro.
—Soy solo un viajero, como ustedes. Pero conozco este lugar mejor que nadie. Puedo guiarlos a través del Limbo, si están dispuestos a ofrecer algo a cambio.
Kazuki dio un paso adelante, observándolo con desconfianza.
—¿Qué es lo que buscas?
El hombre inclinó la cabeza, estudiándolos.
—Un favor. Cuando llegue el momento, me deben ayudar con algo. No les pediré nada ahora, pero quiero su promesa.
Kael interrumpió.
—No podemos confiar en alguien como tú. Los pactos con desconocidos siempre traen consecuencias.
El hombre rió suavemente.
—Entonces tendrán que encontrar otra forma de cruzar. Pero les advierto: sin mi ayuda, este río será su tumba.
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La decisión
El grupo se reunió a un lado para discutir. Ren parecía dispuesto a aceptar el trato, mientras Selene y Kael estaban en contra.
—No podemos arriesgarnos a un trato con alguien así —dijo Selene, cruzando los brazos.
Ren la interrumpió.
—¿Y cuál es la alternativa? Quedarnos aquí hasta que la Élite nos encuentre o morir intentando cruzar solos.
Kael miró a Kazuki, quien permanecía en silencio, perdido en sus pensamientos.
—La decisión es tuya, Kazuki. Tú eres el portador de la reliquia.
Kazuki levantó la vista, mirando al hombre encapuchado.
—Aceptaremos tu ayuda, pero solo si juras que tu petición no pondrá en peligro a inocentes.
El hombre sonrió, satisfecho.
—Tienes mi palabra... por ahora.
Con un gesto, extendió una mano, y una barca oscura emergió de las sombras del río.
—Suban. Les prometo que cruzarán con seguridad.
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El comienzo del cruce
El grupo abordó la barca con cautela, mientras el hombre encapuchado tomaba el remo y comenzaba a moverlos a través del río oscuro. Las aguas parecían susurrar, y figuras espectrales aparecían y desaparecían en la superficie.
Selene mantuvo una mano en su daga, mientras Ren observaba las aguas con fascinación.
—Esto es... extraño —dijo, rompiendo el silencio.
El hombre encapuchado respondió sin mirarlo.
—El Limbo siempre lo es. Aquí, los límites entre la vida y la muerte son más delgados.
Kazuki observó las sombras que se movían en el agua, sintiendo un escalofrío. Algo estaba mal, pero no podía identificar qué.
—Espero que tu precio no sea más alto de lo que podamos pagar —murmuró.
El hombre simplemente rió, mientras la barca avanzaba hacia las Tierras Devastadas.
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Fin del Capítulo 17.