La puerta que bloqueaba su camino parecía casi viva. Los grabados pulsaban con un brillo tenue, y un aire frío emanaba de los sellos mágicos que la protegían. Kazuki, Selene y Ren la observaron en silencio, cada uno sintiendo el peso de lo que estaba por venir.
—Hay algo en esta puerta —dijo Kazuki, extendiendo una mano hacia los grabados. —Es como si... esperara algo de nosotros.
Selene asintió, inclinándose para observar más de cerca los símbolos.
—Esta puerta no es solo un obstáculo físico. Está vinculada a nuestras intenciones y emociones. Solo se abrirá si demostramos ser dignos de la reliquia, pero eso implica un sacrificio personal.
Ren cruzó los brazos, frunciendo el ceño.
—¿Sacrificio? ¿Qué clase de sacrificio? No me gusta la idea de arriesgar nuestras vidas por algo que ni siquiera hemos visto.
Selene lo miró con seriedad.
—Si no estamos dispuestos a pagar el precio, nunca llegaremos a la reliquia. Esa es la naturaleza de los Ancestros.
Kazuki dio un paso adelante. Desde que cruzó el Arco del Juicio, algo dentro de él había cambiado. Sentía que esta prueba era su responsabilidad, como si el Núcleo del Conocimiento que portaba lo llamara a actuar.
—Si alguien tiene que hacerlo, seré yo —dijo con determinación.
—No tan rápido —lo interrumpió Ren. —No sabemos lo que implica este sacrificio. No puedes decidir eso solo.
Selene levantó una mano, calmando la discusión.
—Hay una manera de saberlo —dijo, señalando una inscripción en el centro de la puerta. —Esta frase... es un acertijo. Si lo resolvemos, sabremos lo que la puerta demanda.
Kazuki se inclinó para leer las palabras:
"Para recibir el poder de los Ancestros, deja atrás aquello que más valoras, pues solo los que aceptan la pérdida pueden alcanzar la verdad."
El aire pareció volverse más frío al pronunciar las palabras en voz alta.
—¿Qué significa eso? —preguntó Ren, desconfiado.
Selene suspiró.
—Significa que cada uno de nosotros debe enfrentar lo que más teme perder. La puerta evaluará nuestro sacrificio, y si es suficiente, nos permitirá pasar.
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La puerta comenzó a brillar, y una voz resonó en la caverna, profunda y etérea.
—Presenta tu sacrificio, viajero. Muéstranos lo que estás dispuesto a dejar atrás.
Kazuki fue el primero en avanzar. Cerró los ojos, concentrándose en lo que más valoraba. Ante él apareció una visión: el rostro de Ren, el único amigo verdadero que había tenido, y el vínculo que habían construido durante sus entrenamientos.
—Mi amistad con Ren —murmuró, sintiendo el peso de sus palabras. —Es lo más importante para mí. Si debo sacrificar algo, que sea mi vínculo con él.
La puerta brilló intensamente, como si evaluara su sinceridad.
Ren dio un paso al frente, frunciendo el ceño.
—¿Estás loco, Kazuki? ¡No sacrifiques algo así!
Kazuki lo miró con tristeza.
—Si es lo que se necesita para que todos tengamos una oportunidad, estoy dispuesto a hacerlo.
Selene intervino rápidamente.
—No puedes tomar esa decisión solo. Esto no es solo sobre ti.
Pero antes de que pudieran seguir discutiendo, la puerta habló de nuevo.
—Un sacrificio individual no basta. Cada uno de ustedes debe ofrecer lo que más teme perder. Solo entonces podrán cruzar.
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Ren se quedó en silencio, su mente luchando contra lo que acababa de escuchar. Cerró los ojos, y una imagen apareció ante él: su hogar, el dojo donde había crecido, y la memoria de su maestro, quien le había enseñado todo lo que sabía.
—Mi maestro y mi legado —dijo Ren, su voz tensa. —Si debo sacrificar algo, que sea eso.
La puerta brilló una vez más, aceptando su declaración.
Selene fue la última en avanzar. Su mirada estaba fija en el suelo, y cuando habló, su voz era casi un susurro.
—Mi libertad... —dijo finalmente. —He luchado toda mi vida para no depender de nadie. Si debo sacrificar algo, sacrificaré mi independencia.
La puerta brilló una última vez, y los grabados comenzaron a desintegrarse, como si las palabras de los tres hubieran desbloqueado su magia.
—Sacrificio aceptado. Pasen y enfrenten su destino.
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Cuando la puerta se abrió, el grupo avanzó con cautela, entrando en una cámara enorme y oscura. En el centro de la habitación, una luz brillaba intensamente, revelando un pedestal sobre el cual descansaba un objeto pequeño pero imponente: una piedra cristalina que parecía contener un universo en miniatura.
—La reliquia... —susurró Selene, avanzando lentamente.
Pero antes de que pudiera tocarla, una figura emergió de las sombras. Era una mujer alta, envuelta en un manto negro, con ojos que parecían perforar el alma de quienes la miraban.
—Han llegado lejos —dijo la mujer, con una voz fría y poderosa. —Pero no esperen que tome esto como un logro. Yo soy Morrigan, Guardiana de la Reliquia, y este es el final de su viaje.
Ren levantó su lanza, poniéndose en posición de combate.
—No vamos a retroceder ahora, Morrigan. Si quieres detenernos, tendrás que derrotarnos.
Morrigan sonrió, sacando una espada que parecía hecha de pura oscuridad.
—Entonces, que comience la prueba final.
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Fin del Capítulo 11.