El aire en el interior del pasaje era pesado, cargado con una mezcla de polvo y energía que parecía vibrar en cada esquina. Kazuki y Ren avanzaron con cautela, iluminando su camino con antorchas improvisadas. A medida que descendían, el silencio era interrumpido solo por el eco de sus pasos y el crujido ocasional de piedras sueltas bajo sus pies.
Las paredes del pasaje estaban cubiertas de inscripciones brillantes que parecían reaccionar a su presencia. Ren, quien lideraba el camino, se detuvo para examinar algunas de ellas, pasando sus dedos sobre los símbolos que brillaban con un tono verde tenue.
—Estos son lenguajes de los Ancestros —murmuró, más para sí mismo que para Kazuki. —Cuentan historias de guerra, poder y... sacrificio.
Kazuki se acercó, intrigado. Aunque no entendía los símbolos, podía sentir algo en ellos, como si una parte de su ser resonara con las inscripciones.
—¿Qué tipo de sacrificios? —preguntó, rompiendo el silencio.
Ren lo miró, su rostro serio.
—Los Ancestros no eran como nosotros. Su poder venía a un costo. La magia que ellos dominaban no era solo un regalo, sino un arma que exigía algo a cambio. Para acceder a lo que buscamos aquí, Kazuki, también tendremos que enfrentar ese precio.
Las palabras de Ren pesaron en el aire, pero Kazuki no retrocedió. Había llegado demasiado lejos como para detenerse ahora.
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El pasaje se abrió a una gran cámara subterránea, iluminada por un resplandor verdoso que emanaba de un enorme cristal en el centro. La sala estaba decorada con estatuas de los Ancestros, figuras altas y delgadas que parecían estar observándolos. Las estatuas sostenían armas y libros, y sus ojos parecían brillar débilmente, como si estuvieran vivos.
Kazuki sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en esta sala no era natural. Había un poder antiguo y casi intimidante que parecía latir en el aire.
Ren señaló el cristal en el centro de la sala.
—Ese es el Núcleo del Conocimiento. Contiene fragmentos de la sabiduría y el poder de los Ancestros. Pero también es un guardián. No permitirá que cualquiera tome lo que guarda.
Antes de que Kazuki pudiera preguntar qué significaba eso, un sonido profundo resonó en la sala, como un rugido lejano. De las sombras, emergió una figura enorme: una bestia formada de piedra y energía verde, con ojos brillantes que irradiaban magia. Sus movimientos eran pesados, pero su presencia era imponente.
—El Guardián... —susurró Ren, retrocediendo un paso. —Nos está probando.
Kazuki apretó los dientes, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Sin dudarlo, tomó su espada y se preparó para el combate. Esta era su primera verdadera prueba, un enfrentamiento en el que tendría que demostrar no solo su fuerza, sino también su capacidad para adaptarse a lo desconocido.
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El combate fue feroz. La bestia atacaba con golpes devastadores, sus movimientos causando temblores en el suelo. Kazuki esquivaba como podía, sintiendo que cada golpe que fallaba pasaba peligrosamente cerca de él. Ren, desde un lado, gritaba instrucciones, intentando guiar a Kazuki mientras él mismo lanzaba piedras para distraer al Guardián.
A pesar de la tensión, Kazuki comenzó a notar un patrón en los ataques de la criatura. Sus movimientos eran predecibles, pero requerían precisión para esquivarlos. Usando toda su concentración, esperó el momento adecuado para contraatacar. Con un salto ágil, golpeó uno de los puntos brillantes en el cuerpo de la bestia, causando que el Guardián retrocediera con un rugido ensordecedor.
Ren se unió a la lucha, utilizando una lanza improvisada para atacar los puntos débiles de la criatura. Juntos, coordinaron sus ataques, debilitando al Guardián poco a poco. Finalmente, con un golpe preciso al núcleo de la bestia, esta se desplomó, desmoronándose en pedazos de piedra que se dispersaron por la sala.
Kazuki cayó de rodillas, agotado pero victorioso. Ren se acercó, respirando con dificultad, y colocó una mano en su hombro.
—Lo lograste, Kazuki. Has demostrado que tienes lo necesario para enfrentarte a este mundo.
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Con el Guardián derrotado, el cristal en el centro de la sala comenzó a brillar con más intensidad. Ren ayudó a Kazuki a levantarse, y juntos se acercaron al Núcleo del Conocimiento. Al tocarlo, una oleada de energía recorrió a Kazuki, inundando su mente con imágenes y conocimientos fragmentados: visiones de los Ancestros, batallas antiguas, y una sensación de poder que nunca antes había experimentado.
Sin embargo, también sintió algo más: un peso, una oscuridad que se filtraba en sus pensamientos. No era un regalo gratuito. Había un precio que pagar.
Ren lo observó con atención.
—¿Qué viste?
Kazuki tomó aire, intentando procesar lo que acababa de experimentar.
—Vi... un camino. Un poder que los hombres podemos alcanzar. Pero también... un peligro. Esto no es solo magia. Es algo más. Algo que podría consumirnos si no tenemos cuidado.
Ren asintió, como si ya supiera la respuesta.
—Esa es la verdad de Reyrix, Kazuki. El poder siempre tiene un precio. La pregunta es: ¿estarás dispuesto a pagarlo?
Kazuki no respondió de inmediato. Miró las ruinas a su alrededor, las inscripciones y las estatuas que parecían observarlo. Este mundo estaba lleno de secretos, de desafíos y de riesgos. Pero si quería cambiar su destino y el de todos los hombres de Reyrix, sabía que no podía detenerse ahora.
Con una determinación renovada, Kazuki dio un paso adelante, listo para enfrentar lo que viniera.
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Fin del Capítulo 5.