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Chapter 3 - Capítulo 3: Primer Desafío.

Los días pasaron rápidamente mientras Kazuki se sumergía en el entrenamiento de los hombres de Reyrix. Los métodos eran estrictos, pero efectivos. Cada mañana, comenzaba con una serie de ejercicios físicos: carreras interminables, levantamiento de pesas que desafiaban los límites de su resistencia, y entrenamientos con espadas y lanzas. Aunque no poseía magia, su cuerpo comenzaba a endurecerse, y su mente se acostumbraba a la fatiga constante.

Ren, aunque parecía tener un aire de indiferencia, no lo dejaba solo. A veces lo supervisaba en los entrenamientos, otras veces le explicaba detalles sobre la cultura de Reyrix y las habilidades que los hombres necesitaban para sobrevivir. Sin embargo, Kazuki sentía que había algo más que Ren no le decía. Había una carga en su mirada, una preocupación que no podía ocultar.

—Este es el entrenamiento que los hombres de Reyrix siguen todos los días, Kazuki —dijo Ren una mañana, mientras observaba a Kazuki intentar manejar una espada de entrenamiento que, a pesar de su tamaño, le parecía liviana. El joven no podía dejar de notar las cicatrices en los cuerpos de los hombres que entrenaban junto a él. Algunas de esas cicatrices eran de batallas perdidas; otras, de situaciones que nunca entendería del todo.

Kazuki levantó la espada con más fuerza, buscando un ángulo adecuado para un corte descendente. Estaba sudando, sus músculos doloridos, pero su determinación era inquebrantable.

—¿Alguna vez has visto a una de las guerreras en combate? —preguntó Kazuki mientras practicaba, con la esperanza de que su compañero compartiera algo más que detalles sobre la vida de los hombres comunes en Reyrix.

Ren asintió, aunque su rostro se ensombreció.

—Sí, he visto a muchas. Las guerreras de Reyrix no solo son poderosas por la magia que poseen, sino también por su entrenamiento físico. Son capaces de realizar hazañas que parecen imposibles para los hombres. Y algunas... algunas son terribles, Kazuki. No solo en combate, sino en cómo tratan a aquellos que no sirven para sus propósitos.

Kazuki no dijo nada por un momento. La idea de un mundo regido por mujeres tan imponentes le resultaba inquietante. Pero no podía negar que, por alguna razón, algo dentro de él sentía que podía ser diferente. Algo dentro de él no quería aceptar que su destino estuviera sellado por las reglas de este mundo.

De repente, un grito cortó el aire, interrumpiendo sus pensamientos. Todos los hombres en el campo de entrenamiento se detuvieron, mirando hacia la entrada de la zona, donde un grupo de guerreras caminaba con paso firme. Su presencia era arrolladora.

En el centro del grupo caminaba una mujer alta, de cabello largo y plateado, vestida con una armadura dorada que reflejaba la luz del sol. Su rostro era bello, pero no había amabilidad en su mirada. Era una de las guerreras más poderosas de Reyrix, la Capitán Lira, conocida por su brutalidad y habilidad en combate.

Kazuki sintió un escalofrío recorrer su espalda. La presión que emanaba de la mujer era palpable, como si el aire alrededor de ella se hubiera vuelto más denso. Su sola presencia hacía que todo el campo de entrenamiento se sintiera pequeño, insignificante.

Ren se adelantó rápidamente y se inclinó en señal de respeto. Los demás hombres hicieron lo mismo. Kazuki, sin saber qué hacer, hizo una reverencia torpe, sintiendo los ojos de la Capitán Lira clavándose en él.

—¿El nuevo...? —dijo Lira, mirando a Kazuki con una sonrisa que no llegaba a ser amable. Su voz era profunda y grave, como el sonido de una espada cortando el aire.

—Sí, mi señora —respondió Ren con respeto. "Kazuki es el hombre que llegó recientemente a la ciudad. Está entrenando con nosotros."

Lira dio un paso hacia Kazuki, su mirada analizando cada uno de sus movimientos. Kazuki tragó saliva, pero mantuvo la compostura. Algo en su interior le decía que debía mantenerse firme, no dejarse intimidar.

—Veo que ya tienes algo de fuerza —dijo Lira, evaluando su postura. Luego, sus ojos brillaron con una luz peligrosa. —Pero la fuerza no lo es todo en este mundo. Si no puedes demostrar tu valor, no tienes cabida aquí. Los hombres que no sirven... no merecen existir.

El aire se tensó. Kazuki sintió el peso de sus palabras, como si fueran una amenaza directa. No era solo una cuestión de habilidades físicas, sino de supervivencia.

Ren pareció querer intervenir, pero la mirada de Lira lo detuvo en seco. Ella giró hacia los demás guerreros, levantando la mano.

—Hoy no estamos aquí para solo observar. Vamos a poner a prueba al nuevo.

Kazuki se tensó al escuchar esas palabras. ¿Qué significaba eso?

Lira sacó su espada con un solo movimiento, el sonido del metal deslizándose fuera de su vaina resonó en el aire.

—Kazuki —dijo, girándose hacia él con una mirada desafiante—, demuéstrame lo que puedes hacer.

Antes de que Kazuki pudiera reaccionar, Lira se lanzó hacia él con una velocidad asombrosa, su espada relampagueando con energía mágica.

Kazuki apenas tuvo tiempo de esquivar el primer golpe. El aire se cortó con el impacto de la espada de Lira, que rasgó el suelo con un destello de luz dorada. Kazuki saltó hacia atrás, apenas evitando que la espada lo alcanzara. Su cuerpo no estaba preparado para esa clase de velocidad, y su mente estaba luchando para seguirle el ritmo.

Ren gritó desde un costado del campo:

—¡Defiéndete, Kazuki! ¡No dejes que te desarme!

Kazuki apretó los dientes y se preparó para el siguiente ataque. En ese momento, algo dentro de él despertó. No podía seguir siendo el espectador, el hombre débil. No podía quedarse atrás, especialmente no en un mundo como este. Si quería sobrevivir, debía pelear.

Lira atacó de nuevo, pero esta vez Kazuki levantó la espada con determinación, bloqueando su golpe con fuerza. La sensación del metal contra el metal vibró a través de sus huesos, pero logró mantenerse de pie. No había sido un golpe perfecto, pero había logrado resistir el ataque.

Lira retrocedió un paso, sorprendida, pero rápidamente recuperó su compostura. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desafío.

—Interesante. Tienes algo, Kazuki. Pero aún te falta mucho para ser una amenaza real.

Kazuki, respirando con dificultad, se preparó para el siguiente golpe. Esta vez, sin embargo, sabía que debía aprovechar su entorno. No podía depender solo de su fuerza física. Necesitaba encontrar una forma de contrarrestar la increíble velocidad de Lira.

—No me rendiré —murmuró para sí mismo.

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Fin del Capítulo 3.