El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojos y anaranjados mientras Kazuki se recuperaba de su combate con la Capitán Lira. Aunque su cuerpo aún estaba lleno de moretones y su respiración era pesada, una sensación de determinación ardía en su interior. No había ganado, pero al menos había logrado resistir, algo que pocos hombres en Reyrix podían hacer.
Ren lo encontró en una esquina del campo de entrenamiento, donde Kazuki intentaba calmarse, aún con la espada en la mano, mirando el suelo. El joven se acercó y le tendió una cantimplora con agua.
—Lo hiciste bien, Kazuki —dijo Ren, sin ocultar la preocupación en su voz. —Pero no bajes la guardia. Lira es solo una de las muchas que podrían ponerte a prueba. Si sigues sobreviviendo aquí, tu verdadero desafío comenzará pronto.
Kazuki bebió un trago largo, sintiendo el agua fría recorrer su garganta. Mientras escuchaba las palabras de Ren, su mente no dejaba de repetirse una pregunta: ¿Qué debía hacer para ganar el respeto de las mujeres de Reyrix? La respuesta no parecía ser tan simple como entrenar más o volverse más fuerte. Algo más estaba en juego.
—¿Por qué hacen esto? —preguntó Kazuki, mirando a Ren con seriedad. —¿Por qué las mujeres gobiernan de esta forma tan... brutal? ¿Por qué los hombres estamos destinados a vivir como si fuéramos nada más que herramientas?
Ren suspiró y se sentó junto a Kazuki en el suelo. Observó el cielo por un momento antes de responder.
—Es complicado, Kazuki. La historia de este mundo no es simple. Las mujeres obtuvieron el control hace siglos, cuando una antigua raza conocida como los "Ancestros" otorgó a las mujeres la capacidad de controlar la magia. Los hombres, aunque tenían habilidades físicas y una resistencia asombrosa, nunca fueron capaces de acceder a la magia como ellas. Así que, desde entonces, las mujeres han gobernado. La magia, el poder, la influencia... todo proviene de ellas. Los hombres... bueno, los hombres fuimos relegados a ser sus servidores, sus soldados, sus criados. Pero, algunos de nosotros... hemos buscado un camino diferente.
Kazuki lo miró, intrigado por lo que Ren estaba sugiriendo.
—¿Un camino diferente? —preguntó. —¿De qué hablas?
Ren bajó la voz, como si no quisiera que otros lo escucharan.
—Existen rumores, Kazuki. Rumores sobre un poder oculto que los hombres pueden desbloquear, algo que podría igualar o incluso superar la magia de las mujeres. Algunos dicen que los Ancestros dejaron pistas sobre cómo alcanzar ese poder en las ruinas de Reyrix. Pero pocos se atreven a ir allí, y menos aún han regresado. La mayoría se pierde en el camino, o simplemente... no regresan.
Kazuki se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Ren. Las ruinas de Reyrix. Era un lugar de misterio, lleno de secretos y magia olvidada. ¿Sería ese el camino para cambiar su destino, como había oído anteriormente? ¿Era posible que un hombre pudiera alcanzar el poder necesario para desafiar el dominio de las mujeres?
Ren se levantó y extendió su mano hacia Kazuki.
—Mañana iremos a las ruinas. Hay algo allí que podrías necesitar, algo que puede darte una ventaja. Pero te advierto, Kazuki, este no es un camino fácil. Es peligroso. La oscuridad de esas ruinas no es solo física, sino también mental. Muchos que han entrado han quedado marcados por lo que vieron o lo que enfrentaron. Si decides ir, no mires atrás.
Kazuki miró la mano de Ren y luego sus ojos. Sabía que este sería el primer paso hacia algo mucho más grande, algo que podría cambiarlo todo. No solo para él, sino para todos los hombres de Reyrix.
—Voy a ir —respondió con firmeza, sin dudarlo ni un segundo.
Al día siguiente, Kazuki y Ren partieron al amanecer, caminando por los pasillos de la ciudad hacia las ruinas que se encontraban al norte. A medida que se alejaban de la ciudad, el ambiente cambiaba. La naturaleza se volvía más densa y oscura, como si algo estuviera acechando en la sombra. Los árboles se alzaban de manera extraña, sus ramas torcidas hacia el cielo, como si intentaran bloquear la luz del sol. La atmósfera era inquietante.
Finalmente, llegaron a las ruinas, una antigua estructura de piedra que había quedado destruida con el paso de los siglos. Los muros estaban cubiertos de musgo y las columnas se caían a pedazos. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Kazuki fueron las extrañas inscripciones en las paredes, que brillaban débilmente con una luz verde.
Ren se acercó a una de las paredes y tocó las inscripciones, como si sintiera algo en ellas.
—Estas marcas... —murmuró—. Son símbolos de los Ancestros. Muchos creen que aquí se ocultan los secretos del poder. No solo magia, sino algo más, algo que los hombres podemos usar.
Kazuki se acercó, su corazón latiendo rápidamente. Sabía que no había vuelta atrás. Al poner su mano en la pared junto a Ren, una extraña energía recorrió su cuerpo, una sensación fría y electrizante.
De repente, una puerta secreta se abrió en la pared, revelando un pasaje oscuro que descendía hacia las profundidades. Sin pensarlo más, Kazuki y Ren entraron en el pasaje, sabiendo que estaban a punto de enfrentar algo mucho más grande de lo que habían imaginado.
La oscuridad los envolvió, y el aire se volvió denso y pesado. La sensación de peligro era palpable, pero Kazuki estaba decidido. Este era su destino, y nada lo detendría ahora.
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Fin del Capítulo 4.