Convencido de que aquello seria sencillo, Lincoln pensó un poco antes de hacer algo, él era alguien muy listo, y por ello sabía que debía tener claras las cosas antes de tomar una decisión. Pero pese a todo seguía siendo un niño, así que le costaba mucho aclarar y ordenar sus ideas de una forma en que él fuera capaz de entenderlas. Su madre le dio el primer consejo, que era pedir ayuda a sus hermanas, pero aún así no sabía con exactitud qué tipo de ayuda necesitaba.
El quería un trofeo de abejita como su hermana Lori, así que supuso que era una buena primera opción para acudir. Su oportunidad se dio cuando su gemela al fin le dejó en paz un rato para estar jugando con Lenna a cosas de niña que él no se molesto en indagar. Amaba con fuerza a sus hermanas, especialmente a su gemela, pero también era algo complicado tener que pasar todo su tiempo con ella pues la pequeña peliblanca no lo dejaba a solas muy seguido.
Dio un salto de su cama y recordando una vieja canción que escuchó en algún lugar, se imaginó a sí mismo como un pequeño roedor antropomórfico que vestía ropas del viejo oeste. Abrió sus piernas mientras flexionaba un poco sus rodillas y caminó de aquella incomoda manera que era una burda imitación de la forma en que un vaquero muy experimentado lo haría tras años de montar a caballo, deformando con ello un poco la rectitud de sus piernas. Inclinó su cabeza, pretendiendo que usaba un sombrero vaquero el cual debido a eso tapaba su rostro, dejando ver únicamente su ojo derecho, pues se imaginó a si mismo usando su mano para acomodar aquel sobrero intangible para dar aquel efecto. Fingió estar masticando tabaco como en aquellas caricaturas antiguas y de unos cuantos pasos llegó a la puerta. Antes de salir una de sus hermanas preguntó a donde iría y él, fingiendo que escupía aquel tabaco imaginario en una escupidera junto a su cama, respondió que iría a tener un duelo. Ignoró como al cerrar la puerta de la habitación tras él, las risas de sus hermanas se escucharon con fuerza.
Sintiendo que su caminata era muy amenazante, Lincoln se acercó al cuarto de sus hermanas mayores y, como si estuviera a punto de iniciar un duelo, colocó sus manos en posición, cercanas a su cintura, listas para tomar su arma y soltar el primer disparo, él era el más rápido en todo el oeste después de todo. Con su mano izquierda tocó a la puerta de manera educada y esperó a que le dieran el visto bueno para entrar, entonces abrió con fuerza la puerta y usando su mano derecha como arma apuntó rápidamente a sus dos hermanas, pronunciando algunas onomatopeyas graciosas que hicieron reír a Leni, mientras Lori sonrió feliz de ver como su pequeño hermanito una vez mas estaba en alguna de sus fantasías.
—¿Quién se supone que eres?— preguntó Lori.
—Soy el ratón vaquero— respondió Lincoln, mientras soplaba el humeante cañón de su arma, para después enfundarla nuevamente dándole algunos giros en sus dedos.
—Pero, Linky, tú no eres un ratón, eres un conejito.
—Soy el ratón vaquero, Leni. El pistolero más rápido del oeste.
—No, tu eres un conejo, Linky— reclamó la rubia menor, convencida de lo que decía—, eres un conejito de las nieves como el que salió en la televisión. Tú también tienes tu cabello blanco como el conejito.
—Está bien, Leni— en realidad a Lincoln ya no le importaba eso, dejo de jugar en cuanto vio a su hermana mayor fruncir el ceño—, soy el conejito de las nieves.
—¿Qué necesitas, Lincoln?
—Lori, ayúdame a conseguir una abejita.
—¿Qué?— preguntó confundida la mayor dentro de la habitación— ¿Una abejita?
—¿Quieres una mascota, Linky?— Leni se veía feliz con la idea.
—No, quiero una abejita como la que tiene Lori.
—¿De qué hablas, Lincoln? No te estoy entendiendo literalmente nada.
—Por favor, Lori— suplicó Lincoln, aferrándose a las piernas de su hermana mayor—. Mamá dijo que tú me ayudarías a conseguir una abejita.
—¡Bien! Te voy a ayudar, solo dime primero a que abejita te refieres.
—A tu abejita.
—Lincoln, se literalmente más específico o no voy a entender nada.
—La que está en el comedor, quiero una como esa.
—Oh. ¿Hablas del trofeo?— preguntó Lori, después de pensar por varios segundos a que se refería su hermano pequeño.
—¡Sí!
Con amabilidad, Lori tomó a su hermano menor y aprovechando la oportunidad lo cargo en brazos, arrepintiéndose de ello a medio camino, notando cuan pesado era ahora y notando que ya no era tan pequeño como creía.
—No creo que puedas conseguir una abejita pequeño monstruo— aquello lo dijo entre bufidos mientras ponía a su hermano sobre el suelo nuevamente—, la escuela ya no da esos trofeos.
—¡Entonces quiero un papelito brillante como los de Leni!
—¿Hablas de sus reconocimientos y diplomas?— Lincoln le respondió asintiendo repetidas veces— ¿Para qué quieres algo así?
—Yo también quiero poner mi abejita en el ropero.
—Eso es una vitrina, pequeño conejito blanco, no es un ropero. Es literalmente lo más tonto que has dicho en la semana.
—¡Yo hice un dibujo y mamá lo puso en el refrigerador!— exclamó con felicidad la rubia más joven, poniéndose de pie y acercándose a su hermano menor— ¡Hagamos un dibujo juntos, Linky!
—Pero yo quiero una abejita o una paloma.
—Diploma, Lincoln. Se llama Diploma, no paloma.
—Yo quiero dibujar una paloma. Hagamos el dibujo juntos, Linky.
—Yo no quiero dibujar, quiero una abejita.
—Lincoln, conseguir una abejita es literalmente imposible. Pero si puedes conseguir palomas con, no, quise decir diplomas, haciendo dibujos. Recuerda que todos los premios de Leni son por sus dibujos.
Emocionado, el pequeño Lincoln aceptó aquello y fue junto a Leni para hacer aquel dibujo que al final no fue de una paloma sino de una ballena azul. Pero Lori no se quedo solo viéndolos mientras hacían aquella pequeña obra de arte, pues conociendo lo inquieto que era a veces Lincoln, sospechaba que su petición podría ser mucho más seria de lo que parecía, así que habló con su madre al respecto. Ella siempre sabía qué hacer en ese tipo de casos, pues de todos en la familia, era la que mejor medido tenia al pequeño y su conducta alocada.
Rita, tan sabia como era tras tanta experiencia acumulada con sus numerosos hijos, supo advertirle a su primogénita que no se tomara muy en serio las palabras del niño, o al menos no aún. La madre debía hablar con más seriedad sobre ello con su hijo antes de pensar que aquello realmente lo haría teniendo en mente dedicarle tiempo. Por mucho que le gustara lo a veces impredecible que era su pequeño Lincoln, Rita también temía que aquello fuera un rasgo de algún problema aún no diagnosticado. Al menos así lo fue en un principio con Luan, y temía que su pequeño caballerito tuviera algo parecido, pues su conducta resultaba bastante similar a la de su hija de dientes chuecos.
Pero aquella petición no fue una casual. Fue diferente a la ocasión en que pidió a su padre que le enseñara a lanzar la pelota, o aquella en que pidió ayuda para hacer una casa del árbol, tampoco desistió al instante como cuando pidió aprender a cocinar, ni lo olvidó de inmediato como cuando pidió usar vestido. El pequeño peliblanco parecía realmente interesado en ser parte de aquella vitrina al conseguir su propio trofeo, cosa que la madre no tuvo problemas en permitirle. Sería algo sencillo y seguramente también divertido, después de todo serian sus hermanas mayores las que lo ayudarían.
Unos días después, y convencida de que su hijo tenía aquella chispa en sus ojos que denotaban su tenacidad e interés en algo, Rita le dijo a Lori que ayudara a su pequeño hermano. Era una tarea sencilla, solo debía guiarlo para que todos supieran que es aquello en lo que Lincoln era bueno, y después de eso solo debían hacer que se concentrara en ello para conseguir un trofeo o lo que sea que ganase en aquella actividad. Después de todo no tenía dudas de que su pequeño caballerito conseguiría algo para colocar en la vitrina de trofeos, pues su ego como madre de ya cuatro niñas sobresalientes en algo la hacían ser algo soberbia y confiada, especialmente ahora que Luan consiguió una actividad en la que era algo buena y que además la mantenía entretenida y lejos de cometer sus extrañas y a veces peligrosas travesuras.
Lori debió ser estricta con el pequeño Lincoln, quien por mucho interés que tuviera en lo que hacía, seguía siendo un niño con una imaginación muy activa y por ello solía distraerse con facilidad. Las notas escolares fueron descartadas de inmediato por ella, pues las calificaciones de su hermano eran por encima del promedio, pero no estaban ni por asomo cerca de ser algo sobresaliente, mucho menos de ser algo que esté a la altura de un diploma escolar. Otra opción fue que el niño usara su imaginación privilegiada y consiguiera algo con ello, por lo que Leni parecía la opción correcta. O al menos eso es lo que pensó.
El arte es, de cierta forma, una expresión de las ideas sentimientos y sensaciones de las personas, por lo que suele ser muy subjetiva y también bastante sesgada, pero evidente. Sin embargo, aquello que hacía evidente al arte era la técnica, esas corrientes de aprendizaje en las que se encasillaba un estilo particular para expresar el arte. Relieve o cinética para la escultura, narrativa o lírica para la escritura, folklórica o clásica para la danza, gótica o barroca para la arquitectura, impresionismo o cubismo dentro de la pintura. Eran solo algunos ejemplos, pero dejaban claro cuáles eran los estándares que se seguían en aquellas disciplinas y también los procedimientos usados. Había una enseñanza previa necesaria para llegar a ese tipo de resultados, pues hacer una pintura impresionista parecía ser algo sencillo, pero debía tener un conocimiento previo para poder ser percibida como tal al estar terminada. Por supuesto, en el arte existía gente que de manera empírica podía conseguir cosas de las que muchos profesionales sentirían envidia, todo a través de la prueba y error en su experiencia personal, aunado a una poderosa habilidad innata de entender aquello que compone el tipo de arte que han decidido escoger. Leni era una de esas personas, una niña a la cual se le instruyó como parte de su terapia que hiciera dibujos sobre algo que le gustara o como se sentía. Con su primer dibujo siendo uno bastante malo y que dejaba ver con claridad la difuminada visión que tenia la pequeña sobre aquello que era real y lo que no. Pero para ella esos dibujos realmente le hacían sentir mejor, eran como hablar sin usar palabras, en algunas ocasiones parecía que con sus dibujos podía decir cosas que las palabras jamás serian capaces de expresar. A penas un año después de tomar aquella parte de su terapia como un habito y un gusto, Leni ya había experimentado con todo los materiales y herramientas que sus padres le ofrecían para explayarse en esa actividad. Dibujar usando carboncillo, pintar al óleo, usar acuarelas, usar capaz de pintura, agregar texturas, incluso haciendo todo al mismo tiempo en una sola obra de arte que para su familia siempre resultaba en cuadros aparatosos y difíciles de entender, pero que en la casa de la cultura no dejaban de estudiar, anunciando con sorpresa cada detalle que se topaban en las pinturas de la pequeña Leni. Al menos hasta que Leni encontró aquel estilo tan personal al que le dedicaba la mayoría de su tiempo a perfeccionar y que, pese a ser mucho más austero y simple que obras anteriores, seguía siendo llamativo al ser realizado por alguien tan joven.
Tanto Lori como sus padres veían a Lincoln como alguien capaz de conseguir algo similar, convencidos de que su vivaracha y a veces alocada forma de ser era una muestra clara de que estaba destinado a ser algún tipo de artista. El apoyo le llovió a cantaros al peliblanco, quien confiado plasmó las cosas que le gustaban y las que sentía en sus dibujos, pues al final el jamás llegó a hacer una pintura. Su esfuerzo era notable, sus intenciones claras, y su compromiso por entender las vagas y a veces incoherentes explicaciones que su hermana mayor le daba al momento de enseñarle sobre pintura. Él incluso podía resumir de como su impulso por conseguir una abejita termino por inspirar a su gemela, quien convencida de que también podía hacerlo, acompañó a Lincoln en cada ocasión en la que Leni le decía que es lo que ella hacía y como lo hacía para poder hacer sus pinturas. La pequeña peliblanca en realidad no tenía ningún interés por pintar, como siempre solo quería estar en su lugar seguro para no sentirse sola, aquel lugar seguro el cual ella llamaba "hermano mayor".
Tomaba el lápiz con demasiada fuerza, pero sus trazos trataban de ser suaves, tanto como para difuminarse en el papel con facilidad, haciendo que la mayor parte de las veces sus dibujos parecieran estar incompletos. La perspectiva que usaba era incorrecta y siempre muy cercana a la inexistencia, cometiendo constantemente el error también de no respetar la proporción en los tamaños. Sin dar nunca detalles a nada, los objetos que dibujaba en su mayoría pasaban a parecer solo figuras geométricas dibujadas con un mal pulso, mientras que las personas tenían la misma expresión y esa forma acartonada en sus cuerpos que parecía ser más propia del dibujo de un niño en preescolar. Con una extraña tendencia a dibujar un sol en alguna de las esquinas de la hoja que ocupaba, sin prestar mucha atención a si su dibujo estaba ambientado en interiores o no, y tomándole mucho tiempo para conseguir terminar aquellas muestras lamentables de arte. Al principio él creyó en las palabras de su madre, quien con mucha confianza le dijo que sus dibujos no eran malos, y que mejoraría con el tiempo, que todo era cuestión de práctica. Pero después de más de dos meses, Lincoln revisaba su colección de dibujos y todos eran igual de malos, uno tras otro, sin el más mínimo ápice de mejora en calidad o técnica. Pero aun cuando él era la clase de niño que sentía prisa por empezar a hacer algo, era también el tipo de niño que no tenía prisa por terminarlo, podría esperar sin problemas otros dos meses con tal de ver que sus dibujos mejoraban, puede que hasta más tiempo. Pero perdía motivación con rapidez por aquello que veía a su siniestra todas aquellas veces que iba con Leni a dibujar; el bastidor en el que su hermana gemela dibujaba.
Tomaba el lápiz con firmeza pero sin ejercer fuerza de más, sus trazos eran fluidos e intensos, pero no tanto como para alterar el plano del papel, asiendo que sus dibujos sean bastante evidentes y fáciles de interpretar. La forma en que usaba la perspectiva era muy burda, pero también muy apropiada, especialmente para alguien de su edad y con su poca experiencia, teniendo mayormente aciertos al momento de generar la sensación de profundidad en sus obras. Sin dar demasiados detalles a nada, acentuaba cada elemento de su dibujo dotándolo de alguna característica que lo distinga con facilidad, guardando con ello trazos innecesarios y haciendo ver sus obras más limpias al no agregar líneas de más ni tampoco elementos que no pertenecen al entorno. Aunque ambos comenzaron prácticamente al mismo nivel, Lincoln podía ver como su gemela ya hacia dibujos mucho mejores que los suyos pese a que ella realmente no se interesaba mucho en aquella actividad. Ella ponía tanta atención como Lincoln cuando Leni trataba de dar explicaciones y demostraciones con su limitada capacidad para expresarse, pero Lincoln, sabiendo que aquello no bastaba, gastaba algo de su tiempo libre con la intención de practicar un poco más. Pero los resultados entre los gemelos eran tan evidentes que dolían solo de verlos uno al lado del otro, especialmente con Lenna acompañándolos en todo momento al cuarto de Leni cuando ella les ayudaba con sus dibujos, usando su peculiar y muchas veces ofensiva forma de ser. No guardaba nada para ella, al menos no cuando estaba con los gemelos.
Cuando le propusieron que aprendiera a dibujar con Leni, Lincoln pensó que sería una actividad increíble, tendría muchos beneficios para sí, pues aprendiendo aquel talento conseguiría en algún momento uno de aquellos papelitos brillantes que su hermana mayor tenia y podría ponerlo en la vitrina junto al resto de sus hermanas. También pasaría tiempo con Leni, su hermana más amorosa y que al igual que Lori o Luna siempre estaban abrazándolo y dándole besos, cosa que a él le gustaba bastante. Seguramente cada vez que haga algo bien Leni incluso le daría más apapachos de los que normalmente le daba y con eso todo serían cosas buenas para Lincoln. Pero los apapachos y las palabras bonitas iban todas dirigidas a su gemela, quien si era buena haciendo dibujos y seguramente también sería capaz de conseguir una paloma antes que él si no mejoraba pronto sus dibujos. Peor aún era para Lincoln notar como su hermana no solo se llevaba aquellos cumplidos que esperaba fueran para él sino que causaba que sus padres y hermanas mayores le dieran palabras de aliento que eran extrañamente incomodas para el pequeño peliblanco. Algo de esas palabras hacia que se sintieran raras, diferentes a lo que estaba acostumbrado, como si fueran falsas, pero también creyéndolas ciegamente.
Un par de semanas después de eso, Lincoln redujo bastante su interés en aquella actividad de dibujo sintiéndose insuficiente para cumplir con sus propias expectativas, por lo que dio el salto a una actividad diferente, convirtiendo el dibujo ahora en un interés secundario. Lori creyó que sería una buena idea pasar tiempo con su hermanito, y la mejor excusa eran aquellas actividades que ayudarían a Lincoln a encontrar algo en lo que fuera bueno. Con ello en mente, su idea fue tan simple como hacer que su pequeño hermano practique algún deporte y, por supuesto, comenzaría enseñándole un poco sobre aquel que ella misma dominaba mejor que nadie, el golf. Tuvo expectativas bajas pues aquel deporte era uno de concentración, cosa en la que su hermano no resaltaba mucho, pero tal parecía que el pobre chico no tenía siquiera la habilidad atlética para dar el mínimo requerido en los resultados.
Su gemela, como aquella sombra que parecía ser para su hermano mayor, le siguió también en aquella actividad con Lori, y por supuesto Lenna estuvo ahí, atenta a sus pequeños hermanos, pues eran ellos quienes le ayudaban con sus travesuras, así que cuando no estaban era complicado entretenerse. Pero Lenna no se limitó únicamente a decir comentarios incisivos esta vez, burlándose de sus pequeñas bolas de algodón, en lugar de eso se unió a ellos motivada por el reciente tiempo que pasaba con su padre frente al televisor viendo deportes. Lynn solía ver deportes rápidos y de mucho contacto que eran emocionantes y hacían que Lenna quisiera estar con su padre para verlos también, por lo que el golf le parecía un deporte aburrido al ser tan lento y para colmo ser por turnos y coronaba su desagrado por el golf sabiendo que no tenían ningún tipo de contacto entre los jugadores. Era algo aburrido sin lugar a dudas. Lenna prefería practicar algo más aguerrido y furioso, como el futbol en cualquier modalidad, el hockey, baloncesto o beisbol. Quería correr, brincar, esquivar, golpear y sudar, pero con su cuerpo enclenque y enfermizo aquello no era posible y ella sabía perfectamente eso, razón por la cual, al ver a Lori enseñando sus tiros a los gemelos, haciendo aquello paso por paso para tratar de hacerlos entender que postura deberían tomar o como deberían de aplicar su fuerza, ella se interesó. Puede que el golf sea un deporte aburrido y lento donde nadie se golpea, pero quizá era justo eso lo que convertía al golf en el deporte perfecto para Lenna, pues no debería correr, ni siquiera caminar si es que jugaba en un campo de golf formal, pues tenían aquellos graciosos carritos para pasear después de hacer el primer tiro. Además, pese a no tener que golpearse con el otro jugador, al menos tendría la oportunidad de aporrear algo, aquella pelota pequeña que debía entrar en los hoyos en el suelo, mejor aún, debía darle de golpes usando un palo. Era como jugar beisbol, pero muy aburrido y sin gritos, ni muchos jugadores, sin arbitro ni pitcher o cátcher… el punto era que pese a todo, tenía algunas cosas que podría aprovechar la pequeña castaña.
Los tres demonios de la familia Loud ahora tenían menos tiempo para hacer travesuras que terminaran destruyendo cosas o lugares. Algunas veces los pequeños puños blancos pasaban su rato libre junto a su hermana Leni, practicando su dibujo, mientras aquellos ojos cafés permanecían cerca solo para molestarlos. En otras ocasiones estaban todos juntos practicando con Lori, quien estaba más que feliz de enseñarles aquel deporte, especialmente viendo lo habilidosa que parecía ser la castaña y lo decente que era la peliblanca, pero sintiéndose algo mal de ver el pobre desempeño que tenía el pequeño conejo de las nieves.
Las intenciones de Lincoln se vieron mermadas una vez más al notar como su desempeño era bastante inferior al que sus hermanas mostraban, pero tanto Lori como sus padres se encargaron de mantenerlo motivado. Puede ser que el tema de dibujar sea algo lento para él, y que el deporte parezca estar lejos de sus capacidades innatas, pero aún había opciones con las cuales podría intentar conseguir su pequeño trofeo, ya no importaba si era una abeja o una paloma, siempre y cuando consiguiera uno era suficiente. En realidad el reconocimiento le importaba muy poco, lo que le mantenía interesado en conseguir algo para colocar en aquella vitrina era simplemente compartir espacio junto a sus hermanas ahí. Rita y Lori entendían bien eso, por lo que ellas solo empujaron a Lincoln a su siguiente intento, esta vez guiado por su hermana Luna, quien pese a ser tan arisca con todos ante el hecho de ser interrumpida en sus prácticas, aceptó gustosa la petición de su pequeño copo de nieve.
Luna era muy similar a Leni en cuanto a cómo trataba a su pequeño hermano, pues se podría decir que ambas estaban completamente enamoradas del pequeño niño de blanca cabellera. Ninguna de ellas de forma romántica pues ambas estaban aún lejos de poder concebir aquel tipo de atracción tan compleja, y puede que una de ellas se vea incapaz de conseguirlo sin importar el paso del tiempo. Pero en definitiva las dos niñas tenían a Lincoln ocupando la mayor parte de su corazón y en general, también de sus pensamientos. Para Leni, aquel amor había nacido varias semanas después de que Lincoln llegó a la casa, pues en un principio la pequeña rubia no sintió ningún interés particular por el bebé más allá del hecho de ser precisamente un bebé, de la misma forma que su gemela no le pareció especialmente interesante. Incluso con aquellos cabellos extrañamente blancos, Leni no se sentía emocionada por la presencia de sus pequeños hermanos, principalmente porque ella había pasado por algo parecido muchas veces antes, no había nada nuevo en la aparición de los gemelos. O al menos así fue hasta que en una ocasión, emocionada por ayudar a su madre y también pasar tiempo con ella, le acompañó a bañar a los pequeños bebés. Con mucho cuidado, su madre preparo aquella pequeña bañera plástica donde cuidadosamente se encargaría de frotar la piel de su hija con agua templada usando una increíblemente suave esponja y, para asombro de Leni, sin usar jabón. Después de secar a la pequeña y ponerle un pañal y su mameluco, entonces fue turno del pequeño Lincoln. Fue ahí cuando algo que Leni jamás había visto antes apareció y con ello le hizo entender que existían diferencias entre los niños y las niñas. La mente de Leni trabajaba de una forma muy peculiar, y muchas veces también a un ritmo difícil de predecir o siquiera de seguir, por ello, y teniendo ya en esa época problemas con la conducta de la segundogénita, Rita no trató de entender el por qué, simplemente aceptó como la explicación que le dio a su pequeña hija de cinco años sobre la diferencia entre niños y niñas, al cabo de unas semanas, terminó por llevarla a la conclusión de que ella debería ser una hermana mayor que cuida a sus hermanitos.
Para Luna, por otra parte, el pequeño niño le dio un vuelco al corazón desde el primer día en que estuvo en casa, aunque no en el primer momento. A sus cuatro años estaba emocionada con la llegada de un bebé nuevo, y esa emoción se hizo más grande cuando supo que en realidad serían dos bebés, una niña y el primer varón de entre la descendencia de la familia. A Luna le encanto la idea de tener dos bebés, amaba cuidar de Luan y de Lenna, por lo que tener más bebes en casa le parecía algo divertido, pero el hecho de que Lincoln fuera un niño no le parecía tan divertida, después de todo los niños que conocía eran todos muy raros y no le gustaba jugar con ellos, y asumiendo que Lincoln sería como esos niños, a Luna no le llamaba particularmente la atención que su hermanito bebé creciera. Pero esa primera noche su idea de lo que sería Lincoln cambió por completo.
En el sofá, frente al televisor, Rita cargaba al bebé varón, mientras Lynn caminaba por el comedor dando vueltas, tratando de calmar un poco a la bebé, quien al menos por esa noche, resultó ser mucho más ruidosa que su hermano. Luna tenía a Luan sentada sobre sus piernas, viendo atentamente el televisor y Lenna hacía rato que tomaba una siesta.
—¿Podemos cambiar a Lincoln?— preguntó Luna, después de haber pasado varios minutos viendo al pequeño en brazos de su madre.
—¿Qué?— preguntó confundida la madre, estando aún algo fatigada por el parto ocurrido dos días atrás y sobre todo por tener que lidiar ahora con más pequeños en casa.
—Los niños son feos.
—¿De qué hablas, cariño? Los niños no son feos.
—Si lo son, en el parque los niños se pican la nariz y juegan con lodo. Además me empujan feo cuando jugamos.
—Bueno, cariño, entiendo eso. Los niños son un poco más bruscos para hacer las cosas, pero no son de ninguna manera feos por eso.
—Si lo son. Y dicen cosas feas, y no les gusta jugar con mis muñecas, y le levantan el vestido a Leni.
—Entonces tendré que ver cómo solucionar eso— replicó Rita, algo ofuscada con lo último que dijo su pequeña, pero tratando de mantener la calma pensando en que eran niños jugando y seguramente no habría nada de qué preocuparse—. Pero, míralo— dijo ella, inclinándose un poco hacia su hija, dejándola ver con más facilidad el rostro del pequeño bebé que tenía en brazos—, ¿te parece feo tu hermanito?
Luna lo miró detenidamente. En realidad no podría decir que Lincoln era feo, solo era un bebé después de todo. Pero no pensó en retractarse, tenía aquella necedad propia de una niña pequeña, así que con mucha confianza le dijo a su madre que Luan era mucho más bonita que Lincoln. Su madre, entre risas, estuvo tentada a darle la razón, mientras la pequeña Luan, al escuchar a su madre, también rió alegremente entre los brazos de Luna. Rita, con la mayor paciencia posible, trató de explicar a su pequeña hija que los niños no eran malos, ni feos, solo eran un poco diferentes, pero claramente la pequeña no entendía de razones, pues era solo una niña de cuatro años.
—¿Recuerdas aquel cuento sobre la princesa sin corona, cariño?— preguntó Rita, tratando de irse por las ramas un momento.
—¡Si!— la emoción en la pequeña Luna era evidente, pues el recuerdo de la historia era bastante reciente.
—Pues, Lincoln podría ser como el príncipe amable de esa historia.
—Pero Lincoln es un bebé.
—Lo sé, cariño. Pero cuando el crezca él seguramente será un pequeño caballero que las va a cuidar a todas ustedes y que hará todo lo posible por tenerlas felices como en esa historia.
—¿Cómo sabes?— preguntó intrigada la pequeña.
—No lo sé, es solo algo que me gustaría que pasara. ¿No te gustaría que tu hermanito se convirtiera en un pequeño caballero que te proteja a ti y a tus hermanas?
Con suspicacia y mucho escepticismo Luna posó su mirada sobre su pequeño hermano una vez más, segura de que no había forma de que alguien tan pequeño se convirtiera en un caballero como el de aquel cuento.
—Pero es un bebé, los bebés solo juegan y se hacen popó.
—Claro que si, cariño— secundó Rita, después de que una fuerte risa se hiciera presente ante la ocurrencia de su pequeña, temiendo incluso alterar al pequeño en brazos—, es un bebé, no puede hacer mucho todavía. Primero debe crecer, y cuando lo haga, Lincoln será un pequeño caballerito que te va a cuidar con todo su amor, y también cuidara de Leni y de todas tus hermanas. Pero para que el haga eso primero debe crecer, y ¿sabes que más necesita para ser un caballerito?
—No.
—Que lo cuidemos mucho. Nosotras debemos enseñarle como ser un caballerito, hija. Si tú y tus hermanas se encargan de cuidar y querer mucho a su hermano, cuando él crezca entonces será quien las cuide, pero deben enseñarle a ser alguien amable y cariñoso.
Ahora con cierta ilusión, Luna miró una vez más a su pequeño hermano en brazos, estando incluso a punto de soltar a Luan. Lo que su madre le dijo sonaba como algo hermoso y mágico, y sabía que podía ser verdad, pues algo parecido estaba haciendo ella con Luan, cuidándola y enseñándole a ser una niña buena, así que enseñar al pequeño Lincoln a ser un caballerito sería algo sencillo, solo debía contarle los mismos cuentos que su madre le leía y hablarle sobre las cosas que los caballeros hacen para cuidar a las princesas. Incluso cuando no era necesario intentar convencer a la pequeña castaña, Rita continuó hablándole de como su pequeño hijo varón seguramente sería alguien amable y protector con ellas cuando creciera, emocionando mucho más a su pequeña hija con la idea. Pero Rita no podía evitar decir aquello, después de todo cuando se le dijo que tendría gemelos, no pensó en que uno de ellos sería un niño, por lo que cuando lo tuvo en brazos en aquel hospital, fue amor a primera vista. Tenía experiencia como madre, pero esta vez era un pequeño niño el que dio a luz, de solo pensar en lo diferente que sería cuidar del pequeño Lincoln en comparación a como lo fue y como lo es con el resto de sus hijas hacían que Rita se sintiera emocionada y algo expectante. Le era difícil contener sus emociones y con ello, contagiar a sus pequeñas hijas de las mismas al paso del tiempo.
***
Amando con tanta intensidad a su pequeño copo de nieve, Luna no tuvo más opción que aceptar la petición que él y Lori le hicieron para que le enseñara a tocar algún instrumento. Era la oportunidad perfecta para pasar más tiempo con su pequeño hermano y también para conseguir un gusto en común. Esto solo podía terminar de la mejor manera, pues no había forma de que algo saliera mal.
Su pequeño copo de nieve estaba atento a sus palabras, pero también era así para el otro copo de nieve, su gemela, quien como no podía ser de otra forma, decidió acompañar a Lincoln en aquella actividad también, segura aún de que ellos deberían pasar todo su tiempo juntos, pese a que el varón estaba ya comenzando a dudar de si aquello era una buena idea. Pero con ellos estaba otra persona atenta a las palabras de la hermana mayor, otra castaña, Luan. En ella era algo de esperar que tomara decisiones así de impulsivas e inesperadas de vez en cuando, y esta era solo otro ejemplo de lo caprichosa que podía llegar a ser la delgada niña. Nunca antes mostró interés en la música, de la misma forma en que no se vio interesada en las actividades de su hermana mayor inmediata más allá de disfrutar de alguna que otra interpretación. Pero ahí estaba esta vez, junto a los gemelos, atenta a lo que Luna decía y emocionada por probar aquellos instrumentos de los que Luna comenzaba ya a hacer una colección.
Con orgullo, Luna podía notar como Luan se interesaba bastante en todo lo que ella enseñaba, concentrándose mucho más en la parte teórica de la música que en la parte practica, pero sin dudas dejando ver su enorme interés en el tema. Al principio pensó que sería como en otras ocasiones, donde Luan despierta un fuerte interés en algo, pero que desaparece con facilidad al cabo de poco tiempo, sin verse a la niña de dientes chuecos con interés de retomar algo casi nunca. Pero esta vez ella no dejó a medio camino lo que había empezado, junto a los gemelos, ella estaba atenta a sus palabras, y aunque con menos interés, también estaba concentrada en sus prácticas con aquel instrumento que ella misma eligió para sorpresa de Luna. Era un instrumento que incluso Luna aún estaba en proceso de aprender a tocar, por lo que le parecía divertido compartir sus avances con la hermana con quien compartía más tiempo junta.
La pequeña copo de nieve también resultó ser alguien interesada en la música, y más aun, muy hábil en cuanto a ello. En su caso, el interés por la teoría musical era bastante pobre, en algunos aspectos incluso inexistentes, pero su habilidad al momento de practicar con el instrumento que eligió, el más común de todos, era completamente refrescante. Con frecuencia Luna escuchaba como es que el resto de personas le decían cuan buena y rápida era para prender a tocar algún instrumento, pero viendo a la pequeña gemela podía sentir que ahora era ella quien debía decir aquel tipo de palabras. Si bien ella prefería aprender a tocar aquella guitarra de manera más empírica que formal, Luna aún se sentía completamente orgullosa y sorprendida de lo buena que era su pequeña hermana para aprender a tocar. Si era capaz de aprender a ese mismo ritmo en otro tipo de instrumentos seguramente ella sería tan buena como Luna, o esa impresión le daba. Aunque eran opuestas en la forma en que les gustaba aprender, Luna se sentía feliz de que ambas hermanas menores resultaran tan buenas en aquello que la distinguía a ella en particular, sería una excelente oportunidad para tratar de convencerlas de que juntas hagan algo relacionado con la música, sería lo más divertido.
Por último estaba Lincoln, su adorado y bien portado caballerito, aquel alegre niño que se la pasaba ayudándoles siempre y que tenía una imaginación alocada que le hacía actuar como tonto a veces. Pero que también dejaba claro que la música no era algo que realmente le fuera afín. El pequeño peliblanco tuvo problemas desde el primer momento, unos bastante evidentes, en primer lugar estaba su poco entendimiento a la parte teórica de la música, siendo incapaz de entender la diferencia entre las notas y mostrándose también como alguien con dificultades para mantener un ritmo constante. Y en la práctica, el pobre niño era aún peor, siendo que su coordinación motriz tanto fina como gruesa siempre fueron bastante limitadas para alguien de su edad, misma razón por la que desde el inicio su integración bilateral fue más que insuficiente para permitir al pequeño tocar una guitarra. Pero Luna no se dio por vencida, si una guitarra era algo complicado para su pequeño hermano menor, entonces habría que optar por algún otro instrumento, esperando mantener el interés del niño, a quien, a riesgo de mostrar su preferencia, no dejo en ningún momento de hacerle cumplidos.
Cuando su madre habló con ella sobre la petición de Lincoln, Luna entendió que él se estaba esforzando por tratar de conseguir ser bueno en algo, pero parecía que hasta ese momento nada le había salido como esperaba, por ello Rita fue muy clara con ella, debía incentivar a su pequeño caballerito con cumplidos, para que él pobre no se sienta mal cuando tenga dificultades y no pierda la motivación para conseguir resultados. Al menos eso es lo que el psicólogo le decía de manera reiterada en las visitas que hacía con algunas de sus hijas, pero Rita creía fielmente en esas palabras. Luna hizo caso a su madre y se tomó con calma los problemas que estaba presentando Lincoln para aprender a tocar algún instrumento, dándose la libertad de exagerar un poco en la forma que sus cumplidos se expresaban al pequeño en relación a los avances que sus hermanas tenían. Aquello no fue la mejor idea de ninguna forma.
Para Luan, aquella efusividad por parte de Luna hacia Lincoln, en comparación a la poca recompensa y refuerzo emocional que conseguía por hacer las cosas mucho mejor que el pequeño, la hicieron terminar por perder cualquier interés que tenía en seguir aprendiendo de música. Su motivación principal era estar con su hermana favorita al hacer aquello, pero si ella no le haría caso, entonces no valía la pena seguir haciendo aquello, sería más fácil simplemente volver a sus actividades normales, las cuales ya dominaba, que seguir intentando impresionar a Luna, quien claramente solo tenía ojos para Lincoln.
Lincoln, por otra parte, no dejó pasar aquella forma en la que Luna actuaba con él, era muy evidente, y también le parecía que era muy poco natural. Siempre amó la forma en que sus hermanas mayores lo trataban de una forma diferente a la forma en que ellas mismas se tratan entre sí, y no le fue difícil hacerse a la idea de que aquello estaba relacionado con su sexo, pues al ser el único niño de la casa tenía sentido que lo trataran diferente, pues él era en efecto diferente. Pero algo en la forma en que Luna actuaba ahora que le pidió ayuda para aprender a tocar un instrumento le parecía diferente, se sentía igual, pero también podía sentirse como si algo no cuadrara en aquello. Ver a Luan era algo humillante, pues a diferencia de él, ella tenía un avance significativo y en menos de un mes tenía ya bastante dominado todo lo básico referente a como se escribe o lee la música, y todo lo que ello conlleva, mientras que su gemela era mucho menos impresionante que Luan, pero aun así mucho mejor que él. De los tres, Lincoln era sin duda el menos hábil con aquellos ejercicios y el más tonto en cuanto a saber sobre música, pero era también a quien Luna más felicitaba y festejaba por sus minúsculos logros. Daba igual si Luan y su gemela tenían un avance mucho más veloz y notable que Lincoln, ellas recibirían palabras bonitas, pero simples ante sus logros, mientras que Lincoln recibiría muchas muestras de afecto y apoyo cuando lo que más conseguía era fallar en lo que hacía. Eso no era normal. No terminó de entender que es lo que estaba mal con eso, pero Lincoln sabia que eso no tenía ningún sentido, y la muestra más clara de que algo no estaba bien era la forma en que se sentía. Normalmente recibir premios o afecto mayor al que el resto de sus hermanas le hacían sentir bien, victorioso, como si hubiese ganado en una competencia de afecto, reforzando la idea de que él era especial dentro de su familia y era todo algo bueno, pues cuando alguna de sus hermanas era quien recibía aquel afecto él sabía que se lo merecía, de la misma forma en que sus victorias le parecían ganadas por meritos. Pero al estar con Luna eso cambió, todo ese apoyo era algo que Lincoln no se ganó, muy por el contrario debería estar causando en su hermana mayor algún tipo de frustración y enojo, así como lo causaba en sí mismo por ser alguien tan inútil que incluso tocar una flauta le causaba dificultades y problemas. El no merecía ese apoyo, pero Luna parecía empecinada en dárselo, y eso no parecía correcto si al suceder eso significaba que sus hermanas recibieran menos apoyo.
Pensando en ello, Lincoln recordó cómo es que era estar con Lori en las practicas de Golf, ahí también era bastante malo, o al menos mucho peor que sus hermanas, pero Lori siempre le prestaba más atención a él y lo ayudaba más que a sus hermanas. Su gemela era mucho mejor que él y Lenna era incluso más sobresaliente en ello, pero Lincoln recordó que Lori hacia lo mismo que Luna, le daba mucho más apoyo a él que a sus hermanas, pese a que ellas eran las que hacían las cosas bien. Leni tuvo un comportamiento similar, pero siendo que Lori estaba ahí la mayoría de las veces, seguramente fue ella quien le dijo a su hermana especial que le diera más apoyo a Lincoln. ¿Por qué hacían eso? ¿Por qué lo trataban mejor a pesar de hacer las cosas mal? ¿Por qué siempre le felicitaban, incluso cuando hacía las cosas mal? No era algo tan difícil de entender, simplemente algo difícil de aceptar. Aquellos buenos tratos por parte de sus hermanas eran porque él generaba lastima, sus hermanas se compadecían de él por ser tan malo en todo, querían hacerlo sentir bien para que no notara lo malo y sin talento que era, para que no se diera cuenta de que no era nada más que un inútil.
No tuvo el valor para preguntarles acerca de aquello, pues temía estar en lo correcto tanto como se avergonzaba de que eso fuera así, por lo que de manera cortes les dijo a sus hermanas que ya no estaba interesado en nada. Aun quería una abejita o una paloma para poner en aquella vitrina, pero no parecía tener ya los mismos motivos para conseguirla, sin embargo ya tendría tiempo para eso, después de todo la forma tan abrupta en que dejo todo no pareció muy natural para su madre, quien con mucha calma y junto a su padre, le dieron una charla a Lincoln sobre eso. Él creyó en cada palabra que sus progenitores le dijeron, ninguno de ellos tenía razón para mentirle y sus palabras no solo sonaban sinceras, eran también creíbles. Era verdad que Lincoln era solo un niño pequeño, aun le quedaba mucho tiempo para crecer, y en todo ese tiempo seguramente terminaría por aprender a hacer algo especial como sus hermanas, solo no debía apresurarse. Lori nunca lo hizo, fue algo que encontró por una coincidencia y resultó ser muy buena en ello, lo mismo sucedió con Leni, quien a petición de alguien intentó hacer algo en lo que ella ni siquiera tenía interés, pero que resultó ser su mayor fuente de logros. Quizá en el caso de Luna fue algo diferente, así como con Luan, pero confiaba en que en algún momento él conseguiría algo que le guste hacer y en lo que sería muy bueno, tanto como pare recibir sus primeros trofeos. A su sombra estaba la prueba de que él no se estaba quedando atrás después de todo, su gemela, al igual que él, no tenía ninguna cosa propia tampoco, no era especialmente hábil en nada ni sobresaliente de una manera tan espectacular como las hermanas mayores, ambos eran solo niños pequeños que tenían mucho tiempo de sobra para buscar algo que hacer y divertirse con eso.
—Todo irá bien, cariño— con tranquilidad, Rita le dijo aquello a su hijo después de aquella extensa charla en la que por primera vez pudo ver a su hijo vulnerable siendo que ella estaba acostumbrada a verlo fuerte y firme para ayudar a sus hermanas—. Aun eres pequeño, solo debes divertirte y pasarla bien.
—Y estudiar mucho, campeón— agregó Lynn, sujetando la cabeza de su pequeño para regalarle algo de tranquilidad y protección—, recuerda que no debes dejar de lado la escuela, es muy importante. Y si de verdad crees que es una buena idea, entonces haremos eso de las inscripciones el siguiente siclo escolar, algún club o equipo escolar debería terminar por gustarte, ¿cierto? Solo no trates de esforzarte de mas, las cosas llevan su tiempo y es necesario que no las apresures o saldrán mal.
Lincoln aceptó las palabras de sus padres y también recibió su ayuda para convencer a sus hermanas de que todo estaba bien y que no había problema en dejar de intentar aprender algo de ellas. No fue únicamente porque confiaba ciegamente en la experiencia y sabiduría de aquellos adultos, también lo hacía porque no quería seguir recibiendo aquellas muestras de cariño de sus hermanas mayores que ahora le parecían falsas y condescendientes. Amaba a todas sus hermanas con locura, pero ahora había aprendido a que el amor incondicional no era necesariamente un sinónimo de confianza o de respeto.