Con los nervios de punta, y sintiendo el estrés que la situación actual de su vida le provocaba, Rita llevaba a sus hijos a la escuela sintiendo una ya muy engrandecida preocupación por su varón, sintiendo también mucha culpa por cómo es que se había estado comportando últimamente. Y ni ella ni su esposo habían conseguido conectar con su pequeño para entender cuál era el problema que tenia o que era aquello que le molestaba.
Era completamente absurdo que en cuestión de algunos meses su hijo terminara de la forma en que estaba en ese momento. En realidad, durante aquel viaje, su hijo estaba actuando de la forma habitual, mirando por la ventana y mostrándose algo taciturno, pero antes de subir al auto, y seguramente también al bajar del mismo, aquel pequeño demonio en que su hijo se había convertido seguramente volvería. Estaba completamente mortificada por como la forma en que ella y su esposo dejaron que algo tan simple como cuidar de sus hijos, terminara convirtiéndose en una batalla constante por hacer que su hijo se integre a la familia una vez mas y que evite pelar con sus hermanas, siendo que en más de una ocasión llegó a ser un enfrentamiento físico el que tuvieron que detener. En retrospectiva se podían dar una idea bastante clara de cuales errores cometieron, aunque no podían discernir si aquellos errores fueron o no determinantes, pero seguramente lo fueron.
Sabían con certeza que Lincoln estaba teniendo problemas para lidiar con sus emociones y también dificultades para expresarse, pero no supieron cómo debían enfrentar ese problema, lo cual era absolutamente lamentable tomando en cuenta que Lincoln no era el primero de sus hijos con problemas de aquel tipo, y ciertamente no fue el último tampoco. Pero desde hace un tiempo tanto ella como su esposo, a reclamo de su sexta hija, notaron lo mal que estaban haciendo las cosas con el varón, tomando decisiones que como mínimo podrían ser consideradas como cuestionables, quizá para ojos ajenos incluso estúpidas. Probablemente el verdadero problema era aquel que surgió en la primera visita al terapeuta que Lincoln tuvo desde que comenzó a comportarse de forma aguerrida, y si bien el médico fue muy laxo con sus observaciones al ser únicamente la primera cita atendiendo ese problema en especifico, para él hombre de mediana edad era notable la forma en que ellos, sus padres, ponían demasiadas expectativas sobre Lincoln.
Sentirse ofendida por aquello le parecía lo mínimo que debía hacer al escuchar esas palabras, pero en aquellas acostumbradas charlas que tenia con su esposo, ya ambos relajados tras una larga ducha y habiendo conseguido dormir a sus hijas más pequeñas, a quienes ya estaban tratando de pensar en donde reubicarlas, Rita concluyó junto a su esposo, que el médico seguramente tenía razón. Gracias al pasado de Lynn, y a la educación que Rita tuvo, ambos estaban convencidos de que debían ser exigentes con todos sus hijos, pero siempre mostrándoles apoyo y también evitando cualquier represaría física por el bien de su salud mental. No tenían ninguna idea clara de cómo hacerlo en un inicio, pues en realidad no buscaron información al respecto, fue un avance creado a partir de la prueba y error que ocurría mientras criaban a sus hijas mayores. Afortunadamente para ellos, no pareció jugarles en contra de ninguna manera, e incluso les enseño mucho sobre cómo ser mas compasivos con los niños, pues Lori fue alguien muy expresiva y con ella aprendieron a entender que es lo que un niño quiere y como es que lo intentara pedir. De la misma forma fue criando a Lori que consiguieron mantener la paciencia necesaria para lidiar con Leni y su muy errático y desastroso comportamiento hasta el momento en que decidieron hacerle un diagnostico, momento en el cual su situación solo mejoró con el paso del tiempo. De Leni podían decir que les enseñó a ser mucho más compasivos de lo que jamás pensaron ser, pues no solo por ser su hija sino por tener aquellos problemas tan evidentes y al mismo tiempo tan anti intuitivos de discernir, comprendieron que así como ellos, cualquiera puede ser víctima de circunstancias ajenas a cualquier factor previsible. Lynn, más que Rita, se culpaba por la situación de su segunda hija; por la de todas ellas, y era quien más empatía tenía por ella de entre ambos padres, siendo que él tenía una experiencia similar guardada en su pasado. Cuando Luna creció, y con ello demostró ser una niña muy tranquila y femenina, ambos padres tuvieron que practicar su aceptación al ver como su hija, pese a desarrollar un gusto por la música en general, y sintiéndose atraída por tocar diversos instrumentos, conforme crecía se inclinara cada vez más por usar aquella estética alocada que su padre en un principio aplaudió, por recordarle a la escena Glam del Rock, pero que eventualmente termino mutando y pareciendo una mescla curiosa de estética Punk y femenina. Ninguno de ellos se atrevió a poner trabas a su hija, quien parecía estar inclinada a dar su atención y esfuerzo en la música, donde incluso había demostrado resultados, pero ambos se sentían preocupados de cómo es que ella lentamente encaminaba su apariencia y su actuar al que se podía ver en Inglaterra en la década de los diecinueve-setenta, cuando aquel género tan intrépido y mal visto del rock comenzaba a surgir y causar alboroto.
Y no eran solo ellas, Luan y su no tan tardío diagnostico de TDAH, Lucy y su extraño comportamiento que les llevó a creer que tenía algún tipo de retraso mental y que incluso derivó en aludir su mutismo a un problema de lenguaje… habían hecho lo posible por hacer que ellas estuvieran cómodas con sus situaciones y les dieron el apoyo necesario para encaminarlas y evitar que sus problemas, sin importar si fueran menores o mayores, les impidieran tener un crecimiento tan normal y afectuoso como ellos soñaron para cada uno de sus hijos desde el día que supieron que esperaban a Lori. Y es que, aun cuando ellos jamás planearon tener hijos, o al menos no a la edad en que empezaron a hacerlo, habían previsto aquel escenario en que se volvían padres mientras, siendo jóvenes y una pareja muy enamorada, fantaseaban sobre formar una familia, pero no teniendo inconvenientes con no formar una en absoluto. Después de que Rita escuchó sobre el pasado de Lynn, sintió que era aceptable su reticencia a la paternidad e incluso le hacía tener dudas sobre una responsabilidad tan grande, considerando lo desvirtuada que puede terminar una familia sin la necesidad de un gran evento traumático. Pero ya que Lynn nunca estuvo cerrado a la posibilidad, y siendo tan jóvenes y alegres, mas de alguna vez hablaron de como serian buenos padres ya que ambos se amaban y seguramente amarían de la misma forma a sus hijos. Por supuesto, ellos no se equivocaron, al menos no lo hicieron en la parte que correspondía a cuanto amaban a sus hijos, a quienes pese a los años, las desventuras y el calvario que significaba tenerlos y mantenerlos, simplemente sentían que cada día que pasaba los amaban más. Por eso les apoyaban tanto, les daban tanta atención y sin importar el que, decidían apoyarlas para que se sintieran cómodas consigo mismas y quizá así también encuentren aquello que les gusta. Al menos era así con sus hijas.
Les lastimaba bastante darse cuenta que, por mucho que pudieran decir que querían a sus hijos, en realidad había uno de ellos a quien le mostraban una conducta bastante parcial y llena de expectativas. Desde el momento en que supieron que uno se sus primeros gemelos seria un varón, dentro de ellos surgió un tipo de amor muy diferente al que habían sentido previamente por sus hijas, lo cual tenía sentido por la diferencia de sexo, pero en realidad, y gracias a aquellas anécdotas desalentadoras que Lynn alguna vez llegó a compartir con su esposa, ambos también desarrollaron expectativas poco razonables para su hijo.
Para Rita, quien se había vuelto susceptible a las historias de fantasía que solía contar a sus hijas pequeñas sobre príncipes, princesas y dragones, la llegada de su hijo representaba una sensación de tranquilidad, ya que una vez que ella y su esposo estuvieran viejos y fueran incapaces de atender a sus hijas o de brindarles apoyo, ahí estaría su hijo, cuidando de todas ellas y asegurándose de que nada malo les pase, o en el peor de los casos, rescatándolas de las cosas malas que llegaran a sucederles. Si llegaba a ser cansina con sus hijas al repetirles cómo es que Lincoln seria su pequeño caballerito y cuidaría de ellas en todo momento, es porque en verdad llego a convencerse de ello. Como el único varón entre las hermanas, era para Rita natural pensar que su pequeño Lincoln debería crecer para ser alguien que las proteja y las ayude, alguien que esté ahí para ellas siempre que sea necesario.
Para Lynn, el orgullo de tener a su primer varón era mucho, pero él tenía la preocupación de enseñarle a su hijo a no ser como su familia, y tampoco como él mismo. Lincoln debería aprender a no ser el cobarde y endeble hombre que era Lynn, de la misma forma que Lynn debería encontrar la forma de no dejar que Lincoln termine convertido en el tipo de hombres que en su familia abundaba. Era una idea complicada, pero creía que con ayuda de su esposa serian capaces de mantener bien establecidos los límites de su pequeño para evitar que se vuelva alguien abusivo y violento, mientras que para evitar que Lincoln se convierta en alguien tan cobarde como él se consideraba, confiaría en que "quien no tiene talento, enseña". No tenía más opciones, después de todo, Rita era un gran ejemplo de mujer para sus hijas, dedicándose él únicamente a hacerlas felices, pero estaba convencido de que él sería un mal ejemplo de hombre para su hijo.
Con sus hijas fueron tan permisivos y tan suaves en sus tratos, convencidos de que ese estilo de cuidado era la mejor opción, que pese a convertir a sus hijas en niñas talentosas en diferentes áreas, también lentamente las convertía en unas niñas muy problemáticas gracias al poderoso ego que las más sanas desarrollaban, mientras las que más problemas tenían, libres en su mayoría de repercusiones, terminaban por adquirir personalidades demasiado marcadas.
Pero no era el caso con Lincoln. A el varón de la descendencia, día con día y sin reparos, le recordaban como es que debía estar ahí para sus hermanas, atenderlas y ser un buen ejemplo para ellas. Debía ser atento con ellas y no causarles problemas, por el contrario debería ser de ayuda para ellas al momento de resolver problemas. Aunque siendo aun muy pequeño, y teniendo aquel comportamiento volátil a causa de la forma en que su mente solía volar por momentos, Lincoln cubrió las expectativas de sus padres sin problemas, no solo como el hermano que querían que fuera para sus hijas sino también como un hijo modelo, atento y que se enfocaba en lo que le pedían que hiciera, a cambio de muy poca atención y de recompensas muy pequeñas. Hace un tiempo que entendieron como es que la casa se volvería un poco más complicado de mantener en orden al descubrir cómo sus hijas estaban entrando en la pubertad, pero en ningún momento pensaron en que habría una enemistad entre sus hijos, mucho menos que ocurrirían eventos como la pelea entre Lori y Leni. Pero lo que más se les complicaba entender era el comportamiento de su hijo, quien no debería estar afectado por ningún cambio hormonal y tampoco recordaban que tuviera indicios de aquella conducta violenta y retadora que estaba teniendo recientemente. Si bien para ellos como padres fue difícil organizar una cita para Lincoln con un terapeuta debido no solo a sus gastos sino a la necesidad de tener a sus hijas bajo supervisión, solo en la primera cita hubo problemas que pese a no ser tan evidentes, ambos debieron ver con anterioridad. Pero lo peor fue que cometieron errores después de aquella primera cita al terapeuta del niño.
Lincoln, lejos de mejorar su comportamiento, simplemente lo empeoro y lo volvió más evidente, y dado que los recursos no les bastaban, tanto Rita como Lynn debieron aplazar la segunda visita de Lincoln por un largo periodo. Pero, contradiciendo a su método elegido y en cierta forma comprobada, ambos coincidieron en que Lincoln, siendo un varón, debería de recibir una educación mucho más estricta, especialmente por la forma en que había comenzado a retar a Lori o a descuidar al resto de sus hermanas. El resultado de eso fue contraproducente, y para cuando Lincoln al fin pudo asistir a su segunda cita con el terapeuta, el especialista dejo muy en claro los problemas que el pequeño había desarrollado, pero extrañamente, el terapeuta les alentó a continuar con aquel sistema de recompensa y castigo con el que ellos habían demostrado no entendían cómo funcionaba. Ellos realmente castigaban las formas negativas en que su hijo se comportaba, pero nunca reafirmaban su buen actuar, pues a los ojos de ambos padres, todas aquellas cosas que su hijo hacia bien, eran el mínimo que debía de cumplir. Debía estar para sus hermanas, debía ayudarlas, y quejarse por tener que dejar algo que hacía para atenderlas no era bien recibido, después de todo l familia es primera. O al menos eso es lo que decían ellos.
La tercera cita con el terapeuta fue completamente infructuosa, pues Lincoln, ahora sintiéndose atacado por aquel especialista además de por su familia, se negó a hablar con él de cualquier cosa, lo cual le amerito un fuerte reclamo de sus padres, tomando en cuenta que el rendimiento escolar de Lenna, así como su desempeño en su equipo deportivo había bajado notablemente, haciéndole pensar a ellos que algo estaba mal con ella, pero dejando para después su atención creyendo que Lincoln tenía cierta prioridad, todo para que él decidiera solo desperdiciar el tiempo de la cita quedándose en silencio.
Completamente frustrados por eso y por como la actitud de su hijo solo iba a pique, ellos comenzaron a castigarle con más frecuencia, creyendo realmente que eso le enseñaría a evitar sus malos comportamientos. No fue la mejor de las ideas, sin lugar a dudas.
***
Cuando al fin vio bajar de aquella van que conducía a sus hijos, aquellos que estaban ya en necesidad de asistir a la escuela, los hombros de Rita se desplomaron al ver el ceño fruncido de su hijo. Aquel rostro sereno y taciturno que mantuvo durante todo el viaje en auto mientras miraba por la ventana el paisaje, se descompuso en el preciso momento en que ella se detuvo frente a la escuela. Podía entenderlo, después de todo, por culpa tanto suya como de su esposo, Lincoln había trasladado parte de su mala conducta a la escuela.
Hicieron muchas cosas para castigarle que ahora les parecían tan estúpidas y mal intencionadas. Le confiscaron sus comics, le prohibieron usar el televisor y con ello le negaron la oportunidad de ver las películas que tanto le gustan, aunque nunca retuvieron ni disminuyeron su mesada, si le dieron más responsabilidades dentro de la casa, le obligaron a ser parte de acontecimientos importantes para sus hijas. Fueron tan estúpidos que, creyendo que él era una mala influencia para Lincoln, basados en que su comportamiento negativo más o menos coincidía con el hacerse amigo de él, le prohibieron mantener su amistad con Clyde, o al menos trataron de limitarla tanto como fuera posible. Fue muy vergonzoso y revelador para ellos como en esa cuarta cita que Lincoln tuvo, sintiéndose en necesidad de ello, hablaron con el terapeuta respecto a los castigos que le impusieron a su hijo, consiguiendo que el especialista les hiciera ver lo desproporcionado de su actuar. Aquel psicólogo lo único que pretendía al incitarlos a continuar con los castigos era que usaran con Lincoln un sistema de castigo por malos comportamientos y recompensa por buenos actos, no que simplemente se dedicaran a restringirlo hasta el límite. Incluso fue el mismo terapeuta quien con cierta crudeza les hizo ver la forma en que parecían esperar de su hijo mucho más de lo que deberían, pero ahora que Lincoln se negaba a hablar con el especialista y que el resentimiento por sus actos claramente pesaba en él, la solución a su temperamento estaba bastante lejos.
Últimamente era mucho más callado y se hacía evidente la molestia que le causaba estar con sus hermanas mayores, a tal punto que entre ellas y él había comenzado a crecer una enemistad extraña y difícil de controlar, especialmente de parte de Lori, quien para ese momento ya tenía un cambio evidente en su forma de actuar, aunque aun pasaría algo de tiempo antes de que supieran cual era la causa para ella. Habían tratado de hablar con él, pero no hubo ningún resultado, incluso intentaron incentivarlo a mejorar su conducta revocando la mayoría de los castigos y limites que le habían impuesto, pero la rebeldía de Lincoln probó ser mucho más complicada de lidiar de lo que esperaban. No volvió a tocar sus comics, no uso de nuevo el televisor, no volvió a salir de casa por las tardes y por lo que escucharon de algunas de sus hijas, pese a que continuó su amistad con el niño de raza negra, Lincoln no volvió a pasar tiempo con él después de clase. Incluso decidieron que harían un esfuerzo por hacer accesible para Lincoln y su gemela un teléfono móvil, con la intención de que eso le divirtiera un poco, a esas alturas Lynn estaba ya completamente seguro de que la prioridad había dejado de ser el estabilizar aquel restaurante que decidió abrir, mientras que Rita entendió que, por mucho que la decepcionase, debería dejar de lado aquel trabajo como corresponsal y editora del periódico local que había conseguido hace poco y que le quitaba mucho tiempo.
Contrario al dulce y atento niño que solía ser, tan entregado a la familia, Lincoln había dejado de mostrar cualquier tipo de asistencia a ellos a no ser que ellos la pidieran, a tal punto que su actitud arisca y ceñuda era ya también parte de su convivencia con sus hermanas menores. Esa misma tarde estaba programada una nueva cita para que el pequeño viese al terapeuta, y Rita esperaba que la misma no fuera un desperdicio, pues Lincoln parecía reacio a compartir lo que le molestaba, tanto con su familia como con aquel terapeuta. Y recordó eso mientras veía a sus hijas caminar rumbo a la escuela, mientras su hijo avanzaba como sombra detrás de ellas sin mucho ánimo.
Para su desdicha, Rita no pudo asistir con su hijo y esposo a aquella cita médica, pues Lincoln decidió explotar de una forma violenta contra un compañero en su escuela. Al escuchar sobre eso, ambos padres estaban dispuestos a sermonear a su hijo por aquella osada muestra de inmadurez, incluso habían comenzado a hacerlo cuando en la dirección de la escuela, posterior a las clases, se les explico que Lincoln atacó a un niño del equipo de futbol en el que su hermana mayor era parte. Tenía sentido, después de todo, y con la preocupación de que Lenna estuviera teniendo problemas de integración debido a su desinterés por las interacciones, pidieron a Lincoln que acompañara a su hermana en sus prácticas como apoyo moral. Era algo que la misma Lenna había pedido, así que entendían que era algo importante para ella, y aunque Lincoln resopló y se vio molesto con aquella petición, lo cierto es que no se negó. Pero nada de lo que había pasado en esos días dejaba ver que un incidente como ese fuera a suceder, por eso ellos estaban tan molestos con su hijo, pues no les parecía una reacción apropiada y seguramente él solo se estaba desquitando con alguien por los problemas que estaba teniendo en casa. Al menos fue así hasta que Lenna conto su versión de los hechos.
Apretando sus gastos más que nunca, y ahora ya mas incómodos que preocupados, ambos padres se vieron en la completa necesidad de hacer que su hijo asista a aquellas citas de forma regular, de la misma forma que vieron necesario presionarlo con la intención de hacerlo hablar, alegando el gasto que representaba para la familia aquellas citas y como, a ojos de todos, era obvio que él estaba pasando un mal momento y necesitaba ayuda al respecto. Especialmente después de aquella segunda paliza que Lincoln le propinó al mismo niño de equipo de futbol, pero Lincoln no decidió cambiar su actitud hasta que le dio una tercera paliza al mismo niño. No tuvo que ver con que en las tres ocasiones dejo en un estado muy preocupante al niño castaño, tampoco tuvo que ver con darse cuenta del estado en el que terminaba el mismo Lincoln después de aquellas palizas brutales, ni siquiera estuvo relacionado con el hecho de como Lenna comenzó a sentirse incomoda en su compañía y, a través de sus palabras, el resto de hermanas también parecían comenzar a verlo como alguien malo. Lo que le hizo cambiar su actitud y reflexionar sobre sus ataques de ira fue la culpa, pero no la culpa por alguna de las cosas que se mencionó, fue la culpa por algo que hizo después de aquella tercera paliza a ese mocoso impertinente y bravucón de nombre Chandler.
Algo angustiada y cansada de la situación, Rita regaño a su hijo durante todo el trayecto a casa después de recibir aquella tercera queja por la participación de Lincoln en una pelea, más aun por ser con el mismo niño. Estaba muy estresada últimamente, debía hacer su trabajo y había renunciado a algo que ella esperaba hacer desde hacía años, su esposo se vio enfrascado en una racha de inconsistencia con su restaurante por culpa de todos esos gastos imprevistos, el crecimiento de sus hijas se hacía pesado al acumularse una tras otra y la mayor de todas parecía estar atravesando una etapa muy similar a la de Lincoln, pero con un claro objetivo para aliviar su estrés. De manera racional entendía que descargar todo eso sobre su hijo no era lo correcto, por el contrario solo haría que Lincoln se sintiera incluso más frustrado, pero cuando escucho que él peleo una vez mas no pudo contenerse, estaba molesta y necesitaba expresarlo. Estaba tan concentrada en reprender a Lincoln que decidió obviar la forma burlona en que algunas de sus hermanas parecían burlarse de él por lo sucedido y también ignoró a conciencia la forma en que las lagrimas se acumulaban en los ojos de su hijo.
No debió hacer aquello, y Rita lo supo estando ya cerca de casa, se supone que él está pasando por problemas también, y sobre todo es solo un niño, desahogarse con él fue algo fuera de lugar y muy abusivo de su parte, estaba dispuesta a disculparse a penas llegaran a casa, pero en cuanto el auto se detuvo, Lincoln salió disparado en dirección a la casa, seguramente con la intención de encerrarse en el ático a llorar. Antes de bajar del auto, Rita pensó que debería llamar a su esposo para avisarle de la tontería que había hecho y del problema en que Lincoln volvió a meterse, considerando incluso dejar a Lincoln en paz por u rato para dejarlo que se calme, esperando que al llegar Lynn, ambos puedan hablar de forma tranquila con él, aunque temía por no conseguirlo, recordando la poca paciencia que parecían tenerle al chico últimamente, tanto por culpa de la forma en que el estrés de cuidar de la familia les representaba como de la forma en que, dentro de ellos, la decepción de como se comportaba aquel que consideraban el pequeño caballerito de sus hijas, crecía.
***
Habiendo tomado rápidamente su guitara, Luna bajó con prisa de la van, corriendo detrás de su hermano con la intención de hablar con él, quería decirle que todo estaría bien y que ella estaba de su lado. Últimamente trataba de hacer eso con mucho empeño, esforzándose más y más ante cada rechazo que el pequeño peliblanco ponía en cada uno de sus avances. No le molestaba como Lincoln se negaba a sus abrazos, o como de forma desdeñosa parecía ignorar las palabras bonitas que le dedicaba, tampoco se veía afectada en como su hermano la evitaba y se alejaba de ella, podía tolerar los desplantes que él tenía cada vez que ella le pedía pasaran tiempo juntos, entendía completamente que Lincoln se convirtiera en alguien grosero con todas ellas. Al menos ella intentaba convencerse de todo eso.
En realidad a Luna todo eso le afectaba y más que nada, la lastimaba, pero más importante aún, la hacía sentir culpable pues sin lugar a dudad ella tenía cierta participación en aquel cambio que su pequeño caballerito había tenido, pero lo desproporcionaba por completo gracias a esa culpa. Podía recordar con mucha nitidez las palabras que su madre le dijo y que le hicieron enamorarse por completo de su pequeño hermano hace años, cuando ella tenía a Luan en su regazo y con malicia trató de expresarle a su madre que los niños eran feos, y era verdad que así lo creía, era algo que incluso en su presente podía decir con toda confianza, pues para Luna los niños son feos, no por su apariencia sino por su actuar. Pero su madre matizo un poco aquel pensamiento infantil que tenia con muy pocas palabras, le hizo recordar aquellos cuentos de hadas que por las noches le contaba a ella y al resto de sus hermanas, donde existían los príncipes y las princesas. Si esperaban lo suficiente, Luna y el resto de sus hermanas podrían ver a Lincoln convertirse en un caballero, el mismo tipo de caballero principesco que aparecía en esos cuentos y que por aquella época tanto le gustaban a Luna. Pero debían cuidar de él porque era pequeño, enseñándole a ser un caballerito, el tipo de caballerito que al crecer estaría ahí para ellas y las cuidaría, las amaría incondicionalmente y también les daría todo su amor. Ese amor, esos principios, esa forma amable de ser, esos valores, esa convicción, eran características de los caballeros y príncipes, pero no de un bebé como Lincoln, por lo que ellas, como hermanas mayores, debían cuidar de Lincoln y enseñarle sobre todo eso, para que al crecer el pueda cuidarlas y amarlas. Y era algo que habían estado haciendo muy bien, realmente estaban consiguiendo ese objetivo, pues a pesar de ser tan pequeño, Lincoln estaba siempre atento a ellas y cuidándolas, Luna podía verlo en la forma en que el cuidaba de las más pequeñas, o en como ayudaba a todas las mayores, pasando tiempo con ellas y tratando de facilitarles sus actividades. Fue adorable ver todo el proceso que representó para Lincoln convertirse en una persona segura para Leni, siendo él aun muy pequeño y también muy inexperto. Todos esos intentos, todos esos planes, todos esos juegos, todo ese amor, Luna sabia que todo eso era genuino, pues nadie le pidió que hiciera algo así, no era necesario, después de todo para Leni, Lori era ya una persona segura en la cual podía refugiarse si estaba lejos de sus padres. De la misma forma el ayudo al resto de sus hermanas y recientemente incluso había conseguido ayudar a que Lucy fuera una niña menos retraída y con más confianza en sí misma. Él no les falló en ningún momento y bajo ninguna circunstancia.
A pesar de que ellas acaparaban su atención, aun cuando él no tenía casi nunca tiempo para sí mismo, pese a que ninguna de ellas estaba interesada en lo que a él le gustaba, incluso cuando cada vez eran más de ellas, cumpliendo con lo que sus padres siempre le pedían, luchando para mantener sus notas escolares, sobrellevando la dificultad de no saber hacer amigos, lidiando con su desmedida imaginación, comprometido a no defraudar a ninguna de ellas. Y, pese a todo eso, ellas no fueron capaces de seguir siendo para él un buen ejemplo, ni tampoco aquella fuente inagotable de amor incondicional que siempre quisieron ser para él, no pudieron mantener la bonita y graciosa sonrisa de su hermano menor.
Luna lo había visto, fueron tantas veces que incluso llegó a estar atenta y hacer algo parecido a una vigilancia discreta, preocupada por como su hermano menor parecía afectado por eso, pero nunca tuvo el valor de hablarlo con sus hermanas ya que no era capaz de entender que es lo que molestaba a su hermano. Únicamente sabia que algo en aquel mueble del comedor le molestaba, pero adivinar el que era muy difícil para Luna, pues al ver el rostro de su hermano en aquellas ocasiones, era todo muy distinto, a veces él se veía molesto, en otras ocasiones se veía triste, también podía verlo decepcionado, feliz, indignado, orgulloso, eran demasiadas emociones las que su hermano menor le dedicaba a ese mueble, o quizá a su contenido, o ambas cosas, en realidad Luna no podía darse una verdadera idea al respecto. Lo único que sabía era que ver ese mueble, a largo plazo, estaba afectando a Lincoln de forma negativa, pero no se atrevía a ser ella misma quien se acercara para tratar de hablar con él sobre lo que le sucedía, tenía miedo al rechazo, a su rechazo.
Conforme crecían, Luna siempre se sintió feliz de pasar tiempo con su hermano menor, él era especial después de todo, aunque de una forma diferente a la que Leni lo era. No se trataba solo de la forma en que las cuidaba, o de como siempre estaba ahí para ellas, tampoco era solo el hecho de ser un niño que siempre sonreía y que cuando estaba solo jugaba como tonto actuando las locuras que surgían en su mente. Aunque no tenía idea de que podía ser, Luna simplemente sabía que Lincoln era especial, y no solo para ella, para sus hermanas también, todas ellas querían pasar tiempo con Lincoln de vez en cuando, sentir sus miradas, escuchar su voz, recibir su atención. Querían que él prestase atención a cómo es que ellas se esforzaban, ansiaban que él les dedicara palabras de aliento y que cuando conseguían algo, él les dedicara sus amables palabras de júbilo. Cuando iban a paseo como familia, todas se arreglaban mucho esperando que Lincoln les digiera lo bonitas que estaban, o lo lindas que se veían, que les aplaudiera todo eso que hacían, o que les enseñara como hacer aquello que ellas no sabían o que se les dificultaba. Querían tenerlo cerca y poder tocarlo, poder abrazarlo, sentarlo en su regazo y sujetarlo mientras percibían el aroma se su shampoo y compartían con el aquel intimo contacto. Eso era verdad para ellas, aunque Luna no tenía certeza de ello, pero eso no importaba, lo que importaba es que ella estaba segura de que en su caso todo eso era verdad, quería a Lincoln y de él siempre obtuvo toda la atención que ella pedía, todo el amor que necesitaba, todo el apoyo que requería, toda la paciencia que le hacía falta y también la única aprobación que ella necesitaba para sentirse bien consigo misma. Si era Lincoln quien lo decía, ella podía creer que era alguien bonita, alguien fuerte, alguien lista, alguien habilidosa, alguien suficiente. Y después ocurrió aquello, el primer rechazo de parte de su amado hermano menor.
Aunque no era algo que tuviera una verdadera importancia, tomando en cuenta cómo es que durante esos momentos Lincoln parecía estar simplemente probando con diferentes pasatiempos, para Luna el eventual rechazo de Lincoln fue difícil de asimilar. Era fácil para ella razonar que, de la misma forma en que ocurrió con Lori o Leni, e incluso después con Luan y Lenna, Lincoln simplemente se aburrió de aquellas actividades y prefirió no continuar con ello, pero al mismo tiempo le costaba mucho asimilar ese hecho y poder interiorizarlo, especialmente por el gran esfuerzo que ella imprimió en mantener la motivación de su hermano en el lugar correcto, dedicándole muchas palabras de aliento y tratando de hacerle ver que, por poco que pareciera su nivel de mejora en comparación con sus hermanas, el podría llegar a conseguir avanzar en algún momento. Insistió mucho con ese tema, después de todo era una oportunidad para que su hermano y ella pasaran tiempo juntos, así como también era una oportunidad para que Lincoln compartiera con ella un gusto en particular. Pero, pese a que Lincoln en varias ocasiones anteriores mostro ese comportamiento en que primero era alguien muy interesado y después perdía cualquier tipo de motivación, para Luna fue difícil aceptar que perdió la oportunidad de conseguir al fin algo en común con su hermano. En especial tomando en cuenta que en esta ocasión ella podía devolver todos esos buenos actos de su pequeña cabeza de algodón dándole a él la confianza y la validación que normalmente ella recibe.
Siguió intentando convencer a su hermano menor, fue persistente con aquel acto, y eventualmente colmó la paciencia de su hermano. Era lógico, después de todo, en su desesperación por conseguir la atención de Lincoln, Luna se había dedicado a atosigar al pequeño, y perdiendo cada vez más la confianza en que ella seguía siendo tan importante para él como recordaba, tomando en cuenta la forma en que él se había vuelto tan esquivo con ella, su percepción de aquella relación terminó por malograrse, por degenerarse de cierta forma, pues lentamente tratar de recuperar algo que ella en realidad no había perdido le hizo convertir sus intrusivos y molestos métodos por llamar la atención de Lincoln en el centro de sus actividades en casa. En todo momento creyó que todo eso era culpa suya, y en su mente se confirmaba cuando Lincoln empezó a ser evasivo incluso con el resto de sus hermanas, derrumbando un poco más al ideal hermanito menor que habitaba en la cabeza de Luna, siendo lentamente reemplazado por aquel niño que había dejado de querer pasar tiempo con ellas. Pero, sin lugar a dudas, el punto más bajo para Luna fue aquel en que Lincoln, aun haciendo oídos sordos a las peticiones del resto de sus hermanas por pasar tiempo con juntos, él parecía preferir pasar su tiempo con su gemela. Se suponía que eso era normal y que no había ninguna queja de parte de las hermanas, después de todo desde el inicio, todas sabían con certeza que, aun si no lo demostraba, para Lincoln su gemela era su hermana favorita. Pero en lugar de aceptarlo y dedicarse únicamente a recuperar un poco de la atención de su hermano, prefirió escuchar aquellos argumentos que Lori decía en cada oportunidad que tenía, haciéndole creer que realmente Lincoln las había cambiado por una única hermana. Para aquel entonces, aquellas reuniones de hermanas que solían tener para evitar que algo como la pelea entre Lori y Leni se repitiera, eran muy constantes y también relevantes para ellas, y siendo Lori la mayor y quien presidia esas reuniones, era también la que solía definir de qué hablarían en esas ocasiones. No solo por ser la mayor, sino por tener también una poderosa labia, Lori terminó por convencer a sus hermanas de que Lincoln ahora tenía una favorita y se había olvidado de ellas, por lo que aquellos molestos intentos de Luna por acercarse a su hermano menor, ahora estaban acompañados por reclamos infundados a su persona. Si bien era problema de Lincoln el tener o no a una hermana favorita, para Luna, siendo aun muy inmadura, le fue fácil reclamarle por escoger a una sobre todas ellas, era horrible de su parte, y junto a otras hermanas ella también lo atacó por eso. Y aun cuando para el resto de hermanas les pareció una traición aun mas grande, cuando Luna se entero de que Lenna ahora también pasaría tiempo con los gemelos, sintió aquello como una mejoría, podía imaginarse a Lincoln incluyéndolas de una por una hasta volver a ser el hermano menor que solía ser, sin favoritas, sin evitarlas, sin hacerles caras extrañas y sin negarse a ayudarlas. Entonces llegó Lenna con aquella libreta de dibujos y, siguiendo a sus hermanas un poco, hizo comentarios no muy amables sobre el esfuerzo que su hermano le dio a aquellos trazos. Ese fue el día en que Luna sintió que había perdido a Lincoln.
Después de aquel desplante, aquella huida, aquel regaño y aquella muestra de locura en el ático, las hermanas vieron como Lincoln volvía a ser parte de sus vidas, pero no de la misma manera, para todas era bastante obvio que Lincoln ya no hacia aquello por ser alguien amable, ahora les ayudaba por el simple hecho de mantener las apariencias, y era obvio para todas, por lo que aunque en un principio se sintieron felices de que Lincoln sea parte activa de sus vidas, rápidamente volvieron a hacerlo objetivo de ataques por aquella actitud tan falsa. Lori en especial se encargaba de recordarles con dolor lo mucho que Lincoln había cambiado y lo necesario que era tomar represarías con él por ser tan grosero. Lamentablemente Lincoln solo continuo cambiando mucho desde ese momento, y cada vez más rápido, y aún cuando ahora les retaba a todas y cuando prefería pasar el tiempo con aquel niño que decía ser su amigo antes que con ellas, ninguna se aperaba que su actitud lo llevara a pelearse en la escuela de aquella manera tan violenta, menos aun que repitiera aquel acto. Por eso corría tras de él en ese momento, sabía que si peleo con aquel niño fue para defenderse de las estupideces que decía o hacia, Lenna les contó sobre ese tal Chandler después de la primera pelea de Lincoln, haciendo evidente que Lincoln solo actuaba por defender a su hermana, y esa última vez, por defenderse a sí mismo.
Lo sujetó por el brazo en varias ocasiones, pero Lincoln caminaba con molestia y prisa hacia la casa, soltándose en cada intento haciendo uso de la fuerza. Luna se esforzó por decirle que todo estaría bien y que, al menos ella, no estaba enojada o decepcionada de él, ofreció su guitarra y nuevamente le invitó a pasar el rato con ella aprendiendo a tocar aquel instrumento, pero su hermano no lo tomó nada bien. En mitad de las escaleras, Lincoln despotrico de manera verbal y muy ofensiva contra Luna, diciéndole cuanto es que odiaba lo insistente que ella era con él y dejándole en claro que no le interesaba la música en absoluto. Luan alcanzó a su hermano dando un par de zancadas largas en las escaleras y estando ya en la parte más alta ambos, lo sujetó del brazo y con prisa le hizo dar la vuelta para tratar de poner su guitara en sus manos, insistiéndole en que se sentiría mejor si practicaba un rato tocando la guitarra o al menos escuchando algo de música. Con su paciencia totalmente agotada y resintiendo aquella pelea con el chico castaño, así como sintiéndose humillado por lo que había sucedido en la van, Lincoln volteo con prisa en cuanto sintió como su hermana trataba de obligarlo a voltear, y de la misma forma en que sucedió cuando peleo con Chandler, dejo de pensar un momento y notó como es que comenzaba a llorar mientras apretaba su puño con fuerza y lo dirigía tan rápido como podía en dirección al rostro de su hermana. Fue un acto de pura ira, enceguecido por las emociones negativas que acompañaban a ese enojo, pero a diferencia de lo acontecido en la escuela, donde no paro sus actos ni despejo su mente sino hasta terminar de aporrear a su Bully, frente a las escaleras Lincoln recupero sus sentidos de inmediato, solo para verlos completamente pasmados ante el susto de ver como aquel certero golpe en el rostro de su hermana la hizo retroceder lo suficiente para tropezar con el peldaño de la escalera e, incapaz de mantener su equilibrio, caer todo el camino hasta la planta baja, donde algunas de sus hermanas fueron testigos del aparatoso accidente.