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Chapter 2 - Capítulo 01: “Resulta Que Todo Es Un Desastre”

Nivel 1: Comienzo desde Zero

Capítulo 01: "Resulta Que Todo Es Un Desastre"

Año 3158, después de la aparición de las singularidades.

La naturaleza rebosaba por todos lados. Dondequiera que miraras, podías observar un precioso verde oscuro brillar con intensidad.

El lugar estaba rodeado por una cantidad inmensa e incontable de árboles, como si lo único que pudiera apreciarse desde las alturas fuera un interminable bosque.

El cielo era magnífico. No había nubes ni rastros de partículas que sugirieran contaminación o algo similar. Era un cielo limpio, de un celeste puro y fantástico.

El sol brillaba, haciendo que el verde de los árboles se viera aún más vivo y hermoso de lo que ya era.

En una de las ramas de esos muchos árboles, se encontraba un individuo de aspecto pequeño, con ojos rosas y cabello blanco. Estaba sentado sobre la rama, balanceando sus piernas hacia adelante y atrás mientras observaba el horizonte con curiosidad.

"¡Qué maravilla! No me canso de observar este precioso mundo" dijo con una sonrisa de asombro.

"Parece una escena completamente de fantasía" añadió mientras apartaba con los dedos algunos mechones de su cabello que le impedían seguir contemplando la vista.

Tras reflexionar un momento, soltó una carcajada.

"¡Qué tonto soy al decir eso! Claramente, esto que estoy viendo es una escena de fantasía."

Su expresión cambió ligeramente, adoptando un aire pensativo.

"Aunque lo cierto es que esto que mis ojos ven no es lo único que parece salido de un libro de fantasía… Creo que podría aprovechar el momento y divertirme un poco, ¿verdad?"

Con una inmensa sonrisa en su rostro, extendió el brazo hacia adelante, con la mano abierta, preparándose para hacer algo.

"¡Nika! ¡Ya es hora de que bajes de allá arriba!" gritó una voz femenina desde abajo del árbol, interrumpiendo su concentración.

El joven suspiró, resignado, y dejó de hacer lo que estaba a punto de comenzar.

"Ah, justo en la mejor parte viene a molestarme" murmuró con un toque de molestia en su voz, acompañado de un suspiro.

"¡Ya bajo, Lucy!" respondió finalmente.

***

8 de Junio del año 2030 Después De Cristo.

La habitación parecía estar completamente oscura, aunque no lo estaba del todo gracias a una tenue luz que se hacía presente en el lugar. Esta luz no provenía de ninguna ventana, lámpara o foco del ambiente, sino de una pantalla rectangular que podría ser un monitor o un televisor cualquiera.

Dentro de la pantalla rectangular se podía observar algún tipo de videojuego en reproducción, siendo este el único elemento que iluminaba aquella habitación sombría.

El cuarto no solo estaba oscuro, sino que también estaba lleno de basura, sin importar hacia dónde se mirara. Había desechos por todos lados. La escena era tan repugnante que cualquier persona que pusiera un pie en ese lugar sentiría un rechazo inmediato.

En el suelo se acumulaban montones de restos de comida: frituras, pizzas, hamburguesas, fideos y otros alimentos similares. Pero eso no era todo. Había pequeñas bolsas llenas de basura esparcidas por cada rincón, como si nadie se hubiera molestado en sacarlas fuera. Aún peor, muchos desechos que no estaban embolsados se encontraban esparcidos por toda la habitación, formando lo que parecía un océano de inmundicia.

A estas alturas, era evidente que la persona que vivía allí desconocía por completo el concepto de higiene o los estándares básicos de una vida civilizada. Sin embargo, había algo que, sorprendentemente, no estaba tan sucio. Este milagroso objeto, que parecía resistir a la contaminación del caos circundante, era una cama.

La cama no estaba vacía. Sobre ella descansaba un individuo de aspecto descuidado y deprimente. Estaba recostado, mirando el techo con una mirada apagada, incapaz de vislumbrar siquiera una señal de su propio futuro.

Esos ojos tristes, decaídos, sin brillo y con un parpadeo lento decían mucho con tan poco. Eran los ojos de alguien que había perdido toda esperanza y cualquier deseo de vivir.

De pronto, giró su cuerpo hacia un costado, dejando reposar una parte de su rostro sobre la almohada.

El individuo enfocó lentamente sus ojos en cada rincón de su cuarto, dejando escapar un suspiro agotado, acompañado de una aplastante sensación de depresión.

"Ah, el lugar está hecho un desastre. No me acuerdo cuando fue la última vez que lo limpié."

Miró a su alrededor con indiferencia, evaluando el estado del lugar una vez mas.

"¿Debería limpiar?." murmuró para sí mismo, lanzando otra mirada al caos que lo rodeaba.

"No tengo ganas… y, de todas formas, no importa."

Sus palabras se volvieron cada vez más oscuras.

"Nadie vendrá a este lugar, así que es una pérdida de tiempo levantarse y ponerse a limpiar. Nadie me dirá nada si no lo hago."

Una pausa cargada de vacío llenó el cuarto.

"Ahhh, hablar es agotador…"

Sus ojos soñolientos parecían mantenerse abiertos a duras penas.

"Ya no tengo ganas de hacer nada… mucho menos de moverme de la cama" dijo con una voz tan baja que apenas rompía el silencio del lugar, mientras yacía recostado sobre el colchón.

La tristeza era evidente en su expresión; las bolsas oscuras bajo sus ojos delataban la falta de sueño o, quizás, la incapacidad de dormir.

Su ropa estaba sucia, con manchas de origen incierto que parecían haberse acumulado durante semanas. Su apariencia, en conjunto, resultaba deplorable, una imagen que no inspiraba más que compasión. Era el tipo de escena que haría que cuatro de cada diez personas sintieran pena al verlo.

Se movió ligeramente en la cama, acomodándose en la misma posición en la que había estado minutos antes. Una vez más, su mirada se perdió en el techo, cargada de vacío, mientras una débil y amarga sonrisa se dibujaba en su rostro.

¿En qué momento todo comenzó a ir mal? pensó, dejando escapar una leve carcajada sin vida.

Entonces, como si respondiera a su propia pregunta, sus pensamientos continuaron:

No, nunca hubo un momento en que todo empezara a ir mal, porque desde que nací, nunca me ha ido bien en nada.

Entre sus pensamientos, realizó una pausa de unos segundos. 

Ah, las cosas nunca fueron bien desde un principio, meditó mientras se tapaba los ojos llorosos, incapaz de evitar recordar el momento en que toda su desgracia comenzó. 

Su agotada y cansada mente se llenó de pequeños fragmentos de recuerdos que, poco a poco, comenzaban a procesarse. Desde que tenía conciencia, siempre había enfrentado todo tipo de dificultades. 

Durante su niñez, alrededor de los ocho o nueve años, lo único que deseaba era llamar la atención de sus padres, lograr que ambos fueran capaces de mirarlo, abrazarlo como a cualquier hijo y decirle tan solo algún que otro cumplido, como: "Bien hecho, hijo" o "Felicitaciones, hijo mío". 

Para la mayoría de los niños, recibir un cumplido de quienes más los aman sería algo normal en su día a día.

En su caso, desde que nació, nunca recibió nada. Todo lo que obtenía era lo básico de lo básico: nada más y nada menos.

En su familia había un total de siete hijos, y él era el cuarto, contando de mayor a menor. Era una familia bastante numerosa y, por alguna razón, sus padres distribuían todo su amor entre sus hermanos, pero nunca hacia él. Era muy consciente de esto, aunque no podía entender el motivo del porque ellos lo tenían todo y el nada.

A diferencia de sus queridos hermanos, él no tenía ninguna sirvienta asignada. Bueno, en realidad sí había una, pero esta no le pertenecía directamente, ya que era la criada encargada de la administración de la familia. A pesar de ser la única persona que parecía preocuparse por él, no tenía mucho tiempo para atenderlo, por lo que solo la veía de vez en cuando

La relación con sus hermanos era pésima y siempre lo estaban intimidando.

Muy pocas veces se le permitían ver a sus padres, y había días en los que ni siquiera recibía comida, obligándolo a pasar hambre.

Estuvo bastante tiempo observando a sus hermanos para averiguar el motivo por el que no recibía el mismo trato que ellos. Después de un tiempo, descubrió muchas cosas. Por ejemplo, todos en su familia eran especiales en comparación con él. Otra de las cosas que notó fue que ellos poseían rasgos faciales únicos. Él, en cambio, era todo lo opuesto a sus hermanos.

Gracias a sus observaciones, el pequeño comenzó a desear ser como ellos. Para lograrlo, debía ser igual de especial que sus hermanos y así captar la atención de sus padres. Si no tengo algo que me haga destacar desde nacimiento, no tengo otra opción más que crearlo, pensó. Lo único que anhelaba era que sus padres se fijaran en él y le dieran el mismo trato que a los demás, aunque las pocas veces que veía a su madre ella siempre lo quería lejos y lo maltrataba en cuanto lo veía.

Fue así como tomó la decisión de estudiar y solo estudiar. Durante toda la primaria y la secundaria, se enfocó únicamente en sacar las mejores notas para llamar la atención de sus padres. Sin embargo, nada salió como había planeado. Sus padres nunca le dieron la importancia que él deseaba, y su obsesión por alcanzar la excelencia académica le provocó una profunda ansiedad. Esta ansiedad lo llevó a comer en exceso, y con el tiempo engordó considerablemente.

Años después, se enteró por su hermana mayor, una de las pocas personas que lo trataba bien, de una verdad que lo marcó profundamente: él no era hijo de la mujer que consideraba su madre. En realidad, era fruto de una relación entre su padre y una adolescente de 17 años, quien había sido vendida por su familia a cambio de beneficios financieros o políticos. En resumen, era un compromiso sin amor, arreglado por las familias de ambos. 

Al enterarse de la verdad, todas las preguntas sobre su familia finalmente habían sido respondidas. Ahora, todo tenía sentido.

De no ser por su hermana mayor, jamás se habría enterado y habría seguido viviendo como un tonto, ignorante de todo, el resto de su vida.

Durante ese momento, la furia que sentía era indescriptible. Un odio profundo lo consumía, tanto hacia ellos como hacia sí mismo, por haber pasado tantos años intentando llamar su atención.

Su madre había muerto al darlo a luz, debido a la fragilidad de su cuerpo. Para su mala suerte, ella era la única que podía haberle dado el amor que tanto anhelaba.

A pesar de todo, mantenía una relación bastante buena con su hermana mayor. Ella había sido muy cercana a su madre, y eso los unía. También se llevaba bien con la criada, quien siempre se preocupaba por él. Aunque la relación entre los tres no era extremadamente estrecha, ambas hacían lo posible por apoyarlo y pasar tiempo con él cuando podían. Esto lo ayudó a tomar una decisión: dejar de lado todo lo relacionado con su familia y enfocarse en sus propios deseos y metas.

El tiempo pasó. Terminó la secundaria con honores y, con la ayuda de su hermana, se mudó lo suficientemente lejos como para asegurarse de no volver a ver a su familia nunca más.

Comenzó a trabajar y a estudiar la carrera que realmente deseaba. Su vida había comenzado desde cero y todo marchaba a la perfección. Tenía su propia casa, un empleo bien remunerado y cursaba la carrera de Ingeniería en Sistemas, algo que siempre había soñado. Nada podía salir mal.

Por primera vez en su vida, no necesitaba la aprobación de sus padres ni de nadie. Esta independencia lo hacía sentir libre, una sensación que jamás había experimentado antes. Finalmente, estaba viviendo la vida que siempre había deseado.

Lo único que le hubiera encantado tener era una familia. En lo más profundo de su corazón, solo deseaba una cosa que parecía imposible: conocer a su madre e intercambiar aunque fuera unas pocas palabras.

En segundo año de su carrera comenzaron las dudas, las cuales no dejaban de picarle la cabeza y molestarlo con las típicas preguntas que todo el mundo se hace en algún momento de su cursado: "¿Esta carrera es para mí?", "¿Me veo en un futuro haciendo esto?", y un sinfín más de preguntas que lo llevaron a revivir aquella depresión que, años atrás, solo eran malos recuerdos.

Recuerdo que en ese momento me planteé dejar la carrera. Lo recuerdo perfectamente porque, a partir de ese instante, todo comenzó a caerse de nuevo, Medito en su cabeza mientras su tono se volvía mucho más triste y oscuro.

Cualquiera diría que necesitaba más tiempo para tomar una decisión de tal peso, pero la razón por la que todo se vino abajo fue el mal juicio que tomé en ese momento.

Si tan solo…

¡Si tan solo hubiera decidido dejar la carrera en ese preciso momento, no estaría en este lugar sucio y en este estado!

¿Qué sería de mí ahora si hubiera dejado de cursar esa carrera y no la hubiera conocido?, se preguntó en su cabeza mientras no paraba de llorar en su cama. Seguido, se respondió a sí mismo en su mente: Seguramente mi vida no se habría venido abajo como lo hizo.

-Continuara-