Nivel 1: Comienzo desde Zero
Capítulo 03: "Todo se termino"
Y así es como terminé viviendo de esta manera…
Perdí mi trabajo por culpa de los ataques de pánico. Vivo a duras penas en una casa que alquilo con mis ahorros. Como todo tipo de comida chatarra debido a mi ansiedad. Me la paso jugando videojuegos y durmiendo. Durante todo el día, eso es lo único que hago. Ya no tengo ganas de salir, y ni siquiera sé si quiero seguir viviendo.
Me arrepiento completamente de haber seguido esa carrera. Tendría que haberla dejado en cuanto pude, pero por culpa de mi inocencia y estupidez, me dejé llevar. Y aquí estoy, arruinado y viviendo a duras penas.
De pronto, dejó de meditar y se quedó durante unos segundos mirando hacia su habitación mientras estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en la pared.
Le dolía tanto que las cosas hubieran terminado de esta manera, que a veces todavía dudaba de que aquella chica le hubiera hecho eso. Era algo difícil de creer, algo que jamás imaginó que podría suceder.
Sin embargo, si había algo que realmente le molestaba y le recordaba lo ingenuo y virgen que había sido, era el hecho de que su confianza había sido traicionada. Se había abierto completamente con esa chica, y ella se aprovechó de sus buenas intenciones. Lo cierto es que era la primera vez que hablaba con una amiga. Es más, era su primera amiga, ya que durante toda su vida nunca le había dado importancia a ese tipo de cosas.
Para mala suerte de Ezechiel, su falta de experiencia en relaciones, sumada a las malas intenciones de la chica, le jugaron en contra de una manera sorprendente.
Ah, mi vida es un desastre, pensó con una expresión triste, mientras sus ojos permanecían clavados en el suelo.
Sabía perfectamente que ya estaba arruinado y que no tenía mucho por hacer. Sus esperanzas estaban por debajo de cero, y consideraba que no había forma de volver atrás.
"Estoy aburrido…" murmuró tras un suspiro.
Rápidamente levantó la mirada y observó el televisor que llevaba encendido quién sabe cuánto tiempo.
"Ya no quiero jugar más videojuegos…" añadió para sí mismo.
"Ya jugué bastante ese juego de fantasía popular"
Para lo único que sirvo es para ese juego, reflexionó con amargura. Al principio era divertido: un típico juego de fantasía donde ibas progresando poco a poco y enfrentándote a otros jugadores. Pero, por alguna razón, ya le había perdido el gusto.
"¿Será porque lo jugué días y horas sin parar" se preguntó.
Sí, definitivamente, debe ser eso, concluyó con desgano.
Mientras intentaba encontrar alguna forma de pasar el tiempo, un pequeño crujido lo tomó por sorpresa.
¿Y ese ruido?
Lo volvió a escuchar, y, para su sorpresa, no era otra cosa que su estómago exigiendo algo para comer o, quizás, para calmar su ansiedad.
Se levantó de la cama y, al hacerlo, recordó algo importante: su destino no podía ser el refrigerador, porque hace unas horas había terminado el último sándwich que le quedaba. Así que, resignado, comprendió cuál era su nuevo objetivo.
Oh, no, no, no… ¡No puedo creer que ya no tenga más comida! se lamentó, llevándose las manos a la cabeza. ¡Me quiero matar!
No le preocupaba demasiado tener que salir, aunque le fastidiaba la idea de hacer algo de ejercicio. Sin embargo, había llegado al punto en el que no le gustaba hablar con otros; de hecho, consideraba que cualquier conversación requería un esfuerzo sobrehumano. En pocas palabras, se había convertido en un completo vago, al menos en lo que respecta a socializar.
Caminaba a duras penas por el mar de basura mientras los dedos de sus pies sufrían algún que otro pinchazo. Sin embargo, antes de llegar al lugar donde tenía la ropa para cambiarse, un sonido llamó su atención:
¡Riin! ¡Riing! ¡Riin! ¡Riing!
Uh, otra vez no…
Se acercó lentamente al celular, que no dejaba de sonar.
Espero que no sean ellos amenazándome… o algún tipo de la facultad burlándose otra vez, pensó con ansiedad.
Desde que había recibido aquellas amenazas, Ezechiel había desarrollado una especie de fobia hacia los celulares y, especialmente, hacia las redes sociales. Pero ya no solo eran amenazas: también eran burlas constantes de un montón de personas desconocidas.
El caso de Ezechiel se había vuelto bastante famoso en su facultad, y durante los primeros días no paraba de recibir mensajes o llamadas de números desconocidos diciéndole una infinidad de cosas horribles, como "Violador", "Sucio", "Acosador" y otras palabras igual de hirientes.
¿Cómo había obtenido toda esa gente su número? La respuesta era simple: la chica lo había difundido por toda la facultad, buscando molestarlo aún más.
Todo aquello lo había llevado a desarrollar una fobia hacia los celulares.
Con pasos lentos y mucho miedo, se acercó a la pequeña mesa donde yacía el teléfono. Con un tacto delicado, lo sujetó y miró quién estaba llamando. Esta vez no aparecía el nombre de la chica ni "número desconocido", como solía ser.
¡Es mi hermana! pensó con alegría.
No tardó ni un segundo en aceptar la llamada.
"¡Hola! ¿Cómo estás, hermano? Dijo una voz familiar al otro lado de la línea.
¿Estás comiendo bien? ¿Cómo te has sentido últimamente?
En esos momentos difíciles, lo único que podía subirle un poco los ánimos era hablar con su hermana o con su criada, dos personas irremplazables en su vida. Sin embargo, notó algo extraño en el tono de su hermana. Su voz, normalmente cálida y segura, sonaba ahora vacilante, como si algo grave estuviera sucediendo.
"Hola… hola, hermana."
"Estoy muy feliz de que me llames. No te imaginas cuánto te extraño."
"Justo ahora estaba a punto de irme a comprar algo…" dijo Ezechiel, pero fue abruptamente interrumpido por su hermana, quien cambió su tono de forma drástica.
"Hermano, hace poco nos llegó una denuncia de acoso sexual y, gracias a que nos lo dijiste antes, pudimos prepararnos con antelación para defenderte, pero…"
El silencio que siguió llenó a Ezechiel de incomodidad.
"¿Pero…?" Preguntó, con timidez en su voz.
"Las cosas se salieron de control, y papá está como loco porque la idea de ocultar la denuncia ya no es posible. Los medios de comunicación están interviniendo, y dice que ya no hay nada que hacer. Es más, me pidió que te llamara para decirte que vuelvas a casa de forma inmediata."
De nuevo, un silencio incómodo llenó la llamada.
"Lo siento, hermano" dijo su hermana con un tono derrotado.
"¿Por qué te disculpas, hermana?" preguntó Ezechiel, confundido y temblando.
Sabía lo que estaba ocurriendo, pero no quería creerlo. Sus piernas y brazos temblaban tanto que apenas lograba mantenerse en pie.
"Lo siento mucho, hermano. Papá se rindió. Pagó un monto para que las cosas se resolvieran rápido y no trajeran inconvenientes a las empresas, así que… la policía emitió una orden de captura."
"¿Qué…?" Menciono confundido.
"Si no vienes ahora, la policía irá a buscarte."
Al escuchar esas palabras, las piernas de Ezechiel cedieron, y cayó de rodillas al suelo.
"¡Lo siento mucho, hermano! ¡Lo siento tanto!" repetía su hermana, su voz quebrándose con cada palabra.
"Hice todo lo posible para que esto no pasara…" añadió en un tono que destilaba tristeza.
La cabeza de Ezechiel no dejaba de dar vueltas. El mundo parecía colapsar a su alrededor. Quería gritar, pero las palabras no salían.
Estaba furioso, impotente, y no podía dejar de llorar.
Ahora si, todo se habia derrumbado.
"¿¡Qué hiciste todo lo que pudiste!?"
"¡No hiciste nada!"
"¡Seguro que me vendiste, igual que ese maldito padre!"
"¡Seguro que ni siquiera me crees!"
"¡En este momento debes estar pensando que soy un maldito acosador o violador!"
"¡Todos piensan igual!"
"¡Todos me odian!"
"¡Nadie quiere dejarme ser feliz ni una vez en la vida!"
Ezechiel rompió en llanto.
"¿Por qué nadie me quiere?"
"¿Por qué todos me traicionan?"
Al otro lado de la línea, su hermana no dejaba de pedirle disculpas al escuchar esas palabras cargadas de dolor. Sin embargo, después de unos segundos, Ezechiel simplemente colgó el teléfono. La conversación quedó suspendida en un silencio definitivo.
Comprendía la situación de su hermana y sabía que no mentía. Desde pequeño, ella había sido de las pocas personas que le habían extendido una mano cuando más lo necesitaba. Aunque entendía que no era culpa de ella, la furia y el enojo del momento lo llevaron a descontrolarse y desahogarse con ella.
Era, en parte, comprensible: estaba a punto de ir a prisión, y sabía que su vida, a partir de ese momento, sería mucho peor de lo que ya había sido. Sin embargo, le dolía haberle gritado de esa manera, especialmente a su hermana mayor.
"Todo se terminó" expresó, arrodillado entre el tumulto de basura.
-CONTINUARA-