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Chapter 9 - Capítulo 09: “¡Nuestro hijo!”

La situación era complicada. Habían logrado escapar a duras penas de la

ciudad. Sin embargo, justo cuando pensaron que habían recuperado su libertad,

un grupo especial de individuos comenzó a seguirles el rastro.

El recorrido desde la ciudad hasta la casa, casi destruida y apenas en

pie, había sido costoso en todos los sentidos. Cada tramo del camino estaba

plagado de pequeños obstáculos, y a esto se sumaban los perseguidores, quienes

no parecían dispuestos a permitirles escapar bajo ninguna circunstancia.

El bosque en el que se encontraban estaba repleto de ramas, lomas,

espinas, huecos, insectos y animales de todo tipo. Caminar por allí era una

tarea difícil; los obstáculos ralentizaban su avance y ponían a prueba su

resistencia.

Sin embargo, el mayor de los problemas para esta pareja no eran el bosque

ni los perseguidores que los acechaban. El verdadero desafío era que la mujer

estaba embarazada y a punto de dar a luz. No es que el embarazo fuese una

desventaja en sí mismo, pero, en aquellas circunstancias, era una complicación

significativa. Tener que atravesar una zona tan hostil mientras lidiaban con

las dificultades de un parto inminente resultaba agotador.

Si tan solo se tratara de un embarazo de algunos meses, la situación

sería diferente. Pero el bebé estaba a punto de nacer, y eso complicaba todo

aún más.

A pesar de las adversidades, lograron sobrevivir y encontrar refugio en

una pequeña casa oculta en el bosque. El camino recorrido y los esfuerzos

realizados eran dignos de admiración, especialmente los de la mujer, quien, con

una determinación asombrosa, consiguió contener a su hijo hasta llegar a un

lugar seguro donde pudiera sentarse y prepararse para el parto.

Sin embargo, el camino y los esfuerzos que había hecho durante todo el

recorrido eran desgarradores.

Por un momento, el hombre pensó que iba a perder a su hijo. Estaba

asustado por todo lo que habían vivido, pero su principal miedo estaba centrado

en los perseguidores: si los encontraban, todo estaría acabado. Además, tenía

claro que priorizaría a su esposa antes que a su hijo. Para él, ella era mucho

más importante.

Una de sus mayores preocupaciones era imaginarse siendo encontrado por

los perseguidores justo después del nacimiento de su hijo. Solo pensarlo lo

abrumaba. No obstante, cuando su mujer, en medio de dolores y a punto de dar a

luz, lo miró con una expresión llena de determinación, algo dentro de él

cambió.

Aunque estaba lleno de dudas y no sabía qué hacer, la mirada de su esposa

activó algo en su interior, dándole la confianza necesaria.

Por lo general, los partos eran asistidos por mujeres con experiencia,

pero allí no había nadie más que ellos dos. No tuvo más opción que ayudar a su

esposa si deseaba ver nacer a su hijo.

Siguiendo las indicaciones de su mujer, quien había participado en

algunos partos de sus amigas, hizo lo que pudo para tranquilizarla y asistirla.

Su objetivo era sacar a su hijo con vida de entre las piernas de su esposa.

Durante el proceso, cortó un pedazo de tela de su ropa y se lo puso en la boca

a su mujer para que lo mordiera con fuerza, evitando que hiciera ruido. Por

nada del mundo podía gritar; si lo hacía, los perseguidores podrían escucharlos

y encontrarlos.

Por suerte, todo salió bien, y su precioso hijo nació sano.

En cuanto sostuvo al bebé entre sus manos, todo el estrés, el nerviosismo

y el miedo se desvanecieron como si nunca hubieran existido. Incluso él mismo

se sorprendió, pero comprendió que la felicidad de ver a su hijo era algo único

y maravilloso.

La emoción lo desbordó. Sin pensarlo, lo acercó a su rostro y comenzó a

acariciarlo con ternura.

Estoy tan feliz… Tan feliz de que estés aquí, pensó con una sonrisa que no podía ocultar.

Pensar que sería padre de un hijo de la persona que más amo en el mundo…

¡Todavía no puedo creerlo!

Una ola de arrepentimiento lo invadió, pero la alegría no lo dejó

detenerse.

¡Qué idiota fui al pensar que no deberías nacer por nuestro bien! ¡Lo

siento mucho… Lo siento mucho, hijo!

Mientras meditaba, las lágrimas resbalaban por su rostro, mezclándose con

una sonrisa llena de amor y gratitud.

"¡Este es mi hijo!" exclamó con entusiasmo.

El miedo de que su hijo naciera y terminara sufriendo por su culpa lo

había estado persiguiendo en cada momento. ¿Qué necesidad había de traer un

hijo al mundo si no serían capaces de cuidarlo y brindarle todo el amor que

necesitaba? Desde su punto de vista, hacer algo así era un acto de gran

irresponsabilidad.

Su esposa chasqueó la lengua.

"¡Nuestro hijo!" aclaró, haciendo una mueca tierna.

En ese momento, sintió el verdadero terror al escuchar aquellas palabras,

propias del comunismo.

Ella estaba recostada, bastante cansada, como se podía observar, y no era

para menos. Se había pasado caminando todo el día y, encima, acababa de dar a

luz.

"Tienes toda la razón, Ariel. Se trata de nuestro hijo", dijo él mientras

ponía al bebé en los brazos de su esposa y le besaba la frente.

"¡Qué lindo que es!"

"¡Qué lindo que es!"

"¿¡Cómo puede ser tan lindo!?"

"¡Es mi hijo!"

"¡Es mi hijo!"

Al oírla decir eso, no pudo evitar pensar lo siguiente:

¿Y ahora quién es la mala?

¿No se supone que era nuestro hijo?

Aunque mejor me callo. Ella da mucho miedo cuando la contradigo.

A veces, las cosas era mejor pensarlas antes de decirlas. O al menos, así

lo creía él. Entre

los hombres, se sabe que existe una regla básica e invisible: un esposo nunca

debe discutir con su esposa, pues siempre tiene las de perder, sin importar lo

que diga. La derrota está definida en el mismo momento en que el hombre intenta

buscar pelea.

"Es una combinación de tus rasgos, Inir, y los míos… Aunque así debe ser

un hijo, ¿verdad?" Termino riendo torpemente.

Verla tan animada y feliz le daba una sensación de plenitud que parecía

añadirle años de vida. Sus expresiones eran hermosas y únicas.

"¡Tienes razón! Tiene tus ojos rosas y mi piel morena. Es el fruto de

nuestro amor, Ariel." Dijo mientras se sentaba a un lado de su mujer,

acurrucándose juntos.

Estuvieron varios minutos sentados, uno al lado del otro, disfrutando del

momento.

En un momento, el pequeño parecía estar muy interesado en sus puntiagudas

orejas, por lo que Ariel no dudó en acercar las suyas para que su hijo jugara.

Sin embargo, mientras los observaba, deseaba también poner sus orejas para que

su hijo se divirtiera con él. A pesar de esto, pensó que era un momento lindo,

así que decidió no intervenir y dejó que ambos disfrutaran.

"No te pongas celoso de tu hijo, Inir. Después te dejo morderlas… si

quieres.", dijo Ariel con una expresión seductora y sonrojada.

Esas palabras lo descolocaron, pero de una manera agradable. Que su mujer

le enviara señales de querer hacerlo lo excitaba. El único problema era que

ella era una verdadera fiera en la cama, y él terminaba agotado rápidamente.

Estaba convencido de que el problema era ella: era demasiado buena y nunca se

cansaba. En el fondo, siempre ocultaba la vergüenza de sentirse físicamente

débil.

En realidad, era malo en todo lo relacionado con lo físico, pero muy

bueno en lo intelectual.

"¡Eh!… ¡Ehhh!… no estoy celoso, pero… acepto con gusto", respondió Inir,

nervioso por lo inesperado de las palabras de su amada.

Su sonrisa permaneció firme. Estaba viviendo un momento hermoso.

¡Esto es hermoso!

Me cuesta creer que, aunque estemos en un lugar tan simple, siento que

estoy en el paraíso. No sé cómo será el paraíso, pero este lugar podría serlo.

Estar aquí con mi esposa e hijo es algo que nunca imaginé. Estoy feliz. Espero

que podamos tener más momentos en familia como este.

Cuando sea más grande, quiero enseñarle a hablar, leer y escribir. Quiero

que vea la belleza de este mundo, a pesar de sus imperfecciones.

Quiero verlo encontrar a la mujer de su vida, como yo lo hice.

Jejeje, falta mucho para todo eso. Me emocioné demasiado. Pero será lindo

ver cómo mi hijo crece y cumple sus sueños, tal como lo hicimos Ariel y yo.

Pensó, y soltó un suspiro de cansancio y satisfacción.

-CONTINUARA-