Chereads / Los Ciclos del Destino / Chapter 7 - Capítulo 7: La Tempestad de los Mil Años

Chapter 7 - Capítulo 7: La Tempestad de los Mil Años

El aire en el Gran Salón del Juicio estaba cargado de tensión, como si el mundo mismo contuviera la respiración ante el estallido de una tormenta inminente. Los ancianos del clan observaban a Kael y Lynara con miradas incrédulas y temerosas, mientras la energía en el ambiente se intensificaba hasta convertirse en un zumbido ensordecedor.

Kael, envuelto en un aura dorada que vibraba con una fuerza incontrolable, sintió la furia y la desesperación mezclarse en su interior. Sin embargo, ese poder que lo llenaba también era desconocido, como un río desbordado que amenaza con arrasar todo a su paso. Su mirada se fijó en Darien, que blandía su espada espiritual envuelta en una llama negra que devoraba la luz.

—Kael, te lo advertí. Esta rebelión solo tendrá un final: tu destrucción —dijo Darien, su voz resonando con una confianza implacable.

Kael levantó la mano, y un torrente de energía se lanzó hacia Darien, una explosión de poder puro que desgarró el aire. Pero Darien, con un movimiento ágil, desvió el ataque con su espada, provocando una onda expansiva que hizo temblar los muros del salón.

Lynara observaba la escena, su mirada fija en su hijo. Sabía que Kael no estaba listo para controlar el inmenso poder que acababa de despertar. Dio un paso adelante, extendiendo la mano hacia él.

—Kael, calma tu espíritu. Este poder es tuyo, pero si no lo dominas, te destruirá.

Antes de que pudiera decir más, una risa profunda resonó en el salón. Desde las sombras, figuras encapuchadas comenzaron a emerger. Eran los guerreros ocultos del clan, un grupo de élite cuya existencia era conocida solo por los más altos rangos. Su líder, un hombre de ojos como brasas encendidas, dio un paso al frente, irradiando un poder que incluso superaba al de los ancianos.

—Lynara, tu intervención ha sido interesante, pero hasta aquí llega tu osadía —dijo el hombre, cuya voz parecía vibrar con una autoridad inhumana.

El suelo comenzó a resquebrajarse bajo sus pies, y un vórtice de energía oscura surgió a su alrededor. Los cielos fuera del salón se cubrieron de nubes negras que giraban en un remolino colosal, mientras relámpagos rojos y dorados iluminaban la escena. Fenómenos sobrenaturales comenzaron a manifestarse: el aire se llenó de un aroma metálico, como el preludio de una tormenta, y extrañas grietas dimensionales aparecieron, mostrando vislumbres de reinos desconocidos.

Kael apretó los dientes, su cuerpo temblando mientras intentaba mantener el control de su poder. Alzó la mano y lanzó un ataque hacia el líder de los guerreros ocultos, pero este lo desvió con un simple movimiento, como si fuera un juego.

—Tu fuerza es impresionante, joven, pero inexperta. Te aplastará antes de que puedas utilizarla plenamente.

Lynara no perdió tiempo. Sabía que el único modo de ganar tiempo para su hijo era enfrentarse a estos enemigos. Con un movimiento elegante, desató una energía tan intensa que el aire pareció cristalizarse a su alrededor. Sus ojos brillaban con un tono esmeralda, y su presencia se hizo tan poderosa que incluso los ancianos dieron un paso atrás.

—Si quieren llegar a mi hijo, tendrán que pasar sobre mi cadáver.

Los guerreros ocultos avanzaron hacia Lynara, desatando técnicas ancestrales que hicieron temblar la tierra. Uno de ellos, un maestro del viento, convocó una tormenta de cuchillas que volaban hacia ella. Lynara respondió levantando una barrera de energía que desintegró el ataque al contacto. Sin embargo, los enemigos eran muchos y estaban bien coordinados.

Mientras tanto, Kael luchaba por mantener el control. Su poder fluctuaba, y aunque era capaz de competir con los ancianos del clan, cada ataque que lanzaba parecía consumirlo más rápidamente. Cada vez que bloqueaba o devolvía un golpe, su cuerpo se debilitaba un poco más.

En medio del caos, una figura permanecía inmóvil: Kaelion, el líder del clan y padre de Kael. Su mirada se mantenía fija en la escena, pero no hizo movimiento alguno para intervenir. En su interior, una lucha silenciosa se desarrollaba. Por un lado, su instinto de líder le decía que debía detener a Lynara y Kael para preservar la estabilidad del clan. Por otro, su corazón titubeaba al ver a Lynara, la mujer que una vez amó profundamente. Sin embargo, su lealtad ahora estaba con Valeria, la madre de Darien.

—Kaelion, ¿qué esperas? —dijo Valeria, con un tono que mezclaba furia y exigencia.

Pero Kaelion permaneció inmóvil, su silencio fue más elocuente que cualquier palabra.

Mientras la batalla alcanzaba su clímax, el poder de Lynara comenzó a mostrar sus límites. Aunque era capaz de enfrentarse a los guerreros ocultos, sus movimientos se volvían más lentos y sus ataques menos precisos. Finalmente, uno de los enemigos logró herirla, un corte profundo en su brazo izquierdo que hizo que cayera de rodillas.

Kael, al verla en peligro, sintió una ira descomunal que alimentó una última explosión de poder. Con un rugido, desató una ola de energía dorada que barrió a los guerreros más cercanos. Sin embargo, ese ataque también drenó lo poco que le quedaba de energía. Su cuerpo tembló y cayó al suelo, incapaz de moverse.

En ese momento, un rayo colosal cayó desde el cielo, atravesando el techo del Gran Salón y partiendo el altar de obsidiana en dos. El aire se llenó de un silencio antinatural, como si el mismo tiempo se hubiese detenido. Una figura comenzó a emerger entre los escombros, envuelta en una luz cegadora.

—Este no es el final de Kael Veylith, ni de su madre —dijo una voz profunda, resonante, que parecía provenir de todas partes y de ninguna a la vez.

La batalla se detuvo momentáneamente mientras todos los presentes dirigían su mirada hacia el origen de aquella voz, conscientes de que el destino del clan acababa de cambiar para siempre.