El Gran Salón del Consejo del Clan Veylith era una estructura colosal, con pilares de ónice que se elevaban hacia un techo abovedado decorado con estrellas luminosas que imitaban el firmamento nocturno. Aquella sala había sido testigo de los juicios más trascendentales de la historia del clan, pero esa noche, su atmósfera era sofocante, cargada de tensión y expectativas.
Kael estaba arrodillado en el centro, con cadenas de obsidiana envolviendo sus muñecas y tobillos. Estas no eran cadenas comunes: drenaban su energía espiritual, dejando su cuerpo debilitado y su mente fragmentada.
"Kael Veylith," resonó la voz del Gran Anciano Thalos, un hombre cuya presencia imponía respeto y temor por igual. "Estás aquí para responder por los cargos de traición y conspiración contra tu propio clan. ¿Cómo te declaras?"
Kael alzó la vista, su mirada llena de rabia e incredulidad.
"No he traicionado a nadie. Soy inocente."
Un murmullo recorrió la sala. Los ancianos, sentados en sus tronos elevados, intercambiaron miradas cargadas de dudas y desconfianza. Algunos parecían incómodos, como si estuvieran atrapados en una red de decisiones que no deseaban tomar.
Darien, el primogénito del líder del clan, observaba desde un lado de la sala con una expresión fría y calculadora. A su lado, su madre, Valeria, mantenía una sonrisa apenas perceptible, como si ya conociera el desenlace de aquella farsa.
"Las pruebas hablan por sí mismas," continuó Thalos, levantando una tableta luminosa que proyectaba imágenes en el aire. Las escenas mostraban a Kael en las Ruinas Sombrías, junto a figuras encapuchadas intercambiando un objeto brillante.
Kael miró las imágenes con incredulidad.
"¡Eso es falso!" exclamó, su voz quebrándose. "Nunca hice nada de eso. Ni siquiera sé qué es ese objeto."
Valeria se levantó con elegancia, atrayendo todas las miradas.
"Kael, las imágenes son claras. Además, hay testigos."
Kael apretó los puños, luchando contra la impotencia. "¿Qué testigos? ¡Esto es un montaje!"
Soren dio un paso al frente, su porte altivo y su mirada llena de desprecio.
"Yo soy uno de los testigos. Vi a Kael conspirando con figuras del Reino Exterior. Vi cómo aceptaba aquel artefacto prohibido."
Kael lo miró con incredulidad.
"¡Soren! Tú sabes que eso no es cierto. ¿Por qué estás haciendo esto?"
Soren esbozó una sonrisa fría, llena de superioridad.
"Porque la verdad no importa cuando el clan está en peligro. Tus acciones amenazan nuestra estabilidad, Kael. Lo que estoy haciendo es proteger a los nuestros."
Antes de que Kael pudiera responder, otra figura emergió de entre los asistentes. Era Lyara.
Kael sintió como si el tiempo se detuviera. Su corazón latía con fuerza, y una chispa de esperanza lo iluminó por un instante.
"Lyara... Diles la verdad. Diles que esto es un error."
Lyara caminó con seguridad hasta el centro, su mirada fija en Kael. No había rastro de duda ni de remordimiento en sus ojos.
"Kael Veylith es culpable," dijo con voz firme. "Lo vi en las Ruinas Sombrías, conspirando con fuerzas exteriores. Aceptó el artefacto prohibido y habló de rebelarse contra el clan."
El impacto de aquellas palabras fue devastador. Kael sintió como si una daga invisible se hundiera en su pecho.
"Lyara..." Susurró, apenas capaz de pronunciar su nombre.
Ella sostuvo su mirada, fría como el hielo.
"Si realmente amaste alguna vez al clan," continuó Lyara, "acepta tu destino y no sigas arrastrándonos contigo."
"¿Por qué?" La voz de Kael era un eco de desesperación. "¿Por qué me haces esto?"
Lyara dio un paso adelante, inclinándose hacia él lo suficiente para que solo Kael pudiera escuchar.
"Porque a tu lado no hay futuro," murmuró. "Con Darien, puedo tenerlo todo. Poder real, un lugar legítimo en este mundo. Tú solo eres un obstáculo."
Kael sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor.
Valeria intervino antes de que la atención pudiera desviarse. "Las pruebas son irrefutables. El mismo confidente de mi hijo y esta joven han testificado contra ti. Ancianos, el veredicto es claro."
Los murmullos se intensificaron entre los ancianos. Algunos miraban a Kael con compasión, otros con desconfianza.
Uno de ellos, un hombre de cabello plateado llamado Eldrin, alzó la voz. "El despertar del poder de Kael es una bendición para el clan. Si lo condenamos, podríamos estar cortando nuestras propias alas. Propongo una investigación más profunda antes de tomar una decisión."
Otro anciano, visiblemente influenciado por Valeria, se levantó. "Eldrin, las pruebas son suficientes. No podemos permitir que un traidor permanezca entre nosotros, independientemente de su potencial."
La discusión se volvió caótica, con voces enfrentadas llenando el Gran Salón.
De repente, un aura abrumadora silenció a todos. El líder del clan, Kaelion Veylith, entró en la sala con paso firme. Su presencia era imponente, y cada movimiento suyo irradiaba poder.
"Padre..." Kael susurró, su voz cargada de esperanza y miedo.
Kaelion caminó hasta el trono principal y tomó asiento, observando a su hijo con una expresión inescrutable.
"He escuchado los cargos y las pruebas," dijo finalmente, su voz resonando como un trueno. "Kael, ¿tienes algo más que decir en tu defensa?"
Kael lo miró con desesperación. "Padre, soy inocente. Esto es un complot. ¡Nunca traicionaría al clan!"
Kaelion permaneció en silencio durante unos momentos, evaluando a su hijo. Finalmente, habló.
"Las pruebas son contundentes, y las palabras de los testigos no pueden ser ignoradas. Ancianos, ¿cuál es vuestro veredicto?"
Uno a uno, los ancianos dieron su voto. Algunos, como Eldrin, se opusieron, pero la mayoría estuvo a favor de la condena.
"Kael Veylith," dijo Kaelion, su voz fría como el acero, "has sido hallado culpable de traición. La sentencia es la muerte."
Kael sintió como si el suelo se desmoronara bajo él.
Mientras los guardias lo arrastraban, Kael miró a Soren y Lyara. Ambos lo observaron con una calma imperturbable, como si ya lo consideraran un hombre muerto.
"Espero que todo esto haya valido la pena," murmuró, su voz llena de dolor y rabia.
Lyara inclinó la cabeza ligeramente, con una sonrisa cruel. "Más de lo que imaginas."
Kael fue arrastrado fuera del Gran Salón por los guardias del clan, mientras las cadenas de obsidiana seguían drenando su energía espiritual. Su corazón estaba destrozado, no solo por la sentencia, sino por la traición de aquellos en quienes había confiado. Cada paso que daba hacia su celda era un recordatorio de su impotencia.
El aire en las mazmorras era frío y húmedo. Los muros de piedra parecían absorber toda esperanza, y el silencio solo se rompía por el goteo constante de agua en la distancia. Los guardias lo empujaron con brusquedad dentro de una celda oscura, cerrando la puerta con un estruendoso golpe metálico.
Kael se desplomó en el suelo, sus cadenas tintineando mientras intentaba controlar su respiración. Su mente estaba llena de preguntas y una única certeza: esto había sido planeado desde el principio.
—¿Cómo pudo todo cambiar tan rápido?— susurró para sí mismo, su voz apenas un eco en la oscuridad.
El recuerdo de Lyara, mirándolo sin remordimientos, era como una espina clavada en su pecho. Durante años, había creído que ella lo comprendía, que lo apoyaba. Ahora, esa ilusión se había desmoronado, dejando tras de sí un vacío insoportable.
—Kael.
La voz era apenas un murmullo, pero resonó con fuerza en la celda. Kael levantó la cabeza, su cuerpo tenso ante la intrusión. En la penumbra, una figura emergió de entre las sombras. Era Eldrin, el anciano que había intentado defenderlo durante el juicio.
—Eldrin— Kael se puso de pie con dificultad, tambaleándose ligeramente. —¿Qué haces aquí?
Eldrin miró a ambos lados, asegurándose de que no había guardias cerca antes de hablar.
—Esto no es justicia, Kael. Muchos de nosotros lo sabemos. Pero la influencia de Valeria es demasiado fuerte. Su control sobre el consejo ha crecido en los últimos años, y con Darien como su sucesor, temen desafiarla.
Kael apretó los puños. —Entonces, ¿simplemente me entregarán para satisfacer sus ambiciones? ¿Nadie hará nada?
Eldrin suspiró profundamente. —Algunos queríamos detener esto. Pero con las pruebas y los testigos... No hay manera de revertirlo sin un milagro. Y ahora, con tu madre...
Kael lo interrumpió, su voz un rugido desesperado. —¿Qué pasa con mi madre?
Eldrin dudó, pero finalmente habló. —Está siendo vigilada. Saben que intentará intervenir por ti, y si lo hace, Valeria tiene planes para silenciarla también.
El cuerpo de Kael tembló de ira. —¡No permitiré que le hagan daño!
—No puedes hacer nada desde aquí— respondió Eldrin con tristeza. —Pero si hay algo que puedo hacer por ti, dímelo ahora. No tengo mucho tiempo antes de que me descubran aquí.
Kael lo miró, su mente trabajando frenéticamente. —No confíes en las palabras de Valeria ni en sus promesas. Protege a mi madre como puedas... Y encuentra pruebas reales de mi inocencia.
Eldrin asintió. —Haré lo que pueda. Pero ten cuidado, Kael. No estás solo en esta celda. Los ojos de Valeria y Darien están en todas partes.
Con esas palabras, Eldrin se desvaneció en las sombras, dejándolo solo nuevamente.
Mientras tanto, en una sala privada del palacio, Valeria estaba sentada en un trono pequeño pero elegantemente decorado. Frente a ella, Darien y Lyara se mantenían de pie, con expresiones estoicas.
—Han hecho bien— dijo Valeria, su voz suave pero cargada de autoridad. —Kael era una amenaza para nosotros. Ahora que está fuera del camino, el futuro del clan está asegurado.
Lyara, por primera vez desde el juicio, habló. —¿Y qué pasa si su madre intenta intervenir? Ella es respetada entre los ancianos.
Valeria sonrió, fría y calculadora. —Ya he tomado precauciones. Si intenta algo, será desacreditada. Nadie querrá escuchar las palabras de una mujer rota por el dolor de perder a su hijo. Además... —hizo una pausa, mirando directamente a Lyara— ...tú has cumplido tu parte. Darien será tu prometido, y juntos gobernarán cuando llegue el momento.
Los ojos de Lyara brillaron con ambición. —Eso era todo lo que deseaba. Con Darien a mi lado, alcanzaré un poder real.
Darien no mostró emoción alguna, pero sus pensamientos eran claros. La traición de Kael había sido un golpe estratégico, eliminando a su único rival por la posición de líder.
—Madre, ¿cuándo será ejecutado?— preguntó finalmente.
Valeria alzó una ceja. —Mañana al amanecer. Pero aún queda un detalle. Asegúrate de que Kael no intente escapar. Su poder puede estar sellado, pero nunca subestimes la fuerza de la desesperación.
Darien asintió y salió de la habitación, seguido por Lyara.
En la celda, Kael no podía dormir. Su mente era un torbellino de emociones: dolor, rabia, desesperación. Pero por encima de todo, un pensamiento persistía: proteger a su madre.
—No puedo quedarme aquí. No mientras ellos planean destruir todo lo que amo.—
Comenzó a observar su celda, buscando una debilidad en sus paredes o en las cadenas que lo ataban. Pero todo estaba diseñado para contener incluso al cultivador más poderoso.
Un guardia se acercó a la celda, golpeando los barrotes con una vara. —Deja de moverte. No tienes a dónde ir.—
Kael lo ignoró, su mente trabajando frenéticamente. Tenía que encontrar una salida, o al menos una manera de advertir a su madre antes de que fuera demasiado tarde.
El amanecer estaba cerca, y con él, su ejecución.