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Chapter 4 - Capítulo 4: La Trampa del Destino

Los cielos se teñían de rojo mientras el sol descendía en el horizonte, cubriendo el vasto territorio del Clan Veylith con una ominosa penumbra. Kael había pasado las últimas horas entrenando, explorando los límites de su recién descubierto poder. Sentía cómo la energía fluía dentro de él como un torrente indomable, un poder que todavía no comprendía por completo.

Mientras tanto, en el interior del palacio principal, Valeria observaba a Lyara desde su trono privado. La madre de Darien había planeado este momento con precisión quirúrgica.

"Sabes que Kael no tiene un lugar real en este clan," dijo Valeria con su habitual tono frío y calculador. "Su despertar es un peligro, no solo para Darien, sino para todo lo que hemos construido."

Lyara, de pie frente a ella, mantenía la cabeza baja. Sabía que enfrentarse a Valeria no era una opción, pero su corazón estaba dividido.

"Él no es una amenaza... es un buen hombre," susurró Lyara, aunque sus palabras carecían de la fuerza suficiente para desafiar a Valeria.

"Un buen hombre no te dará lo que mereces. Tú aspiras a algo más, Lyara. Lo sé. Y yo puedo ofrecértelo."

"¿Qué es lo que quieres que haga?"

Valeria sonrió, como un depredador que ha acorralado a su presa. "Conduce a Kael a las Ruinas Sombrías. Hay algo que necesito que encuentre allí. Algo que probará su verdadera lealtad al clan."

"¿Y si se niega?"

"No lo hará. Kael confía en ti. Siempre lo ha hecho."

Lyara cerró los ojos, recordando el momento en que conoció a Kael. Era solo una niña cuando un noble arrogante del Reino Exterior la había empujado al barro durante una visita al mercado. Kael, quien pasaba por casualidad, había intervenido, desafiando al niño y ayudándola a levantarse. Desde entonces, había visto en Kael una fuerza y bondad que pocos poseían.

Pero esa bondad no le daría poder ni un lugar en la cima.

"Y si lo hago, ¿qué ganaré?" preguntó Lyara, finalmente alzando la vista.

"Todo lo que siempre has deseado. Te casarás con Darien, y cuando él herede el trono, gobernarás a su lado. Juntos, serán invencibles."

El corazón de Lyara latió con fuerza. Aquella promesa era demasiado tentadora para rechazarla.

Kael se encontraba en el jardín trasero del palacio cuando Lyara lo buscó. Su rostro mostraba una preocupación sincera, una actuación que había ensayado cuidadosamente.

"Kael, necesito tu ayuda," dijo, acercándose apresuradamente.

"¿Qué ocurre, Lyara?"

"Descubrí algo en las Ruinas Sombrías. Un artefacto que podría ser crucial para el clan... y para ti. Pero no puedo hacerlo sola. Necesito que vengas conmigo."

Kael frunció el ceño. "¿Un artefacto? ¿Por qué yo? ¿Por qué no pediste ayuda a los ancianos?"

"Porque no confío en ellos." Lyara tomó su mano con fuerza, mirándolo directamente a los ojos. "Kael, esto podría cambiarlo todo. Por favor, confía en mí."

Kael dudó por un momento, pero la sinceridad en los ojos de Lyara lo convenció.

"De acuerdo. Vamos."

El camino hacia las Ruinas Sombrías fue silencioso. La luna llena iluminaba su trayecto, mientras la brisa nocturna traía consigo un aire de inquietud. Al llegar a las ruinas, Kael se detuvo. El lugar estaba envuelto en sombras, y el ambiente era pesado, como si una presencia invisible los observara.

"¿Dónde está el artefacto?" preguntó Kael, mirando a su alrededor.

Antes de que Lyara pudiera responder, un sonido metálico rompió el silencio. De las sombras surgieron varios guerreros, encabezados por Soren, el confidente de Darien.

"Kael Veylith, estás bajo arresto por conspiración y traición contra el Clan Veylith," declaró Soren con voz firme.

Kael dio un paso atrás, atónito. "¿Traición? ¡Esto es un error!"

Los guerreros avanzaron con cadenas oscuras, hechas de un material que drenaba la energía espiritual. Kael se preparó para luchar, pero una mirada a Lyara lo detuvo.

"Lyara... ¿qué está pasando?"

Ella apartó la vista, incapaz de sostener su mirada.

"Lyara, mírame." Su voz tembló, y por primera vez en años, Kael sintió miedo. "Dime que no tenías nada que ver con esto."

Lyara cerró los ojos, incapaz de responder.

"¡Dime!"

"Lo siento, Kael," susurró, sus palabras apenas audibles.

El mundo de Kael se vino abajo. La traición lo golpeó más fuerte que cualquier espada. Intentó resistirse, pero los guerreros lo superaron en número. Las cadenas se cerraron alrededor de sus muñecas, drenando su fuerza.

Mientras lo arrastraban hacia el palacio, su mirada permaneció fija en Lyara, quien se quedó inmóvil, con lágrimas silenciosas cayendo por su rostro.

"Esto no ha terminado," murmuró Kael mientras desaparecía en la distancia.