En la sala principal del palacio del Clan Veylith, la atmósfera estaba cargada de solemnidad. Los muros de mármol negro brillaban bajo la luz de los cristales flotantes, mientras figuras importantes del clan se movían con un aire de elegancia fría. En el centro de la sala, sentado en un trono tallado en obsidiana, Darien observaba con una expresión calculadora. Su porte altivo y la luz dorada que emanaba de sus ojos dejaban en claro que era el primogénito del líder del clan, un hombre destinado al poder.
A su lado, Valeria estaba de pie, con la misma frialdad en sus gestos. Su figura irradiaba autoridad, incluso más que la de su propio hijo. El mensaje que había recibido de Soren esa misma noche no le había dejado dormir. Cada palabra resonaba en su mente: un poder desconocido, un dragón ancestral, y el nombre de Kael.
Darien rompió el silencio, su voz profunda y calculada.
—Madre, ¿es cierto lo que Soren ha informado? ¿Un poder que no pertenece a nuestro linaje despertando en el bastardo de Kaelion?
Valeria asintió, con los ojos entrecerrados y los labios tensos.
—Lo he confirmado. Soren no mentiría en algo tan grave. Kael no es un simple niño, Darien. Su poder podría ser la amenaza más grande que hemos enfrentado.
Darien se inclinó hacia adelante, sus dedos golpeando el reposabrazos del trono con un ritmo lento y deliberado.
—¿Y qué sugieres que hagamos? No podemos permitir que ese niño gane influencia. Si su poder crece... podría ser visto como un rival por las otras facciones. Incluso podría desviar la atención del consejo.
Valeria, con la mirada fija en el suelo como si estuviera calculando cada posibilidad, respondió con calma.
—Primero, debemos vigilarlo. Soren se encargará de seguir cada uno de sus movimientos. Segundo, debemos sembrar la duda en aquellos que podrían apoyarlo. Y tercero... si llega a representar un verdadero peligro, nos aseguraremos de que su vida termine antes de que su poder madure.
Darien dejó escapar una risa breve, carente de humor.
—¿Eliminarlo? Madre, estás subestimando a Kaelion. Aunque no ame a ese niño, no permitirá que algo le suceda. Si actuamos precipitadamente, podríamos provocar su ira.
Valeria lo interrumpió, su tono lleno de autoridad.
—Kaelion está cegado por su propia ambición. No hará nada mientras piense que Kael no es una amenaza directa para su posición. Pero eso nos da tiempo, y el tiempo es todo lo que necesitamos.
En ese momento, un guardia entró en la sala, inclinándose profundamente.
—Señora Valeria, Lord Darien, Soren ha llegado. Trae noticias urgentes.
Darien asintió con un gesto, y el guardia desapareció por la puerta. Poco después, Soren entró, su rostro serio pero controlado. Caminó hasta el centro de la sala y se arrodilló ante ellos.
—Mis señores, tengo más información sobre lo que ocurrió en el bosque.
Darien hizo un gesto para que continuara.
—Habla, Soren. No tengo tiempo para historias largas.
Soren alzó la cabeza, con la mirada fija en Darien.
—Vi algo más que el despertar del poder de Kael. Ese lugar... las Ruinas de Mirval. Están llenas de una energía antigua, y no fue coincidencia que Kael y su madre estuvieran allí. Ella lo llevó a propósito. Lo preparó para ese momento.
Valeria apretó los labios, un destello de irritación pasando por sus ojos.
—¿Estás sugiriendo que Elara sabía lo que iba a ocurrir?
Soren asintió lentamente.
—No solo lo sabía, lo planeó. Y hay algo más... —hizo una pausa, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar—. El dragón ancestral que Kael invocó no es un espíritu ordinario. Es una entidad vinculada a los antiguos protectores de las ruinas. Creo que su madre sabía exactamente lo que despertaría al llevarlo allí.
El silencio se hizo en la sala, pesado como una losa. Valeria miró a Darien, quien ahora tenía los ojos entrecerrados, su mente trabajando rápidamente.
—Esto no es solo una amenaza para ti, hijo mío. Es una amenaza para todo el clan. Si Kael logra desatar el verdadero poder de esas ruinas, podría atraer a facciones externas... o peor, al consejo de ancianos. No podemos permitirlo.
Darien se levantó de su asiento, su figura alta y dominante proyectando una sombra sobre Soren.
—Entonces, actuemos antes de que sea demasiado tarde. Madre, ¿qué propones?
Valeria se acercó a su hijo, colocando una mano en su hombro.
—Primero, desestabilizaremos a Elara. Si ella es la clave para que Kael continúe creciendo, debemos eliminar su influencia. Segundo, asegurémonos de que Kael esté demasiado ocupado enfrentando obstáculos menores como para que pueda concentrarse en su cultivo. Y tercero, prepara a tus hombres, Darien. Si llega el momento de actuar directamente, no titubearemos.
Darien asintió, su expresión endureciéndose.
—Kael no verá lo que se avecina. Pero cuando sea el momento... acabaremos con él.
Valeria miró a Soren una última vez.
—Vuelve a vigilarlo. Quiero un informe detallado de cada paso que den, cada palabra que digan. No podemos permitir errores.
Soren inclinó la cabeza, su lealtad inquebrantable.
—Será como ordene, mi señora.