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Chapter 6 - ¿Que Deberia Hacer?

Después de un tiempo de haber practicado con el balón, me sentí muy aburrido de jugar solo. A pesar de que había dominado el balón casi por completo, no había ningún reto que me desafiara y no sabía qué hacer a continuación. La sensación de que todo se había vuelto monótono y predecible comenzó a invadirme, como si ya no hubiera más por descubrir. Pero, al ser tan pequeño, no podía jugar en la calle ni inscribirme en una academia de fútbol, lo que limitaba mis opciones para mejorar.

Me quedé allí, mirando el balón en mis manos, pensando en cómo podría mejorar mis habilidades y encontrar nuevos desafíos. El sistema, aunque similar a una inteligencia artificial, solo me daba recomendaciones generales sobre cómo mejorar mis habilidades y me proporcionaba información, pero no era nada mágico. Era útil, pero no suficiente. Mi mente, inquieta y siempre buscando más, ansiaba algo más que simples sugerencias. Quería encontrar una forma de mejorar mis habilidades de manera más rápida, más efectiva, algo que me hiciera sentir que estaba progresando de manera significativa y no estancarme en hacer solo una actividad.

Intenté replicar habilidades observando programas de televisión, ya que en esta época no existe el internet tal como lo conocia. Sin embargo, este esfuerzo resultó ser casi completamente inútil. Aunque observaba con atención, la información proporcionada por la televisión era superficial y limitada, lo que hacía difícil captar los detalles técnicos o prácticos necesarios para desarrollar cualquier habilidad de forma adecuada. Además, la mayoría de habilidades o cualidades que lograba copiar solo serían copias basura que nunca podría mejorar por lo que solo me sirvió para conocer mejor mi poder de copia.

Me senté en el suelo, con las piernas cruzadas, y comencé a pensar en todas las opciones que tenía. Podría practicar el atletismo para mejorar mi velocidad y resistencia. O tal vez podría aprender técnicas de parkour, que me ayudarían a mejorar mi agilidad y coordinación, habilidades esenciales para el fútbol. También podría practicar la natación, lo que no solo me ayudaría a mejorar mi resistencia, sino también a fortalecer mis músculos y cordinación. La posibilidad de aprender algo nuevo me emocionaba, ya que era consciente de que cualquier habilidad adicional podía contribuir a mi desarrollo como futbolista.

Sin embargo, también pensé en disciplinas que no estuvieran relacionadas con el fútbol, pero que podrían ayudarme a mejorar mentalmente. Quizás algo parecido al ajedre como el Go o el Shoji. Practicar juegos de estrategia para desarrollar una mente aguda, la capacidad de anticipar movimientos y tomar decisiones rápidas, algo que sin duda podría mejorar mi capacidad para analizar situaciones y reaccionar en el campo de fútbol. La idea de entrenar mi mente, de desarrollar mi capacidad de razonamiento y estrategia, me emocionaba tanto por que así podría estar más cerca de descubrir la omnisciencia en el campo de fútbol la habilidad que tanto anhelaba.

"Mostrarles a mis padres de lo que soy capaz fue, sin duda, una de las mejores decisiones que he tomado", pensé, recordando cómo había sido todo hasta ese momento. Durante mucho tiempo había ocultado mi verdadero potencial, temeroso de que no comprendieran la magnitud de mis habilidades. Pero al mostrárselos, me liberé de esa carga de esconderme. Ahora, al menos, ya no tenía que preocuparme por mantenerme en silencio y tener cuidado con cada paso que daba, temiendo ser descubierto. De repente, el peso de la duda y la preocupación desapareció, y pude ser yo mismo, sin restricciones. También supe que esto abriría nuevas posibilidades, pero tendría que planear mis siguientes pasos cuidadosamente.

Algunos días después, hice un descubrimiento que cambiaría mi rutina de entrenamiento. Resulta que en nuestra propia casa había un gimnasio privado, un espacio donde mi padre entrenaba a menudo y mi madre de vez en cuando. El hecho de que estuviera allí todo el tiempo y nunca me hubiera dado cuenta me pareció increíble. Al principio no lo había visto como una opción para mí, pero ahora, con ese conocimiento en mente, comencé a pensar en cómo podría aprovechar ese espacio para seguir perfeccionando mis habilidades.

Un día, con la determinación en los ojos, me acerqué a mi padre y le dije: "Papá, ¿puedo entrenar contigo para ser fuerte como tú?". Él se sorprendió al escucharme, pero también noté un brillo de orgullo en su mirada. "Claro, hijo, vamos a entrenar juntos. Veremos cómo te va". Fue una de las decisiones más emocionantes que tomé. Sabía que esto me permitiría mejorar no solo físicamente, sino también en mi vida diaria, tanto en el campo de fútbol como fuera de él.

Comencé mi entrenamiento con él en el gimnasio, y aunque tenía conocimiento previo sobre cómo entrenar de manera efectiva, me sentía ansioso por descubrir si mi memoria muscular se había transferido a mi nuevo cuerpo. No sabía si la destreza que había adquirido en mi vida anterior se aplicaría aquí, pero estaba decidido a averiguarlo. Mi padre, con su experiencia y sabiduría, me enseñó cómo hacer ejercicios de fuerza y resistencia, cómo mejorar mi coordinación y agilidad. Me mostró las formas correctas de correr, saltar, girar y controlar mi cuerpo de manera eficiente. Yo fingía que me costaba aprender, que me esforzaba mucho para realizar los ejercicios correctamente, pero en realidad, ya sabía la mayoría de las cosas que él me enseñaba o podría preguntarle a mi sistema ejercicios para mejorar una característica específica por ejemplo mi explosividad al correr o mi salto vertical, entre muchas otras.

Mi memoria muscular, esa sensación de haber hecho los movimientos antes, me permitió realizarlos con facilidad. Sin embargo, me divertía fingir que era un principiante, un novato que se esforzaba por aprender. Me gustaba ver la sonrisa de satisfacción en el rostro de mi padre cuando me veía ejecutar un ejercicio correctamente. Aunque me sentía como si estuviera haciendo algo simple, la satisfacción de ver su aprobación me motivaba aún más.

Después de cada sesión de entrenamiento, me sentía agotado, pero al mismo tiempo, una profunda sensación de satisfacción invadía mi cuerpo. Sabía que estaba mejorando cada día, y ese progreso era un motivador inquebrantable. A cualquiera que haya entrenado alguna vez le diría que es difícil dejar de esforzarse cuando los resultados comienzan a verse, y yo no era la excepción. Cada gota de sudor, cada repetición, cada minuto de esfuerzo, se sentían como pasos hacia una versión mejorada de mí mismo. Esa sensación de mejora constante me tenía enganchado.

El entrenamiento no solo me estaba ayudando a mejorar mi físico, sino que también estaba fortaleciendo mi mente. Había algo en el esfuerzo físico que, de alguna manera, conectaba mi cuerpo y mi mente de una manera única, teniendo una conexión con la forma en que entrenaba en mi otra vida. No solo me sentía más fuerte, sino también más seguro, más capaz de enfrentar cualquier reto que se me presentara. Mi cuerpo y mi mente estaban en total armonía, y esa conexión me hacía sentir más vivo que nunca.