Me desperté con una sensación muy extraña, como si algo en mi interior hubiera cambiado drásticamente. Mi mente estaba llena de imágenes y sensaciones confusas, tan vívidas que me resultaba difícil distinguir entre lo que era real y lo que no. Recordaba un sueño que había tenido, un sueño tan claro, tan intenso, que aún sentía la confusión y el desorden que me dejó. Era como si una parte de mí hubiera viajado a otro mundo, uno donde las reglas de la realidad no se aplicaban en su totalidad. "Wow, eso ha sido impresionante", me dije a mí mismo, tratando de sacudirme la sensación de irrealidad y ensoñación que me envolvía.
Al abrir los ojos, me di cuenta de inmediato de que algo no encajaba. La habitación en la que me encontraba no era la mía. No estaba en la familiaridad de mi cuarto, rodeado de mis cosas. En cambio, estaba en una habitación algo lujosa, decorada con muebles elegantes y un estilo que nunca antes había visto. Había una gran ventana frente a mí, por donde entraba la luz del sol, cálida y acogedora, llenando la habitación de una atmósfera casi mágica. Me sentí atraído por esa luz y, sin pensarlo, me levanté de la cama y me acerqué a la ventana, sintiendo una extraña mezcla de curiosidad y emoción.
Al mirar por la ventana, me quedé sin aliento. El paisaje que se extendía ante mí era tan hermoso que parecía sacado de un sueño. Un jardín exuberante, lleno de flores de colores brillantes, árboles altos que se movían suavemente con la brisa, todo bajo un cielo claro y azul. Era tan perfecto, tan sereno, que no pude evitar preguntarme si realmente estaba despierto o si todo esto era solo una ilusión, un sueño del cual no podía despertar.
Me di la vuelta, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. La habitación era igualmente impresionante, con un estilo que sugería riqueza y sofisticación pero no era ostentoso. Había un espejo grande en una de las paredes, y decidí acercarme a él para ver cómo me veía. Al mirarme, la sorpresa se apoderó de mí. En lugar de ver a un joven de 18 años, vi a un niño pequeño, de alrededor de dos años, con ojos grandes y curiosos que reflejaban la misma confusión que sentía. Me pregunté en mi mente ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo podía estar viendo un reflejo de un niño tan pequeño? El sueño, todo lo que había vivido, ¿En verdad fue real?
"¿Qué pasó en serio?", me pregunté en voz baja, mi mente tratando de entender el giro inesperado que había dado mi vida. "¿Estoy en Blue Lock?" La pregunta salió de mi boca sin pensarlo, con una mezcla de incredulidad y desconcierto. Mi voz sonaba débil y temblorosa, y por un momento me sentí completamente perdido, como si hubiera caído en un mundo que no conocía y al que no pertenecía.
Fue entonces cuando, de manera inesperada, una ventana apareció en el aire frente a mí, como si hubiera sido invocada por mi propia confusión. Salto una notificación diciendo sistema cargado. Una voz profunda y calmada emergió de esa ventana, como un eco que resonaba en la habitación. "Si ha tu pregunta", respondió la voz, con una claridad que me hizo dar un paso atrás mientras decia, "ahora estás en el mundo de Blue Lock. Me presento, soy tu sistema. Estaré aquí para asistirte en lo que necesites, brindándote información sobre este nuevo mundo y ayudándote con diversas funciones."
Me quedé mirando la ventana, atónito, tratando de procesar la enormidad de lo que acababa de escuchar. Mi mente parecía no ser capaz de asimilar todo lo que estaba sucediendo, me pellizque tratando de despertar pero no funciono. Me sentía como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar, como si todo fuera una construcción de mi subconsciente. "¿Cuántos años tengo?", pregunté, intentando encontrar alguna normalidad en medio de este caos.
"Tienes dos años con dos meses exactos", respondió el sistema de manera precisa, como si no hubiera ninguna duda al respecto. La respuesta me dejó aún más desconcertado, pero mi mente intentó agarrarse a algún punto de referencia.
Entonces, una nueva pregunta surgió en mi mente. "¿Cuál es mi nombre actual?", pregunté, sintiendo la necesidad de saber más sobre mi identidad en este nuevo mundo.
"Tu nombre es Omnio Invictus y significa el todo invencible", respondió el sistema, "pero todos te apodan Kokuryu."
La información me golpeó como un rayo. No solo había cambiado mi edad, sino también mi identidad. ¿Quién era este Omnio Invictus? ¿Por qué me llamaban Kokuryu? Pero la preocupación por mi identidad fue rápidamente reemplazada por una nueva pregunta. "¿Y mis padres?", pregunté, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Mis padres estaban aquí también? ¿Serían parte de esta nueva realidad?
"Tu padre se llama Kenshin Dominus y tu madre se llama Yosei", respondió el sistema. "Vienes de una familia poderosa y rica, no solo en Japón, sino en todo el mundo. Sin embargo, han preferido llevar una vida discreta, manteniendo un perfil bajo y buscando una vida normal lejos de la fama y la atención."
Me sentí muy triste ya que no volvería a ver a nadie de mi ahora vida pasada recordando a mis personas queridas y todos los momentos que pase con ellos. Después de un rato me resigne a que tendría que hacer lo posible por olvidarlos o esconder esos recuerdos en mi mente y vivir literalmente una nueva vida.
También me sorprendí ya que no solo había sido transportado a un mundo nuevo, sino que también había nacido en una familia de gran poder y riqueza. Todo esto era demasiado para procesar de inmediato, pero el sistema no me dejó tiempo para reflexionar demasiado.
Dejando pasar un poco mi sorpresa consulte al sistema pidiendo una evaluación para que me dijera que tendría que hacer.
"Lo primero que debes hacer", continuó el sistema, "es adaptarte a tu nuevo cuerpo físico. Sin embargo, lo más importante en este momento es que fortalezcas tu mente. Aunque en teoría tienes 18 años mentales, físicamente tienes la mente de un niño de dos años. Es esencial que aprendas a controlar tus emociones y comportamientos impulsivos, propios de tu edad física. Solo así podrás desarrollar la capacidad de tomar decisiones informadas y reflexivas para tu futuro."
Me sentí aún más abrumado por la cantidad de información que estaba recibiendo. Era como si me estuvieran lanzando a un océano de conocimientos y responsabilidades sin ninguna preparación. Sin embargo, una parte de mí también se sentía emocionada. Tenía la oportunidad de reinventarme, de ser alguien completamente diferente, alguien mejor.
A medida que pasaban los días, comencé a notar cambios en mi cuerpo y mente. Mi coordinación mejoraba, mi equilibrio se hacía más preciso, y sentía que, poco a poco, mi mente comenzaba a adaptarse a las lecciones del sistema. Cada día que pasaba, me sentía más capaz, más fuerte.
Hasta que cumplí tres años, seguí una rutina de ejercicios tanto físicos como mentales, los cuales el sistema me proporcionaba. Algunos eran directrices claras, mientras que en otros casos, el sistema solo me daba pistas, dejándome descubrir por mí mismo qué debía hacer. Entendi que tendría que tomar decisiones de manera autónoma teniendo que pensar en como debería actuar en el presente y futuro.