Chapter 23 - ¿Amar?

Bajo el amparo de unas mantas de seda y almohadas tan blancas como la nieve,

dos cuerpos yacían entrelazados. Como ramas en el viento, compartían la calidez

de su cercanía, sus pieles eran un testigo silencioso. El tiempo parecía haberse detenido, perdido en la pasión de un encuentro que desafiaba la

monotonía de las horas.

"¿Fue de tu agrado?" preguntó él con un tono pausado, que escondía entre las

palabras una pizca de vanidad y una necesidad de confirmación.

Ella, con los labios entreabiertos por el esfuerzo reciente, no respondió de

inmediato. En lugar de eso, giró su rostro hacia él, permitiendo que su cabello

cayera en ondas desordenadas sobre la almohada. Sus ojos, llenos de un brillo

que mezclaba satisfacción y ternura, buscaron los de él.

"Si necesitas preguntarlo, quizás no fuiste tan bueno como crees", respondió

ella finalmente, con una sonrisa juguetona que rompía la seriedad de su tono.

Él soltó una carcajada baja, profunda, mientras extendía su mano para acariciar

el delicado rostro de la joven.

"Eres tan cruel como hermosa, pero tus ojos te traicionan. Hablan más de lo que

tus labios permiten".

Ella no respondió. En cambio, dejó que el peso de su cabeza descansara contra

el pecho de él, encontrando refugio en la amplitud de su abrazo. La cercanía

era un lenguaje en sí mismo, uno que no necesitaba palabras.

"Deberías marcharte ya", murmuró ella después de un rato, su voz apenas audible

pero cargada con un matiz que oscilaba entre la dulzura y una vaga incomodidad.

Sus palabras parecían un recordatorio de que los mundos en los que ambos vivían

eran paralelos, destinados a cruzarse brevemente pero nunca a entrelazarse por

completo.

El hombre alzó la mirada hacia la ventana. La intensidad del sol le recordó que

el mediodía estaba cerca y que había dejado el resto de sus responsabilidades

demasiado tiempo atrás. Deslizó sus brazos con cuidado, apartándola de su

regazo, y se levantó. Mientras se vestía con calma, el ruido del roce de su

traje con la cama llenó el silencio de la habitación.

Antes de ponerse los zapatos, sintió la mano de ella rodear su muñeca. Su toque

era ligero, como si temiera que al apretarlo demasiado pudiera romper algo

frágil.

"Dime, ¿volverás pronto?" preguntó ella; esta vez no había lugar para el juego

en su voz.

 

Él no contestó de inmediato. Terminó de ajustarse los zapatos y se inclinó

hacia ella, dejándole un ligero beso en la frente.

 

"Pronto", dijo; la palabra quedó en el aire, abierta a interpretaciones.

 

La joven que apenas tapaba su cuerpo con una tela observó cómo él se marchaba. Justo antes de cruzar la puerta, ella susurró:

 

 

 

"Hasta luego, Elmer".