Chapter 28 - Llanto

El líder miró a John con una frialdad imperturbable y ordenó que se encargara de lo que quedaba dentro de la casa. Sin más palabras, John avanzó hacia la puerta, y apenas cruzó el umbral, los gritos comenzaron a resonar en el interior. Desde fuera, los demás escuchaban aquellos desgarradores alaridos mientras se ocupaban de los restos de Enix, preparando su cuerpo con una brutalidad ceremoniosa. Lo ataron a un palo, con la cabeza descansando sobre su propio pecho.

Ninguno de los hombres mostró pena, tristeza o ira. Simplemente observaban con expresiones endurecidas por la vida que habían elegido. Sabían que este tipo de trabajos a menudo exigían sacrificios, aunque ninguno imaginaba que uno de los suyos caería en esta ocasión.

Al cabo de unos minutos, John emergió de la casa. Su rostro, su armadura y hasta sus botas estaban cubiertos de sangre. Respiraba pesadamente. El líder, el hombre de la capucha roja, se acercó a él y le preguntó en tono bajo, casi despectivo:

"¿Y bien? ¿Te encargaste del hermano?"

John lo miró, visiblemente desconcertado. Era evidente que no había esperado encontrar a alguien más allí. "No, solo había mujeres y niños. Ni rastro de un hombre adulto", respondió, con una frialdad que contrastaba con la carnicería que acababa de ejecutar.

El líder se quedó completamente perplejo ante la respuesta de John. Eso no era lo que quería escuchar. Según los informes que había recibido, Paulus jamás abandonaría a su hermano, así como Elmer no se alejaría de él; ambos eran protectores mutuos y se cuidaban las espaldas. En su mente, empezaron a resonar palabras de maldición y frustración. La tranquilidad que había mantenido hasta ahora se desvaneció de golpe.

"¡Todos, movámonos de inmediato!" exclamó con voz cortante. Sin perder tiempo, los hombres obedecieron, y en cuestión de segundos corrieron hacia el interior del pueblo, arrastrando el cuerpo de Enix sobre el suelo. No podían permitirse dejar ninguna evidencia de su presencia.

La urgencia en sus movimientos se hizo evidente. Corrían con rapidez, el peso de su misión incrementado por la incertidumbre. Sabían que, si alguien había escapado, debían encontrarlo antes de que el rumor de su ataque se extendiera y los pusiera en peligro.

Los gritos de personas y niños aún resonaban a lo lejos mientras se internaban más en el pueblo. Algunos de los hombres se tomaban su tiempo para acabar con las víctimas que aún encontraban. El líder, visiblemente furioso, detuvo su marcha abruptamente en el centro de la aldea.

"John, dile a todos que se dejen de tonterías y terminen el trabajo de una maldita vez. ¡Los quiero aquí ya!" exclamó, con la voz cargada de irritación. Sin responder, John asintió y se alejó rápidamente. "Brik, Tinix, hagan lo mismo. Y tú, Paul, encárgate de llevar el cuerpo", agregó, señalando el cadáver de Enix.

Poco a poco, los miembros del grupo se reunieron alrededor del líder. Sus atuendos, originalmente blancos, ahora estaban manchados de un rojo profundo, mezcla de sangre y tierra. Las voces de los recién llegados se mezclaban en comentarios burlescos.

"Uno de nosotros ha muerto", murmuró alguien en voz baja, apenas conteniendo una sonrisa.

"¿Cómo pasó eso?", preguntó otro, con tono sarcástico.

"Un aldeano que intentaba proteger a su familia, por lo visto", respondió uno de los hombres, esbozando una risa burlona. "¡Ja! Eso sí que es de idiotas".

"¿Y quién fue?", insistió alguien más.

"Leíned", respondió con indiferencia.

"¡Jajaja! Ese estúpido", soltó otro entre carcajadas. Algunos del grupo reían sin respeto ni interés. La camaradería brillaba por su ausencia entre ellos, y la suerte de sus compañeros caídos les era completamente indiferente.

Ya reunidos, los once miembros se encontraban en silencio, algunos mostrando sorpresa al notar que no solo uno había sido lo suficientemente descuidado como para caer. Sin embargo, todos comprendían que no era el momento para expresar dudas o dejarse llevar por la incertidumbre. El líder se colocó en el centro y, con voz firme, rompió el silencio.

"Aún no es momento para relajarse. Hay una maldita rata que sigue suelta. ¿Quiénes de ustedes estuvieron por la zona del monte, donde había dos casas?"

"Yo", respondió uno de los hombres.

"Y yo, señor", dijo el otro.

"Bien. Ustedes dos, den un paso adelante", ordenó el líder, sin apartarles la mirada. Los hombres obedecieron.

"Cuando estuvieron en esa área, ¿no vieron a ninguna persona dentro de esas casas? ¡Responden ahora!"

Uno de los hombres, temblando, comenzó a hablar, con voz entrecortada:

"No, señor. Cuando llegamos a esas casas, estaban completamente vacías, tanto de personas como de pertenencias."

"¿Entonces no encontraron a nadie? ¿Ni siquiera un cuerpo?" preguntó el líder, tratando de contener su frustración.

"No, señor", respondió el hombre, sin poder evitar temblar.

"¡Maldita sea, maldita sea!" exclamó el líder, dejando que la ira lo dominara. En un arrebato de furia, se quitó la máscara y la capucha, revelando un rostro tenso y furioso. La expresión de desesperación en su cara era evidente. Los hombres a su alrededor se miraban entre sí, preocupados. La calma que solía transmitir su líder parecía haberse desmoronado.

En ese momento, Brik y Tinix aparecieron detrás de unos árboles, ambos jadeando, como si hubieran venido corriendo. Tinix, con voz entrecortada, anunció:

"Señor, creemos que hemos encontrado a quien estaba buscando."

La mirada del líder se clavó en ellos. "¿Dónde?" exigió, con voz firme.

"No se preocupe, señor. John ya se está encargando de eso", respondió Tinix, esforzándose por calmarlo mientras señalaba hacia el bosque.

El líder respiró aliviado, aunque aún le quedaba una chispa de inquietud. Sabía que John era un experto; si alguien podía acabar con la misión sin dejar cabos sueltos, era él. Sin embargo, necesitaba confirmar que toda la situación estuviera completamente bajo control.

"¿Y cómo están seguros de su ubicación exacta?" preguntó el líder en un tono severo, esperando una respuesta precisa.

Brik, algo nervioso, respondió: "El Señor John dijo que se encargaría personalmente. Fue él quien encontró al Hermano, pero no estaba solo; como había más sobrevivientes, él nos ordenó asegurarnos de que los mataremos. Así que nos separamos; nosotros interceptamos a una mujer embarazada y a una sirvienta. Entre ellas encontramos unas pertenencias".

Tinix avanzó y, en un movimiento cuidadoso, extendió un papel hacia el líder. "Esto es lo que encontramos, señor", explicó mientras entregaba un dibujo. El líder lo miró y su expresión se endureció. En el papel, reconoció de inmediato a la esposa del último Firebrand que quedaba.

Una sonrisa tenue apareció en su rostro, pero aún no era momento de relajarse. Había cumplido casi toda la misión, pero faltaba acabar con el último objetivo. Con una expresión decidida, se volvió hacia sus hombres y declaró: "Muy bien, ayudaremos a John. No quiero que haya oportunidad de escape para ese último Firebrand. Terminemos el ‐trabajo."

Antes de que el líder pudiera terminar de hablar, un llanto resonó en el aire, interrumpiendo su orden. Los hombres giraron la vista hacia el sonido, y allí, entre la sangre que corría con la lluvia, vieron a un niño descalzo y con la ropa desgarrada. Sus pies desnudos se manchaban con el barro. Su expresión parecía perdida, como si hubiera sido atraído hasta ese lugar por la desesperación de un último refugio.