A lo lejos, Aziel observó a Kaini, quien respiraba de forma agitada tras haber corrido. Los ojos de Kaini reflejaban una mezcla de sorpresa y confusión. Era una reacción natural para alguien que no comprendía lo que acababa de suceder.
El momento no permitía descanso: el peligro que había dejado atrás podía aparecer en cualquier momento. A pesar de las dudas en su mente, decidió aceptar su presencia como su única salida.
"Aziel, ¿qué haces aquí? ¡Vámonos!", exclamó Kaini, sujetando la mano de su amigo y tirando de él.
Sin embargo, al tomarlo de la mano, Kaini notó algo extraño.
Al bajar la mirada, observó un líquido rojo en la palma de Aziel. Al principio pensó que era agua de la misma lluvia o el sudor; claramente el tono rojizo no dejaba lugar a duda, era sangre.
La expresión de Kaini se congeló en un instante de horror. El porqué de esa reacción, él mismo no lo sabía, solo tenía conciencia de que nada de eso era natural. Soltó la mano de Aziel y dio unos pasos hacia atrás, tropezando con los cuerpos que yacían en el suelo, sin apartar la mirada de su amigo.
De repente, un destello blanco en el horizonte captó su atención.
Era uno de los asesinos que, con una velocidad impresionante, se dirigía hacia ellos. El peligro se hacía cada vez más palpable; Kaini sintió cómo el miedo lo invadía al comprender que la amenaza no había desaparecido.
"¡Aziel!", gritó Kaini, desesperado, intentando advertirle del peligro.
El asesino, John, reaccionó rápidamente.
Con un solo impulso, lanzó una patada directa a la cabeza de Aziel, haciéndolo retroceder varios metros y desplomarse en el suelo.
Kaini observó la escena, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. El asesino se acercaba lentamente hacia él. Sus ojos de Kaini se abrieron de par en par, reflejando un pánico visceral; la amenaza se sentía demasiado próxima.
Mientras tanto, John alzó la vista y, al mirar a su alrededor, quedó paralizado. Los cuerpos de sus compañeros, incluido su líder, yacían esparcidos por el suelo, inmóviles. Un espanto repentino invadió su mente, sumiéndolo en una maraña de pensamientos confusos.
"¿Qué pasó aquí? ¿Cómo pudo ocurrir esto?", se preguntó con desesperación.
Retrocedió unos pasos, vacilante, como si el peso de la realidad lo estuviera aplastando. Sus pies se movían de un lado a otro, mientras su rostro expresaba una mezcla de desconcierto y un terror absoluto. Entonces, algo inesperado ocurrió: comenzó a reír. La carcajada brotó de sus labios como un reflejo involuntario, una reacción que ni él mismo comprendía, como si su mente se negara a aceptar lo que tenía frente a los ojos.
"¿Qué demonios sucedió?", murmuró entre risas, volviendo la vista hacia Kaini.
Pero su risa no estaba sola. Una risa aún más intensa, profunda y desgarradora resonó en el ambiente, quebrando el silencio de manera perturbadora.
"¡Juajajaja…!"
Tanto John como Kaini giraron la cabeza hacia la fuente de aquella carcajada escalofriante. Ante ellos, Aziel estaba de pie, tambaleándose ligeramente, con los ojos fijos en el suelo. Su cuerpo parecía sostenido únicamente por sus piernas, mientras sus manos se aferraban al suelo.
"¡Esto es… increíble! ¿Es muy increíble?" gritó Aziel, su voz vibrante y cargada de una intensidad sobrenatural.
John sintió algo desconocido, un miedo que se filtraba hasta sus huesos. El aura que emanaba de Aziel no era natural; cada fibra de su ser le suplicaba que huyera, que escapara antes de que fuera demasiado tarde.
"No… no pienses que escaparás… ¡No escaparás!", exclamó Aziel con una voz que helaba la sangre.
Su cabeza, ahora erguida, mostraba una mirada fija y penetrante que apuntaba directamente a John. La sangre descendía lentamente por su rostro, acentuando su apariencia aterradora. Su postura permanecía inamovible, como si ninguna fuerza pudiera alterar su posición.
Los ojos de John se llenaron de incredulidad, incapaces de aceptar lo que veía. En un acto desesperado, levantó el cuchillo que tenía en la mano y apuntó directamente a los ojos de Aziel. Sin embargo, en el preciso instante en que lanzó el cuchillo, un dolor agudo atravesó su pecho.
John miró hacia abajo, horrorizado. Frente a él, Aziel había movido su brazo con una rapidez imposible y le había perforado el pecho con la mano.
"No… puede… ser…" murmuró John con la voz apagada mientras la vida se le escapaba.
Aziel retiró su brazo de un tirón, dejando un rastro de sangre en el aire. El cuerpo de John cayó al suelo con un golpe sordo, inmóvil. Sus ojos permanecieron abiertos, fijos en el vacío.