Kaini, que había observado toda la escena, se quedó inmóvil, paralizado por lo que acababa de presenciar. Su mente no podía procesar la imagen de Aziel, aquel niño que consideraba su amigo, convertido en algo tan desconocido y temible. Los ojos de Kaini reflejaban puro terror, mientras Aziel se acercaba a él.
Aziel volteó la cabeza hacia Kaini y avanzó con calma. Al ver cómo se aproximaba, Kaini retrocedió torpemente, tropezando con el cuerpo inerte de uno de los hombres caídos. Aziel, al notar el pánico en los ojos de su amigo, extendió una mano hacia él en señal de apoyo para que se pudiera levantar.
"¿Estás bien, Kaini?" preguntó Aziel, en un tono desconcertado, como si no comprendiera el horror que había desatado. Su voz era suave, y su mano temblaba ligeramente, esperando que Kaini la aceptara.
Pero Kaini, con el rostro pálido y la respiración entrecortada, no aceptó sostener la mano; él seguía ahí en el suelo. Su mente solo repetía una palabra: escapar. Sentía que necesitaba alejarse de ahí, de Aziel, de aquella pesadilla. "¿Pero cómo?"
"Por... por favor… déjame… déjame marchar", murmuró Kaini, con voz entrecortada; su mirada era incapaz de sostener el rostro de Aziel.
Kaini intentaba sobrepasar a uno de los hombres muertos que estaba a su atrás, para así poder levantarse. Su cuerpo por sí solo no respondía y su mirada no podía dejar de observarlo a aquel amigo. El silencio que los envolvía estaba cargado de una incomodidad palpable, de un miedo que solo aumentaba.
Aziel, notando los pequeños movimientos de Kaini, trató de acercarse con precaución.
"Espera, Kaini, no puedes irte así", dijo Aziel, con preocupación genuina en su voz. "Afuera es peligroso, podrías correr riesgo."
Kaini no parecía convencido, su expresión reflejaba una mezcla de ansiedad y desesperación. "No, no es necesario", susurró, tratando de mantener la distancia que tenían. Aziel solo observó mientras decía "¿Por qué?", buscando alguna explicación. Sabía que Kaini estaba aterrado, pero aún no lograba comprender la magnitud de su temor.
"¡Porque… porque quiero estar solo!", exclamó Kaini, con la voz quebrada y el cuerpo tembloroso.
Aziel frunció el ceño, notando el tono de Kaini. El brillo amistoso que siempre lo caracterizaba se apagó por un instante. "Eso no es verdad, Kaini", replicó, con un tono más serio. "Parece que en momentos más tensos no sabes ocultar lo que realmente sientes. Dime la verdad… "¿Por qué?", mencionó, dando unos pasos hacia él.
Kaini, rendido, bajó la mirada. "Es verdad… solo quiero estar solo", murmuró, resignado.
Aziel se detuvo, sorprendido por la respuesta de Kaini. En un instante, un eco de unas palabras llegará a su mente: "Eres un asesino". Su vista empezó a dar vueltas. Trató de mantener la calma, fijando su vista sobre Kaini.
"¿Un asesino…?" susurró Aziel, sin dejar de observarlo; una mezcla de emociones le cruzaba. "Kaini, no… no tienes que verlo así. Yo solo hice lo que debía hacer".
Kaini, tembloroso, respiraba agitadamente, pensando en cómo llegó a esa pregunta. "¿Lo que debías hacer? ¿Eso es lo que le dices a alguien que acaba de ver cómo masacras a todo un grupo?" Su voz se quebraba entre la furia y el miedo.
"Ellos… no eran buenas personas", respondió Aziel, con una voz más baja. "Nos habrían matado. Yo solo me protegí, ¡ellos hubieran hecho lo mismo!".
Kaini continuaba retrocediendo. "No importa lo que digas, Aziel. Vi lo que hiciste… y eso no se va a borrar de mi mente que eres un asesino." En su mente pasó la idea de usar la magia, usarla como medio de defensa, para así abrir una ruta de escape ante la situación.
Ese era su único escape; por su mente pasaba la idea de si el ataque podría matarlo. Aunque esos pensamientos eran confusos, no daba señal de que así fuera. Solo le quedaba la fe de que con eso saldría con vida.
"Tranquilízate, Kaini. Yo no soy el malo aquí", dijo Aziel en un tono un poco más serio.
"¡Mataste a alguien y te atreves a decir eso! "Eres un monstruo", gritó Kaini, retrocediendo. Su mente era un torbellino; la idea de que Aziel no podía ser solo un niño, sino algo mucho peor, le daba aún más temor.
"¿De verdad piensas que yo soy el monstruo? ¿Después de lo que hicieron esos desgraciados? ¡¿Después de todo lo que han hecho?!".
"¡No justifica lo que hiciste! Ellos... ellos eran personas, y tú… tú te convertiste en algo peor", dijo Kaini, apenas sin aliento; sus manos temblaban por el frío.
Aziel respiró profundamente, intentando calmar la ira en su interior. "Kaini… algún día entenderás", dijo, mientras daba un paso.
"Aléjate, por favor", murmuró Kaini, su voz temblando.
"Pero si solo intento que entiendas, Kai—ah..." Aziel se interrumpió abruptamente con un grito, llevándose las manos a la cabeza con una expresión de dolor. "¡No! No… maldita sea… ¡No puedes detenerme…!"
La confusión llenaba cada rincón de la mente de Kaini; su cuerpo temblaba sin control mientras miraba a Aziel, quien estalló en una risa desgarradora y amarga. La risa parecía arrancada de las profundidades de una pesadilla. Aquella carcajada enloquecida heló a Kaini hasta los huesos, dejándolo paralizado ante el abismo de locura que parecía consumir a su amigo.
Sin embargo, algo en su interior gritaba que era ahora o nunca, que debía actuar. Con manos temblorosas y frías, alzó su brazo, intentando mantener la calma ante la duda que atenazaba sus pensamientos. En un susurro cargado de miedo, pronunció las palabras mágicas.
"[se̱ṅge̱l ¡rawray…!]"
De su palma surgió una esfera de fuego, la cual creció en su mano, titubeante y palpitante. En medio de los lamentos y risas perturbadoras, el proyectil de fuego impactó, creando un pequeño estallido y un humo oscuro que envolvió su rostro.
La escena quedó en silencio por un momento, y el humo comenzó a disiparse lentamente. Aunque su intención era clara, el miedo lo había traicionado. Kaini no había logrado apuntar con precisión; el ataque al pecho había fallado. Observó la sombra de Aziel a través del humo, sin saber si había conseguido detenerlo o simplemente avivar su furia.
"Así que ahora soy el villano en esta historia", dijo, mientras el humo se empezaba a desaparecer. "Kaini, ¿disfrutaste al atacarme?", mencionó con dificultad mientras su risa se desvanecía. "¿Sabes? Los dos tuvimos un destino casi idéntico... pero tú, tú tuviste más suerte y no lo supiste aprovechar". Sus palabras eran un susurro lleno de amargura, y en su rostro cansado se veía la lucha interna que intentaba ocultar.
Aziel continuó acercándose, sus pasos firmes mientras sus ojos se clavaban en Kaini con una intensidad que congelaba el aire entre ellos.
"Aziel, por favor, no te acerques más. "Te lo pido, por favor", suplicó Kaini, su voz quebrándose.
"¿Por qué? ¿Por qué me atacarás de nuevo?", murmuró Aziel con un tono perturbador. "¿O por qué tienes miedo de ser el siguiente? ¿Temes a la muerte, Kaini? Si fuera así, ¿por qué no escapaste en el momento en que me atacaste?", la distancia ya no era problema, ahora se podían mirar cara a cara. "¡Me tienes compasión, a mí!"
Las palabras de Aziel resonaban en la mente de Kaini. "Aziel, espera... fue un error". "No quise decir lo que dije, olvidémoslo, por favor".
"¿Olvidarlo?" Aziel soltó una risa amarga. "No hay nada que olvidar, Kaini, eso fue en defensa y lo entiendo y además tampoco fue un error. Es normal decir las verdades. Realmente tuviste el valor de atacar, aun a pesar de tener miedo. Y sí, es cierto... los maté a todos. Soy el asesino de cada uno de ellos. ¿Sabes una cosa? Daba la idea de pensar como eras. Llegué a la conclusión de que eres más patético de lo que yo pude imaginar, sin duda me decepcionas", habló, soltó una respiración cansada. "Uff... pero eso es muy arrogante de mi parte, jajaja..."
Kaini no pudo contener las lágrimas, su cuerpo temblando de miedo e impotencia. "Estás mal, Aziel... Por favor, déjame. Te lo ruego, solo déjame ir..."
Aziel soltó una risa. Su tono estaba cargado de una mezcla de burla y amargura.
"El problema es que ya está escrito. ¿En serio estás llorando, Kaini? Por algo como esto. ¿Sabes qué? Mejor te cuento un chiste para que te rías y ya no llores. Seguro que te gustará".
Kaini lo miraba sin entender lo que trataba de decir. Aziel se había convertido en una persona completamente distinta, alguien que disfrutaba de la confusión y del miedo en los ojos de su amigo.
"Es la historia de un joven... un joven que odiaba a sus padres, ¿sabes por qué?", continuó Aziel con un tono extraño, casi burlón. "Porque el maldito no soportaba lo que habían hecho de él. Pero el chiste no es eso, sino lo irónico". Aziel hizo una pausa, dejando que la tensión se hiciera insoportable. "El odio que tenía hacia lo que lo había formado no lo detestó... ¡Lo disfrutó! ¿No te parece absurdo? Ese niño se volvió egoísta y egocéntrico; miraba a todos por debajo, incluso a sus propios padres. Pero lo peor del canalla era que seguía maldiciéndolos de un pasado que ya no era presente. Esos padres que tanto despreciaba solo querían lo mejor para él, pero él... él seguía maldiciéndolos, buscando mil maneras de tener otra oportunidad para recriminarlos, pero como he dicho. Todo inicio tiene un fin. Y así fue. Tuvo un fin, un fin sin arrepentimientos, con unos simples recuerdos. ¿Sabes lo que después pasó? Sería algo largo por contar, pero en resumen, parece que algún dios generoso decidió concederle algo más que un simple sueño; es absurdo, pues pareciera que el destino estaba haciendo algo justo".
Kaini escuchaba con una mezcla de desconcierto, incapaz de comprender del todo lo que Aziel intentaba decirle. La expresión de Aziel, cargada de emociones opuestas, dejaba claro que aquello no era simplemente una broma; parecía más una confesión, un oscuro secreto envuelto en palabras distorsionadas.
"No te parece que ese adolescente realmente era persona mala, ¿no lo crees, Amanera? Porque a mi parecer, sí, sin duda, me falta conocer mucho más para saber todo".
Aziel lanzó la pregunta al aire y Kaini solo se quedó sorprendido. "Amanera" resonó profundamente en su mente; era un nombre que no había escuchado en mucho tiempo.
"¿No tienes nada que decir? "¿En serio?", insistió Aziel, mirando a Kaini con una sonrisa que parecía burlarse de su silencio.
Kaini tragó saliva, sus pensamientos desordenados. "¿De dónde sacaste esa información? "¿Quién eres tú en realidad?"
Aziel rió con despreocupación, como si la seriedad de la pregunta no le afectara en absoluto. "¿Por qué tan seria, Amanera? Tal vez es mejor que te cuente otro chiste. ¿No te parece mejor idea? Después de todo, las risas son el mejor remedio… "¿No crees, Amanera?"
Aziel dejó caer las palabras. Su rostro no reflejaba ni una pizca del niño que alguna vez había sido ante los ojos de Kaini; era un desconocido.
"¡No, ya basta! ¡Para!", exclamó Kaini, con las manos extendidas, temblando, intentando detenerlo. "Realmente no entiendo, esto va más allá de mi conocimiento, pero basta, Aziel, es demasiada torturación; parece que estás jugando conmigo esos hombres que están en tus pies, no me estarían haciendo sufrir como tú lo estás haciendo ahora", dijo entrecortado.
"Espera. De nuevo, en serio, me estás comparando con esas marionetas, esos hombres vacíos. ¡Oye, mírame!". Los ojos de Aziel estaban totalmente fijos en los de su amigo; Kaini, por su parte, intentaba ignorarlo. Esto a Aziel no le gustó. Con su mano agarró el rostro de Kaini para que lo mirara fijamente. "Yo no soy un miserable, no soy un criminal, ni un héroe, menos un monstruo. ¡Yo no soy ellos!" Alzó la voz, acompañó con un corte hacia la mano alzada de Aziel. "Yo soy la justicia, yo soy un dios".
Kaini, incrédulo por lo que acaba de pasar, se quedó total con la boca abierta sin emitir ningún ruido.
"Hay, como lo siento, perdona, lo puedo solucionar en un abrir y cerrar de ojos, es solo que no entiendo, nunca te atrevas a compararme ¡con un monstruo!".
"Ahh..." Empezó con las quejas de dolor, con un intento torpe de parar su sangrado.
"¿Qué te parece otro chiste? Eso te ayudará con el dolor".
Esto ya está decidido por donde lo miremos.
"¿Qué obtienes cuando cruzas a un enfermo mental, cansado de que el mundo lo tire una y otra vez, con alguien como tú, que insiste en buscar respuestas en donde no debería?"
Kaini intentaba parar el sangrado con desesperación mientras sus ojos estaban frente a los de Aziel.
"¿Sabes lo que obtiene?" La voz de Aziel bajó, en un susurro que parecía cortarle el aliento a Kaini. "Obtienes lo que putas mereces".
Y en un instante, un sonido seco y un "flach" resonaron en el aire.
Kaini, sorprendido, cayó al suelo, sintiendo que el tiempo se ralentizaba. Todo parecía un sueño difuso, pero el dolor era real. El calor de su pecho hacía que todo eso fuera más pasajero, ¿pero de qué servía? Cada segundo se alargaba en su mente; intentaba procesar lo que acababa de ocurrir, incapaz de entender cómo había terminado en ese lugar, en esa situación.
Ahí estaba, tendido en el suelo, completamente consciente.