Un nuevo día comenzaba. Ayer, Zirael se había ido, y ahora era yo el único que quedaba aquí, jajaja.
"Bueno, ¡vamos con todo!" murmuré para mí mismo mientras me lavaba el rostro con un poco de agua fría.
Mientras caminaba hacia el centro de la casa, escuché una conversación entre mis padres. La preocupación en sus voces era palpable.
"Si este problema no se arregla con una conversación, Naci, nos tendremos que ir del pueblo", dijo mi padre con un tono grave.
"¿Pero a dónde?" replicó mi madre, la angustia evidente en su voz.
"A la ciudad… o tal vez al continente Draicon", respondió mi padre, sus palabras llenas de incertidumbre.
"No. Aquí es donde tuve a nuestro hijo… Y, y, y pronto tendremos a otro. ¿Qué… qué será de nosotros si nos vamos?, dijo mi madre, levantando un poco la voz, claramente afectada por la idea de abandonar el lugar que consideraba su hogar.
"Hablaré con el maestro de Viandas o con mi padre sobre el problema, pero no te prometo que eso se solucione con palabras", dijo mi padre, bajando la cabeza con resignación. "Si no se arregla, pediré un poco más de tiempo para tu parto, para que no corras ningún riesgo".
Mi madre, incapaz de contenerse, comenzó a llorar suavemente. "Shhh… por favor…"
"¡Entiende!, estoy metido en un problema serio. Los conteos y la producción no coinciden como deberían". Su respuesta fue alterada, mientras se movía de un lado a otro.
"Sh…"
"Me temía este suceso. No pensé que realmente crecería tanto. Me confié, pensé que podía desviar y aumentar ante otras producciones, pero no fue así".
"Zhh…"
Su rostro de mi padre cambió seriamente. "¡Si lo que querían era sabotearme!, lo consiguieron", se quedó unos segundos, quieto, y con un tono más bajo, continuó. "Cuando llegue el cargamento de la recolección y vean los números, esos errores van a saltar. Puede que me sustituyan de mi cargo y me voten", agregó, antes de girarse hacia la puerta. "De verdad, lo siento… Por favor, Nara, atiende a mi mujer, yo saldré un rato.
Naára, que estaba al lado de la chimenea, asintió con la cabeza con total frialdad ante la situación que estaba sucediendo frente a ella.
Cuando Elmer salió, me acerqué a donde estaba mi mamá. Ella estaba sentada en un sillón mientras Naára intentaba consolarla.
Al verme, mi madre intentó sonreír, mostrando un rostro tranquilo, para aparentar normalidad.
Pasé un rato a su lado, hasta que se quedó dormida, en eso intenté sacar información de lo que estaba sucediendo.
"Naára, dime la verdad… ¿Qué está pasando? ¿Cuál es el problema?" pregunté en voz baja.
"Mi señor, ese es un asunto de sus padres. No es algo de lo que deba preocuparse", respondió, con amabilidad.
"Entiendo, pero no hay una forma o algo para saber", susurré.
Al que ella solo me ignora, desviando su vista de mí.
Aunque no hablaba mucho con Naára, ya que ella siempre era algo evasiva conmigo, probablemente por ser solo un niño, yo ya entendía un poco del contexto.
Meses atrás, después del incidente del cuerpo desconocido que encontraron, los problemas comenzaron para Elmer. Las cosechas ya no rendían como antes. Había plantas marchitas y terrenos donde no crecía nada, a pesar de que la lluvia nunca fallaba. Este problema parecía seguir a mi padre como una sombra.
El había intentado de todo para solucionarlo, pero nada funcionaba.
Mis pensamientos giraban constantemente en torno a las circunstancias que estaban afectando a mi familia. El problema era grave, y la idea de irme de aquí ya no parecía una simple respuesta… Pero, ¿por qué tendría que ser así?
Entonces, otra idea surgió en mi mente.
No, no, no creo que eso sea posible… No creo que mi padre me lo permita, pensé.
Mis ideas no se organizaban del todo. Era como una tormenta mental, llena de posibilidades que no me dejaban concentrarme. Entre tanto caos, una idea insistente se destacó, mi padre podría enviarme con mi abuelo. Quizás todo lo que mencionó el día anterior estaba relacionado con eso.
"Jajaja", solté una risa suave, tratando de relajar el momento.
El aire del exterior era muy agradable, me di cuenta de que había perdido la noción del tiempo entre tantos pensamientos inútiles. Al menos, el cielo estaba despejado, parecía que hoy no llovería.
"Afs…", suspiré, dejando escapar parte de la tensión acumulada.
Me repetía a mí mismo, solo piensa en cosas buenas, en buenos momentos. Mi mente se lanzó ante mis pensamientos, recordando las cosas agradables, tanto de esta vida como de la anterior.
Pero las voces surgían en mi mente, insistentes y oscuras. "¡Mátalo, mátalo, mátalo ahora!" ¿Eran sueños? ¿O acaso recuerdos? Las voces parecían entrelazarse con otras, como ecos lejanos. "Hijo, hijo… hijo," escuchaba, me sonaban familiares, como las de mis primeros padres.
De pronto, una voz fuerte rompió el caos de mi mente.
"Hijo… ¡Hijo!"
"¡Ahh!" Abrí los ojos de golpe, y me encontré con mi padre. Estaba encima de mí, gritando mi nombre para despertarme.
Su rostro mostraba desesperación, pero mis ojos se desviaron hacia el humo negro que se alzaba a lo lejos.
"¿Qué está pasando?" Dije.