Chapter 17 - Robot

"¿No estás atento, Kaini? ¿En qué piensas? preguntó Zirael, interrumpiendo mis pensamientos.

"Disculpa… Estaba pensando qué habrá sido de ese niño", respondí.

"¿De Aziel?"

"Si"

"Ahh… Tienes razón, ya tiempo que no lo volvimos a ver, ¿dónde estará ahora?" Se preguntó. Estaba tranquilo en su respuesta, su interés por él había sido nulo y era normal por el poco tiempo que lo conocimos.

Ese día que salió por la puerta de la casa de Rina, Aziel desapareció como un fantasma inexistente. Al día siguiente tuve la esperanza, o bueno, la corazonada de volverlo a ver, pero no sucedió.

Zirael ese mismo día nos mostró el avance que había prometido. Concentrándose, lanzó un hechizo y una esfera de agua, más pequeña de lo que yo podía generar, apareció flotando sobre su palma.

No era una gran hazaña, era una exageración al decir que necesitaba más espacio. La demostración de un nuevo hechizo me dejó satisfecho. Aunque simple, ver otro tipo de magia diferente me motivó a seguir entrenando. Sin embargo, en el fondo, seguía pensando en Aziel, ese mensaje no me dejaba olvidarlo.

"Zirael, Kaini, ¡vámonos ya!", exclamó Luna, su voz impaciente desde la distancia.

"De acuerdo, ¿qué te parece si por hoy terminamos?"

"De acuerdo, primo", respondí, aunque mi cuerpo ya estaba al borde del agotamiento. Notaba las mejoras en mi resistencia. Cada vez podía entrenar más tiempo sin sentir que mi cuerpo se rendía por completo. Ya no respiraba tierra después de cada sesión de entrenamiento.

"¡Ahí vamos!", gritó Zirael, alcanzando a Luna, mientras yo los seguía de cerca.

En estos tiempos, muchas cosas habían cambiado, tanto en lo personal como en lo social. Había escuchado a Elmer hablar con mi madre sobre los problemas terribles que estaban afectando a la tranquilidad de la gente. En una casa apareció el cuerpo de un hombre, que nadie parecía reconocer. Ese fue un asunto que se estuvo comentando durante días. Esto claramente preocupaba profundamente a mi padre, un suceso así no era casi extraño, pero la razón de ese desconocimiento le dejó una preocupación.

Ante esos pensamientos, yo estaba dentro de mí cuarto, casi a oscuras , solo iluminado por una vela frágil

"¿Hijo, y cómo has avanzado?" Me preguntó mi madre mientras se sentaba a mi lado; yo seguía acostado en mi cama, con la vista perdida en el techo.

"Ya ha pasado más de un año y, aunque hay mejoras, no veo mucho progreso en mi desarrollo como yo pensaba", le respondí, frustrado.

"¿Y cuál es la razón?" Preguntó, curiosa.

"Apenas puedo hacer hechizos de nivel bajo. No tiene potencia ni el tamaño que debería lograr".

Mi madre soltó una risa suave, aunque parecía medio incoherente. "Kaini, la magia en este mundo es escasa por sí sola. Te lo he dicho antes, algunos son buenos en ella, mientras que otros no. Es la verdad. Es completamente prodigioso e insólito que dos niños de una familia que se asocia más con otros talentos sean tan buenos en algo tan raro de ver. Por lo que me cuentas, tu desarrollo está muy alto, hijo".

Lo que me comentó mi madre tenía sentido. Aunque todos contáramos con algún tipo de energía mágica, era indispensable saber si realmente éramos conscientes de nuestras habilidades. Sin recibir una educación adecuada, esa energía permanecía latente, sin un desarrollo correcto. Me di cuenta de que el libro que usaba no era de una clase baja o insignificante, sino un texto capacitado para guiar un aprendizaje adecuado en este ámbito.

Todo comenzaba a tener más sentido. Luna y Rina, por ejemplo, a menudo se agotaban rápidamente al intentar realizar hechizos, les costaba mucho que siquiera apareciera un aura al primer recital. Si yo había avanzado más que ellas, probablemente tenía que ver con la base que había construido, no solo por mi talento sino por mi interés.

A pesar de que todavía estaba lejos de alcanzar el nivel de Zirael, ya no me parecía tan irónico. Su desarrollo rápido y el control sobre su magia no eran casualidades. Había algo en su método de aprendizaje que lo hacía destacar.

"Bueno, hijo, descansa", dijo mi madre, acariciando mi frente con suavidad.

"De acuerdo, mamá, hasta luego", respondí, mientras ella salía de la habitación.

Esa noche, mi mente no dejaba de girar en torno a las ideas que me habían estado atormentando. Me di cuenta de lo equivocado que había estado al creer que podría realizar un hechizo de gran magnitud sin consecuencias. Era absurdo pensar que podía lograr algo así sin poner mi vida en riesgo.

Mi primo, Zirael, y yo, éramos simplemente jóvenes afortunados, con la oportunidad de entrenar en algo que la mayoría de las personas apenas comenzaría a explorar en plena adolescencia. Aunque a veces me frustraba no avanzar tan rápido como quería, entendí que ya estaba haciendo más de lo que muchos habrían soñado a nuestra edad.