Chapter 16 - Aziel

Era la primera vez que entraba a otra casa aparte de la mía. Ahí nos encontrábamos, Rina, Luna y yo. Ellas 2 estaban conversando en un tono de voz bajo, con la intención de que yo no pudiera escuchar.

En la sala, mi padre estaba a mi lado, acompañándome a mí, mientras esperaba a Zirael, que había salido un momento.

Mi mente seguía pensando en cómo habíamos fallado en nuestra observación inicial. Reiner era el nombre de aquel niño, que al principio confundimos con una niña. Su apariencia delicada y su sucio rostro nos habían llevado a esa conclusión. No fue hasta que llegamos a la casa de Rina, buscando darle ropa nueva y la oportunidad de asearse, que la verdad salió a la luz.

"Hijo, realmente eres un tonto, te confundiste de sexo", dijo mi padre riendo entre dientes.

"Sí, lo sé, pero no fui el único. Todos pensamos lo mismo", respondí, tratando de sonar serio, aunque claramente eso no le impresionaba, ya que seguía riéndose. "¿Y tú qué haces aquí, papá?"

"Solo pasaba por aquí para revisar algunos números de las producciones", contestó.

"Demasiado trabajo, papá. Ya casi no te veo en casa. Mamá se siente sola a veces, está con Naára conversando todo el día por tu ausencia", le dije, intentando expresar lo que había notado.

"Lo siento, hijo", respondió, su rostro mostrando algo de culpa. "Los deberes me tienen ocupado más de lo que quisiera. Pero intentaré hacer espacio para pasar más tiempo con ustedes, te lo prometo".

"No me lo cumplas a mí, sino a madre, ella te extraña más de lo que piensas", murmuré, sabiendo que, aunque sus intenciones eran buenas, el trabajo siempre parecía ser más pesado de lo que cualquiera podía manejar.

"Primo, primo, ¡mira, ahora sí está listo!" exclamó Zirael, apareciendo de repente con algo de ropa que había traído de su casa. "Ya lo traje. Mira, Kaini, ¿crees que esto servirá?

"Sí, esto servirá", respondí, observando el conjunto de ropa que Zirael sostenía.

"Bueno, hijo, me retiro. Nos vemos en la casa", dijo mi papá, mientras se levantaba para irse.

"De acuerdo, papá. Nos vemos ahí", respondí, observándolo mientras salía de la casa para despedirse también de la madre de Rina, que estaba afuera lavando algo de ropa.

Reiner, el niño que habíamos confundido con una niña, estaba en una habitación, aún nervioso y avergonzado mientras intentábamos cambiarle la ropa. Al principio, se veía reacio a quitársela, incómodo con la situación. Sin embargo, cuando le dejamos solo, él salió vestido con el traje ligero que Zirael le había dado, su apariencia cambió por completo. Ya no se veía tan vulnerable como cuando lo encontramos, ahora tenía un aire más animado y confiado.

"Le queda bien", comentó Luna con una pequeña sonrisa, aliviada de ver que la situación se había calmado.

"Te ves mucho mejor ahora", añadí, sonriendo al verlo más tranquilo.

Zirael asintió, satisfecho con el resultado. "Ves, te dije que este traje te quedaría genial".

"Está ahora mucho mejor. ¿Qué opinas, Rina?", preguntó Zirael, mirando hacia ella con una sonrisa.

"Está bie-n", respondió fríamente.

Entonces, Reiner rompió el momento de respuesta de Rina con una pregunta inesperada. "¿Por qué? ¿Por qué hacen esto por mí? Soy un desconocido, no me conocen. ¿Por qué me ayudan?"

Antes de que nadie pudiera responder, Rina tomó la iniciativa. "Niño, no bajes la cabeza," dijo, con su habitual tono firme. "No lo hacemos por un favor o por algún motivo escondido. Lo hacemos porque eso es lo que tú necesitabas". Su respuesta, aunque clara, mostraba una ligera incomodidad, como si el papel de consejera no le sentara del todo bien.

"¿Lo necesitaba?" murmuró Reiner, evidentemente confundido. Al parecer, no recordaba completamente lo que sucedió el día que lo encontramos. Dijo que se encontraba en un estado de inconsciencia debido a la falta de energía. "Entiendo… realmente, gracias", añadió, con gratitud en su voz, aunque aún parecía intentar procesar todo lo que había pasado.

Luna, que hasta entonces había estado callada, finalmente habló. "No tienes que agradecer. A veces, simplemente debemos ayudar a quienes lo necesitan, sin esperar nada a cambio". Su tono era suave, y sus palabras perfectas.

"No hay por qué, niño", dijo Rina, con ese tono de indiferencia que a veces usaba. Rompió el momento que parecía haber concluido de una manera mejor.

"¿Por qué me sigues diciendo niño si tú también eres una niña?". Reiner respondió visiblemente incómodo cada vez que Rina le llamaba así.

"No, yo soy mayor que tú", replicó Rina, cruzándose de brazos.

"No te creo", insistió Reiner.

"¿No me crees?". Rina levantó una ceja. "¿Cuántos años tienes?". le preguntó, con un aire de desafío.

"Tengo 4 años", respondió Reiner con seguridad.

Eso me sorprendió. Tenía la misma edad que yo, no lo hubiera imaginado por su apariencia y comportamiento.

Mientras comía, un poco de alimento para que pudiera recuperar sus energías. Le preguntamos por qué ese hombre le había hecho pasar por todo eso, nos contó cómo había encontrado a varios animales encerrados en condiciones terribles. No podía soportar verlos así, por lo que intentó liberarlos. Sin embargo, no se dio cuenta de que el hombre estaba observándolo desde lejos. Reiner no recordaba con claridad qué pasó después. Solo sabía que, en un momento, todo se volvió borroso, como si el mundo comenzara a desvanecerse a su alrededor. No sabía si había sido por un golpe que el hombre le dio o simplemente por la fatiga y el hambre que lo habían debilitado tanto. Lo siguiente que recordaba era estar en el suelo, incapaz de moverse, y luego nosotros encontrándolo.

Cuando le preguntamos por qué no tenía energías, Reiner nos explicó que su familia estaba pasando por una mala situación económica y que los alimentos no alcanzaban para todos. Al escuchar eso, tanto Zirael como yo sentimos la necesidad de ayudarle de alguna manera. Le ofrecimos nuestra ayuda, pero él solo asintió, con una leve sonrisa, y nos dijo que no nos preocupáramos por él. Aseguró que la situación en su casa estaba mejorando y que no era necesario nuestro apoyo.

Nos quedamos un rato más conversando, aunque intentar interactuar con Reiner fue difícil. Era tímido y sus respuestas eran cortas, como si le costara expresarse o confiar en nosotros. Cuando tratamos de hablar sobre lo que le había sucedido, la conversación se volvió incómoda y poco fluida. Su silencio y mirada baja hacían que fuera casi imposible conectar del todo. Al final, parecía que solo necesitaba tiempo para adaptarse, y eso lo entendimos.

"Bueno, ya no quiero molestar. Me retiraré", dijo Reiner, un poco tímido.

Se notaba que el día estaba llegando a su fin, y pronto el sol se ocultaría por completo. Parecía que Reiner estaba agradecido, pero también quería regresar a su propio espacio, aunque no sabíamos con certeza dónde era eso.

"¿Estás seguro de que puedes ir solo? Podemos acompañarte", ofrecimos Zirael y yo, preocupados por su seguridad.

"No es necesario, ya me ayudaron mucho…", respondió con una pausa que nos dejó pensativos, como si no quisiera ser una carga más. Él solo se levantó con cuidado de la mesa.

"Entiendo, Reiner, cuídate por favor", dijo Luna.

"Reiner…", repitió el niño, quedándose pensativo. "¿Quién es Reiner?" preguntó, con una expresión de desconcierto en su rostro.

"¿Eres tú, verdad? Tú eres Reiner", dijo Luna.

"No… ¿yo… Reiner…?", murmuró, sus ojos mostrando una profunda inquietud. Se quedó en silencio unos segundos, como si estuviera buscando algo en su interior. "Yo no soy Reiner, soy… soy Aziel".

Todos nos quedamos sorprendidos. Nos había dicho que su nombre era Reiner, pero ahora afirmaba lo contrario. Todo se volvió confuso de repente.

"No, tu nombre es Reiner, eso mismo dijiste", insistió Rina, cruzando los brazos, mientras lo observaba con cierta incredulidad.

"Sí, eso dijiste al principio", añadió Zirael, también desconcertado. Yo, por mi parte, intentaba procesar lo que estaba sucediendo. Era raro, pero no parecía estar mintiendo. ¿Cuál era su verdadero nombre? Tal vez simplemente se había confundido o algo le había hecho cambiar de parecer.

"En serio, mi nombre es Aziel", afirmó el niño con seguridad, aunque su tono mostraba cierta duda, como si también intentara convencerse a sí mismo.

Todos estábamos confusos, pero Zirael, más práctico que el resto, pareció llegar a la misma conclusión que yo, debía tratarse de un malentendido.

"Bueno, nos habremos confundido. Entonces, Aziel, supongo que ya te marcharás", comentó Zirael, mirando al niño con una ligera sonrisa, intentando restarle importancia.

"Sí, me marcharé", respondió Aziel mientras se dirigía a la puerta. Justo cuando estaba a punto de abrirla, se detuvo un momento, como si quisiera decir algo más, pero finalmente siguió adelante.

"Entonces, ¿nos volveremos a ver?" le pregunté.

"Sí, supongo que nos volveremos a ver. Gracias por todo," respondió Aziel. "Realmente parece que aún existen personas buenas en este mundo," concluyó, en un murmullo que apenas logré escuchar.

Esas últimas palabras resonaron en mi mente, dejándome en un estado de reflexión.

¿Qué quería decir con eso?

Con un suave clic, la puerta se cerró.

Habíamos hecho lo correcto al ayudarlo.