Así partimos. Un camino serpenteaba hacia el horizonte, llevándonos lejos. Mientras caminábamos, pasamos cerca de la casa de mi primo, que estaba algo alejada de la mía. Su construcción era similar a la nuestra, hecha de madera resistente. La observé por un momento mientras seguíamos avanzando.
A medida que nos alejábamos, vi algunas pequeñas casas dispersas por el campo, con personas trabajando alrededor. Eran en su mayoría ancianos, inclinados sobre la tierra, probablemente campesinos dedicados a sus cultivos. A pesar de la actividad a nuestro alrededor, caminamos sin detenernos ni prestarles mucha atención.
La caminata duró aproximadamente una hora, el sol nos acompañaba implacablemente. Bajamos por un camino inclinado, que nos llevó hacia un campo que parecía interminable.
"Listo, es aquí", dijo Zirael, su rostro completamente enrojecido por el esfuerzo, al igual que el de todos nosotros.
El campo estaba alejado del pueblo, y lo único que se podía ver a lo lejos era la punta de una capilla, un edificio pequeño que apenas se distinguía. Nos sentamos en el pastizal, que todavía estaba húmedo por la lluvia del día anterior. Las hierbas nos llegaban hasta los tobillos, tan verdes y frescas que cualquier manada de vacas se habría dado un festín. De hecho, parecía un lugar ideal para un establo, ya que había un pequeño desnivel en el suelo que parecía haber sido creado para desviar el agua.
Miré a mi alrededor y pensé. Este lugar parece un campo de cultivo… ¿no deberíamos estar aquí? Sentía cierta incomodidad, y no tardé en notar que no era el único.
Rina, que no había dejado de mostrar su descontento durante todo el trayecto, frunció el ceño. "No me gusta esto, no deberíamos estar aquí".
"Solo será un momento", intenté calmarla, aunque sabía que no le gustaba la situación.
"Sí, un rato" intervino Zirael, tratando de mantener el ánimo. "No estaremos mucho tiempo".
Luna, más reservada, observaba el lugar con cierta inquietud. "Zirael, creo que este lugar es para uso de cultivo… No deberíamos invadirlo".
"No te preocupes, Luna. Bueno, ahora sí", comenzó Zirael, mientras nos acomodábamos en el suelo. "Como les comenté la última vez, quería mostrarles algo".
"¿Qué es lo que vas a mostrar?" exclamó Rina, impaciente, moviendo las piernas de un lado a otro como si no pudiera esperar más.
"Espera un poco, Rina", respondió Zirael con una sonrisa calmada. "No les conté todos los detalles, pero como saben, tuve un maestro al que le tengo mucho cariño. Él y yo aún nos comunicamos, y le conté sobre ustedes, sobre nuestros avances. Le dije lo lejos que hemos llegado, y él me dijo que, por nuestro progreso, tenemos grandes oportunidades para un buen futuro".
"Al punto, Zirael", insistió Rina, claramente frustrada por el suspenso.
"Sí, primo, ¿qué es lo que realmente quieres decir?", añadí, intentando que fuera directo.
Zirael nos miró con una mezcla de emoción y seriedad. Parecía disfrutar de tenernos en suspenso, pero sabía que no podía alargarlo mucho más.
"Mi maestro me dijo que, por el avance impresionante que he tenido, ya estoy a punto de subir de posición en la maestría. Pero para eso, debo estar inscrito y presente para la identificación. Así que, con el apoyo de mis padres, partiré a la ciudad de Shade cuando cumpla ocho años", explicó Zirael con un tono de emoción.
"¿Nos dejarás solos?" preguntó Luna, algo angustiada ante la noticia.
Zirael sonrió suavemente. "No lo mires así, Luna. Míralo como una oportunidad. Iré a Shade y me instalaré en el hogar de mi familia. Aprenderé y me desarrollaré para ayudarlos a todos. Intentaré visitarlos lo más rápido posible. Tal vez vengan cada mes… o cada año".
"Buscas alternativas para compadecerte, Zirael". Dijo Luna; su rostro mostraba algo de seriedad que no era muy común ser acompañado por unas lágrimas.
"Déjalo, Luna. Él es un firebrand, su familia es la casa principal de Shade. Son los líderes y los gobernantes, él no pertenece aquí, si no allá", intervino Rina, su expresión mostrando desinterés, aunque noté un matiz diferente en su voz. Parecía que estaba tratando de ocultar su preocupación por la partida de Zirael, pero no lograba hacerlo del todo.
Mientras los observaba, una mezcla de emociones me invadía. ¿Para esto nos trajo aquí? ¿Solo para presumir su futuro? Pensé con cierto malestar. Ahora resulta que Zirael se irá, buscando un mejor destino lejos de aquí, y nos dejará a todos atrás, yo también puedo ir cuando quiera, al final somos familia.
El silencio que siguió a su anuncio me dejó pensando. Sentí una extraña sensación de vacío, como si algo importante se fuera a desvanecer en cuanto él partiera, y lo sabía, pues mis pensamientos eran arrogantes
"Creo que no me entienden del todo", dijo Zirael, conteniendo aún más su voz. "Lo que quiero es que en algún momento estén conmigo. Yo les esperaré cuando ustedes vallan a la ciudad. Porque quiero que estudien en la academia principal. Ahí podrán escoger lo que más les guste, ¡para su futuro!".
"¡Pero ya no estarás aquí!", replicó Luna.
"Luna, Rina, es la decisión que él ha tomado, y debemos respetarla", interrumpí, tratando de calmar las emociones del momento. "Aunque no lo diga, seguro que a Zirael le duele contarles esto. Además, ya lo ha dicho, quiere que, cuando podamos, vayamos para la ciudad. Tal vez no lo ha explicado de la mejor forma, pero lo que quiere decir es que no nos quedemos estancados aquí. Todos sabemos que tienen intereses en distintas disciplinas, que este pueblo no puede ofrecerles".
Mis palabras parecieron calmar a Luna, que todavía se aferraba a la idea de que Zirael se iría, mientras que Rina, aunque con su fachada de desdén, claramente seguía sintiendo un conflicto interno. Ella también estaba afectada.
"Gracias, primo. No sabía cómo explicarlo". Su rostro se mostró un poco tranquilo. "Eso es justo lo que quise decir. Mis padres y yo ya habíamos hablado sobre mi viaje, aunque había ciertas razones para no ir, al final decidí que partiría para allá. Como le comentó mi primo, nuestra familia está dispuesta a recibirlas como invitadas en Shade".
Era evidente que Zirael no quería irse solo, y deseaba que todos nosotros pudiéramos tener las mismas oportunidades. Sin embargo, eso no se podría de inmediato y comprendíamos.
Luna se tranquilizó un poco más, pero Rina seguía mostrándose reacia a aceptar la idea. Aun así, Luna, con su naturaleza paciente, trataba de explicarle cada detalle, intentando hacerle ver que todo sería para bien. Por mi parte, aunque me sentía triste por su partida, también era consciente de que este era solo el comienzo de algo más grande para todos nosotros.
"Entonces, primo, esa 'cosa' que mencionabas, la que me beneficiaría tanto a ti como a mí… ¿Supongo que no será esto que estás diciendo ahora, verdad? Además dijiste que nos mostrarías algo, no que nos contarías", pregunté, con cierta incredulidad.
Zirael soltó una risa, "Jajaja, parece que me conoces bien".
"Entonces, ¿cuál es esa cosa?", insistí, ya impaciente por obtener respuestas claras.
"Bueno, en estos meses has avanzado mucho, y tú mismo me preguntaste por qué no practicamos otros tipos de hechizos. La razón es que yo mismo no puedo controlarlos completamente. Se me hacen difíciles de manejar. Luna lo sabe bien", explicó, señalando a Luna, quien asintió ligeramente.
"ahh…"
"Mi maestro, es un buen mago, pero cada uno tiene sus preferencias, sabes", yo asentí, dejándole saber que yo estaba atento a lo que decía.
"…"
"Bueno, él no aceptaba ligeramente otros hechizos aparte de la que te mostré, solo por su preferencia ante ese elemento, así que nunca aprendí otro excepto ese". Su tono de voz cambió. Se podía escuchar lo nervioso que estaba.
"…"
"Cuando mi maestro partió, intenté practicar otros hechizos, pensando que se me haría fácil, pero no fue así. Lo intenté e intenté todos los días, pero no había resultados… Y, y ,y cuando tú llegaste, me pediste el favor que te enseñara. Yo acepté ayudarte, pero tenía el miedo de qué debía hacer. Llegué a la conclusión de guiarte de una mejor manera ante mi conocimiento". El agacho ligeramente su cabeza y dijo. "Realmente, ¡perdón, perdón!".
De alguna manera, todo comenzaba a tener más sentido. Las respuestas de Zirael a menudo parecían inconclusas o evasivas, como si todo fuera un juego para él, pero ahora entendía mejor las razones detrás de ello.
Era para reírme. Me contuvo en mi potencial a base de su problema. Lo único bueno de esto era que yo podía por lo menos controlar un hechizo sumamente complicado.
"No te disculpes, al final fuiste un gran maestro y lo confirmaste ante tus enseñanzas", dije.
En parte sí fue un gran maestro, pero, ya no, ya no hay más que pensar, Por qué si no, yo mismo me enojaría, con migo mismo.
"¿Y la conclusión?" pregunté, esperando que finalmente llegara al punto.
"La conclusión es que, por fin, estoy listo para mostrarles lo que he estado guardando todos estos días".
"¿Pero era necesario estar aquí?"
Preguntó Rina como yo.
"Sí, ¿era necesario?"
Zirael sonrió en una forma atrevida como si lo disfrutara. Eso me hacía pensar que la idea que tenía era realmente cierta. Estaba intentando lucirse. "Era necesario que estuviéramos aquí, en este lugar específico. Como dije, ya lo verás".
En ese momento, Zirael alzó la varita que había sacado de su cintura, formuló unas palabras que no pude entender, el aire comenzó a vibrar con la aparición de pequeñas moléculas transparentes. Parecía que algo increíble estaba a punto de suceder, pero justo antes de que pudiera terminar su hechizo, un grito nos interrumpió.
"¡Hey, niños, ¿qué hacen aquí?!". La voz era áspera, llena de autoridad y rabia. Miré hacia la fuente del sonido y, al instante, sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No solo yo, sino también Luna, nos quedamos congelados por el miedo. En cambio, Rina, aunque también parecía nerviosa, mantenía una mirada firme.
El hombre que nos gritaba daba miedo. Era mayor que mi padre, tal vez por muchos años, pero físicamente estaba en peor estado. Su cuerpo era redondo y desaseado, con una apariencia que causaba repugnancia. No tenía ni rastro de higiene. Lo que más me impactó fue que tenía a una niña agarrada del cabello, tirándola con fuerza mientras ella se retorcía de dolor. Era una escena aterradora, mucho más de lo que jamás había presenciado.
"¡Qué mier** hacen aquí, mocosos! ¡Este es un lugar de cosecha, aléjense!", gritó de nuevo, con más intensidad que antes. Su rostro estaba desfigurado por la rabia.
Sentí el pánico apoderarse de mí. Esto no era un simple juego, esto era peligroso. Teníamos que salir de ahí cuanto antes. Miré a Zirael, esperando que hiciera algo.
Debo hacer algo. Debo sacar a Luna y Rina de aquí. Todo en mí gritaba que debíamos escapar, pero mis piernas no respondían, estaban paralizadas por el miedo. ¿Qué íbamos a hacer?
Zirael dio un paso adelante, pero su temblor en sus piernas lo hacía notar nervioso. Lo había visto comportarse como alguien maduro y confiado en muchas situaciones, enfrentándose a lo que se le cruzaba, pero esta vez, su voz tembló.
"Señor, solo estamos aquí jugando un rato", dijo, intentando calmar la situación.
El hombre soltó una carcajada tosca, llena de desprecio. "¿Jugando? ¡Jajajaja!". Su risa resonó en el campo de una manera perturbadora, mientras la niña que tenía agarrada seguía revolcándose en el suelo, gimiendo de dolor. La escena me hizo sentir impotente. Quería hacer algo, ayudar de alguna manera, pero mi cuerpo me tenía paralizado.
En ese momento, vi cómo Rina se separaba de Luna y de mí, caminando lentamente hacia el hombre. Había visto cómo siempre mantenía una fachada de firmeza, pero ahora, a medida que se acercaba, noté cómo esa seguridad empezaba a desvanecerse.
"Señor, por favor, no estamos haciendo nada malo", dijo Rina, su voz cargada de una mezcla de miedo y súplica.
El hombre la fulminó con la mirada y respondió con brusquedad, "¡Cállate, mocosa! Estoy hablando con el niño". Su voz era tan fuerte y autoritaria que dejó a Rina completamente congelada.
Zirael dio otro paso hacia adelante, con más determinación esta vez. "Señor, se está pasando. Debería bajar ese tono y dejar de tratar a esa niña de esa manera tan salvaje".
El hombre soltó otra carcajada, pero esta vez fue más siniestra. "¿Esta niña? ¡Jajaja! Esta escoria es un ratero, no tiene ningún derecho de ser tratada como persona. Giró la cabeza hacia nosotros con una expresión de profundo desprecio. " Y ustedes, ¿quién mier** son? ¿Qué hacen aquí? ¡Este no es un lugar para mocosos!"
"Yo soy de la familia Firebrand, mi papá es Paulus Firebrand. el niño de allá es mi primo, y también es un Firebrand".
El hombre retrocedió de inmediato cuando escuchó el apellido "Firebrand"; su rostro cambió por completo al darse cuenta de a quién había estado intimidando. Sus pasos torpes lo llevaron a retroceder unos metros antes de balbucear con miedo.
"Disculpa, niño Firebrand, lo siento mucho, no sabía… por favor, perdón".
Su actitud agresiva se desmoronó al instante, y con un giro torpe, se dio media vuelta y se alejó corriendo, como si hubiera visto a un demonio. El cambio en su rostro, de arrogante a aterrado, me dejó claro el peso que el nombre Firebrand tenía en el pueblo, mucho más de lo que yo había imaginado.
La niña que había estado en sus manos cayó al suelo cuando la soltó de golpe. Todos corrimos hacia ella. Mi primo comenzó a aplicar un hechizo de curación.
"¿Estás bien?", preguntó Zirael inclinado. Su tono de voz cambió ligeramente, para poder tranquilizarla.
No dijo nada. Su respiración era pesada, como si estuviera en shock. Después de unos segundos, levantó la cabeza y nos miró a los ojos. Era evidente que había pasado por algo horrible.
"Vamos a ayudarte. No tienes que tener miedo", dijo Rina que estaba al lado mío.
Yo me acerqué, tratando de mostrarle que estábamos allí para ayudarla. Su ropa estaba desgarrada y sucia y parecía no haber recibido ningún tipo de cuidado en mucho tiempo. Me sentí mal al verla así.
"Sí, no debes tener miedo. Estamos aquí", dije, intentando sonar tan calmado como Zirael, aunque por dentro aún sentía la respiración agitada de mi corazón.
La niña aún sin decir una palabra. Nos miró a todos, como si no estuviera segura de si podía confiar en nosotros. Pero con el tiempo, su expresión comenzó a suavizarse.
"Todo está bien ahora. Ese hombre no volverá a molestarte", repitió Luna con suavidad, extendiendo su mano hacia la niña.
Pero la niña, aún temblando y visiblemente agotada, retrocedió un poco, evitando el contacto. No parecía hacerlo por desdén, sino más bien por miedo y vergüenza. En eso, una reacción de la niña fue inesperada. Se levantó por sí sola.
"Disculpa, no quiero ensuciarla, señorita", dijo la niña con la cabeza inclinada. Su comentario, lleno de humildad, nos tomó por sorpresa.
Rina, Zirael y yo nos miramos por un segundo y no pudimos evitar soltar una risa. La situación tenía algo irónico y gracioso. Luna, la hija de alguna familia de agricultores, era tratada como una especie de noble por esta niña desconocida. Parecía ridículo, considerando que la familia de Luna vivía de la tierra, como cualquiera en el campo.
"¡No te preocupes por eso!", dijo Luna, sonriendo y claramente divertida por la situación. "No soy una princesa ni nada por el estilo, no pasa nada si me ensucias".
La niña, algo avergonzada, levantó la mirada con una sonrisa tímida y agradecida. "Gracias… De verdad, pero aún así no quiero el contacto".
"Entiendo", respondió Luna.
"Entendemos, de igual forma. No tienes que agradecer, solo hicimos lo correcto", dijo Zirael mientras estaba atento para que no se desmayara, ella por sí sola no podía mantenerse de pie. Se mostraba muy agotada, como si la energía que le mantenía aún en conciencia se estuviera esfumando.
Nos quedamos unos minutos más allí, hasta que la niña parecía recuperada del todo.
"¿Qué es lo gracioso para que se rieran hace un momento?", preguntó Luna, confundida por nuestras risas de hace un rato.
"No es nada, disculpa, Luna", respondió Zirael, tratando de normalizar la situación. A pesar del mal momento que habíamos presenciado, un par de carcajadas eran la mejor forma de aliviar la tensión.
"Supongo que en un momento tan tenso, es bueno reír", dijo Luna sonriendo con una ligera vergüenza por las situaciones que le estaban pasando. Luego se volvió hacia la niña y le dijo. "¿Cuál es tu nombre?".
"¿Mi… nombre? Mi… nombre… es… Reiner…".