¿Dónde estoy? Me pregunté, mientras un escalofrío recorría mis brazos. Me encontraba en un bosque oscuro, donde los árboles, como fantasmas torcidos y deformados, se alzaban en medio de la desolación. El lugar parecía haber sido arrasado por una terrible guerra, dejando atrás nada más que cenizas y ruinas. El aire era espeso, denso, casi imposible de respirar, cargado de una tensión que se sentía viva.
Las ramas carbonizadas se alzaban hacia el cielo, deformadas, como si fueran manos tratando de escapar de la tierra. Todo estaba inmóvil, excepto por el leve crujido de mis propios pasos sobre las hojas muertas. El suelo bajo mis pies se sentía húmedo, por el leve rasgo de una lluvia que había pasado.
¿Qué ocurrió aquí?
La sensación de inquietud crecía, como si estuviera a punto de presenciar algo aterrador, algo que no debía ver.
"¡Ahh!", grité fuerte al abrir los ojos, sobresaltado. Frente a mí, estaba ella.
"Hijo", dijo mi mamá con voz preocupada. Al ver su rostro, noté la inquietud en su mirada. "¿Estás bien? Estás sudando demasiado, además te quejabas mientras dormías. ¿Qué te pasa?"
"Es que ahhh…", un dolor en mi cabeza, comenzó a molestarme.
"¿Qué te pasa, hijo?" Insistió
"No es nada… Es solo un dolor de cabeza"
Me detuve y una risa que no pude evitar salió de mí, era totalmente estúpida esa conclusión. Lo único que pude decir fue. "Ese puede ser el problema". Me levante de la cama. Mi madre observaba cada paso que daba para llegar donde mi cambio de ropa.
"Jajaja", soltó una risa suave. "Me haces recordar a mi hermano", dijo.
"¿Hermano? Nunca me comentaste eso, ¿tienes un hermano madre?"
"Tuve", respondió, su tono se volvió un poco más suave. "Era como tú, muy maduro para su edad. Siempre estaba preguntando y hablando de cualquier cosa que le pareciera interesante o curiosa. Él era 3 años menor que yo, pero por su forma de comunicarse ni lo hacía notar. Mi hermano tenía uno de los sueños más increíbles, y solía contármelos justo antes de que me quedara dormida. Realmente me preguntaba de donde sacaba cada una de esas ideas, porque eran realmente muy increíbles".
Me detuve y me acerqué a ella. "¿Qué sueños te contaba?"
"Como el sueño de un dios benevolente o de las criaturas azules".
"Eso suena increíble, realmente eran unos buenos sueños. ¿Y qué pasó con él, donde está ahora?"
"Ahora está con mi padre", dijo en voz baja, esquivando los detalles. "Bueno, hijo, te dejo para que te vistas, luego me cuentas ese sueño tuyo".
"De acuerdo, mamá", murmuré mientras intentaba terminar de cambiarme.
Nací, se marchó y yo dejé de estar animado, ahora mis pensamientos inundaban mi mente en pánico.
Ese sueño... no, mejor dicho, esa pesadilla, había detenido mi pensamiento en seco. Era lo más extraño que había experimentado en mucho tiempo, y no estaba seguro de si sería capaz de olvidarlo tan fácilmente. Fue demasiado real. Me encontraba en un bosque, completamente calcinado, las llamas aún parpadeaban en algunos puntos, aunque la tormenta que caía sobre el lugar comenzaba a apagarlas. El ambiente era crudo, desolador, como si todo lo que alguna vez tuvo vida hubiera sido arrancado de raíz, dejándome solo con la sensación de una angustia aplastante.
Lo que más me perturbó fue ver a una serpiente en medio de ese caos. Una criatura oscura, enroscada, acechando a su presa, un ratón o quizás una rata, acorralado entre las cenizas. Estaba tan cerca, casi podía sentir el miedo de aquel pequeño animal, viéndolo intentar defenderse en vano. Justo cuando la serpiente estaba a punto de atacar, el ratón, en un acto de desesperación, se puso de pie, como si pretendiera enfrentarla. No tuvo oportunidad. La serpiente le clavó sus colmillos sin piedad, y el ratón cayó al suelo, agonizando en el dolor.
Atrapado por la escena, solo podía observar que piernas se acercaban. Era incapaz de decidir mis propios movimientos. Entonces, una rama crujió bajo mi pie. La serpiente, con un movimiento sutil, levantó la cabeza y fijó su mirada en mí. Sus ojos me perforaron con una frialdad que me congeló. Antes de que pudiera hacer algo, se abalanzó directamente hacia mi rostro.
Y ahí fue cuando desperté, justo antes de que sus colmillos me alcanzaran. Ese simple espectáculo me dejó confuso, solo intentare olvidar y continuar.
"Bueno, vamos"