Al día siguiente, todo parecía más tranquilo. Me levanté con una sensación de calor, así que empujé las mantas hacia un lado. Mientras miraba por la ventana, me di cuenta de que el sol ya estaba en lo alto.
Está tarde, pensé, recordando que mi primo vendría hoy para ayudarme de nuevo. Me vestí rápidamente y salí corriendo hacia la sala.
Mientras corría por el pasillo, escuché voces riendo provenientes de la sala. Algo en ese sonido me hizo frenar un poco, como si no quisiera interrumpir. La alegría en sus risas me hacía sentir extraño, como si no perteneciera a ese momento de felicidad.
Finalmente, me asomé con cautela, lo que vi me sorprendió. Allí, en la sala, estaban la niña con cuernos, mi primo, y la niña que me había dado una cachetada. Todos estaban sentados cerca de mi mamá, conversando como si todo fuera normal, como si nada hubiera sucedido el día anterior.
"Hijo, ya estás despierto", dijo mi mamá al verme. Las risas en la sala se detuvieron de inmediato, y todos giraron hacia mí, pude ver cómo la niña elfo inclinaba la cabeza con timidez, y quizás algo de miedo en su expresión.
Por un momento, el silencio llenó la habitación, como si todos esperaran mi reacción, como si el siguiente paso dependiera de lo que yo dijera o hiciera.
"Hijo, ayer hubo algunos problemas que no se pudieron solucionar y, bueno, las amigas de tu primo vinieron para hablar contigo", explicó mi mamá como si intentara evitar que la situación se volviera incómoda.
Me quedé sorprendido, paralizado por un instante. El recuerdo del día anterior aún estaba fresco en mi mente, un caos que había quedado sin resolver. Me di cuenta de que había sido una falta de respeto no haber dicho nada antes, no haber intentado arreglar las cosas. Ahora, todos ellos estaban aquí, esperando, y yo estaba en shock, incapaz de reaccionar o encontrar las palabras adecuadas para el momento.
El silencio que siguió a las palabras de mi madre era pesado y sentí la necesidad de decir algo, cualquier cosa, para romperlo. Pero no sabía por dónde empezar.
Entonces, la chica con el nombre de Rina se acercó a mí. Su rostro era el mismo que recordaba de aquel día, serio y firme. De inmediato, mi mente se inundó de recuerdos de la cachetada, y por instinto, cerré los ojos, esperando que se repitiera el mismo destino. Aceptaba la culpa sin decir una palabra, resignado a lo que podría venir.
Pero, en lugar de sentir otro golpe, escuché el leve sonido de su respiración, y cuando abrí los ojos con cuidado, vi que Rina estaba inclinada ligeramente, en un gesto de disculpa. No era la misma chica agresiva del día anterior. Su expresión, aunque seria, mostraba algo diferente. Era un intento de reconciliación, un acto de humildad que no esperaba.
Me quedé en silencio, sin saber exactamente cómo reaccionar.
"¡Perdón! Ayer me enojé. Me enojé contigo porque pensé que tú habías provocado el accidente de Luna. Me enojé tanto que mi sangre hirvió, y como resultado, te di esa cachetada. Perdón", dijo Rina, entrecruzando sus manos, claramente nerviosa pero sincera en su disculpa.
No entendía del todo lo que estaba sucediendo. Había pensado que había venido para reprenderme nuevamente, para lanzarme otra cachetada. Pero no fue así. Aunque su rostro seguía mostrando una expresión seria, casi intimidante, podía ver en sus ojos que su disculpa era genuina, que lo decía de todo corazón.
"No, perdóname tú. Entiendo tu reacción. Fue en parte mi culpa, realmente debí hacer algo", respondí con voz baja, sintiendo un peso levantarse de mis hombros. "Realmente, perdón primo, perdón Rina, y perdón Luna".
En ese momento, vi cómo Luna levantaba la cabeza, y su rostro, aunque aún mostraba un toque de miedo, reflejaba una sonrisa alegre. Era completamente diferente a la expresión asustada que recordaba del día anterior.
"Eh… yo también… tengo que decir que tuve un poco de culpa. Fue mi culpa por ignorarte por vergüenza… perdón", dijo, su tono nervioso.
De pronto, todo empezó a tener sentido. Nos estábamos sincerando, aceptando nuestras partes de responsabilidad.
"Yo también tengo que decir que fue mi error. Debí haber hecho algo, disculpa, primo", añadió Zirael, con una sonrisa, suavizando el ambiente.
Al final todos nos disculpamos, y de alguna manera, eso nos pareció chistoso. El ambiente tenso y cargado de culpa comenzó a disiparse. La sensación de pesadez en mi pecho se fue desvaneciendo, y poco a poco nos relajamos. Al final, no pudimos evitar reírnos juntos. Fue un momento de conexión.
Fue un alivio. Pasé de la incertidumbre y la tensión al perdón y la reconciliación. Por primera vez en mucho tiempo, supe que había hecho algo con todo corazón.
Lo que había ocurrido sería un recuerdo, no de tristeza, sino de algo positivo. Al final, todo se solucionó, y conseguí mis 2 primeras amigas. Eso me hizo realmente feliz.
Con el paso de los días, me enteré de que mi mamá y Zirael habían sido claves para que todo esto se solucionara. Mi primo, siempre atento, había hablado con Luna, explicándole lo que realmente había sucedido, de manera que ella pudiera transmitir esa verdad a Rina. Fue gracias a ellos que las cosas finalmente se aclararon, que todo el malentendido pudo disiparse.
Lo que en su momento fue un caos lleno de confusión y tensiones, ahora se había convertido en una historia chistosa que recordaré con una sonrisa.