En medio de los barrios bajos de la ciudad de Velt, sus habitantes eran asaltados por una manada de monstruos. Atacando y destruyendo todo a su paso, aquellas bestias mortíferas reclamaban una a una las vidas de los residentes del lugar.
Allí, un chico huía despavorido mientras un lobo mutante lo perseguía. Se escabullía entre pequeñas aperturas de los callejones, pero no lograba liberarse de aquel temible oponente. Palideció al ver cómo el paso de la bestia se volvía más desenfrenado. Maldiciendo internamente, empujó su cansado cuerpo una vez más para sobrevivir.
Sostenía una pistola de aspecto descuidado en su mano derecha, pero carecía de la capacidad para usarla; era un manojo de nervios en ese momento. Sus pulmones protestaban por el sobreesfuerzo, y cada bocanada de aire parecía insuficiente.
El espacio empezaba a reducirse conforme corría, anunciando lentamente el fin de la persecución. El chico sabía que, si esto seguía así, moriría apenas llegara a un punto muerto. Mordió su labio inferior con frustración mientras apretaba temblorosamente aquella pistola.
[Voy a sobrevivir], pensó, decidido, dobló esquinas rápidamente para poner distancia entre él y la bestia.
El lobo mutante rugió, y su aliento caliente rozó el cuello del chico, quien seguía corriendo desesperadamente, buscando una salida. Sintió el frío filo de una cuchilla pasar por su cuello, y una sensación de muerte inminente lo invadió.
La ansiedad no tardó en consumir sus pensamientos. Le irritaba ser tan descartable en este mundo; nadie iba a notar su ausencia si terminaba devorado en un rincón cualquiera. Ser alguien empobrecido, sin ningún valor que ofrecer, lo convertía automáticamente en carne de cañón en situaciones como esta.
Lo que más temía terminó por hacerse realidad. Había llegado a una zona sin salida. No importaba dónde buscara; no había forma de evitar una confrontación directa con aquella bestia.
[¡Maldición!]
El lobo mutante resopló, cruzando miradas con el chico. Con sus ocho ojos inquietantes, evaluó la situación de su presa, soltando un gruñido burlón al ver lo acorralado que estaba.
Apuntó con torpeza; tenía poca experiencia enfrentándose a un oponente que no perteneciera a los barrios bajos. El monstruo se agazapó, listo para saltar sobre él con sus potentes extremidades, adaptadas para sobrevivir en el exterior.
Los segundos se hicieron eternos conforme ambos se preparaban para acabar con el otro. De repente, todos los sonidos alrededor se desvanecieron, hasta que el eco de una gota de agua, escapando de una tubería rota, rompió el silencio al caer sobre el suelo descuidado.
El chico se lanzó hacia adelante, buscando obtener la ventaja. El mundo parecía ir en cámara lenta. Aunque dio su mejor esfuerzo para apuntar al lobo, falló. Su falta de experiencia y habilidades físicas lo llevaron a caer de espaldas al suelo con la criatura sobre él.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras empezaba a hiperventilar. Su cerebro buscaba desesperadamente una forma de sobrevivir, observando cómo las fauces de la bestia se abrían lentamente.
Su cuerpo se movió por instinto: metió su brazo entre las mandíbulas de la criatura y apuntó con su pistola hacia donde creía que estaba el cerebro. Un leve pitido resonó en su cabeza, acompañado de un dolor agudo, pero no dejó que nada interrumpiera su acción.
Vacío toda la munición del cargador mientras intentaba resistir para no perder el brazo. El lobo mutante soltó un leve gorgoteo antes de caer encima del chico, quien logró sacar su mano justo antes de que la boca se cerrara con el impacto. La adrenalina abandonaba su cuerpo, dando paso a las demás sensaciones que había ignorado durante su huida. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras lograba recuperar el control de su respiración. Miraba fijamente el cadáver de la bestia, esperando que no se moviera.
"Lo logré," susurró, sintiendo cómo el alivio se instalaba en su corazón. "Realmente sobreviví."
Se arrastró hasta un contenedor cercano. No tenía fuerzas en las piernas para ponerse de pie; corrió durante horas para salvarse. Se recostó contra el metal oxidado, apoyando la cabeza entre sus manos, dejando salir todo lo acumulado.
Temía morir sin alcanzar su objetivo principal, pero aquella experiencia le dejó una idea equivocada sobre los peligros de aventurarse al exterior. Si había logrado derrotar a una de esas temibles criaturas, entonces podría apañárselas para buscar reliquias abandonadas.
Alzó la vista hacia los rascacielos que se alzaban como colosos, sus luces brillando inalcanzables en la oscuridad de la noche. Desde los barrios bajos, todo parecía una ilusión, como si pertenecieran a otro mundo. A uno que él aún no podía tocar.
De repente, una voz lo sacó de sus pensamientos.
"¡Noah!", gritó una chica. "¡Oh, cielos! ¿¡Estás bien!?"
Desde una de las entradas del callejón, una joven apareció corriendo hacia él. Quería asegurarse de que estuviera a salvo. Tenía algunos moretones y rasguños, muestra de su propia lucha por sobrevivir, pero su mayor preocupación estaba reflejada en la angustia de sus ojos. Se arrodilló frente a Noah y lo abrazó.
"Estoy bien, estoy bien." Trató de tranquilizarla mientras ella lo apretaba con fuerza. "Hemos pasado por cosas peores, ¿no?"
"Eres un tonto," susurró, intentando controlar sus lágrimas. "¿Por qué siempre terminas poniéndote en peligro?"
Noah le dedicó una sonrisa amarga. Acarició suavemente su cabeza, buscando las palabras adecuadas, aunque mantenía la mirada fija en aquellos imponentes edificios.
"Tengo que ser fuerte si quiero que ambos abandonemos este sitio de mala muerte," dijo, tragando saliva. Miró a su compañera con preocupación. "Voy a convertirme en un explorador."
La chica quedó en shock al oír tal afirmación. Lo miró atónita durante unos segundos, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Su expresión era clara: estaba completamente en desacuerdo.
"¿Te golpeaste la cabeza?", preguntó, incrédula.
"No, esto es en serio."
"¡¿No bastó con casi perder la vida esta noche?!" Su voz se quebró. No podía contener los sollozos, aterrada por lo que podía suceder. "Ambos sabemos cuántas personas no regresan de esas ruinas, y ahora tú quieres caminar hacia tu muerte. ¿Es esto una de tus bromas?"
"Nari..."
Noah la abrazó, evitando que se alejara. Sentir sus ligeros espasmos mientras ella enterraba el rostro en su hombro estrujó su corazón, pero no podía dar marcha atrás.
"Eres lo único que me queda," dijo ella, con un hilo de voz.
"Lo sé, y por eso mismo debo hacerlo," respondió Noah, dándole un suave beso en la frente. "No te abandonaré."
Ambos permanecieron en silencio, dejando que el sonido de las agitadas calles llenara el ambiente.
Noah miró el callejón en el que se encontraban. Oscuro, repleto de basura y ratas, reforzaba su resolución de dejar de esconderse en los peores rincones. La ciudad de Velt, con sus imponentes rascacielos, aún le parecía un sueño lejano, pero lo alcanzaría. Prometió que lo haría.
[Un día te llevaré a la cima de esos rascacielos.]
***
Ambos caminaron en dirección a uno de sus refugios, mirando amargamente el estado caótico de los barrios bajos. Los guardias desplegados por la ciudad patrullaban la zona en busca de algún monstruo restante. En el proceso, arrestaron a varios habitantes de la calle, probablemente con asuntos pendientes con la ley.
"¿Te sientes mejor?"
"Un poco."
La noticia aún le impactaba, pero logró recuperar la compostura mientras seguía el ritmo de Noah. Atravesaron algunos callejones hasta llegar a un rincón oculto en un viejo almacén, donde habían apilado cajas y materiales para improvisar un hogar.
"¿Estás seguro de querer abandonar esto?" comentó Nari con una risa seca, observando el techo que goteaba y el suelo cubierto de polvo.
"Bastante seguro," respondió Noah con una leve sonrisa, ojeando el espacio que les había permitido dormir durante varios años sin ser atacados.
Nari lo miró ansiosa. La idea de que él terminara muriendo en algún lugar lejano le aterraba, sobre todo el hecho de esperar por él, sin saber si regresaría. Noah sabía lo que pasaba por su cabeza. Soltó un profundo suspiro y le indicó que se sentara en unas bolsas de basura.
Sacó de su bolsillo una pequeña tarjeta. Era su identificación como explorador, la cual había conseguido a escondidas días antes del ataque. Nari lo miró enfadada, había tomado una decisión sin consultarla. Las lágrimas volvieron a asomarse.
"¿Así que eso es todo? ¿Ibas a irte sin siquiera decírmelo?" Nari trató de mantener la calma, pero sus ojos estaban llenos de resentimiento y dolor.
Noah bajó la mirada, apretando la tarjeta con las manos.
"Nari... No puedo seguir aquí. No quiero seguir escondiéndome toda mi vida. Esto es lo único que puedo hacer para cambiar algo."
"No solo es sobrevivir allá afuera, tendrás que preocuparte por mutantes peligrosos, e incluso por otros exploradores," espetó Nari. "¿De verdad quieres que pase cada día esperando ansiosamente que regreses entero?"
"Lo sé... Pero logré derrotar a una. Por favor, Nari, confía en mí." Noah se acercó y tomó sus manos. "Nos iremos juntos de aquí. ¿Recuerdas el vestido que querías? Será lo primero que compre."
"Tonto," dijo Nari en voz baja, apoyando su frente en su pecho. "Más te vale no dejarme aquí sola... Por nada en el mundo."
"Lo prometo."
Nari tomó la tarjeta de explorador y la analizó detenidamente.
Explorador de la ciudad de Velt.
Noah.
Rango: 0.
ID: 210805.
Zona actual: Norte.
"¿Cuándo empezarás?"
"Mañana."
Ambos se quedaron en silencio, con un montón de pensamientos cruzando por sus mentes. Por un lado, él deseaba escapar de la sombra de la pobreza, y por otro, mantener a la persona más importante en su vida; la única que quedaba.
[Voy a regresar], se repitió internamente, como una promesa no solo para ella, sino también para sí mismo.
***
Noah se despertó temprano. El cielo comenzaba a aclararse lentamente, señalando el inicio del día para los exploradores, quienes se aventuraban temprano para evitar tener que acampar en las afueras. Miró a Nari, quien dormía plácidamente en su regazo después de haber llorado tanto la noche anterior.
"Perdón por preocuparte." Le dio un beso en el cachete y luego la acomodó lentamente sobre la pila de cartón y periódicos que usaban para dormir. "La próxima vez dormiremos en una cama enorme y cómoda."
Alistó una pequeña mochila con lo poco que podía llevar. Unos cartuchos para su pistola, comida vencida y una botella sucia de agua potable. Respiró profundamente, sintiendo el olor a humedad, y luego se miró en uno de los pequeños charcos de agua sucia.
[¡Puedes hacerlo!]
Salió del refugio, dejando atrás las sombras del lugar que los había albergado. Cruzó las calles desiertas de los barrios bajos hasta llegar a los páramos del mundo exterior. En cuanto puso un pie afuera, el peso de algo desconocido se posó en su pecho, casi tan pesado como lo que buscaba cambiar.
El paisaje era una mezcla de hierbas salvajes y escombros olvidados, remanentes de civilizaciones antiguas. Ahora era tierra de nadie, marcada por las criaturas y exploradores caídos. Una ráfaga de aire golpeó su rostro, llevándose el olor rancio de los barrios bajos.
Tras avanzar varias horas, llegó a una de las ciudades en ruinas. El sol y la fatiga se encontraban en su punto más alto. Las condiciones de vida para un chico como él habían afectado su desarrollo. Su cuerpo estaba en pésimo estado por la falta de una alimentación adecuada.
[Estoy exhausto,] pensó, recostándose en unos escombros cercanos. No estaba acostumbrado a tener que soportar largas caminatas, y había elegido dirigirse a la ruina más cercana que conocía.
Se limpió el sudor con su camiseta andrajosa y luego tomó un poco de agua de la botella que traía, esperando poder racionarla lo suficiente hasta regresar con Nari. Cerró los ojos un momento, recordando su rostro, dormida, con los rastros de las lágrimas.
[Todo saldrá bien.]
Se impulsó con esa motivación para seguir caminando entre las calles destruidas. Ingresó en algunos edificios con la esperanza de encontrar algún objeto de valor, pero no tuvo suerte. Todo ya había sido saqueado por otros exploradores.
El tiempo siguió su curso y la situación no mejoraba. Comenzó a cuestionarse si realmente valió la pena todo el esfuerzo: robar aquella pistola y reunir el dinero para su tarjeta.
Estaba a punto de revisar otra casa en ruinas cuando una enorme explosión lo sacó de su pesimismo.
Sacó su pistola y, aunque sus manos temblaban, trató de apuntar hacia adelante como las innumerables veces que había practicado en su mente.
[¿Qué fue eso?] Pensó, en pánico. Se recompuso lo mejor que pudo y se refugió en una de las casas abandonadas, que se sostenían imponentemente gracias a los materiales y la arquitectura de las civilizaciones pasadas.
Agudizó sus sentidos, preparándose en caso de que fuera necesario, pero nada sucedió, dejándolo incómodo. El silencio era absoluto, solo interrumpido por el viento que se colaba entre los edificios. Noah esperó hasta confirmar que estaba realmente seguro; según su perspectiva, nada peligroso sucedía.
Estaba a punto de salir cuando otra explosión, mucho más fuerte, sacudió el suelo. Los muros cubiertos por la vegetación vibraron con fuerza, como si fueran a colapsar en cualquier momento. Noah decidió cambiar de escondite.
Una nube de polvo se alzó en el horizonte, oscureciendo la luz del sol. El eco de la explosión reverberaba en las ruinas, haciendo que su corazón latiera frenéticamente. Se escondió detrás de una pila de escombros, esperando que pasara lo peor.
[¡¿Qué mierda está pasando!?] Le costaba respirar como de costumbre. Sus manos y piernas temblaban al experimentar de primera mano un suceso del Páramo. Sintió un ligero mareo, mientras apretaba su pistola y trataba de mirar el entorno en busca de enemigos.
"Nada," susurró aliviado, controlando su hiperventilación lo mejor que pudo.
Sin previo aviso, el silbido de una bala pasó junto a su oreja, enviándolo de nuevo a un estado de alerta. Un disparo proveniente de las profundidades atravesó el muro de escombros, despertándolo a la realidad de ser un explorador.
Los disparos llenaron el ambiente, junto con los gritos y chillidos de las criaturas de la ruina. En solo unos pocos segundos, algunos edificios fueron destruidos por la potencia de fuego de los combatientes. Sin pensarlo dos veces, Noah se adentró en otro refugio, disparando a ciegas, dominado por el miedo. Ahora mismo, el temor pesaba más que la lógica.
"¿Por qué pensé que esto era buena idea? No es como me lo imaginé." La imagen de Nari, esperándolo con una sonrisa esperanzada, se mezcló con el estruendo de los disparos. "¡Voy a sobrevivir!"
Un crujido sonó detrás de él. Noah se giró con el corazón en la garganta, apuntando con su pistola a la sombra que se movía entre los escombros. Una figura emergió lentamente: alta, encorvada, con extremidades metálicas que relucían bajo la tenue luz. La criatura emitió un sonido gutural, mitad rugido, mitad chillido, antes de abalanzarse sobre él.
Noah disparó. Una, dos, tres veces. Sus balas impactaron en las placas de metal de la bestia, sin generar daño alguno. Retrocedió, tropezando con los restos de una pared derrumbada. Soltó un grito, arrastrándose hacia las calles de las ruinas, pensando desesperadamente cómo regresar con vida a la ciudad de Velt.
Corrió sin temor a ser alcanzado por las balas. El imponente lobo lo perseguía, embistiendo las paredes endebles para reafirmar su terror en el chico. Los escombros volaban por los aires, impulsados por las explosiones. Los chillidos de las criaturas eran agudos, como si el dolor les arrancara la garganta, acompañado del rugido de los disparos que reverberaba entre las ruinas como un trueno constante.
Grupos de exploradores se disparaban entre sí, buscando que la horda de criaturas se encargará de engullir al otro lado, empleando explosivos, disparos o cebos. Noah terminó en medio de la encrucijada, algunos lo confundieron como parte del grupo enemigo disparándole en el proceso.
La bestia no desaceleró el paso, sin importarle la cantidad del daño recibido, siguió lanzando zarpadas y bocados para atraparlo, los cuales lograba esquivar milagrosamente. Su cuerpo estaba llegando al límite, cada bocanada de aire era menos que la anterior, distorsionando su visión por la falta de oxígeno.
[No te rindas ahora], se repetía internamente, mordiéndose el labio inferior hasta sentir el sabor metálico de la sangre, esperaba que aquella acción lo mantuviera consciente.
Se metió a través de una ventana de una enorme tienda. En ella, se encontraba uno de los exploradores retenido por el fuego del otro grupo. Se había separado de sus compañeros por la explosión causada por la ojiva.
[¿Otro?] Su dispositivo encargado de recoger información le advirtió de dos señales que se aproximaban a su posición. Chasqueó la lengua pensando qué hacer, recibió dos impactos de balas anti-monstruos, motivo principal por el cual no buscaba reunirse con sus compañeros.
Cambió el cargador de su rifle, preparado para recibirlos, apuntó al nivel de la cabeza de un adulto esperando aquellas señales lo asaltaran. Pero fue tomado por sorpresa, de la enorme pared al lado de la puerta, salió disparado el lobo mutante destrozándola a su paso.
"¡¿QUÉ MIER—?!" Abrió fuego apenas volvió en sí, vació todas las balas de su rifle, pero ya era demasiado tarde. La criatura logró cerrar sus fauces, clavando sus fuertes y afilados colmillos alrededor de su cabeza, bañando de sangre el lugar.
La bestia no salió ilesa. La descarga casi a quemarropa con munición para el exterior, perforó gran parte de sus órganos, dejándolo atontado por un par de segundos; tiempo suficiente para tomar represalias. Noah salió del enorme hueco dejado en la pared. Cuando se había abalanzado sobre él, logró deslizarse para esquivarlo en el pasillo y conseguir está pequeña apertura.
Apuntó su pistola desgastada y disparó a una de las brechas dejadas por la anterior andanada. No escatimó recursos, empleó todo lo que tuviera en el cartucho del arma, provocando que empujará las balas atoradas en su cráneo, perforando finalmente su cerebro.
Noah cayó de rodillas, soltó su pistola y se sostuvo con sus manos en el suelo, tratando de recuperar el aliento. Su cuerpo temblaba por la acción constante, apretó los dientes con fuerza tratando de recuperarse, pero a la final terminó sollozando ligeramente.
Un cúmulo de emociones agitaba su interior. Se sintió aliviado por haber sobrevivido, pero el shock de lo ocurrido seguía impactándole. El terror de haber estado tan cerca de la muerte lo mantuvo inquieto, pero lo más importante, el orgullo desmedido por haber salido victorioso. Era suficiente para esbozar una sonrisa enfermiza que se dibujaba en su rostro.
"Estoy vivo," musitó, mirando el cadáver del lobo mutante. "Je... Jeje... Sigo vivo."
El lugar quedó hecho un desastre. Fragmentos de paredes colapsadas cubrían el suelo, mezclados con sangre y restos de la criatura. El silencio volvió, pero no traía paz; era como si las ruinas contuvieran la respiración.
"¡Un Zancudo!", gritó uno de los exploradores de afuera. "¡Salgan de aquí!"
Los disparos de una ametralladora Gatling rompieron el breve momento de calma. Balas del tamaño de un brazo humano caían por doquier. Levantando y destruyendo edificios enteros, esparciendo polvo, sangre y órganos por doquier.
Noah en medio de todo ese caos, tomó como un animal carroñero las pertenencias del cadáver del explorador. Intentó llevarse todo, pero su cuerpo no logró resistir el peso de los objetos. Optó por llevarse su equipamiento y unas pocas reliquias de bolsillo.
[Salgamos de aquí.] Corrió a través de los cuerpos y las explosiones. El hedor de la sangre y la carne chamuscada llenaba el espacio. Una enorme capa de humo se cernió sobre el lugar, mostrando la silueta de un monstruo, generando terror en quienes lo vieran.
Noah sostuvo con fuerza el rifle pesado, sin mirar atrás; mantuvo el ritmo para abandonar aquel campo de batalla, esperando, por fin, estar a salvo de todas esas banderas de la muerte.
***
Noah avanzó tambaleándose, cubierto de polvo y con las piernas temblando por el esfuerzo. Logró regresar a la ciudad de Velt de una pieza, aunque forzosamente tuvo que soportar las ganas de vomitar por el estrés excesivo en su cuerpo. Estaba meditando si realmente debía comer el sándwich con moho que tenía en la mano.
Sentía el peso de cada kilómetro recorrido a medida que rodeaba la inmensa muralla de la zona inferior. Una estructura imponente, hecha de metales desconocidos, que marcaba la frontera con los barrios bajos en el exterior. Las viviendas, tiendas y otros puestos ubicados allí gozaban de la protección proporcionada por los guardias de la ciudad.
Cuanto más te alejabas de los muros defensivos, mayor era el riesgo de encontrarse con el caos de las afueras. A tal punto que, cada mañana, las calles de la zona pobre aparecían salpicadas de cuerpos muertos.
[Aquí es.] Se detuvo frente a un pequeño establecimiento. Su cartel, que señalaba ser parte de la sede de exploradores, estaba corroído y descuidado. Los cristales estaban cubiertos de polvo, y la puerta que daba acceso era un pedazo de madera podrida, colgando de una manera que no sorprendería a nadie si llegara a caerse.
Una sensación amarga recorrió a Noah, quien miró nuevamente hacia la muralla mientras alzaba su sándwich. Más que una barrera física, era el recordatorio de un sistema que decidía qué vida tenía valor y cuál no. Dejó caer el trozo de comida; era la representación de lo que había logrado: sobrevivir, apenas.
Se adentró en el edificio sin saber que lo que encontraría dentro sería un reflejo de lo que dejaría afuera.
Los exploradores charlaban entre ellos. Algunos debatían sobre armas, ruinas, mujeres o la adquisición de trajes aumentados. Noah caminó hacia el mostrador, obligándose a mantener la calma. No quería buscar problemas, ni que lo consideraran un eslabón débil.
Al llegar a su destino, uno de los encargados se levantó de su asiento, mirándolo con desdén. Lo reconoció ligeramente, pero nada más. Sacó una bandeja y le ordenó colocar los objetos que quería vender.
"Un día de suerte, ¿eh?", dijo Rein. Tenía una leve idea de cómo un niño, sin experiencia ni equipamiento la primera vez que vino, regresó con unas pocas reliquias del exterior y armamento nuevo. "A la persona no le importará mucho, supongo."
Noah se sintió molesto. Sabía que lo miraba como si fuera una simple rata, esperando encontrar el botín dejado por una víctima de las ruinas. Su ceño fruncido causó gracia en Rein.
"Tu tarjeta también." Cuando obtuvo la identificación de Noah, se llevó la bandeja a un pequeño almacén en la parte trasera. Regresó y operó su terminal, registrando los datos de la expedición, esperando que saliera un pequeño fajo de billetes.
"Aquí tienes, 500 kronos." Acomodó la bolsa con el dinero sobre el mostrador.
Noah lo miró, conflictivo. No sabía bien qué eran aquellas esferas metálicas que había entregado, pero su concepto sobre las ganancias que obtenían quienes regresaban de las ruinas le decía que no estaba recibiendo lo que merecía. Rein, percibiendo su incomodidad, chasqueó la lengua y decidió explicarle el motivo de su pago.
"Eres un novato en el campo, sin credibilidad, y, además, vienes de los barrios bajos," dijo despectivo. "No sabemos la calidad, funciones o fabricante de lo que trajiste. Hasta que se haga su respectiva inspección, no se te dará el pago completo. Agradece que al menos te damos algo."
Noah tomó el dinero, resignado.
"Muchos habitantes de los barrios bajos vienen con cualquier objeto, pensando que les dará una gran suma de dinero, y termina siendo un pedazo de basura recogido de algún lado. Acostúmbrate a este trato, hasta que alcances el rango necesario para ser considerado un verdadero explorador."
Frustrado, Noah caminó hacia la salida. Sentía que nada de lo que vivió realmente valió la pena. 500 kronos, para una persona como él, era una fortuna: suficiente para comer algo en mejor estado por unos pocos días. Pero su objetivo era abandonar las calles lo más pronto posible.
El espacio oscuro y desordenado del lugar le recordó que, aunque ahora se autodenominara explorador, seguía siendo un huérfano de los barrios bajos, y eso lo perseguiría hasta que lograra escapar o muriera en el intento.
Paseó un rato por las tiendas, comparando lo brillante que era todo, en contraste con el lugar donde se refugiaba con Nari. Sacó de uno de sus bolsillos una pequeña cápsula inyectable que contenía un líquido misterioso, con partículas que se movían erráticamente. Pensó que fue una buena idea no haberla entregado también; podría esperar al aumento de su rango y el pago completo de la expedición de hoy.
"Llevemos una comida decente al menos." Compró un menú barato de una de las tiendas para llevarlo al viejo almacén. "Espero que a Nari le guste."
***
Se encontraba en las partes más alejadas del muro. Las brillantes luces no se veían por ningún lado, solo el olor a podredumbre y los cadáveres arrastrados a un lado de los andenes para que no interrumpieran el paso. La comida se había enfriado un poco, pero a Noah no le importaba tanto ese detalle; tanto él como Nari habían pasado por experiencias peores, como comer ratas para sobrevivir.
En un instante, desde un callejón oscuro, salió una potente patada, como una estocada, hacia los costados de Noah. Terminó siendo lanzado contra la pared de una de las viviendas de la zona.
Escupió un poco de sangre por ambos impactos. Una de sus costillas se había roto, y la sensación de ardor recorría su cuerpo. Un poco de bilis subió por su garganta, provocando que tuviera que vomitar, al mismo tiempo que intentaba tomar aire. Respirar se sentía imposible por el dolor.
Su mente luchaba por tratar de encontrarle sentido a lo que pasaba.
[¿Q-quién? ¿Qué acaba de suceder?] Intentaba recapitular los sucesos, pensando en por qué estaba siendo atacado. Pasó por su cabeza la idea de que alguien podría haber reconocido su ropa mejorada de estilo militar; después de todo, eran bastantes las personas que se estaban disparando entre sí en aquella ruina.
"Definitivamente, una cacería fácil." De las sombras, salió uno de los exploradores que se encontraban en aquel establecimiento. Al ver a un niño que jamás había visto, con reliquias, y que le dieran un fajo de billetes, avisó a su grupo para emboscarlo. "No esperaba, que te tomará bastante tiempo venir por aquí."
[Míralo, un chiquillo todo asustado], pensó Orris, mirando con una sonrisa divertida cómo intentaba recomponerse.
Fue tomado por sorpresa, recibiendo un golpe en su costado, sacudiendo sus intestinos y arrebatándole el aliento al chocar contra la pared al otro lado de la calle. Orris desenfundó su pistola, cuyo acabado metálico oscuro brillaba bajo la luz de las estrellas. Aunque era compacta y ligera, tenía un cañón enorme, diseñado para luchar contra criaturas del Páramo.
Noah alcanzó su rifle, pero otro ladrón lo pateó de sus manos, deslizando el arma hacia un callejón oscuro. Fue empujado de manera brusca contra el suelo, aplastando su espalda mientras le sostenían los brazos.
"Quítale el dinero," ordenó Orris.
Mikel revisó uno de sus bolsillos, hasta encontrar el fajo, lo tomó y rápidamente lo lanzó en dirección a Orris, quien hizo un silbido mientras lo guardaba.
"No lo tomes a mal, chico. La situación para todos es difícil, debiste haberte ido a casa si querías conservarlo."
"Jódete." Noah lo miraba fríamente, intentando liberarse de Mikel, pero la diferencia de fuerza era abrumadora. "Gané eso con mi propio esfuerzo."
"Y yo te lo quité con el mismo grado de esfuerzo," contestó con una sonrisa. "Muévete, Mikel."
Cuando su compañero se apartó, Noah se levantó torpemente, intentando cerrar la distancia con Rein, pero un disparo resonó en el lugar. Su estómago había sido perforado.
"Eres... ¡Gulp!... Un hombre muerto." Cayó de rodillas, apretando su herida para intentar controlar la hemorragia, pero el orificio era bastante grande. "Una bala anti-monstruos... Maldito enfermo."
"Cuestiones de seguridad." Rein le indicó a Mikel que se marcharan. "Agradece que solo vinimos nosotros, los demás no quisieron tomarse la molestia contigo. Así de insignificante eres."
Noah se tambaleó hasta caer en el suelo. La sangre manaba descontroladamente de la herida, empapando su ropa y sus manos. A pesar de la oscuridad, podía notar cómo el brillo de la luna bañaba la ciudad.
[Qué cruel es esto], pensó con ironía en medio de su sufrimiento.
Su visión comenzó a nublarse y su mente vagó por un momento, buscando cómo salir con vida.
Mikel y Orris se habían alejado lo suficiente, como para que la penumbra de los callejones los tragara. Comenzó a sollozar, pensando qué sería de Nari. No sabía si se enteraría pronto de su muerte, o incluso si ella terminaría yendo a buscarlo.
[Más te vale no dejarme sola], recordó. Apretó los dientes y abrió el abrigo militar que llevaba puesto; allí, en uno de sus bolsillos, se encontraba aquella cápsula. Metió la mano para sacarla, y con su boca retiró la tapa de seguridad.
"Tengo que volver... Nari me está esperando." Jadeando, con un movimiento débil, presionó el extremo de la cápsula contra la piel de su cuello y, con esfuerzo, la activó. El líquido frío y viscoso se deslizó por su sistema, enviando una sensación áspera y metálica a través de sus venas.
Al principio no sintió nada, pero luego un calor incontrolable comenzó a invadirlo. La herida en su estómago empezó a sanarse de manera forzosa, provocando que gimiera y gritara. El dolor era agudo e indescriptible, como si estiraran y cortaran su herida para luego suturarla de manera tortuosa.
El sudor bajó por su frente, soportó lo mejor que pudo para no caer inconsciente. Al cabo de un minuto, la sensación de alivio recorrió su cuerpo. El malestar disminuía, y lo que quedaba era una horrible cicatriz.
"Nari... Nari..." Solo podía pensar en una sola cosa para no recaer por completo.
—Recuperación de herida grave completada. Estado funcional: 83%.