El sol comenzaba a ponerse cuando Liam, Aria y Mina llegaron a una pequeña cabaña de madera, perdida entre los árboles. La niebla, espesa y fría, envolvía el lugar, creando una atmósfera inquietante. Mina miró a su alrededor, notando la extraña soledad del sitio.
—Deberíamos descansar y reabastecernos —dijo Liam, observando el entorno.
Al acercarse a la puerta, esta se abrió rápidamente. Un hombre alto, de barba descuidada y mirada penetrante, los recibió en silencio.
—¿Qué los trae por aquí? —preguntó con una voz grave, casi como si ya supiera lo que buscaban.
—Buscamos provisiones para continuar nuestro viaje —respondió Liam, sin apartar la vista del hombre.
El herrero asintió y les hizo un gesto para que entraran.
—Pasan mucho por aquí, viajeros. Pocos buscan solo comida y agua en estos tiempos —comentó mientras los guiaba al interior de su modesta cabaña.
Dentro, el aire estaba cargado del olor a metal y fuego. Alrededor de la habitación, armas y herramientas de todo tipo decoraban las paredes, pero había algo peculiar en ellas, como si todas contuvieran algo de magia en su estructura.
El herrero comenzó a revisar las provisiones que traían, evaluando lo que necesitaban, pero, al observar detenidamente a Mina, su rostro se volvió más serio.
—La chica necesita un arma —dijo sin vacilar—. El viaje no será seguro sin ella.
Mina lo miró confundida.
—No venimos a buscar armas... Solo provisiones.
—Pero las sombras no perdonan la debilidad —replicó el herrero, y con una rapidez sorprendente, comenzó a trabajar. Un destello dorado iluminó su taller mientras tomaba una barra de metal y la moldeaba frente a ellos.
Poco después, el herrero les presentó un cetro de rayos, cuyo metal brillaba con un tono dorado, resplandeciendo como un rayo atrapado en su forma. La empuñadura era delgada, pero sólida, y los filamentos de la parte superior parecían pulsar con una energía latente.
—Es un cetro de rayos —explicó el herrero, entregándoselo a Mina—. Pero no servirá sin el cristal adecuado.
Mina lo sostuvo con asombro, pero también con dudas.
—¿Un cristal?
—Sí. Un cristal que se encuentra en la cueva de las Montañas Oscuras. Sin ese cristal, el cetro es solo metal. No es más que un bastón ornamentado. Pero con él, podrá canalizar una energía poderosa, capaz de devolverle a las sombras lo que han dado al mundo.
Liam dio un paso adelante, la preocupación en su rostro.
—¿Por qué no podemos usarlo sin el cristal?
—Porque la magia del cetro está incompleta sin él —respondió el herrero, su mirada firme—. Las sombras son demasiado poderosas. Este cetro puede ayudarles a derrotarlas, pero solo si tienen el cristal. Y no será fácil conseguirlo.
Mina miró el cetro con determinación.
—¿Dónde encontramos ese cristal?
—En la cueva. En el corazón de las Montañas Oscuras. Es un viaje peligroso, pero es el único camino si quieren derrotar a las sombras. Y recuerden, no solo las sombras habitan en la cueva. Algo más aguarda en las profundidades. Algo antiguo y temible.
Liam, Aria y Mina intercambiaron miradas. Sabían que no tenían más opciones. Este cetro era su única oportunidad para enfrentarse a lo que les esperaba.
—Partiremos al amanecer —dijo Mina, con firmeza.
Antes de que se marcharan, el herrero les entregó algunas provisiones más y una última advertencia.
—No subestimen las Montañas Oscuras. Y no olviden lo que les he dicho: algo más les espera en la cueva. Algo que no se puede ver a simple vista.
Con esas palabras, el equipo salió de la cabaña, llevando consigo el cetro dorado. Sabían que lo que les esperaba sería aún más desafiante que todo lo que habían enfrentado hasta ahora. Pero también sabían que no podían rendirse. El rescate de Ethan dependía de ellos.