El aire era pesado y denso cuando Liam, Aria y Mina dejaron atrás la cueva de las Montañas Oscuras. El cristal que habían obtenido brillaba tenuemente dentro de la mochila de Liam, como si su energía latiera al ritmo de un corazón vivo. Sin embargo, la atmósfera no era tranquila. Una tormenta mágica había comenzado a formarse sobre el bosque que tenían que atravesar para regresar al herrero, y cada paso que daban parecía atraer más oscuridad hacia ellos.
Esa noche, mientras acampaban bajo los árboles nudosos y retorcidos, Liam escuchó algo. Al principio creyó que era el viento, pero pronto se dio cuenta de que las palabras tenían un tono distinto, un susurro casi humano que parecía nacer del cristal:
"Llévame al Reino de las Sombras... Solo allí encontrarás la verdad."
Liam se quedó inmóvil, con los ojos fijos en la mochila. No quería despertar a Aria y Mina, que descansaban junto al fuego apagado, pero el mensaje resonaba en su mente como un eco persistente.
—¿Qué significa esto? —murmuró en voz baja.
El cristal no respondió. Sin embargo, una sensación de urgencia lo invadió, como si algo o alguien esperara que actuara pronto.
La mañana siguiente trajo más problemas. Mientras avanzaban hacia el límite del bosque, un grupo de criaturas de las sombras emergió de entre los árboles, rodeándolos con movimientos calculados. Eran más organizadas de lo que habían enfrentado antes, atacando con tácticas diseñadas para separarlos.
—¡Formen un círculo! —gritó Aria, mientras tensaba su arco y disparaba una flecha que atravesó a una de las criaturas, desintegrándola en una nube oscura.
Mina alzó las manos, creando una ilusión que duplicó sus formas, llenando el claro de clones que confundieron a las sombras. Las criaturas se lanzaban al ataque solo para atravesar ilusiones, perdiendo el rastro de los verdaderos combatientes.
Liam desenfundó la espada de cristal morado, que vibraba en su mano como si respondiera al peligro cercano. En un movimiento desesperado, levantó la espada y lanzó un golpe que liberó un destello de energía. Las sombras se desvanecieron al instante, pero el esfuerzo dejó a Liam tambaleándose, agotado por el poder que había utilizado.
—¿Estás bien? —preguntó Mina, ayudándolo a mantenerse en pie.
—Estoy bien… solo necesito un momento —respondió Liam, aunque sabía que la espada había absorbido más de su energía de lo que quería admitir.
El grupo retomó su camino, pero pronto se toparon con un deslizamiento de tierra que bloqueaba la ruta de regreso al herrero. Mientras buscaban una alternativa, Mina encontró algo curioso cerca de un árbol gigantesco: un antiguo mapa grabado en una piedra cubierta de musgo.
—Esto es un santuario olvidado —dijo Mina, señalando los símbolos arcanos que había descifrado. Sus ojos brillaban con curiosidad—. Según esto, está cerca y podría estar relacionado con el cristal y la espada.
Aria frunció el ceño, cruzando los brazos. —¿No sería más lógico regresar al herrero? Necesitamos activar el cetro, no buscar más complicaciones.
—Si las sombras nos están bloqueando el camino, debe ser por una razón —intervino Mina—. Este santuario podría darnos respuestas sobre lo que enfrentamos.
Liam, que había permanecido en silencio, miró el mapa y luego al horizonte. —Vamos al santuario. Si hay algo que pueda ayudarnos a entender qué está pasando, no podemos ignorarlo.
Aria resopló, pero no discutió más.
Esa noche, mientras acampaban de nuevo, Aria se acercó a Liam.
—Has estado raro desde que salimos de la cueva —dijo, sentándose junto a él—. ¿Qué está pasando?
Liam miró al fuego, evitando su mirada. Después de un momento, suspiró.
—El cristal… me está hablando. Susurra cosas, me dice que lo lleve al Reino de las Sombras.
Aria lo miró con seriedad, tensando la mandíbula. —¿Por qué no nos lo dijiste antes?
—Porque no estoy seguro de qué significa —respondió Liam, alzando la voz ligeramente. Luego bajó el tono—. No quiero preocuparlos.
—Ya estamos preocupados —dijo Aria, sin apartar los ojos de él—. Si ese cristal está tratando de manipularte, tenemos que estar atentos.
Mina, que había estado escuchando desde su lado del campamento, intervino: —O quizá el cristal nos está dando pistas que debemos seguir. Tal vez no sea un enemigo, sino una herramienta que debemos entender.
Liam se sintió atrapado entre ambas posturas, pero antes de que pudiera responder, una sensación de inquietud recorrió el campamento. Al mirar hacia los árboles, vio sombras moviéndose en la distancia, observándolos desde lejos.
Sin embargo, no estaban solos. Entre los árboles, una figura solitaria y encapuchada los seguía, sus intenciones aún desconocidas.
El grupo, ajeno a este último detalle, se preparó para continuar hacia el santuario al amanecer, sin saber que su destino estaba ligado a secretos mucho más oscuros de lo que podían imaginar.