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Chapter 11 - Capítulo 11: El Fuego de la Rebelión

La oscuridad en la celda era densa y silenciosa, el aire impregnado con el olor metálico de la humedad y el sudor. Liam, Aria y Mina se encontraban en el suelo, apoyados contra las paredes frías. Habían sido capturados por el herrero y sus secuaces, y aunque sus espíritus no estaban rotos, el miedo de la inminente captura por parte de las sombras pesaba sobre ellos.

—Esto no puede ser el final —dijo Liam, mirando a sus compañeros con determinación, aunque su rostro estaba marcado por la frustración. — Si nos quedamos aquí, todo habrá sido en vano.

Aria, siempre sereno en la batalla, tenía una mirada calculadora. A pesar de la presión, su mente no dejaba de trabajar.

—Tengo una idea —dijo en voz baja, mirando al suelo, donde se encontraba una pequeña astilla de metal oxidado. — Si conseguimos salir de aquí, tenemos que ir directo al taller, a nuestras armas. El herrero está esperando que las sombras nos atrapen, pero si conseguimos escapar antes, podemos revertir esto.

Mina, aunque preocupada, no dudó en asentir. Había aprendido a confiar en Aria, y en sus habilidades como estratega.

—¿Cómo piensas hacerlo? —preguntó, su voz cargada de inquietud, pero con la disposición de colaborar.

Aria comenzó a trazar los detalles en su mente. Primero, necesitaban engañar a los guardias. Si lograban distraerlos el tiempo suficiente, podrían abrir la puerta de la celda.

—Voy a crear una ilusión. Si lo hago bien, los guardias creerán que estamos aquí, aunque ya estemos afuera. —Mina, tú sabes cómo hacerlas más realistas.

Mina sonrió débilmente, sabiendo que su habilidad era precisamente lo que necesitaban. Cerró los ojos con concentración. Sus manos se movieron lentamente, y poco a poco, tres figuras de luz flotaron sobre ellos. Eran casi indistinguibles de ellos mismos, proyectando una visión exacta de sus formas. Las ilusiones no tardaron en hacerse presentes, y Liam sintió cómo el aire a su alrededor se volvía más denso con la magia de Mina.

Aria no perdió tiempo. Tomó el trozo de metal y lo introdujo en la cerradura de la puerta, moviéndolo con destreza. Al principio, parecía que nada sucedía, pero luego un suave "clic" se escuchó. La puerta se abrió.

Sigilosos, salieron de la celda. Al caminar por el pasillo, Aria los condujo hacia el taller del herrero. Se movían con rapidez, pero también con cautela. Cualquier sonido fuera de lugar podría alertar a las sombras. Al llegar al taller, vieron las armas: el arco de Aria, el cetro de Mina, y, por supuesto, Lúminis.

Liam se acercó primero, sus dedos rozaron la empuñadura de la espada, y al instante, una chispa de energía recorrió su brazo. La espada brilló con fuerza, como si reconociera su dueño. Pero antes de que pudiera tomarla, un grito resonó en la distancia.

—¡Intrusos! —gruñó una sombra que aparecía en el umbral del taller.

La tensión aumentó en un instante. Aria fue la primera en reaccionar, lanzando una flecha con precisión letal hacia la sombra, que se disolvió en un estallido de oscuridad. Sin embargo, más sombras comenzaron a materializarse desde las paredes, sus ojos rojos brillando con malevolencia.

Liam, con un rápido movimiento, empuñó Lúminis y la levantó. La espada resplandeció en su mano, proyectando un rayo de luz pura que disolvió a dos sombras al instante. Las criaturas retrocedieron, pero no se detuvieron.

—¡Están viniendo más! —dijo Mina, retrocediendo mientras intentaba utilizar sus ilusiones para desorientarlas.

Las sombras eran poderosas, pero el equipo ya estaba listo para enfrentarlas. Aria, con su agilidad, esquivaba los ataques, disparando flechas certeras que golpeaban a sus enemigos. Mina, por su parte, intensificó sus ilusiones, creando duplicados de sí misma que hacían que las sombras se atacaran entre ellas. Pero la lucha no fue fácil.

Un líder oscuro, mucho más grande y corpóreo que las otras sombras, apareció desde lo más profundo del taller. Su figura imponente estaba armada con una lanza que parecía absorber la luz, y sus ojos brillaban con una furia incandescente.

—¡No escaparéis de mí! —gruñó, levantando su lanza para atacar.

Aria, con su agilidad, intentó emboscarlo desde un costado, pero el líder de las sombras bloqueó su ataque con facilidad. Mina, con el cetro ahora en sus manos, lanzó un rayo de luz dorada hacia él, pero el líder lo desvió con su lanza.

Liam no perdió el tiempo. Sabía que solo podían ganar si luchaban como un equipo. Con un grito de guerra, cargó hacia el líder, Lúminis brillando a la par con su furia. Cuando la lanza oscura fue a golpearlo, Liam realizó un movimiento rápido, utilizando la espada para bloquear el impacto y girando en un ágil movimiento para desarmarlo. El líder de las sombras intentó recular, pero no pudo escapar del brillo de Lúminis.

Con un golpe certero, la espada cortó la lanza en dos y luego atravesó al líder, desintegrándolo en una nube de sombras y cenizas.

Las sombras restantes, al ver la derrota de su líder, comenzaron a desvanecerse, disolviéndose en el aire. El taller quedó en silencio, y el equipo recuperó sus alientos. Mina, observando a Liam con agradecimiento, le pasó el cetro.

—No tenemos mucho tiempo —dijo ella, mirando a su alrededor.

Liam asintió, dirigiéndose a la mesa donde el herrero había estado observando todo desde las sombras. Había caído de rodillas. Sus ojos estaban llenos de miedo y arrepentimiento.

—No sabía lo que estaba haciendo… me obligaron las sombras… —balbuceó, sus palabras llenas de desesperación.

Liam lo miró fijamente, viendo la tensión en su rostro. —Tu vida no nos interesa, pero si volvemos a encontrarnos, no tendrás oportunidad de pedir perdón.

Mina, al ver la situación, intervino. —No podemos perder más tiempo. Salgamos de aquí.

Con rapidez, el equipo abandonó el taller. Mientras lo hacían, Liam lanzó una última mirada al herrero, cuya figura quedaba a oscuras, ignorada en la sombra de la traición.

Con las armas recuperadas y la lucha detrás de ellos, el grupo partió hacia su siguiente destino. Sin embargo, sabían que este enfrentamiento no sería el último. Las sombras aún los acechaban, y más desafíos estaban por llegar.