El bosque parecía más denso con cada paso que daban. La neblina flotaba cerca del suelo, enroscándose entre los árboles como si tuviera voluntad propia. El aire estaba cargado de un extraño silencio, apenas roto por el crujir de las hojas bajo sus pies.
Después del enfrentamiento con las criaturas de humo, el grupo había avanzado con cautela, sus sentidos alerta ante cualquier nuevo peligro. Sin embargo, no habían encontrado más amenazas. Solo sombras que se alargaban con la luz de la luna y el susurro del viento entre las ramas desnudas.
Fue entonces cuando lo vieron.
A la orilla de un arroyo de aguas oscuras, una figura envuelta en una capa gris los esperaba, apoyada en un bastón de madera nudosa. Su rostro estaba medio oculto por la capucha, pero su presencia no transmitía hostilidad.
—Los esperaba —dijo con voz profunda y serena.
Aria intercambió una mirada con Liam antes de bajar el arco, aunque sin soltar la cuerda del todo. Mina, en cambio, se acercó con curiosidad.
—¿Elandor? —preguntó.
El hombre asintió.
—Así me llaman. Y ustedes son los viajeros que buscan cruzar las sombras.
Liam sintió un escalofrío ante esas palabras. No era común que alguien hablara de las sombras como si fueran un territorio que pudiera atravesarse.
—Nos dijeron que podías guiarnos —dijo Liam.
Elandor inclinó la cabeza ligeramente.
—Puedo mostrarles el camino, pero depende de ustedes si sobreviven a él.
El silencio que siguió fue espeso.
—Eso suena alentador —murmuró Mina.
—No vine aquí a darles falsas esperanzas —respondió Elandor con seriedad—. Si realmente quieren seguir adelante, deben estar preparados. No todos los caminos son visibles a simple vista.
Kelith, que hasta ese momento había permanecido callado, finalmente habló.
—Si hay un camino, lo encontraremos.
Liam se tensó. Había algo en la voz de Kelith que le resultaba extraño. Demasiada seguridad, demasiada calma. Como si ya supiera lo que iban a decir.
No era la primera vez que notaba algo raro en él.
Desde que se había unido al grupo, Kelith se había mantenido al margen, observando más de lo que hablaba. No hacía preguntas, pero escuchaba con atención. Y aunque no lo demostraba abiertamente, parecía saber más de lo que decía.
Al principio, Liam pensó que era simple cautela. Pero ahora no estaba tan seguro.
—Síganme —dijo Elandor, dándose la vuelta.
El grupo lo siguió en silencio, avanzando por un estrecho sendero que apenas se distinguía entre la maleza. A cada paso, el bosque se volvía más oscuro, más pesado, como si las sombras mismas los rodearan.
Finalmente, después de lo que parecieron horas de caminata, Elandor se detuvo frente a un antiguo árbol de tronco retorcido.
—Hemos llegado.
Liam miró alrededor, pero no vio nada fuera de lo común.
—¿Llegado a dónde? —preguntó Aria.
Elandor alzó una mano y señaló el suelo.
Allí, entre las raíces del árbol, había una inscripción tallada en piedra. Un símbolo que no reconocían, pero que brillaba débilmente con un resplandor pálido.
—A las Sendas Ocultas —dijo Elandor—. El único camino hacia el Reino de las Sombras.
Kelith no reaccionó. Y eso solo hizo que las sospechas de Liam crecieran aún más.