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Chapter 10 - Capítulo 10: La Traición

El amanecer bañaba con su luz el paisaje montañoso mientras Liam, Aria y Mina regresaban al taller del herrero. Después de la peligrosa incursión en la cueva de las Montañas Oscuras, el equipo estaba agotado, pero había una chispa de esperanza en sus corazones. Llevaban consigo el cristal necesario para activar el cetro que el herrero les había ofrecido.

—Finalmente, algo salió bien —dijo Mina, jugando con una moneda entre los dedos—. Ahora solo falta que ese cetro funcione y podamos acabar con esas sombras.

Aria asintió, pero su mirada permaneció alerta mientras observaba los alrededores. Había algo en el aire, una sensación de inquietud que no podía ignorar.

—No bajes la guardia —advirtió en voz baja—. Esto aún no ha terminado.

Cuando llegaron al taller del herrero, fueron recibidos con una sonrisa amplia y cálida, pero algo en sus ojos no cuadraba. Liam, sin embargo, estaba demasiado ansioso por terminar su misión como para percatarse.

—¡Ah, regresaron! —exclamó el herrero, frotándose las manos—. ¿Trajeron el cristal?

Liam sacó el cristal de su bolsa con cuidado, sus facetas brillaban con un resplandor púrpura que parecía pulsar con vida propia. El herrero lo miró con una mezcla de codicia y admiración, pero rápidamente ocultó su expresión.

—Excelente trabajo, chicos. Déjenmelo y empezaré a trabajar en el cetro de inmediato —dijo, extendiendo la mano.

Mina, desconfiada por naturaleza, se cruzó de brazos.

—¿Cómo sabemos que no intentarás algo raro con el cristal? —preguntó, ladeando la cabeza.

El herrero soltó una carcajada, aparentemente relajado.

—¿Algo raro? Vamos, jovencita. Este cristal es tan valioso para mí como para ustedes. Si funciona, será una maravilla para todos.

Liam, confiado, colocó el cristal en las manos del herrero.

—Hazlo rápido. Tenemos cosas importantes que hacer —ordenó, aunque su tono carecía de dureza.

El herrero asintió y los invitó a entrar en su taller. Mientras él desaparecía detrás de una pesada puerta de madera, el equipo se relajó, aunque Aria permanecía inquieto.

—Esto no me gusta —susurró Aria, observando las sombras que se alargaban dentro del taller.

De repente, escucharon el sonido de un cerrojo cerrándose detrás de ellos. Giraron al mismo tiempo, pero era demasiado tarde. Una trampa metálica cayó desde el techo, inmovilizándolos. Del otro lado, el herrero apareció con una sonrisa maliciosa.

—Lo siento, chicos, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad —dijo, sosteniendo el cristal y admirándolo como si fuera el tesoro más grande que hubiera visto.

—¿Qué estás haciendo? —exclamó Liam, intentando liberarse—. ¡Nos prometiste ayuda!

El herrero se encogió de hombros.

—Sí, y les di una misión. Cumplieron su parte, pero nunca dije que ustedes disfrutarían de las recompensas. Este cristal vale más de lo que pueden imaginar, y las sombras pagarán mucho más de lo que ustedes jamás podrían ofrecerme.

Mina intentó usar su magia para liberarse, pero sus manos estaban atadas.

—¿Crees que las sombras cumplirán con su palabra? —espetó, furiosa—. Solo te usarán como a nosotros.

El herrero ignoró sus palabras y llamó a un grupo de figuras que emergieron de las sombras del taller: soldados oscuros, sin rostro, envueltos en un aura de malevolencia.

—Llévenlos al calabozo —ordenó el herrero—. Las sombras vendrán por ellos pronto.

El Calabozo

Liam, Aria y Mina fueron arrojados en una celda oscura y fría, despojados de sus armas y provisiones. La espada de cristal morado, el arco de Aria y los accesorios de Mina habían sido confiscados. El silencio del lugar era opresivo, roto solo por el goteo constante del agua en alguna parte.

—Esto es culpa mía —murmuró Liam, golpeando la pared de piedra con frustración—. No vi las señales.

—No es momento de culparte —dijo Aria, con voz firme—. Necesitamos salir de aquí antes de que lleguen las sombras.

Mina, sentada en el suelo con la cabeza entre las manos, finalmente habló.

—¿Y cómo lo haremos? No tenemos nuestras armas ni nuestra magia.

Un silencio incómodo se apoderó de ellos, hasta que Aria comenzó a examinar la cerradura de la puerta.

—Podemos salir. Solo necesitamos tiempo —dijo, más para convencerse a sí mismo que a los demás.

Liam asintió.

—Entonces hazlo rápido. No pienso quedarme aquí esperando a que las sombras nos atrapen.

Mientras Aria trabajaba en la cerradura, Mina levantó la mirada hacia Liam.

—¿Qué pasa si no logramos salir?

Liam no respondió de inmediato. Su mente estaba llena de pensamientos oscuros, pero finalmente la miró a los ojos.

—No voy a dejar que eso pase.

La tensión en la celda era palpable. La traición del herrero no solo había puesto sus vidas en peligro, sino que también sembraba dudas sobre en quién podían confiar. ¿Cuánto tiempo les quedaba antes de que las sombras llegaran?

A medida que el capítulo avanzaba hacia su clímax, los tres se preparaban para un enfrentamiento inevitable, sabiendo que escapar del calabozo no sería suficiente: tendrían que recuperar sus armas, el cristal y su libertad.