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Chapter 9 - Capítulo 9: El Santuario del Legado

El viento silbaba entre las grietas de la montaña cuando Liam, Aria y Mina llegaron al santuario. La estructura, tallada directamente en la roca, era majestuosa y misteriosa, con estatuas erosionadas que parecían guardianes eternos. Una puerta colosal bloqueaba el acceso, cubierta de símbolos que brillaban tenuemente con un resplandor púrpura.

—¿Estás seguro de que este es el lugar? —preguntó Mina, mirando la puerta con un toque de inquietud.

—Lo sé porque lo siento —respondió Liam. Su mano se posó sobre la empuñadura de la espada de cristal morado, que parecía vibrar con una energía desconocida.

Aria examinó los símbolos, trazando uno con sus dedos.

—Son runas antiguas, pero no puedo leerlas… Aunque parecen responder a la espada.

Liam sacó la espada, y al hacerlo, la luz púrpura de las runas se intensificó. Lentamente, levantó el arma y la colocó frente a la puerta. Una oleada de energía recorrió el santuario, y las puertas se abrieron con un estruendo que reverberó en la montaña.

Al entrar, el grupo fue recibido por un aire denso, cargado de historia. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones y murales que representaban batallas épicas entre figuras de luz y sombras amorfas. El suelo estaba formado por baldosas de obsidiana que reflejaban sus rostros como un espejo.

—Esto… esto es increíble —murmuró Mina, deslumbrada por el lugar.

Mientras avanzaban, las llamas de unos candelabros antiguos se encendieron espontáneamente, bañando la sala en una luz dorada. Una inscripción destacaba en la pared principal, y Liam se acercó para leerla, pero las palabras estaban en un idioma que no reconocía.

—Déjame intentar algo —dijo Mina, colocando sus manos sobre las letras. Una chispa mágica iluminó las palabras, y una voz profunda llenó la sala.

—Bienvenidos, hijos de la luz y las sombras.

De la nada, una figura etérea apareció en el centro de la sala. Era un hombre de aspecto noble, con ojos que brillaban como estrellas. A su lado, una mujer envuelta en un resplandor cálido. Sus rostros reflejaban una mezcla de fuerza y melancolía.

—Liam… somos tus padres —dijo la mujer, con una voz que parecía venir desde un lugar lejano pero familiar.

Liam sintió que el mundo a su alrededor se tambaleaba. Su respiración se aceleró, y por un momento, no pudo hablar.

—¿Mis padres? Pero… ustedes murieron.

El hombre asintió solemnemente.

—Sí, sacrificamos nuestras vidas para protegerte a ti y a Ethan. Pero nuestra historia es más larga de lo que imaginas, y es hora de que la conozcas.

A medida que hablaban, los murales en las paredes comenzaron a moverse, como si cobraran vida. Mostraban a sus padres liderando un grupo de guerreros contra una oleada interminable de sombras. En sus manos llevaban armas forjadas con una luz similar a la espada de Liam.

—La espada que llevas no es solo un arma. Es la clave para restaurar el equilibrio —explicó su madre—. Su nombre es Lúminis, y fue creada con fragmentos de una estrella caída.

—Es hermosa… y aterradora al mismo tiempo —dijo Mina, observando el arma con reverencia.

—Su poder es único, pero peligroso —advirtió el hombre—. Puede desterrar la oscuridad, pero si cae en manos equivocadas, destruirá todo lo que toca.

Aria, con el ceño fruncido, dio un paso adelante.

—Entonces, las sombras la necesitan para… ¿qué?

La figura masculina endureció su expresión.

—Para matar a Ethan.

Las palabras resonaron en el silencio, helando la sangre de Liam.

—¿Qué? —dijo, incrédulo.

—Tu hermano posee un poder que ni siquiera él comprende —explicó su madre—. Un poder capaz de acabar con todas las sombras. Pero si lo matan con Lúminis, ese poder se extinguirá para siempre.

Liam apretó los puños, luchando contra una mezcla de ira y desesperación.

—Entonces… ¿todo esto? ¿Todo este viaje es una trampa?

—No del todo —respondió su madre con suavidad—. También es tu oportunidad de encontrar la fuerza para enfrentarte a lo que viene.

La luz de las figuras comenzó a desvanecerse, pero no antes de que una nueva luz se encendiera en el centro de la sala. Un pedestal apareció, y sobre él, un cristal flotaba, rodeado de runas brillantes.

—Ese cristal es la llave para el siguiente paso de tu travesía —dijo el hombre, antes de desaparecer junto a su esposa.

Liam se acercó al pedestal y tomó el cristal con cuidado. Al hacerlo, una oleada de energía cálida recorrió su cuerpo, como si le asegurara que estaba en el camino correcto.

Mina rompió el silencio con una sonrisa débil.

—Bueno… esto es mucho para procesar, pero al menos tenemos un camino a seguir.

Aria asintió, aunque sus ojos reflejaban preocupación.

—Y más preguntas que respuestas.

Liam guardó el cristal y miró a sus compañeros con determinación.

—Lo resolveremos. Juntos.

Mientras salían del santuario, las puertas se cerraron detrás de ellos, como si el lugar quisiera guardar sus secretos para siempre.