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Chapter 7 - Capítulo 7: El Guardián de la Cueva

El aire en las Montañas Oscuras era frío y pesado, cargado de un silencio que parecía absorber cada sonido. La entrada de la cueva se alzaba ante ellos como una boca abierta, esperando devorar todo lo que se aventurara en su interior. Mina sostuvo con firmeza el cetro dorado, aunque sabía que sin el cristal era poco más que un peso inútil en sus manos.

—Aquí vamos —murmuró Aria, ajustando el arco en su hombro.

La oscuridad los envolvió al entrar, y el eco de sus pasos resonó como susurros que se desvanecían rápidamente. Liam iba al frente, su espada lista, mientras que Aria y Mina lo seguían, cada uno vigilando los rincones de la cueva. Las paredes brillaban tenuemente con vetas de un material dorado que parecía emitir un calor leve.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Mina, tocando la pared con curiosidad.

—No lo sé —respondió Liam—, pero algo me dice que no estamos solos aquí.

Avanzaron con cautela, siguiendo el brillo que parecía intensificarse a medida que se adentraban más. Finalmente, llegaron a una cámara amplia, donde una luz dorada iluminaba el centro. Allí, rodeada de escombros y fragmentos de cristal, se encontraba una estatua gigantesca.

La estatua era impresionante: hecha de marfil, con venas de oro que recorrían su superficie como si fueran arterias. Tenía dos cabezas, ambas con expresiones severas y vacías, y un brazo que terminaba en un cañón que parecía capaz de disparar rayos de energía. En su pecho brillaba un núcleo dorado, pulsando como si tuviera vida propia.

—¿Qué es eso? —susurró Mina, su voz apenas audible.

—Un guardián —dijo Aria con seriedad, tensando la cuerda de su arco—. Y no creo que nos deje pasar fácilmente.

Mientras hablaban, el núcleo en el pecho de la estatua comenzó a brillar con más intensidad. Un sonido mecánico llenó la cámara, y la estatua cobró vida, sus dos cabezas girando lentamente para observar a los intrusos.

—¡Cuidado! —gritó Liam, justo cuando el cañón del brazo disparó un rayo de luz que impactó cerca de ellos, levantando fragmentos de roca.

El equipo se dispersó. Mina se escondió detrás de una columna de piedra, mientras Liam y Aria intentaban flanquear a la estatua.

—¡Necesitamos un plan! —gritó Aria, disparando una flecha que rebotó inútilmente contra el marfil reforzado con oro.

—¡El núcleo! —dijo Mina desde su escondite—. Es lo único que parece vulnerable.

Liam asintió, pero acercarse al núcleo no sería fácil. La estatua era rápida, y cada movimiento suyo hacía temblar el suelo. Sus rayos dorados iluminaban la cámara, obligándolos a moverse constantemente para evitar ser alcanzados.

—¡Aria, distrae a las cabezas! —ordenó Liam—. Mina, prepárate para usar el cetro.

—¡Pero no funciona sin el cristal! —protestó Mina.

—Entonces haz algo, cualquier cosa —respondió Liam, lanzándose hacia el núcleo con la espada en alto.

Aria disparó una ráfaga de flechas hacia las cabezas, logrando captar su atención. Mientras tanto, Mina miró el cetro, desesperada. Si no hacía algo, estarían perdidos.

Recordando las palabras del herrero, cerró los ojos y trató de sentir la energía a su alrededor. Aunque el cetro no estaba completo, las vetas doradas de la cueva parecían conectadas de alguna manera.

De repente, sintió un zumbido en el cetro. Abrió los ojos justo a tiempo para ver cómo una chispa dorada recorría la empuñadura.

—¡Ahora! —gritó, apuntando hacia el núcleo de la estatua.

Un destello de luz salió del cetro, impactando el núcleo justo cuando Liam hundía su espada en él. La estatua se detuvo, su cuerpo temblando antes de colapsar en el suelo con un estruendo ensordecedor.

La cámara quedó en silencio, excepto por el sonido de sus respiraciones agitadas. En el centro del pecho roto de la estatua, un cristal dorado brillaba con una intensidad sobrenatural.

—Ese debe ser el cristal —dijo Mina, acercándose con cautela.

Liam lo tomó, sintiendo una energía cálida y reconfortante al tocarlo.

—Lo conseguimos —murmuró, mirando a sus amigos—. Pero algo me dice que este lugar todavía tiene secretos por revelar.

Con el cristal en mano y el cetro ahora completo, el equipo se preparó para dejar la cueva. Pero sabían que este era solo el comienzo de una batalla mucho más grande.