Ethan despertó en la oscuridad, su cuerpo aún adolorido por el largo tiempo de cautiverio. Los muros de la celda eran fríos, y el aire denso parecía absorber cada pensamiento, como si la misma atmósfera estuviera llena de secretos. Había perdido la noción del tiempo, pero algo en su interior sabía que algo importante estaba por ocurrir. Las sombras, aquellas entidades que lo habían capturado, lo observaban con una intensidad palpable, pero nunca mostraban su forma completa. Siempre se deslizaban en los rincones oscuros, esperando a que él se hiciera consciente de lo que realmente le estaba ocurriendo.
Fue entonces cuando la voz, suave pero cargada de un poder antiguo, resonó en su mente.
—Ethan... —La palabra fue un susurro que no provenía de ningún lugar en específico, pero aún así la sentía profundamente en su interior. Al principio, pensó que era producto de la desesperación, pero no. Era real. Una fuerza oscura que hablaba directamente a su alma.
—¿Quién... quién eres? —Su voz tembló mientras luchaba por comprender la situación.
—Somos las sombras. No nos temes porque no entiendes quién eres... o lo que eres —la voz fue ahora más clara, llena de una serenidad inquietante.
Ethan se levantó lentamente, el sudor frío recorriéndole la espalda. No estaba solo, eso lo sabía, pero algo en la atmósfera le decía que estaba a punto de descubrir algo que cambiaría su vida para siempre.
—¿Qué queréis de mí? —preguntó con el intento de mantener su compostura, aunque su corazón latía con fuerza.
La respuesta no fue inmediata. Las sombras parecían deliberar, como si el momento perfecto aún no hubiera llegado. Luego, una vez más, la voz habló, esta vez más grave, como un eco en la penumbra.
—Tienes dentro de ti un poder, Ethan. Un poder que ni tú comprendes completamente. Un poder que tus padres, los mismos que pensabas muertos, trataron de sellar. Ellos no te abandonaron. Te protegieron. Y ahora, sin saberlo, eres la clave para el futuro de este mundo. El mundo necesita de ti, pero no por las razones que imaginas.
Ethan sintió como si el aire a su alrededor se volviera más pesado. Su mente, ya turbada por tantas preguntas, se llenó de imágenes confusas. Sus padres... ¿vivían? ¿Cómo podían ser la clave de algo tan grande?
—¿Mis padres? —preguntó, casi en un susurro, mientras la confusión lo embargaba por completo. —¿Qué tienen que ver con esto?
Las sombras respondieron con un tono que podría haber sido una risa, si se pudiera llamar así. No era risa, pero sí una sensación de superioridad que hacía que Ethan se sintiera pequeño, insignificante.
—Ellos sabían que tu poder era mucho más grande que lo que jamás imaginaste. El sacrificio que hicieron no fue por ti, sino para que pudieras vivir y desatar lo que llevas dentro. Tu poder, Ethan, es el único capaz de destruirnos. Y por eso te hemos secuestrado.
Un escalofrío recorrió la espalda de Ethan. Recordó sus padres, los últimos recuerdos que tenía de ellos antes de ser llevados. El sacrificio de su madre, la forma en que su padre le susurró que corriera, que se escondiera. Pero nunca entendió por qué... ahora todo comenzaba a tener sentido.
—¿Por qué no me lo dijeron? ¿Por qué me dejaron vivir en la oscuridad de mi vida sin saberlo?
Las sombras se acercaron, y por primera vez, Ethan sintió la frialdad de su presencia. Pero en sus palabras no había odio, solo un frío distanciamiento.
—Porque no sabías cómo controlarlo. Porque si te hubieras enterado demasiado pronto, habrías destruido todo antes de entender tu verdadero propósito. Los seres humanos no son capaces de comprender el verdadero alcance del poder que posees. Y, sin embargo, tú, Ethan, tienes algo que nosotros nunca tuvimos: la capacidad de elegir.
El joven no pudo evitar preguntarse qué significaba eso. ¿Acaso las sombras no tenían elección? ¿De verdad eran tan diferentes a él? Su mente comenzaba a desbordarse de preguntas, pero algo más profundo se movió en su interior. Algo que las sombras decían era verdad.
—Y entonces, ¿qué debo hacer ahora? —preguntó finalmente, su voz más firme que antes.
Las sombras se disolvieron lentamente, dejando a Ethan solo en la celda, rodeado por la incertidumbre. Pero antes de desaparecer por completo, la voz finalizó, como un eco lejano que quedaba grabado en su ser.
—Ahora... debes elegir, Ethan. Elige si destruirnos... o unirte a nosotros.