El viento aullaba mientras Liam descendía de la Montaña del Silencio. A cada paso, la espada de cristal morado brillaba tenuemente, como si reaccionara al entorno. No era solo una herramienta; sentía su energía viva, palpitando en su mano como un corazón.
Los árboles retorcidos al pie de la montaña parecían formar un arco de sombras. Al cruzarlo, notó que la temperatura descendió, y el aire se tornó denso, pesado, como si la propia oscuridad lo vigilara.
Un crujido entre los arbustos rompió el silencio.
—¿Quién está ahí? —preguntó Liam, tratando de mantener la compostura mientras escaneaba la penumbra.
De repente, una sombra líquida emergió del suelo, deformándose hasta adquirir la figura de una criatura alta y encapuchada. Sus ojos brillaban como brasas amarillas, perforando la oscuridad. Liam sintió cómo el frío se intensificaba, y con él, un susurro insistente: "Déjala… Déjala y sigue tu camino."
El corazón de Liam latía con fuerza.
—¿Qué… qué quieres?
La figura inclinó su cabeza, estudiándolo. Su voz resonó como un eco profundo:
—Eres un niño que no entiende en lo que se ha metido. Esa espada no te pertenece, y te destruirá si sigues usándola. Entrégamela ahora, y te dejaré vivir.
Liam tragó saliva, pero no movió ni un dedo. El susurro se hizo más intenso, como un coro que envolvía su mente: "Es inútil, no lo lograrás." Por un instante, sus dedos temblaron sobre la empuñadura. ¿Y si tenía razón?
Entonces recordó la promesa que se había hecho: rescatar a Ethan, sin importar el precio. Apretó la espada con más fuerza.
—No.
La sombra soltó un gruñido y avanzó. Sus brazos se extendieron, convirtiéndose en tentáculos oscuros que buscaban atraparlo. Liam reaccionó con rapidez, levantando la espada. La hoja chispeó con un destello morado, iluminando el bosque como si fuera el amanecer.
La criatura se retorció al contacto con la luz, pero contraatacó con una fuerza abrumadora. Liam apenas logró esquivar, tropezando y cayendo de espaldas. Las sombras se alzaron sobre él, listas para devorarlo.
Por puro instinto, Liam blandió la espada con todas sus fuerzas. La hoja emitió un pulso de energía que explotó hacia afuera, desintegrando a la criatura en jirones oscuros. Un grito desgarrador se desvaneció en el viento, dejando tras de sí un silencio inquietante.
Jadeando, Liam se apoyó en una rodilla, observando la espada que aún vibraba en su mano.
—Esto… esto no es solo una espada —murmuró.
—Tienes razón —dijo una voz clara a su espalda.
Liam giró rápidamente, levantando la espada en defensa. Allí estaba él: un joven con cabello blanco como la luna y ojos azul hielo que parecían capaces de atravesar su alma. Llevaba un arco y un carcaj lleno de flechas, su postura relajada pero lista para atacar si era necesario.
—¿Quién eres? —preguntó, sin bajar la espada.
—Aria —respondió él, sonriendo ligeramente—. Y tú, al parecer, eres un imán para las sombras.
Liam frunció el ceño.
—¿Cómo sabes eso?
Él caminó hacia Liam con calma, inspeccionándolo.
—Por el brillo de esa espada y por la forma en que las sombras te atacaron. No suelen arriesgarse tanto a menos que algo… o alguien importante esté en juego.
Aria se detuvo frente a él, cruzando los brazos.
—Dime, ¿qué haces aquí?
Liam dudó. Aunque algo en su interior le decía que podía confiar en él, no estaba seguro de revelar su misión.
—Busco a alguien —respondió finalmente—. Mi hermano.
Aria lo miró con más atención. Su expresión dejó entrever un destello de compasión antes de volverse seria de nuevo.
—Si vas a enfrentarte a las sombras, necesitarás algo más que esa espada. Necesitarás a alguien que te cubra la espalda.
—¿Y por qué debería confiar en ti? —preguntó Liam, tratando de ocultar su inseguridad.
Aria soltó una risa breve, pero sin burla.
—Porque si no lo haces, no pasarás de esta noche.
El viento volvió a aullar entre los árboles, y las sombras parecieron moverse de nuevo. Liam miró a su alrededor, sintiendo que no estaba solo. Finalmente, asintió.
—Está bien. Pero si intentas traicionarme…
—Relájate, héroe —dijo Aria con una sonrisa mientras sacaba una flecha del carcaj—. No soy yo quien intenta matarte.
Juntos, comenzaron a adentrarse en el bosque, sus pasos resonando en un terreno que parecía respirar con vida propia. Mientras caminaban, Liam no podía evitar sentir que, aunque había encontrado un aliado, el camino por delante solo se volvía más oscuro.