Liam llegó al pueblo de Rivermist al pie de la Montaña del Silencio con el cuerpo agotado, pero su determinación intacta. Había recorrido días de un denso bosque en busca de información sobre las sombras que se llevaron a Ethan. El lugar era pequeño, casi desierto, y las cabañas de madera tenían un aire abandonado, como si sus habitantes hubieran perdido la esperanza hace mucho tiempo. Sin embargo, en la plaza central había un anciano sentado junto a un fuego apagado, tallando algo con un cuchillo oxidado.
—¿Qué te trae aquí, viajero? —preguntó sin levantar la vista.
Liam explicó su situación con la voz cargada de urgencia. El anciano lo escuchó en silencio, y después de una pausa, levantó la mirada. Sus ojos eran de un gris profundo, como si contuvieran la sabiduría de siglos.
—Si buscas salvar a tu hermano, necesitarás más que valor. En la cueva de la Montaña del Silencio, una espada de cristal morado yace incrustada en el techo, rodeada de otros cristales. Es un arma creada para enfrentar a las sombras, pero solo quien sea digno puede reclamarla. Ten cuidado, joven. Muchos lo han intentado, pero ninguno ha regresado.
Con las palabras del anciano grabadas en su mente, Liam emprendió el camino hacia la montaña. El frío era despiadado, y cada paso parecía un esfuerzo titánico. El paisaje cambiaba de roca desnuda a hielo resbaladizo, mientras el viento silbaba como un lamento. Durante la subida, encontró un puente de madera colgante que cruzaba un abismo insondable.
El puente oscilaba peligrosamente con cada paso, pero Liam lo cruzó con cuidado, manteniendo su mente enfocada en su misión. Al llegar al otro lado, vio inscripciones grabadas en las rocas: símbolos antiguos que parecían narrar una batalla entre la luz y la oscuridad. Aunque no los entendía, sintió que había algo familiar en ellos, como si le hablaran directamente al alma.
La entrada de la cueva era un arco natural de roca que parecía susurrar con el viento. Adentro, la penumbra era interrumpida solo por un brillo púrpura que provenía del fondo. Avanzó lentamente, y al llegar al centro, vio lo que el anciano había descrito: una espada de cristal morado brillante estaba incrustada en el techo, rodeada por miles de cristales que reflejaban su luz en todas direcciones. La escena era hipnótica, como si el tiempo se hubiera detenido.
Liam estudió el lugar con atención y notó que los cristales que rodeaban la espada parecían estar vivos, pulsando con energía. Cuando intentó acercarse, una fuerza invisible lo empujó hacia atrás. Cayó al suelo, jadeando, pero no se rindió.
—¿Es esto otra prueba? —murmuró para sí mismo mientras miraba la espada.
De repente, una voz resonó en la cueva, profunda y poderosa.
—¿Por qué buscas la espada?
Liam respondió con sinceridad.
—Mi hermano está en peligro. Si esta espada puede ayudarme a enfrentarlos, entonces no importa qué tan difícil sea, haré lo necesario para salvarlo.
El techo comenzó a brillar con mayor intensidad, y los cristales parecieron murmurar, como si deliberaran su respuesta. La espada emitió un resplandor más fuerte, y de repente, un rayo de luz descendió sobre Liam. Sentía que la energía lo atravesaba, evaluándolo, probando su fuerza y su propósito.
—Eres digno —susurró la voz mientras la espada se liberaba del techo y flotaba hacia sus manos.
Al sostenerla, sintió un calor reconfortante que contrastaba con el frío de la montaña. La espada parecía conectarse con él, como si formara parte de su ser. La cueva se iluminó completamente por un instante, y luego volvió a sumirse en la penumbra.
De regreso al camino, Liam llegó a un río que no estaba en los mapas. Su superficie púrpura brillaba como un espejo, reflejando el cielo y las estrellas a pesar de que era de día. Al intentar cruzarlo, el agua reaccionó violentamente, formando remolinos que casi lo arrastraron.
Recordó las palabras del anciano: "No confíes en las apariencias. Solo con fe en ti mismo y en tu propósito podrás superar los obstáculos."
Con la espada en mano, dio un paso al río. Los remolinos se intensificaron, pero no detuvieron su avance. La espada pareció resonar con la energía del agua, creando un camino seguro para él. Paso a paso, logró cruzar a la otra orilla.
En algún lugar, bajo un cielo oscuro y sin estrellas, Ethan permanecía encadenado en una celda fría. La figura encapuchada apareció de nuevo, acercándose lentamente. Ethan intentó mantenerse firme, pero la oscuridad alrededor parecía alimentarse de sus miedos.
—Tu hermano ha tomado la espada. Pero no cambiará nada. Él no sabe lo que le espera.
Ethan apretó los dientes, aferrándose a la esperanza que aún ardía en su corazón. Sabía que Liam no se detendría, sin importar los obstáculos.