El amanecer pintaba el cielo con tonos de carmesí y oro, pero su belleza se sentía como una burla a la atmósfera tensa que envolvía al grupo mientras se preparaban para partir hacia Ralford. Cada uno de ellos llevaba en el rostro la seriedad de quienes habían visto demasiado y sabían que lo que venía sería peor.
Aratsuki ajustó la correa de su nueva katana, cuya hoja reflejaba la luz del sol con un brillo frío y mortal. A su alrededor, sus compañeros realizaban los últimos preparativos.
Dargan, con su típico entusiasmo, guardaba pociones y herramientas en su mochila mientras reía entre dientes. "Espero que esas sombras sean tan aterradoras como dicen. "Hace tiempo que no tenemos un desafío digno".
"¿Dices eso porque no eres tú quien corre el riesgo de terminar con flechas envenenadas en el pecho?" replicó Eryn, cruzando los brazos. Su tono sarcástico intentaba ocultar su nerviosismo, pero sus ojos se desviaban constantemente hacia el horizonte.
Fenrir, por su parte, permanecía en calma, asegurándose de que su grimorio estuviera bien sujeto a su cinturón. "Calma, ambos. No sabemos qué nos espera, pero será mejor que estemos preparados para cualquier cosa".
Aria se acercó a Aratsuki, su mirada cargada de preocupación. "¿Estás seguro de que estás listo? "Aún no te has recuperado del todo".
"No importa", respondió él, su tono frío pero sin intención de herir. "Las sombras no esperarán a que esté completamente bien."
El viaje hacia lo desconocido
El camino a Ralford era un sendero angosto rodeado de bosques densos. Las hojas crujían bajo sus pasos, y el sonido de los animales del bosque llenaba el aire. Sin embargo, a medida que se acercaban al pueblo, el ambiente cambiaba. Los árboles parecían más oscuros, como si estuvieran cubiertos por una sombra invisible, y el silencio comenzó a reemplazar los ruidos habituales del bosque.
"Algo no está bien", murmuró Fenrir, deteniéndose para mirar a su alrededor.
Dargan resopló. "¿De verdad? "Pensé que el silencio sepulcral era normal por aquí".
"Cállate, Dargan", dijo Eryn, sacando una de sus flechas y tensando el arco. "No hay pájaros, no hay viento. Es como si el bosque estuviera... muerto".
Aratsuki avanzó en silencio, sus sentidos en alerta máxima. Cada paso parecía más pesado, como si una presencia invisible los estuviera observando.
El pueblo abandonado
Cuando llegaron a Ralford, el lugar estaba sumido en un inquietante silencio. Las casas, antes vibrantes con vida, estaban abandonadas. Las puertas colgaban de sus bisagras, y las calles estaban cubiertas de marcas de pelea y sangre seca.
Aria se llevó una mano al pecho, sus ojos llenos de horror. "¿Qué pudo haber hecho esto?"
"Lo que sea que haya sido, no terminó aquí", dijo Aratsuki, señalando rastros frescos en el suelo: huellas desiguales que se dirigían hacia el bosque.
Fenrir se inclinó para examinarlas. "Goblins, orcos... y algo más grande. Pero hay algo extraño en el patrón. Se movieron en perfecta formación."
"Formación…" Eryn tragó saliva. "¿Desde cuándo esas bestias usan tácticas organizadas?"
Dargan golpeó su martillo contra el suelo, ansioso por pelear. "Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos".
Aratsuki dio un paso al frente. "Vamos. "No tenemos tiempo que perder".
Encuentro en la oscuridad
El grupo siguió las huellas hasta un claro en el bosque, donde las criaturas habían establecido un campamento improvisado. Había varias hogueras apagadas y jaulas hechas de madera, cada una con restos de sangre seca.
De repente, un sonido sibilante rompió el silencio. Desde las sombras, un grupo de goblins emergió, pero estos no eran como los que habían enfrentado antes. Sus ojos brillaban con un brillo antinatural, y sus movimientos eran precisos, calculados.
"¡Es una emboscada!" gritó Fenrir, invocando un espíritu protector que bloqueó la primera andanada de flechas.
Dargan cargó al frente, su martillo destrozando a un goblin que se le acercó demasiado. "¡Por fin algo de acción!"
Eryn disparó flechas con rapidez, pero incluso ella se daba cuenta de que algo estaba mal. Los goblins anticipaban sus movimientos, esquivando sus disparos más certeros.
"Aratsuki, cuidado a tu izquierda", gritó Aria, invocando un hechizo de barrera que bloqueó a un goblin armado con una lanza.
Aratsuki giró, cortando al enemigo con un movimiento limpio de su katana. Su precisión era impecable, pero las criaturas seguían viniendo, más organizadas y peligrosas de lo que cualquiera esperaba.
El verdadero enemigo
Cuando el grupo comenzó a ganar terreno, un rugido atronador sacudió el claro. Desde las sombras, emergió un ogro cubierto de cicatrices, su piel grisácea y sus ojos brillando con la misma luz antinatural que los goblins.
"Ese es nuestro problema", dijo Fenrir, conjurando un círculo mágico.
El ogro cargó con una velocidad sorprendente, lanzando un árbol arrancado de raíz hacia el grupo. Aratsuki saltó hacia adelante, desviando el tronco con un golpe de su katana mejorada. Sin embargo, el impacto lo lanzó contra el suelo, haciéndolo toser sangre.
"¡Aratsuki!" gritó Aria, corriendo hacia él mientras Dargan y Eryn intentaban contener al ogro.
"Estoy bien", gruñó, poniéndose de pie con esfuerzo. "Concéntrense en derribarlo".
El grupo luchó con todo lo que tenía, y tras una feroz batalla, lograron abatir al ogro. Sin embargo, la victoria fue amarga. El cuerpo del ogro se desintegró en sombras, dejando un aura ominosa que persistía en el aire.
"Esto no ha terminado", dijo Aratsuki, mirando hacia el bosque. "Lo que sea que esté controlando a estas criaturas... sigue ahí afuera."
Con el pueblo de Ralford aún en peligro y un enemigo desconocido acechando en las sombras, la misión del grupo estaba lejos de terminar.
La Puerta de la Niebla
El grupo se reunió en el destrozado campamento enemigo, con el aire cargado de tensión. Los cuerpos de los goblins yacían esparcidos, mientras el lugar quedaba sumido en un inquietante silencio tras la feroz batalla.
Aria usaba su magia para sanar las heridas más graves de sus compañeros, su rostro demacrado por el esfuerzo. "Este poder... lo que controla a estas criaturas… no es algo que haya sentido antes."
"Se siente antinatural", murmuró Fenrir, aún analizando los rastros de energía oscura que quedaban en el aire. "Algo las está uniendo, dándoles órdenes claras. "No actúan por instinto".
Dargan, sentado en una roca, limpió el filo de su martillo con un paño. "Y no es un enemigo cualquiera. Ese ogro no solo era fuerte, sino que peleaba como si hubiera entrenado. Eso no es normal".
Eryn, quien había estado revisando las jaulas, regresó con el semblante más serio de lo habitual. "No hay sobrevivientes aquí. Pero estas marcas en las jaulas… esto fue tortura. "Estaban experimentando con las víctimas".
Aratsuki se incorporó con dificultad, el brazo aún vendado después de la pelea anterior. Observó las marcas en la tierra y los rastros que desaparecían en la espesura del bosque. "Esto es solo el principio. Debemos seguir".
El camino envuelto en sombras
Tras tomar un breve descanso, el grupo se adentró aún más en el bosque, siguiendo las huellas que se desvanecían como si fueran tragadas por la tierra misma. Las hojas crujían bajo sus pies, pero el aire seguía siendo pesado y opresivo.
"Este lugar está vivo", dijo Fenrir en voz baja, mientras su espíritu familiar, una loba translúcida, caminaba a su lado. "La naturaleza misma parece rechazar nuestra presencia."
Aria caminaba junto a Aratsuki, mirándolo con preocupación. "¿Estás seguro de que puedes continuar? "Aún no te has recuperado del todo".
"Estoy bien", respondió él, con su voz seria y controlada. Sin embargo, su respiración ligeramente agitada traicionaba el dolor que aún sentía.
Eryn rompió el silencio con un tono más ligero. "¿Y si Dargan nos cuenta otra de sus historias? Tal vez la tensión se alivie un poco".
El enano rió. "¿Quieres oír sobre la vez que me enfrenté a tres trolls con solo un pico? Terminé con más cicatrices de las que puedo contar, pero el botín valió la pena".
"Déjalo, Eryn", intervino Fenrir, sonriendo levemente. "Sabes que nunca deja de exagerar."
La puerta de la niebla
El bosque finalmente se abrió a un claro, donde un extraño arco de piedra se alzaba en medio del vacío. Estaba cubierto de inscripciones antiguas y rodeado por una espesa niebla negra que parecía pulsar con vida propia.
"Esto no estaba en ningún mapa", dijo Dargan, frunciendo el ceño mientras inspeccionaba las runas. "Esos símbolos... no parecen humanos ni élficos. Quizás sean de una civilización mucho más antigua".
Aratsuki avanzó con cautela, examinando la estructura. La niebla parecía vibrar en respuesta a su proximidad, como si lo reconociera.
"Esto no es un portal común", dijo Fenrir, conjurando un pequeño hechizo de detección. "Es un sello. "Algo o alguien no quiere que entremos".
"Entonces entramos", dijo Aratsuki sin dudar, colocando su mano sobre el arco.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, la niebla se retorció y los rodeó como si tuviera vida propia. Un rugido bajo y gutural resonó en el aire, y la oscuridad comenzó a formarse en figuras humanoides.
La emboscada de la niebla
"¡Prepárense!" gritó Aratsuki, desenvainando su katana con rapidez.
Las sombras tomaron forma de guerreros de niebla, con sus movimientos fluidos y letales. Cada golpe de sus armas resonaba como un eco, y aunque parecían intangibles, sus ataques eran peligrosamente reales.
Eryn disparó una flecha tras otra, pero las criaturas parecían disiparse y reformarse con cada impacto. "¡No sirven las flechas normales!"
Dargan cargó contra uno de los guerreros con su martillo, aplastándolo en el suelo. Pero en segundos, la criatura se levantó como si nada. "¡Fenrir, haz algo útil!"
Fenrir cerró los ojos y murmuró un conjuro. Su loba espiritual corrió hacia las sombras, mordiendo y disipándolas momentáneamente. "¡No podemos ganar si no encontramos el núcleo de esta magia!"
Aria, envuelta en un aura brillante, alzó su báculo. "¡Intentaré iluminar el área! Tal vez podamos encontrar el origen".
Mientras tanto, Aratsuki luchaba con precisión mortal, cada golpe un intento de proteger a sus compañeros. A pesar de las heridas recientes, su determinación era inquebrantable.
"¡Por aquí!" gritó Fenrir, señalando una piedra rúnica oculta entre la niebla. "Ese es el núcleo. "¡Debemos destruirla!"
Aratsuki avanzó con rapidez, abriéndose paso entre las sombras que intentaban detenerlo. Cada movimiento le costaba, pero su concentración no vacilaba. Con un salto preciso, cortó la piedra rúnica con toda la fuerza de su katana.
Un nuevo enemigo
Cuando la piedra se rompió, las sombras desaparecieron y la niebla comenzó a disiparse lentamente. El grupo, exhausto pero intacto, se reunió en el centro del claro.
"Eso fue demasiado", dijo Dargan, respirando con dificultad.
Eryn miró el arco con desconfianza. "¿Qué demonios estaba protegiendo este lugar?"
Antes de que alguien pudiera responder, una voz profunda resonó desde el interior del portal. "Interesante… humanos, elfos y un enano. Han demostrado ser dignos de atención".
Una figura oscura comenzó a materializarse en el portal. Era alta, con ojos rojos como brasas y una presencia que hacía temblar el suelo bajo sus pies.
"¿Quién eres?", exigió Aratsuki, levantando su katana.
La figura rió suavemente. "Soy solo el primero de muchos. Y ustedes... están demasiado tarde para detener lo que viene".
Con esas palabras, la figura se desvaneció, dejando al grupo con una sensación de inquietud que no pudieron sacudir.
El camino a lo desconocido
El grupo decidió acampar en el claro, incapaz de regresar sin descansar primero. La conversación era escasa, pero la amenaza que habían enfrentado pesaba sobre todos.
"Esto es solo el comienzo", dijo Aratsuki en voz baja, mirando el cielo nocturno.
Aria, sentada a su lado, asintió con preocupación. "Y lo que viene... será mucho peor."
Mientras la luna iluminaba el claro, las estrellas parecían menos brillantes, como si incluso el cielo sintiera la oscuridad que se avecinaba.