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Chapter 24 - La Entrada al Olvido

El bosque había comenzado a aclararse, pero no por una transición natural; el suelo estaba cubierto de cenizas, y las ramas de los árboles cercanos parecían retorcidas como si hubieran sido quemadas hace siglos. Cada paso que daba el grupo hacía crujir las hojas secas bajo sus pies, un sonido casi ensordecedor en el inquietante silencio.

"Esto no es normal," comentó Eryn, observando con desconfianza los alrededores. Su arco estaba preparado, una flecha encajada y lista para disparar.

Dargan, caminando al frente junto a Aratsuki, soltó un gruñido. "Huele a magia oscura. Puedo sentirlo en el aire. Nos estamos acercando."

Aria, que iba en el centro del grupo, apretó con fuerza su bastón, sus ojos recorriendo cada rincón del camino. "¿Creen que sea una maldición o algo peor?"

Fenrir, tranquilo como siempre, respondió mientras ajustaba la capucha de su manto. "Si es peor, estaremos listos. Aunque admito que esta calma es demasiado sospechosa."

Aratsuki no dijo nada. Sus ojos estaban fijos en la colina que se alzaba frente a ellos. Sabía que al otro lado estaba el templo perdido, pero también sentía que algo los observaba. El leve zumbido en el aire, como un eco lejano de algo que no podía ver, lo mantenía en alerta.

El Encuentro

Cuando llegaron a la cima, la vista les robó el aliento. Allí estaba el templo, una estructura colosal hecha de piedra negra, con grietas que parecían latir con un resplandor rojo tenue. Las estatuas de criaturas grotescas flanqueaban la entrada, sus ojos vacíos mirando al grupo con un juicio silencioso.

"Es más grande de lo que imaginé," murmuró Eryn, bajando su arco momentáneamente.

"¿Esas cosas están… vivas?" preguntó Dargan, señalando las estatuas.

"No lo parecen," respondió Fenrir, aunque su tono no estaba del todo convencido.

Aria se acercó a Aratsuki, quien estaba inmóvil, observando el templo. "¿Qué piensas?"

"Que esto no será fácil," respondió él, su voz baja pero firme. Dio un paso adelante, sus botas resonando contra la roca. "Vamos."

El grupo avanzó con cautela, acercándose a la entrada. Sin embargo, antes de que pudieran cruzar el umbral, un estruendo resonó detrás de ellos.

"¡Movimiento!" gritó Fenrir, girándose rápidamente.

De las sombras del bosque surgieron figuras encorvadas, pero no eran goblins. Eran algo más grande, más aterrador. Bestias con piel grisácea y ojos rojos brillantes, sus cuerpos retorcidos como si fueran el resultado de un experimento fallido. Llevaban armas oxidadas, pero sus movimientos eran ágiles y brutales.

"¡Prepárense!" ordenó Aratsuki, desenfundando su katana.

La batalla

Las bestias atacaron con una ferocidad que el grupo no había enfrentado antes.

Dargan fue el primero en recibir el impacto de una de ellas. Su martillo chocó contra una espada oxidada, pero la fuerza del golpe lo hizo retroceder. "¡Estas cosas son fuertes!"

Eryn disparó una flecha directa al ojo de una de las criaturas, pero aunque el proyectil impactó, la bestia continuó moviéndose como si apenas lo hubiera sentido. "¡¿Qué demonios son estas cosas?!"

Fenrir invocó a dos lobos espirituales que se abalanzaron sobre las bestias, ralentizando su avance. "No son naturales. Esto es obra de alguna magia oscura."

Aratsuki se movió con rapidez, cortando a una de las criaturas por la mitad. Sin embargo, apenas logró evitar un segundo ataque que vino desde su flanco. La sangre comenzó a manchar su ropa cuando una de las garras logró rasguñar su brazo.

"¡Aratsuki!" gritó Aria, lanzando una barrera protectora a tiempo para desviar otro ataque que iba directo al joven espadachín.

"Estoy bien," respondió él, aunque la tensión en su voz era evidente.

Dargan, con un rugido, utilizó una runa de impacto, golpeando el suelo y enviando una onda de energía que derribó a dos de las bestias. "¡Cúbranme mientras recargo la magia!"

Eryn y Fenrir trabajaron juntos para mantener a raya a las criaturas, pero era evidente que estaban siendo superados.

"¡Esto no va a funcionar!" exclamó Fenrir, retrocediendo mientras uno de sus lobos espirituales era destruido.

"¡Aria!" gritó Aratsuki. "¿Puedes usar un hechizo de área?"

La sacerdotisa asintió, aunque su rostro mostraba duda. "Necesito tiempo. ¡Cúbranme!"

Un destello de esperanza

El grupo se unió para proteger a Aria mientras ella comenzaba a recitar un hechizo. Las criaturas parecían darse cuenta del peligro y redoblaron sus ataques, pero Aratsuki, Fenrir, Eryn y Dargan se mantuvieron firmes, luchando con todas sus fuerzas.

Finalmente, un círculo de luz dorada se formó alrededor de Aria, y con un grito, liberó una explosión de energía que envolvió a las criaturas. Las bestias rugieron mientras sus cuerpos comenzaban a desintegrarse en polvo negro.

Cuando la luz se desvaneció, el grupo quedó jadeando, cubierto de sangre y sudor, pero vivos.

"Eso fue… demasiado cerca," comentó Eryn, dejándose caer al suelo.

Dargan soltó una carcajada, aunque su rostro mostraba cansancio. "¡Y pensé que los goblins eran malos!"

Aratsuki miró hacia el templo, su rostro serio. "Esto fue solo el comienzo. Lo que está dentro será peor."

Aria, aún recuperándose de su hechizo, lo miró con preocupación. "¿Estás seguro de que debemos continuar ahora?"

"Si no lo hacemos, alguien más podría sufrir," respondió él, su voz fría pero firme.

Fenrir asintió, poniéndose de pie. "Estamos contigo. Solo asegurémonos de estar listos."

El grupo se acercó a la entrada del templo, donde el aire parecía más pesado, como si algo los estuviera esperando.

Con una última mirada hacia atrás, Aratsuki dio el primer paso, llevando a su equipo hacia las sombras del templo. Y mientras lo hacía, una voz gutural resonó desde el interior, enviando un escalofrío por sus espinas:

"Bienvenidos... héroes. Su destino los espera."

Las Sombras del Templo

El aire dentro del templo era sofocante. Cada paso resonaba con un eco que parecía alargarse en la oscuridad. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones que pulsaban con un tenue resplandor rojo, como si estuvieran vivas, y las estatuas grotescas en el corredor los miraban desde las sombras, amenazantes incluso en su inmovilidad.

Aratsuki iba al frente, su nueva katana desenfundada. El filo reflejaba las luces danzantes, proyectando destellos en las paredes. Sus sentidos estaban en alerta máxima, percibiendo cada crujido y movimiento.

"Este lugar da escalofríos," murmuró Eryn, su voz un susurro apenas audible. Caminaba detrás de él con su arco preparado, sus ojos verdes recorriendo el entorno en busca de cualquier amenaza.

"Por eso lo llaman el Templo de las Sombras," comentó Dargan con un intento de ligereza. Su martillo descansaba en su hombro, pero su mirada estaba tan seria como la de los demás. "Aunque admito que esperaba algo menos... inquietante."

Aria iba al centro, con su bastón fuertemente agarrado. A pesar de su apariencia tranquila, su respiración era rápida, como si estuviera luchando por calmarse. Fenrir caminaba a su lado, sus ojos serenos pero atentos, siempre listo para intervenir si las cosas se complicaban.

"Las inscripciones," dijo Fenrir, deteniéndose un momento para examinar una de las paredes. "Están en un lenguaje antiguo. Hablan de sacrificios y de un poder que duerme en el corazón del templo."

"Fantástico," murmuró Dargan, mirando hacia adelante. "Seguro que eso significa que algo horrible nos espera."

Un Enemigo Oculto

No habían avanzado mucho cuando el aire comenzó a cambiar. Una neblina oscura surgió de la nada, envolviéndolos lentamente.

"¿Qué es esto?" preguntó Eryn, dando un paso hacia atrás.

Aratsuki levantó su katana, preparándose para lo peor. "Estén atentos. Esto no es natural."

La niebla comenzó a tomar forma, solidificándose en figuras humanoides. Eran altos, con extremidades alargadas y rostros carentes de facciones, excepto por ojos que brillaban con una luz carmesí.

"¡Sombras vivientes!" exclamó Fenrir, invocando a dos lobos espirituales que se posicionaron frente al grupo.

Las criaturas no esperaron. Atacaron con movimientos rápidos y fluidos, como si fueran el mismo aire.

Aratsuki bloqueó el primer ataque, pero la fuerza detrás del golpe lo sorprendió. Sus brazos vibraron por el impacto, y rápidamente contrarrestó con un corte horizontal, dispersando a una de las sombras en un estallido de humo.

"¡Apunten al núcleo rojo en sus pechos!" gritó.

Eryn disparó una flecha que atravesó el centro de una de las criaturas, haciéndola desaparecer en un instante. Dargan, por su parte, utilizó una runa de luz en su martillo, lo que hizo que sus golpes fueran devastadores contra las sombras.

"¡Vamos, monstruos! ¡Venid a por mí!" rugió el enano, disfrutando del combate a pesar del peligro.

Aria se concentró en mantener un campo de protección alrededor del grupo, mientras Fenrir utilizaba sus lobos para interceptar a las criaturas que intentaban flanquearlos.

Una Victoria Costosa

A pesar de su coordinación, las sombras eran demasiadas. Una de ellas logró atravesar las defensas y se lanzó hacia Aria.

"¡Aria!" gritó Fenrir, pero antes de que pudiera reaccionar, Aratsuki ya estaba allí.

Con un movimiento rápido, bloqueó el ataque con su katana. Sin embargo, la sombra explotó al ser destruida, enviando una onda de energía que lo arrojó contra una pared.

"¡Aratsuki!" gritó Eryn, disparando flechas para cubrirlo.

Dargan y Fenrir rápidamente formaron un muro entre las sombras restantes y el grupo, mientras Aria corría hacia Aratsuki.

"Estoy bien," dijo él, poniéndose de pie con dificultad. Su armadura estaba dañada, y un corte en su frente dejaba un rastro de sangre que goteaba sobre su mejilla.

"Debemos retirarnos," dijo Fenrir, sus lobos destruyendo a las últimas sombras.

"No," respondió Aratsuki, su voz firme. "Si nos retiramos ahora, perderemos la ventaja. Avancemos antes de que aparezcan más."

Aria lo miró con preocupación, pero asintió. Con su magia, cerró la herida de su frente lo mejor que pudo antes de que volvieran a moverse.

La Cámara Oculta

El corredor los llevó a una gran cámara abierta. En el centro, había un altar de piedra, rodeado por runas brillantes y pilares que parecían flotar en el aire. Sobre el altar, una esfera negra pulsaba con energía, y frente a ella, una figura encapuchada estaba de pie, recitando un cántico en un idioma que ninguno de ellos entendía.

"Eso no puede ser bueno," murmuró Dargan, apretando con fuerza su martillo.

La figura levantó la vista, y una voz profunda resonó en la sala. "¿Quiénes se atreven a interrumpir mi ritual?"

"Tu peor pesadilla," dijo Aratsuki, dando un paso adelante, su katana apuntando hacia el encapuchado.

El hombre soltó una carcajada fría y extendió su mano hacia ellos. La esfera negra comenzó a brillar con más intensidad, y las runas en el suelo se iluminaron.

"¡Prepárense!" gritó Fenrir, invocando a más lobos.

De las runas surgieron criaturas aún más aterradoras que las sombras: enormes bestias con cuerpos musculosos y cuernos retorcidos, con ojos que parecían consumir la luz a su alrededor.

"Esto se va a poner feo," murmuró Eryn, ajustando la cuerda de su arco.

"Solo otro día en la oficina," dijo Dargan, aunque su tono era más serio que de costumbre.

Aratsuki miró a sus compañeros y asintió. "No importa lo que pase, no se separen. Juntos, podemos derrotarlos."

Con esas palabras, el grupo se preparó para enfrentar el desafío más grande hasta ahora, mientras la figura encapuchada observaba con una sonrisa malévola, como si supiera algo que ellos no.