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Chapter 25 - La Ira del Ritual

El aire dentro de la cámara había cambiado. Ahora, era denso, cargado con una electricidad que parecía recorrer la piel, provocando una sensación de incomodidad, como si algo profundamente oscuro estuviera tomando forma en el espacio mismo. La esfera negra en el altar brillaba con una intensidad que cegaba, y las runas en el suelo se movían lentamente, como si tuvieran vida propia. Las bestias que emergieron de ellas gruñían, su aliento pesado llenando el aire con un hedor a azufre y a muerte.

Aratsuki se adelantó, su katana firmemente en sus manos, pero su mirada nunca dejó de evaluar a los enemigos. El hombre encapuchado ante ellos parecía estar concentrado en lo que sucedía alrededor, pero no mostró ninguna sorpresa.

"¿Qué es lo que realmente deseas?" preguntó Aratsuki, su tono grave, pero lleno de furia contenida.

El encapuchado, un ser de rostro oculto, levantó la cabeza. "La dominación del mundo, joven guerrero. Nada menos. "¿Por qué perder el tiempo con preguntas innecesarias?"

A medida que hablaba, una de las bestias se lanzó hacia ellos. Fenrir fue el primero en reaccionar, invocando una oleada de lobos espirituales, que se encontraron contra la criatura con ferocidad. Sin embargo, la criatura se mostró más fuerte de lo que esperaban. Golpeó a uno de los lobos con un impacto brutal, desintegrándolo instantáneamente.

"¡Cuidado!" gritó Eryn, disparando una flecha que atravesó la garganta de otra bestia, pero esta se levantó, sin inmutarse, como si la flecha no hubiera tenido efecto.

Dargan, con su martillo en alto, lanzó un grito y corrió hacia el monstruo más cercano. "¡Salgan del camino! ¡Voy a hacerlos volar en pedazos!"

Pero las bestias no se detuvieron. Parecían estar alimentándose de la energía del ritual, cada vez más fuertes y resistentes, una amenaza tangible que los rodeaba por completo. Aratsuki vio cómo sus compañeros peleaban con bravura, pero el tiempo no estaba de su lado. La esfera negra en el altar seguía brillando, su luz cada vez más deslumbrante.

"¡Debemos destruir esa esfera!" dijo Aratsuki, con una determinación fría. "¡Es lo único que puede detener esto!"

Sin pensarlo dos veces, Aratsuki corrió hacia el altar, el filo de su katana brillando con la intensidad de su voluntad. Sin embargo, no pudo evitar que una de las bestias lo interceptara en su camino. El monstruo, con cuernos retorcidos y ojos rojos brillantes, lo empujó hacia atrás con una fuerza abrumadora, hiriéndolo profundamente en el costado.

El dolor lo atravesó, pero no se detuvo. Con una expresión decidida, Aratsuki se levantó, su katana aún firmemente en su mano. "¡No me detendrás!", murmuró para sí mismo, y se lanzó nuevamente hacia la criatura, que estaba a punto de atacar a Eryn.

En ese momento, Dargan apareció, saltando hacia la bestia con su martillo elevado. Golpeó al monstruo con tal fuerza que la criatura retrocedió, tambaleando. "¡Ya basta de juegos!" gritó el enano, con su voz retumbando en la sala.

Fenrir aprovechó la oportunidad y, con su poder espiritual, conjuró una tormenta de lobos que se lanzaron contra la bestia, desintegrándola finalmente.

Pero el tiempo seguía corriendo, y la esfera negra seguía pulsando con más fuerza, su resplandor alcanzando nuevas alturas. Aria, con el rostro pálido y el sudor perlado en su frente, extendió su bastón y comenzó a recitar un hechizo. "Debemos detenerlo ahora…", dijo, su voz temblorosa.

"¡Aratsuki!" gritó Eryn, mientras lanzaba otra flecha, que ahora parecía tener un impacto mucho mayor en las criaturas. "¡¡Tienes que llegar hasta el altar!!"

Aratsuki, sintiendo el agotamiento en sus huesos, vio a sus compañeros luchar, pero también vio que ellos no podían sostener mucho más. La presión del ritual estaba comenzando a manifestarse. La esfera seguía creciendo, y con cada latido, el templo parecía temblar, como si estuviera a punto de colapsar sobre ellos.

"¡Voy!" gritó Aratsuki, y con un esfuerzo titánico, saltó sobre las bestias que intentaban frenar su avance.

Un Sacrificio Necesario

Con una última carga, Aratsuki alcanzó el altar. El poder de la esfera era insoportable, una fuerza brutal que lo empujaba hacia atrás, pero no podía detenerse. Se lanzó hacia la esfera con todo lo que le quedaba, y con un corte preciso, su katana atravesó el núcleo de la esfera negra.

La explosión fue devastadora. Una onda de energía pura, cargada con oscuridad, los golpeó con tal fuerza que todos fueron arrojados al suelo. La vibración de la piedra y el crujido del templo cayendo hizo que el aire se volviera espeso, como si el lugar entero estuviera a punto de desintegrarse.

Aratsuki, herido y agotado, intentó levantarse, pero el dolor en su cuerpo era insoportable. Vio a sus compañeros luchar por mantenerse en pie. La luz de la esfera se desvaneció poco a poco, pero su sacrificio había costado mucho más de lo que esperaban.

"¡Aratsuki!" gritó Eryn, corriendo hacia él, mientras Dargan y Fenrir sostenían a Aria, que había quedado gravemente afectada por la energía.

"Está... todo bien", dijo Aratsuki, respirando con dificultad. "Lo logramos... todos..."

"Lo hicimos", murmuró Fenrir, su rostro serio pero aliviado. "Pero no ha terminado… Nos quedan muchas batallas por librar".

El templo se desmoronaba a su alrededor. Las paredes se agrietaban y el techo comenzaba a caer. Sin embargo, en medio de la destrucción, el grupo comenzó a retirarse lentamente, con el peso de lo que acababan de hacer cayendo sobre ellos.

Aratsuki se quedó atrás un momento, mirando la destrucción, antes de unirse a sus compañeros. Al final, lo único que resonaba en su mente era una pregunta:

¿Qué otras sombras nos aguardan?

La Llama que No se Apaga

El sonido del goteo de agua sobre la piedra resonaba en la oscuridad. Cada gota parecía un latido, constante e implacable. El aire denso y húmedo se filtraba por las grietas de la caverna subterránea, trayendo consigo el olor metálico de la sangre y el hedor de la carne en descomposición.

Aratsuki abrió los ojos de golpe, jadeando. Su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, y la presión en su pecho era sofocante. Se llevó una mano al torso, tocando las vendas que cubrían sus heridas recientes. La punzada de dolor le recordó la gravedad de la batalla anterior. "Sigo aquí…", pensó, mientras intentaba regular su respiración.

Sus ojos recorrieron el lugar. La tenue luz de una fogata parpadeaba a lo lejos, proyectando sombras que danzaban en las paredes de la caverna. Frente a la hoguera, estaba Fenrir, alimentando las llamas con ramas secas. Su mirada tranquila y serena contrastaba con el caos de la última pelea.

—Despertaste antes de lo que creí —dijo Fenrir sin mirarlo, rompiendo el silencio.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —preguntó Aratsuki mientras se incorporaba lentamente. Sus músculos protestaron con cada movimiento.

—Un día entero. Dargan quería seguir adelante, pero Aria insistió en que descansaras. —Aunque no lo creas, todos estamos agotados —respondió Fenrir con una pequeña sonrisa.

"Todos están agotados…" La frase resonó en su mente. No solo él había cargado con el peso de la batalla. Sus compañeros también. Miró hacia la esquina de la caverna y vio a Aria dormida, apoyada contra la pared con las manos entrelazadas como si todavía estuviera rezando. Dargan roncaba con la boca abierta, su martillo descansando sobre sus piernas, mientras que Eryn, con una flecha en la mano, tallaba la punta de otra con una expresión de absoluta concentración.

—¿Hubo problemas mientras dormía? —preguntó Aratsuki, aún con la voz algo ronca.

—Un par de goblins exploradores, pero no fueron problema. —Eryn se encargó de ellos —dijo Fenrir, lanzando otra rama al fuego. Lo importante ahora es que estás despierto.

Aratsuki se levantó lentamente, su mirada fija en la fogata. Las llamas titilaban con la misma ferocidad que los recuerdos de la batalla contra el chamán orco. Recordó los cánticos, el ritual oscuro y la imagen de ese monstruo alzando una lanza hacia su pecho.

"Casi muero…"

Ese pensamiento le recorrió la mente como una herida que no había cerrado. No era la primera vez que enfrentaba la muerte, pero esta vez fue diferente. "No soy lo suficientemente fuerte." La sensación de impotencia de su niñez volvió a atormentarlo.

Fenrir lo observó en silencio, entendiendo el conflicto en su mente.

—A veces, la batalla más difícil no es contra los monstruos, sino contra uno mismo —dijo Fenrir con calma, como si estuviera leyendo su mente.

Aratsuki se giró hacia él con el ceño fruncido.

—No necesito tus palabras de consuelo, Fenrir. —Lo que necesito es ser más fuerte —respondió con frialdad.

—Lo sé —dijo Fenrir, sonriendo con tranquilidad. Por eso aún estás aquí. Porque no te permites ser débil.

Las palabras de Fenrir se quedaron flotando en el aire, como brasas que no se apagan. Aratsuki se quedó en silencio, reflexionando.

A la mañana siguiente

El grupo se preparaba para partir. Dargan afinaba los bordes de su martillo con una piedra de afilar, mientras Eryn revisaba el contenido de su carcaj. Aria revisaba el estado de las vendas de cada miembro del equipo, asegurándose de que todos estuvieran listos para cualquier enfrentamiento.

—¡Oye, Aratsuki! —gritó Dargan con una sonrisa burlona. No vuelvas a desmayarte como la última vez. No quiero tener que cargar a "nuestro líder" otra vez.

Eryn soltó una risa disimulada, cubriéndose la boca con la mano.

—Si vuelve a caerse, yo no pienso cargarlo. Mi espalda no soportaría tanto peso.

—Si eso pasa, simplemente déjenme —respondió Aratsuki, ajustando la correa de su katana nueva. La hoja era más oscura, forjada con una aleación resistente a los impactos. Grant había cumplido su promesa. Era un arma digna de cortar incluso la carne más dura.

—No digas tonterías —dijo Aria con una mirada seria mientras terminaba de ajustar su equipo. No vamos a dejar a nadie atrás.

El grupo se quedó en silencio. La firmeza en las palabras de Aria dejó en claro que, para ella, la vida de cada uno de ellos tenía el mismo valor. No había excepciones.

Aratsuki bajó la mirada por un instante, pero no dijo nada. "No soy el mismo de antes".

Camino a Grelfen

El sendero estaba cubierto de niebla, y los árboles retorcidos parecían vigilar desde la distancia. Las raíces sobresalían del suelo, formando trampas naturales para cualquier desprevenido. El silencio era inquietante. No se escuchaban pájaros ni animales.

—No me gusta esto —dijo Eryn, tensando la cuerda de su arco mientras miraba a su alrededor—. No se oye nada.

—Eso significa que algo grande está cerca —agregó Fenrir, bajando la voz.

Dargan gruñó mientras sostenía su martillo con ambas manos.

—Si algo grande viene, ¡que venga de una vez! No me gusta cuando los cobardes se esconden.

—Silencio, Dargan —ordenó Aratsuki en voz baja, levantando la mano para detenerlos.

El grupo se detuvo de inmediato. El sonido de pasos pesados se escuchó a lo lejos, aplastando las hojas secas. Paso tras paso, cada uno más fuerte que el anterior.

—Orcos —susurró Fenrir, bajando su postura de combate.

Las figuras comenzaron a aparecer entre la niebla. Dos orcos con armaduras rudimentarias, seguidos de una tercera figura más grande, de casi tres metros de altura. Un ogro. La criatura llevaba un garrote con púas de metal, arrastrándolo por el suelo, dejando un surco profundo tras de sí.

—No es solo un ogro —dijo Eryn con los ojos bien abiertos. ¡Tiene marcas de ritual!

El cuerpo del ogro estaba cubierto de símbolos brillantes que resplandecían con una luz púrpura tenue. "Un ogro con bendición de chamán".

—No es un oponente normal —advirtió Fenrir. Aratsuki, ¿qué hacemos?

—No retroceder —respondió Aratsuki con una calma aterradora. Eryn, apunta a los ojos. Fenrir, tú contén a los dos orcos. Dargan, conmigo.

—¡Sí, líder! —gritó Dargan, golpeando el suelo con su martillo.

El ogro levantó la cabeza y los miró. Sus ojos rojos se fijaron en Aratsuki. "Inteligencia." No era una simple bestia. Era algo más. La criatura dejó escapar un rugido que hizo temblar el suelo.

"Aquí vamos de nuevo…", pensó Aratsuki mientras desenvainaba su katana. La hoja negra cortó el aire con un silbido agudo, como un grito de advertencia.

El ogro cargó hacia ellos con una velocidad inesperada.

—¡Ahora! —gritó Aratsuki, saltando hacia un lado. El garrote se estrelló contra el suelo, lanzando fragmentos de roca por todas partes.

—¡Voy por la izquierda! —gritó Dargan, corriendo para flanquear al ogro.

Aratsuki corrió hacia el otro lado, su katana lista para cortar.

"Esta vez no caeré. Esta vez… soy más fuerte".

Los ojos del ogro se encontraron con los de Aratsuki. Por un instante, el mundo pareció detenerse. Una promesa silenciosa. Solo uno de los dos saldría con vida.

—¡Ven, monstruo! —gritó Aratsuki con una furia contenida.

Y el choque comenzó.