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Chapter 26 - Especial: Regalos en la Nieve

Las calles del pueblo estaban cubiertas de nieve, y los escaparates de las tiendas brillaban con decoraciones de temporada. Guirnaldas de hojas verdes y cintas rojas colgaban entre los postes de luz, mientras los aldeanos se apresuraban de un lado a otro con paquetes envueltos. Una sensación de alegría y camaradería llenaba el aire, aunque el invierno era frío y despiadado.

Aratsuki caminaba al frente del grupo, con su expresión seria de siempre. Habían decidido usar parte de sus ganancias para mejorar su equipo antes de embarcarse en nuevas misiones.

—¿Por qué siempre tiene que ser un cuchillo o una espada? —preguntó Eryn, mirando las vitrinas con arcos decorados y flechas de punta plateada. ¿Qué tal algo más decorativo?

—¿Decorativo? —bufó Dargan, quien caminaba a su lado cargando un enorme martillo a la espalda. La funcionalidad es lo único que importa, elfa plana. Un arma bonita no sirve de nada si no atraviesa el cráneo de un enemigo.

Eryn giró hacia él con el ceño fruncido, sus mejillas ligeramente rojas.

—¡Deja de llamarme plana, enano! ¡Es un festival, se supone que debes ser amable!

—¡Esto es ser amable! —respondió Dargan con una carcajada. Si quisiera insultarte, te diría que ni siquiera los monstruos podrían diferenciarte de un niño humano.

Antes de que Eryn pudiera replicar, Fenrir intervino.

—Ambos tienen razón, de cierta forma. Eryn, una herramienta puede ser funcional y estética. Dargan, podrías ser menos… tú, por un día.

—¡Tsk! —Aburrido como siempre, Fenrir —dijo el enano, pero cedió.

Aratsuki, que había estado observando un mostrador con cuchillos de acero reforzado, ignoró por completo la discusión detrás de él. Sin embargo, Aria lo notó y se acercó con una sonrisa.

—¿Te interesa algo?

—Algo funcional. —Aratsuki tomó uno de los cuchillos, examinando su filo y balance. Mi equipo actual ha resistido bien, pero necesito estar preparado para lo inesperado.

—Siempre tan práctico —dijo Aria, con una ligera risa. Aunque no estaría mal darte un pequeño lujo, ¿no crees?

Aratsuki no respondió de inmediato. Su mirada pasó de los cuchillos a un brazalete de cuero negro con detalles plateados. No era estrictamente necesario, pero algo en él le llamó la atención.

—Tal vez...

Más tarde, el grupo se reunió en una taberna cercana, donde el ambiente era cálido y acogedor. Un árbol decorado con pequeñas luces mágicas iluminaba la esquina, y el aroma a especias y carne asada llenaba el aire.

—¡Por fin algo para calentar el cuerpo! —exclamó Dargan, levantando una jarra de hidromiel.

Eryn estaba ocupada admirando un colgante que había comprado, una pequeña hoja de plata que representaba la naturaleza.

—Esto es mucho más emocionante que esas armas aburridas que ustedes compraron.

—¿Qué hay de ti, Aratsuki? —preguntó Fenrir mientras comía tranquilamente. ¿Algo interesante?

Aratsuki levantó el brazalete que había adquirido.

—No es mucho, pero… sirve.

Aria sonrió al verlo.

—Creo que te queda bien.

Por primera vez en mucho tiempo, Aratsuki mostró una pequeña sonrisa, aunque fugaz.

—Gracias.

La velada continuó con risas y conversaciones ligeras, algo inusual para el grupo. Incluso Aratsuki parecía relajado, aunque seguía siendo reservado.

Al final de la noche, mientras regresaban al alojamiento, Aratsuki se detuvo un momento para observar el cielo. La nieve seguía cayendo, cubriendo el suelo con una capa inmaculada.

Aria se acercó, envolviendo un chal alrededor de sus hombros.

—¿En qué piensas?

—En cómo… algo tan simple puede ser tan complicado. —Su voz era baja, casi inaudible.

Aria no respondió, pero su presencia bastó para que Aratsuki sintiera una extraña calma.

"Quizás", pensó, "la verdadera fortaleza no está solo en la espada, sino en aprender a aceptar momentos como este".

El grupo continuó caminando, dejando atrás las luces cálidas del pueblo y adentrándose en la tranquilidad de la noche invernal.

El grupo llegó al albergue en silencio, agotados pero satisfechos tras un día de compras y camaradería. La pequeña posada en la que se alojaban era modesta, pero acogedora. El fuego crepitaba en la chimenea común, llenando el aire con un calor reconfortante y el aroma a madera quemada.

—¿Así que este es nuestro gran plan navideño? —bromeó Dargan, dejándose caer pesadamente en una silla. Beber hidromiel hasta que no podamos distinguir entre un goblin y un elfo.

—¿Insinuas algo, enano? —respondió Eryn, cruzándose de brazos, aunque su tono no tenía el filo usual.

Fenrir, como siempre, se sentó entre los dos, deteniendo cualquier discusión antes de que comenzara.

—No seas ingenua, Eryn. A Dargan no le importa quién gane, mientras pueda seguir molestándote.

Aria colocó una bandeja de tazas calientes en la mesa, interrumpiendo la conversación con su sonrisa cálida.

—Basta de discutir. Es un momento para celebrar, ¿no?

Todos tomaron una taza, disfrutando del dulce y especiado sabor de la bebida caliente. Incluso Aratsuki, que había permanecido en silencio, tomó un sorbo antes de apoyarse en la silla y cerrar los ojos.

—¿Qué esperas recibir en estas fechas, Aratsuki? —preguntó Eryn con curiosidad, apoyando su barbilla en la palma de su mano.

Aratsuki la miró de reojo, como si no supiera cómo responder.

—No espero nada.

—Siempre tan misterioso… —comentó Dargan, riendo.

Aria lo observó por un momento antes de hablar.

—Tal vez… no se trata de lo que esperamos recibir, sino de lo que podemos dar.

Más tarde esa noche, mientras todos dormían, Aratsuki se quedó sentado frente a la ventana de la habitación compartida. Afuera, la nieve seguía cayendo, silenciosa y eterna, cubriendo el mundo con su manto blanco.

Sacó de su bolsillo el brazalete que había comprado y lo examinó a la luz de la luna. Los grabados plateados parecían brillar como estrellas diminutas. Lo deslizó en su muñeca y apretó el cierre.

"Quizás sea suficiente por ahora", pensó.

De repente, un leve ruido detrás de él llamó su atención. Era Aria, envuelta en una manta, que lo miraba con cierta preocupación.

—¿No puedes dormir?

Aratsuki negó con la cabeza.

—No estoy acostumbrado a… esto.

—¿A qué?

—A la calma.

Aria se sentó a su lado, mirando la nieve junto a él.

—La calma puede ser desconcertante cuando has pasado tanto tiempo en la oscuridad. Pero también puede ser un recordatorio de lo que estamos protegiendo.

Aratsuki no respondió, pero sus ojos parecían suavizarse un poco.

A la mañana siguiente, el grupo se despertó temprano para descubrir algo inusual. Frente a la chimenea común, había pequeños paquetes envueltos en papel rústico.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Dargan, levantando uno con cuidado.

Cada paquete tenía un nombre escrito con caligrafía sencilla. Dentro, encontraron regalos simples pero significativos: un nuevo carcaj para Eryn, grabado con runas de protección; un pequeño libro de recetas de cerveza para Dargan; un cristal pulido con energía espiritual para Fenrir; y un colgante con un símbolo de curación para Aria.

Aratsuki abrió el suyo en silencio. Dentro había una pequeña piedra negra con una inscripción tallada: "Nunca estás solo".

El grupo se miró entre sí, confusos pero agradecidos.

—¿Quién hizo esto? —preguntó Eryn, mirando a su alrededor.

Aria sonrió con suavidad.

—Quizás alguien que sabe lo importante que es recordar que no estamos solos.

Por primera vez, incluso Aratsuki se permitió un momento de verdadera calidez. Aunque la batalla seguía esperándolos más allá de las nevadas colinas, en ese instante, estaban juntos, y eso era suficiente.

Y mientras la nieve seguía cayendo, el grupo compartió una risa ligera, un recordatorio de que incluso en un mundo lleno de oscuridad, había lugar para la luz.